jueves, 3 de noviembre de 2022

RICOS Y POBRES

Si la vida es frenesí, una ilusión, una sombra, una ficción, como Calderón de la Barca magistralmente avanzó en su tiempo, deberíamos preguntarnos qué importancia deberíamos conceder a esas dos contingencias ordinarias y vulgares que ocupan nuestra mente y nuestro cuerpo durante gran parte de nuestros días, deseando salir de una de ellas para entrar de lleno en la otra, salir de pobres y llegar a ricos, así, en un instante, sin necesidad de esfuerzo, exigencia, ni requisito alguno, como por arte de magia, ya que si la vida es sueño, soñar podemos de balde, y nada nos ha de costar llegar a la conclusión de que tanto vale una condición, como ha de valer la otra, ya que como dijo el poeta, los sueños, sueños son.

Pero el argumento no convence, no nos seduce en absoluto, por lo que obramos de otra manera, intentando mejorar nuestra existencia, olvidando si la vida es sueño, al margen de los que tanto despiertos como dormidos, solemos elucubrar, intentando no dar nuestro brazo a torcer, y así rebelarnos contra la dictadura de las lejanas ilusiones, ensoñaciones quizás, que a ningún lugar práctico nos llevan, y que nos hacen mantener los pies firmemente asentados en la tierra que pisamos, por mucho que ello nos frustre, nos decepcione y nos muestre la realidad que vivimos, tan distinta y tan distante del lejano y desconocido destino adónde pueden conducirnos los oníricos y sutiles sueños, tan añorados como lejanos, tan vacuos como anhelados.

Poderoso caballero el vil metal, que desde tiempos inmemoriales consigue movilizar al más cauto, al más conservador y al menos ambicioso, bastando para ello el reconocible sonar de las tentadoras monedas al chocar entre ellas, víctimas del frenético movimiento de las manos al trasladarlas de mano en mano, calculando a ojo de buen cubero la cantidad que desplazamos, suficiente para comenzar la carrera hacia la riqueza que, a base de acumular día tras día, lograremos alcanzar en un futuro más próximo que lejano, cuando al fin el arca se llene a rebosar, y nuestra condición humana nos induzca a abrir una nueva, en un proceso imparable que no parará, hasta que las monedas se derramen de tanto acumular una riqueza que quizás no nos hará más felices, pero que facilitará nuestras vidas, consiguiendo así satisfacer el deseo de poseer, tan humano como nuestra propia naturaleza.

Como todo en la vida, la riqueza es un valor relativo, pues depende de las oportunas comparaciones que nos llevarán a conclusiones, válidas o no, pero que en cualquier caso nos indicarán quién lo es en mayor proporción, mientras que para la pobreza no se necesitan estas exigencias para llegar a la conclusión de que es un valor absoluto que no necesita de comparaciones ni relativizaciones varias, tan meridianamente clara se establece esta condición, que se define y declara por sí misma, con manifestaciones tan rotundas y claras, que de poco sirve establecer unas líneas divisorias que separen a unos de otros, ya que todos están indefectiblemente unidos por un término radical y terminantemente conciso, que se reconoce por un lamentable, severo, y mísero estado de necesidad, que no precisa de aclaración alguna.

Y ahora, después de soportar una pandemia en el mundo, una guerra en Europa, y la consiguientes recesión económica, con una inflación desbocada, las preclaras mentes que nos gobiernan, han tenido la genial e inoportuna ocurrencia de destapar el frasco de todas las esencias que en el mundo han sido, declarando a bombo y platillo, abierta y rotundamente, que en España, a partir de ahora, y debido a las inclemencias del tiempo y a sus urgencias electorales reflejadas en las oportunas encuestas que en mal lugar los dejan, repetimos, por si no había quedado suficientemente claro, que en este País hay ricos, por lo que hay que cargar sobre ellos el peso de un impuesto especial, para que de esta manera alivien las cuentas públicas que tan denostadas se ven a causa de las susodichas inclemencias de todo orden que azotan a este País.

Desconcertante noticia dónde las haya, que ha dejado trastocada a una sociedad que no tenía noticia alguna sobre dicho tema, y que ha logrado que los ciudadanos se pregunten cada mañana al despertarse, cómo es posible que nada supieran acerca de tan sorprendente asunto, que ha venido a alterar sus vidas de una manera que nadie podría imaginar hace apenas unos días, cuando tan relevante y extraordinaria revelación, se hallaba oculta a los ojos de unas gentes que no dan crédito a tan importante suceso socioeconómico y cultural, que viene a revolucionar una sociedad a la que se le había ocultado tan notable y decisiva noticia que, sin duda, tendrá una enorme repercusión en esta España que no para de encajar, una tras otra, nuevas tan increíbles como la presente, que puede llegar a condicionar sus vidas hasta extremos que los sociólogos aún no han tenido tiempo de determinar.

Y hete aquí, que aunque no los citan expresamente, si hay ricos, necesariamente habrá pobres, que seremos el resto, algo que no lo han explicitado con claridad, afirmando categóricamente que se declaran como ricos, a todos aquellos que poseen una fortuna de más de tres millones de euros, por lo que a la fuerza hemos de concluir que los pobres serán aquellos desdichados que ingresen menos de esa cantidad, a los que no se gravará con ningún impuesto ni carga especial, ya que no entran en la citada categoría, aunque suponemos, ya que el gobierno no lo ha aclarado, que dentro de los pobres, habrá una infinidad de categorías y subcategorías regladas y debidamente estructuradas, dada la enorme y abultada cifra resultante dónde se integran los menos favorecidos.

Todo ello ha venido a crear tal desconcierto, que según algunas fuentes próximas a los aledaños al poder, aseguran que podrían sustanciarse con una nomenclatura basada en designar de la siguiente guisa las citadas situaciones: pobres, menos pobres, razonablemente pobres, livianamente pobres,  pobres de libro, y así hasta llegar a pobres de solemnidad, que serían los últimos en una escala que los ciudadanos ansían conocer, para así saber en qué escalón se encuentran, o más bien, dónde los sitúan los poderes establecidos, para así conocer su nivel tributario y poder descansar tranquilamente de algo que ha venido a alterar sus vidas, y que nos conduce de nuevo a Calderón de la Barca: el mayor bien es pequeño, que toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son.