Este sufrido Planeta está ya
acostumbrado a que casi a diario lo vayamos acorralando a base de continuos y
devastadores ataques ecológicos que lo están dejando irreconocible. Todo ello a
cargo de unos seres humanos que una vez iniciada su loca carrera de ocupación,
expoliación y deterioro del medio físico que les permitió surgir sobre su
apacible faz un aciago día, no han parado de someterlo a un continuo, penoso y
tenaz maltrato hasta el punto de dejarlo irreconocible.
De todo ello hace apenas unas decenas de
milenios, que les han bastado para cambiar la límpida faz de este hermoso
planeta, a fuerza de maltratarlo, contaminarlo y ensuciarlo, con un negativo,
colosal y sobrecogedor resultado, que ahora pretende frenar, con un mínimo
esfuerzo, más formal que efectivo, incapaz de reconocer sus inmensos errores, a
la par que muestra una absoluta desgana por renunciar a sus supuestos logros
conseguidos a costa de esquilmar y deteriorar el aire, el mar y la tierra.
Empeñados en mejorar nuestra
existencia, tratando de lograr una pretendida mejor calidad de vida, nos
ofuscamos, nos olvidamos, obcecados como estamos por una obsesión que no tiene
sentido si en el empeño destruimos nuestro medio ambiente, donde a una
velocidad de vértigo estamos haciendo desaparecer un sin número de especies
animales y vegetales que nos precedieron, sin las cuales estamos borrando unas
raíces que nos mantienen unidas a la madre tierra.
A lo largo de la historia, se
han producido cinco episodios de extinción masiva de especies. El más conocido
ocurrió hace 66 millones de años, cuando el impacto de un meteorito provocó la
aniquilación de los dinosaurios y del 80% de las especies terrestres. Sin
embargo, esta sexta extinción tiene una diferencia fundamental con las demás:
nosotros somos los responsables.
Desde el año 1500 se han
extinguido 322 especies, pero en la actualidad el proceso está en plena
aceleración. Científicos expertos en el funcionamiento de ecosistemas, afirman
que si no tomamos medidas ante la crisis actual, los nietos de nuestros hijos
vivirán en un mundo en el que tres cuartas partes de las especies que existen
en la actualidad habrán desaparecido para siempre, mientras que en los océanos,
muchos de los animales de los que nos alimentamos, seguirán el mismo triste y
desolador camino.
Las últimas noticias, hablan de
un pequeño y tierno animal volador, muy próximo a nosotros, que está
desapareciendo a una velocidad de vértigo: el gorrión. Todo indica que la
ausencia de huecos en las construcciones modernas para que los gorriones
construyan sus nidos es uno de los principales causantes de esta triste
pérdida. A esto habría que añadir la escasez de alimento en los barrios, debido
a la disminución de áreas verdes, y a la contaminación.
Al mismo tiempo, no haber sido
capaz de adaptarse al desarrollo urbano ha provocado que aves como la
urraca, la paloma o la cotorra, mejor adaptadas a esta serie de condiciones,
hayan sido capaces de hacerse con el hábitat que anteriormente estaba destinado
a los gorriones. Los expertos, piden evitar el uso de plaguicidas contra los
insectos ya que suponen un alimento imprescindible para los pollos de gorrión
en sus primeros días.
Una nueva sospecha se ha
añadido a la desaparición de los gorriones: las radiaciones electromagnéticas
de las antenas de teléfonos móviles. A todos estos problemas, es necesario
añadir que la población de gorriones disminuye donde la fuerza de los
campos electromagnéticos es mayor.
Todo un negativo aporte de las
nuevas tecnologías, de las que tan ufanos nos sentimos los seres humanos. Un
absurdo alarde más de la inmensa capacidad destructiva que hemos alcanzado,
hasta el punto de enjaular definitivamente a un hermoso, pequeño e indefenso
animal, que tiene más derecho a la supervivencia que nosotros, porque nos
precedió en este Planeta, y porque nació libre como el viento.