Este mes de julio, nos ha
deparado dos impactantes y trágicos acontecimientos internacionales, que han
logrado distraer la atención permanente y absoluta que nos mantiene literalmente
pegados e inmensos en los asuntos propios de un país como el nuestro que
continua en la incertidumbre en cuanto a la formación del ansiado y necesario
gobierno se refiere.
Y mientras en nuestro país
continuamos a la espera de dicho desenlace y de las posibles sanciones de la comunidad
europea por el incumplimiento del déficit, que se saldará posiblemente con una
multa reducida, pero con el compromiso de más recortes, que supondrán nuevos
quebraderos de cabeza, que como siempre afectarán a los sufridos ciudadanos a de a pie, dos tragedias de una
naturaleza muy diferente y mucho más graves, han sacudido de nuevo a esta
Europa que en los últimos tiempos, no gana para sobresaltos
El primero de ellos ha tenido
lugar en la ciudad francesa de Niza, donde un individuo árabe nacionalizado
francés, que no parecía estar radicalizado según quienes le conocían, irrumpió
en el paseo marítimo de dicha ciudad conduciendo un camión de quince metros de
largo y de veinte toneladas de desplazamiento, arrollando y disparando al mismo
tiempo a una multitud que disfrutaban de un espectáculo de fuegos artificiales
con motivo de la celebración del catorce de julio, día de la fiesta nacional
francesa, con un cruel balance de ochenta y cuatro muertos y numerosos heridos.
Este país, con una importante y
destacada presencia en el mundo árabe, y con una colonia muy considerable del
mundo musulmán, parece estar pagando de una especial forma este hecho, además
de su intervención militar constante en el conflicto que se está librando
contra los grupos armados que se han hecho fuertes y que amenazan la paz y la
estabilidad de aquellas zonas árabes y del mundo occidental que han decidido
golpear con acciones como esta.
Resulta inconcebible, no
obstante, que este hecho pueda haberse llevado a cabo con semejante impunidad,
dadas las circunstancias habidas. Es difícil de entender, que con el estado de
emergencia activo, que ahora se va a prorrogar, y con las consiguientes medidas
de seguridad extremas que ello conlleva, un vehículo de semejantes dimensiones,
pueda lograr entrar en un recinto donde se celebraba un acto multitudinario.
Si a estos fallos de seguridad,
le sumamos la pérfida y cruel manera de actuar de estos grupos y lobos
solitarios, capaces de auto inmolarse y de actuar en cualquier lugar con
devastadores y sangrientos efectos, las conclusiones no pueden ser más
pesimistas, hasta el extremo de que posiblemente vamos a tener que sacrificar
ciertas parcelas de las libertades tan arduamente conseguidas, en aras de
conseguir una mayor seguridad.
El otro suceso a destacar este
caluroso mes de julio es el del intento de golpe de estado en Turquía, que tuvo
lugar al día siguiente de los acontecimientos anteriormente narrados, y que por
cuanto vamos conociendo, tiene ciertos tintes de un auto golpe programado, en
el que muchos ven la férrea mano del actual presidente, que en la noche de la intentona
apareció en televisión para pedir a los ciudadanos que se lanzaran a la calle,
en una decisión como mínima arriesgada y temeraria, que suponía utilizar a la
gente como auténticos escudos humanos contra los sublevados.
El fatídico resultado fue el de
centenares de muertos civiles, que lograron parar el golpe a costa de sus
vidas. Un hecho que no ha dejado impertérrito a nadie, sobre todo después de que
el supuesto golpe de estado fuera anulado y el presidente Erdogan iniciara una devastadora
limpieza en el ejército, los jueces, la policía, el funcionariado y otros
estamentos que han sufrido las iras del primer mandatario, que incluso ha
sugerido el establecimiento de la pena de muerte, algo que ha obligado a los
representantes de la UE a recordarle que ello impediría la entrada de Turquía
en la Comunidad Europea por ser incompatible con su legislación, y que dicho
país solicitó hace varios años.
Dos graves acontecimientos desestabilizadores
en dos países europeos. Uno de ellos fundador de la UE, y el otro aspirante a
formar parte de la misma, ahora que el reciente Brexit inglés, amenaza con
romper una Unidad Europea que sufre tensiones de diversa índole procedentes
unas del exterior y otras del interior, que en cualquier caso suponen un
continuo quebradero de cabeza para una Europa convulsa y desorientada, que no
parece avanzar decidida y definitivamente hacia una urgente y necesaria unidad,
política que se hace cada día más difícil y complicada.