martes, 27 de noviembre de 2007

El ESPEJISMO DEL LAICISMO ESTATAL

En fechas recientes hemos podido asistir a la ceremonia de la confusión, nunca mejor dicho, protagonizada por un lado por el Estado Español representado por su Vicepresidenta y por el otro el Estado del Vaticano con su Jefe de Estado y cabeza visible de la Cristiandad, en medio de la majestuosa pompa y fastuoso boato a los que nos tiene acostumbrados este minúsculo pero poderoso Estado, todo ello con el objeto de nombrar a veintitrés cardenales, alguno de ellos de nacionalidad española.
Contemplo con estupor como una representación del gobierno español, a nivel ni más ni menos que de la Vicepresidenta del Estado, asiste a una ceremonia de este tipo confiriéndole una rango institucional que no debería tener ya que la Constitución Española de 1978 diseñó un modelo de Estado aconfesional que choca frontalmente con estas actitudes que indican justamente lo contrario contradiciendo dicha separación iglesia – estado que determina la Constitución Española en su artículo dieciséis.
Es por ello que resulta incomprensible, no sólo el hecho que resalto en este escrito, sino otros muchos que podríamos citar – hace poco tiempo ocurrió lo mismo con la proclamación de una ingente cantidad de beatos, por cierto exclusivamente del bando nacional – que dejan bien claro que la separación Iglesia Estado es un espejismo y como tal ajeno a la realidad, imposible de entender y de asumir en un país moderno de la Europa del siglo XXI .
Según el Concordato vigente, toda la educación que se imparta en todos los centros docentes públicos deben ser respetuosos con los valores de la ética cristiana. Todos los planes educativos de la enseñanza primaria y secundaria deben incluir la enseñanza de la religión católica en condiciones equiparables a las demás disciplinas fundamentales y aunque esta asignatura a dura penas han conseguido que sea optativa – con el PP sería no sólo obligatoria sino evaluable – hoy la iglesia se permite el lujo de entrometerse una vez más oponiéndose a la asignatura de Educación para la Ciudadanía, lo cual supone una intromisión más que no se debería tolerar.
Si se siguen manteniendo estas actitudes de tolerancia, las intromisiones van a ser constantes ya que nadie se encarga de ponerles freno. Y es que es curioso observar como los miembros del gobierno cuando son interpelados sobre este tema, suelen dar la callada por respuesta tratando de evadirse de tan espinoso asunto.
Pero por qué el Estado se empeña en mantener esta actitud aguantando carros y carretas a una institución que se le ha subido a las barbas hasta el extremo de permitirse el lujo de interferir en asuntos de estado y de propiciarle auténticos desprecios que causan sonrojo a los ciudadanos que con la constitución en la mano contemplan atónitos como se prolonga este increíble espectáculo.
La respuesta inmediata suele ser la del interés electoral por parte del partido gobernante en el sentido de que enfrentarse – no tiene por qué ser así, la ley está de su parte – supondría la pérdida de votantes, es decir, no sería rentable electoralmente hablando.
Craso error, ya que si plantan cara a la Iglesia Católica– no nos olvidemos de que hay otras muchas iglesias en este país y van a su aire, como dios manda – no creo que pierdan unos votos que casi con toda seguridad no le pertenecían – esos votos suelen decantarse más bien hacia la derecha - y sin embargo va a sentir la ausencia de los votos de muchos de sus asiduos votantes que, desencantados, le volverían la espalda.
Entonces, que está pasando. Estoy seguro de que estos cálculos los llevan a cabo y posiblemente extraerán las mismas conclusiones que aquí expongo, por lo que tampoco el ciudadano de a pie encuentra justificación a semejante situación que tantos años lleva prolongándose.
Tratando de profundizando en el tema, tiro de bibliografía e Internet intentando arrojar luz sobre un auténtico enigma, que como tal, resulta difícil de descifrar y encuentro un escrito de un profesor de Derecho Internacional Público y Relaciones Internacionales que puede despejar algunas sombras arrojando cierta luz sobre esta tema.
Afirma el profesor Santiago Castellá, que la Constitución de 1978 diseñó un modelo de Estado aconfesional, pero sin establecer un modelo de clara fundamentación laica, en el que el Estado se mostrara indiferente a lo religioso, por entender que sus acciones y objetivos no deben entrar en un ámbito propio de la conciencia individual de las personas, limitándose a garantizar, sin discriminación alguna la libertad de creencias. Tampoco estas consideraciones despejan por completo nuestras dudas, pero quizás sí cuando afirma:
Ante estos datos, es lógico recelar de un Concordato con la Santa Sede, negociado desde 1976 por políticos vinculados a la Asociación Católica Nacional de Propagandistas (ACNP), hecho al margen de la Constitución, y que cae sobre ella como una pesada losa que se impone sobre toda su legislación y que compromete internacionalmente la voluntad del Estado, generando responsabilidad por su incumplimiento.
España ha quedado así hipotecada por un Concordato, que tan solo puede modificarse con un nuevo acuerdo entre España y la Santa Sede y que no prevé la posibilidad de renuncia o retiro unilateral, siendo nula cualquier ley o disposición normativa de rango inferior contraria a sus disposiciones.
Acabáramos. Estas consideraciones parecen en principio aplastantes aunque no insalvables. No debemos olvidar, no obstante que se trata de un análisis personal de un jurista, aunque no tengo motivo alguno para dudar de sus conclusiones. He de aclarar que la ACNP, existe y fue fundada en 1909 y que ya en 1936 se adhirió al bando nacional y a la consiguiente dictadura que sufrió este país durante cuarenta años. Intervino en el primer Concordato de 1953, e incomprensiblemente en el actual que está en vigor.
Lo que no entiendo es por qué el Estado no aclara estos términos, que en cualquier caso, no le justifican en su actitud servil hacia una Iglesia Católica que abusa de su condición y que debería ser la primera en renunciar a cuantos privilegios posee y que son un agravio comparativo para el resto de las iglesias instaladas en nuestro país.
Concluyamos. Si con una ley de igual rango o superior puede anularse, hágase. Denúnciese dicho tratado o tómense las medidas necesarias para lograr de hecho dicha separación. La laicidad del Estado Español ha de ser una realidad, no un espejismo.

jueves, 22 de noviembre de 2007

EL DISCRETO ENCANTO DE LA NAVIDAD

Un año más contemplamos como las fiestas navideñas adelantan su llamada a nuestra puerta, arañando unos cuantos días más al calendario. Nos machacan con el supuesto mensaje navideño contenido hoy en día en la pesada y pedante publicidad mediante la cual pretenden vendernos la supuesta magia navideña, y lo digo así porque ya ni se molestan en darle ese calificativo que entrañaba una mezcla de nostalgia y hechizo que contrasta frontalmente con las intenciones puramente interesadas y fundamentalmente mercantilistas que dominan el panorama navideño actual.
Y es que esa magia ha perdido todo su valor y hoy esa expresión está vacía de contenido, habiéndose transformado en una desenfrenada fiebre consumista que todo lo devora en aras de una autosatisfacción y culto personal que nada tiene que ver con el supuesto espíritu que debería presidir estas fechas y no me refiero precisamente al religioso tan omnipresente y alienante que siempre se ha apropiado de las mismas sino al que se refiere a la solidaridad entre los seres humanos y que brilla y ha brillado siempre por su ausencia, aunque hoy más acentuado que nunca.
Ese discreto encanto y esa dudosa magia, residen hoy en los grandes almacenes y centros comerciales que nos impulsan a consumir de una forma desaforada y por los que nos dejamos llevar acabando hastiados un año sí y otro también de dos semanas de hartazgo consumista y familiar, respirando aliviados cuando los interminables festines de todo tipo terminan por fin. Y es que dos años de pantagruélicos fiestas acaban con cualquiera – no hay que olvidar que estos festejos comienzan en un año y terminan en el siguiente – . Todo ello nos provoca el firme propósito de desertar el próximo año con un viaje a recónditos lugares donde el encanto y la magia navideña brillen por su ausencia.
Deberíamos sonrojarnos al contemplar el espectáculo de los centros comerciales superabastecidos más que nunca con todo tipo de productos y alimentos propios ó no de estas fechas – juro que experimento una mezcla de desprecio y vergüenza al contemplar semejante espectáculo - mientras medio mundo que agoniza en medio de la más espantosa de las miserias nos contempla como vivimos y disfrutamos de la magia de una navidad impregnada de consumismo y de felicidad egoístas a plazo fijo.
No considero acertado aquello de que cualquier tiempo pasado fue mejor, pero sí que las sociedades cuanto más opulentas y acomodadas, más insolidarias y egoístas se tornan, siendo éste un hecho incontrovertible y que nuestros padres atestiguan cuando les preguntamos sobre los tiempos pasados en los que las gentes se ayudaban los unos a los otros desinteresadamente.
Confieso que en mi infancia viví unas navidades entrañables plenas de magia y encanto y de las que guardo un grato recuerdo. Quizás estábamos condicionados y alienados por la religión que lo empapaba todo. Quizás éramos delicadamente ingenuos. Pero fuimos dichosos con lo poco que teníamos. Cada juguete era un tesoro que conservábamos durante años y cada navidad un acontecimiento que se hacía esperar. Eran otros tiempos. Eran otros lugares. Éramos inmensamente felices.
Con mis mejores deseos para toda la gente de buena voluntad. Un recuerdo muy especial para mi querida madre que nos ha dejado para siempre, con la que tantas navidades dichosas pasé. Ya no podré felicitarla más. Ella también adoraba aquella navidad. Ella sabe bien cuanto la quiero.

miércoles, 14 de noviembre de 2007

QUERIDA MADRE

Querida madre, queridísima tía María, cómo te echo de menos todos los días desde que te fuiste a no sé donde pero tan lejos que sé que nunca más te volveré a ver. Me duele cada día tu ausencia como si fuera el primero con un profundo dolor que no logro desterrar de mi corazón que llora tu ausencia como jamás podía imaginar.
Te recuerdo cada día, todos los días desde que una fría mañana de invierno decidiste dejarnos y descansar. Tú que no parabas nunca con tu eterno trajín como tú decías, y lo hiciste justo cuando comenzaba a nevar copiosamente. Te besé con lágrimas en los ojos y te dije en voz alta: mira madre está nevando.
Nos encantaba la nieve. Cada vez que el paisaje se cubría de blanco, me llamabas: - hola hijo, no veas que nevada está cayendo, la sierra, las eras, las calles todo está cubierto, por lo menos medio metro, apenas podemos abrir la puerta de la calle, ya podías venir por aquí. Ya me gustaría madre, ya me gustaría, que tal todos. Tu padre, como siempre, no para de acá para allá y pablo, arriba, con sus cosas.
Hoy me encuentro sumido en una tristeza infinita. Hoy es tu cumpleaños, el primero que no podré felicitarte después de tantos, y eso me llena de una grandísima pena que lo llena todo. Hoy cumplirías ochenta y ocho años. Cómo habrías disfrutado repitiéndonos una y otra vez tu edad.
Y es que parece mentira, decimos de vez en cuando los que tanto te queríamos, que la tía María se haya ido. Hasta que caemos en la cuenta de tu avanzada edad. Pero es que la tía María era mucha tía María. No aparentaba su edad. Su presencia y su temperamento lo llenaban todo – me cagüen la mar, trae acá, que yo lo hago – y allí estaba ella para partir la leña, cavar la huerta, las faenas de la casa, todo.
A veces pienso que no es verdad, que estás de viaje y pido un gesto, una señal, algo que me haga pensar que vas a volver. La tía María – así la llamaba yo cariñosamente – no puede haberse ido para siempre. Ella, tan activa, tan bondadosa con todos, con su genio y su enorme corazón – es de bien nacidos ser agradecidos, hijo - me decía de vez en cuando.
Me contaba que antes las gentes se ayudaban mutuamente, que no eran egoístas como ahora que cada cual va a su aire. Esto, como decía ella, me pone mala, me llevan los demonios pensar que la gente sea así.
Y es que ella siempre se dio a la gente. Le dolía profundamente los gestos de desagradecimiento por parte de las personas que conocía, ella que siempre estaba dispuesta a ayudar, que se daba a todo el mundo. Nadie podrá hablar mal de ti madre que siempre estabas dispuesta para echar una mano a los demás.
Querida madre, descansa allá donde estés. Te lo mereces. Que sepas que aquí nunca te olvidaremos, que te echamos de menos. Nada me confortaría más que volver a oírte decir ese –Ay que hijo – que tanto me repetías y que añoro con una mezcla de pena por tu pérdida y de alegría por esos preciosos recuerdos que siempre serán míos.
Hay una canción que me llena de una profunda tristeza cada vez que la oigo o la recuerdo y que Tú cantabas con frecuencia cuando yo era pequeño. Su estribillo decía – por el camino verde camino verde que va a la ermita / las flores se han secado las azucenas están marchitas -. A veces la canto en susurros y te escucho a ti, madre. Una profunda tristeza inunda mi corazón y los ojos se me nublan añorándote. Cada día de mi vida te tendré presente.
Un beso, madre.

domingo, 11 de noviembre de 2007

CARTA ABIERTA AL PRESIDENTE

Me permito dirigirme a usted, Sr. Presidente, en representación de los sentimientos a menudo contradictorios de muchas personas que piensan como yo y que desearían transmitirle lo que nos dicta nuestra conciencia sobre usted y su labor como presidente de este País, confiando en que su difusión contribuya a crear un estado de opinión más que se pueda contrastar con las múltiples que ya existen y que son las que me han animado a redactar estas líneas cargadas de sinceridad y buena fe, ausentes de malicia o de una cínica doble intención que en cualquier caso el respeto que siento hacia su persona me lo impediría.
Conozco a mucha gente que no simpatiza ni con su persona ni con su obra, - y esto no es una frase hecha - que no ponen en duda su buena intención, que piensan que usted obra con arreglo a lo que su conciencia y su ideología le dictan y que lo hace con total rectitud en la seguridad de que está haciendo lo que debe. En definitiva, no dudan de su buena fe, pero naturalmente, consideran que está completamente equivocado y en el mejor de los casos le tachan de ingenuo.
En el otro extremo están los otros, los mal intencionados, aquellos que quieren hacerle daño con sus opiniones ausentes de sinceridad, por rivalidad política o personal y que no me merecen la menor consideración. Tergiversan los hechos y tratan por todos los medio de desacreditarle valiéndose de cuantos ruines medios tienen a su alcance. Se salen del ámbito y la intención de esta carta que surge de las contradicciones que su personalidad me sugiere, pero siempre dentro de la leal y sincera compostura basada en el respeto hacia su persona y el cargo que ostenta.
Donde entonces quedo yo y cuantos así pensamos. En el centro. No en el centro político, porque no pertenecemos a él. No estamos ni en el extremo que le considera un ingenuo – aunque la mente nos traicione a veces – ni por supuesto en el otro extremo. Somos de izquierdas y pensamos como tales y coincidimos con usted en muchas más cosas de las que nos separan.
Pero no compartimos con usted algunos comportamientos, algunas actitudes, algunos hechos. No entendemos como el presidente de la décima potencia industrial del mundo, sea casi ninguneado por el presidente de la primera potencia. No me digan que no les importa. A mí si me importa y a mucha gente también. Claro que tampoco comprendo como un presidente puede llegar a cometer un acto tan pueril como el de no levantarse ante los signos representativos de una nación, sea cual fuere, porque esos signos representan a todos los ciudadanos de ese país, no solamente a una persona por muy detestable que sea o le parezca, y tienen derecho a sentirse ofendidos. Un presidente está muy por encima de esos comportamientos.
No aprobamos su actitud que calificamos de débil en todo lo que atañe a su relación con los nacionalismos, ante los que pensamos debería haberse mostrado más enérgico. Desaprobamos también su comportamiento ante el llamado proceso de paz, llenos de puntos oscuros que no han hecho sino sembrar de dudas a todos aquellos que creemos en el diálogo pero no llevado en la forma que lo ha hecho, a veces con ausencia total de una necesaria transparencia que no ha hecho sino sembrar la duda en la opinión pública, hasta el punto de quedar desairado ante diversos acontecimientos de variada índole que tuvieron lugar en fechas pasadas relacionados con dicho proceso de paz.
Asimismo, no creemos que sea de recibo la poco o nula presencia de nuestro país en el mundo. No nos hacemos respetar y eso repercute en nuestras relaciones internacionales que son las culpables de la poca representatividad de España en la escena internacional. La décima – incluso la octava – potencia mundial no puede estar a esa altura y usted, señor presidente, es el responsable de esta situación y de todas las demás, no sólo de hecho, sino de derecho y aunque usted nunca las rehuye, sino todo lo contrario, siempre las asume, no nos basta con esto y nos gustaría que se mostrase más enérgico de vez en cuando, más rotundo, más seguro, más firme ante determinados acontecimientos.
Estoy seguro, señor presidente, que está al tanto de la general opinión cada vez más extendida de su fama de blando, de bueno, incluso en ocasiones, como ya he resaltado, de ingenuo. Ninguna de ellas creo que sea la adecuada para el presidente de un país. No es necesario dar un giro de ciento ochenta grados que le llevarían al extremo contrario y que igualmente denostaríamos.
Señor presidente. No necesito felicitarle por todo aquello que considero ha hecho bien. También mucho ha sido lo positivo y en esas estamos con usted. No obstante esa es su obligación y no considero necesario halagar su vanidad con ello. En cualquier caso y dado que nunca he dudado de sus buenas intenciones, le deseo la mejor de las suertes.
Atentamente.