jueves, 26 de diciembre de 2013

MARCAS DE ESPAÑA


Andamos dando rodeos una y otra vez a ese invento más o menos virtual de la denominada Marca España, que resurge una y otra vez como el Ave Fénix, pues igual aparece constante e insistentemente y durante largos períodos de tiempo en cuantos medios de comunicación quedan a su alcance, como desaparece sin dejar rastro, casi sistemáticamente, como si este ir y venir estuviera cuidadosamente calculado, como si formase parte de una estrategia clara y definida que tuviera por objeto lograr unas metas que vaya usted a saber dónde se encuentran, cuyo destino final, se supone, es el de conseguir que no se olvide que está ahí, que fue creada para enarbolar muy alto el pabellón español con el objeto de que sea visible desde el resto del mundo y transmitirle nuestros mejores, más altos y conseguidos logros de un País que parece que no hace otra cosa que mirarse el ombligo, muy crítico en ocasiones consigo mismo, con abundantes leyes para todo, con normas y reglamentos que apenas se cumplen, y que en todo caso lo hacen mal, tarde y con resultados que en muchas ocasiones extienden una larga sombra de sospechas, dudas y desconcierto que descolocan y desconciertan al común de los ciudadanos.
Nos esforzamos, o más bien nos empeñamos en demostrarle al mundo los logros, progresos y hazañas conseguidas en todos los terrenos, ya sean sociales, políticos, económicos, deportivos y hasta culturales, pero da la impresión de que no nos hacen mucho caso, lo cual no debería extrañarnos, con el ambiente de corrupción y despilfarro que se respira por estos lares desde tiempos inmemoriales, acrecentado éstos últimos años por una continua y degradante escala de escándalos continuos, a todos los niveles, que incluso ha llegado a tocar a las más altas esferas institucionales, logrando con ello un salto a la fama internacional que no se les escapa al resto de los países que ven en ello una oportunidad más para desprestigiarnos, y con razón, viendo en ello una oportunidad de obtener réditos y beneficios políticos y económicos en una Europa que mantiene en este aspecto una dura rivalidad entre sus miembros.
Volviendo a nuestros logros que puedan prestigiarnos a nivel internacional, salvo los deportivos, en los que machacona y cutremente solemos apoyarnos, lo cual es un síntoma de debilidad y falta de recursos – conviene recordar que en el rey de los deporte, el atletismo, no somos nadie -  poco podemos ofrecer, sobre todo en una Comunidad Europea, cuyos principales y más punteros países, nos llevan años luz de distancia en todos los aspectos, que poseen una economía mucho más potente, firme, sólida y estable, donde cualquiera de ellos posee grandes firmas industriales y comerciales a nivel mundial, que nosotros no podemos poner sobre la mesa.
 Simplemente Italia, la menos fuerte entre los cuatro grandes, dispone de una potentísima industria automovilística envidiada en todo el planeta. En cualquier ciudad del mundo, al contemplar la estilizada silueta, el espectacular diseño y el peculiar bramido de un Ferrari, de un Maserati o de un Lamborghini, por poner algunos ejemplos – poseen otras importantes marcas – el observador asocia inmediatamente esta imagen a Italia, algo que jamás nos ocurrirá a nosotros, pues aunque fabricamos una ingente cantidad de automóviles, no poseemos ninguna marca propia, como disponen y en gran cantidad y con unas muy prestigiosas marcas que todos conocemos, países como Alemania, Inglaterra y Francia, además de poseer todos ellos importantísimas industrias petroquímicas, tecnológicas y comerciales, con las que España no puede ni de lejos competir, por mucho que nos esforcemos con destacar las escasas multinacionales que tenemos.
Resulta descorazonador pensar, que aquí se ha llevado a rajatabla aquello de que inventen ellos. Así nos va, con una capacidad casi nula de investigación, agravada por unos recortes que se han cebado en todos los sectores incluidos el tecnológico, la cultura y la formación, que conseguirán retrasar aún más a este País, haciendo inútiles cuantos esfuerzos se lleven a cabo por tratar de hacerlo presente en el Mundo, pues su imagen ya demasiado deteriorada, lo estará aún más con el paso del tiempo, algo que ya se está poniendo de manifiesto con el pésimo estado de abandono en el que están quedando multitud de infraestructuras.
Es triste pensar que aquí, en España, se llevaron a cabo loables intentos por levantar una industria como la automovilística, tan importante hoy en día, cuando gente emprendedora y audaz crearon la marca Hispano Suiza, un automóvil brillante, de lujo y competición que tuvo su vertiente en la fabricación de motores de aviación y transportes diversos y que consiguió importantes éxitos en el terreno del deporte, y que al final desapareció por falta de inversión, por dejadez y desidia, como ocurrió con los camiones Pegaso, también con una vertiente deportiva exitosa en un automóvil deportivo apenas conocido, con el tren Talgo que tuvo que ser patentado en Estados Unidos porque aquí nadie le dio importancia, con el autogiro de De la Cierva o con el submarino de Monturiol, por citar algunos frustrados y destacados intentos que se vieron relegados al olvido en unos casos, rechazados en otros y siempre subestimados por el imperdonable hecho de destacar.
Todos quedaron en la nada, o desarrollados allende nuestras fronteras, olvidados y marginados aquí, por una total desidia y una falta de visión que nos ha conducido a lo que somos y tenemos ahora. Demasiada Marca España, para tan pocas y limitadas marcas españolas.

jueves, 19 de diciembre de 2013

GRANDES Y PEQUEÑOS PERSONAJES


Mientras asistimos con profunda admiración a los funerales de Nelson Mandela, uno de los grandes personajes de los últimos tiempos, unánimemente respetado ahora, que no siempre, paseándolo durante diez días – dudo que a Mandela le encantara este eterno trasiego – por las calles y lugares más representativos, más emblemáticos y con una carga más simbólica de en su ajetreada y ejemplar vida pasada contemplamos a las decenas de mandatarios políticos que asisten a la eterna ceremonia celebrada bajo la lluvia, durante cuatro horas, cómo se deshacen en elogios y parabienes hacia ese gran hombre que fue Mandela, que sufrió prisión durante veintisiete años, negándose al chantaje que suponía la libertad que le propusieron en múltiples ocasiones a cambio de su silencio, de su retiro de la labor en la que se había empeñado, que no fue otra que la de liberar de la espantosa y ominosa esclavitud, el Apartheid, que oprimía a los ciudadanos de raza negra, prefiriendo continuar en la cárcel en un gesto que le honra, y al que sumará después, ya en libertad, otras grandes y generosas decisiones como la de obviar toda venganza hacia quienes le humillaron a él y a toda la población que no era de raza blanca, lo cual le sitúa como uno de los más grandes personajes humanos, y como un político hábil y generoso que la historia recordará siempre.
 Resulta grotesco y de un cinismo próximo a la más insolente hipocresía, contemplar cómo muchos de los líderes políticos asistentes a sus funerales, en tiempos pasados le tacharon de rebelde, próximo al terrorismo, personaje rechazable y violento, y que ahora le honran y alaban en sus discursos que medio mundo puede ver y escuchar, cuando cualquiera que se informe acerca del comportamiento de estos personajes con respecto a Mandela, no ignora que intentaron evitar que llegara al poder, ayudando a sus opresores con la venta de armas y oponiéndose al bloqueo que una gran parte del mundo mantuvo contra el odiado Apartheid. todo ello supone una absoluta demostración de descaro y desvergüenza hacia una persona que dedicó su vida a liberar a sus conciudadanos que representaban una inmensa mayoría de la población de Sudáfrica, que sufrían la opresión y las cadenas impuestas por parte de ese mínimo sector de la misma que suponía la omnipresente y tiránica raza blanca.
En el extremo opuesto, el de los personajes ruines, mediocres y sin escrúpulos, que jamás pasarán a la posteridad, sino que pronto caerán en el olvido por sus manejos y fechorías políticas, tendentes a dividir a la ciudadanía, a toda una Cataluña – no olvidemos que más o menos, la mitad de población no es independentista – que quedaría definitivamente fracturada en dos bloques, en dos sectores contrapuestos e irreconciliables, se encuentra este oportunista e intrigante personaje llamado Artur Mas, empeñado en seguir adelante después de fracasar estrepitosamente al adelantar las elecciones, pensando que conseguiría una mayoría absoluta que le dejaría las manos libres, cuando lo que se llevó, fue un sonoro y espectacular fracaso, perdiendo una importante cantidad de escaños, que le debería haber conducido a una elemental y lógica dimisión, que al no llevarla a cabo le obligó a caer en manos de Esquerra Republicana, que ahora le supera en expectativo de votos y que como consecuencia final, le ha llevado a seguir una loca e incalificable deriva soberanista cuyos traumáticos efectos son difíciles de predecir.
Nelson Mandela es un gran hombre, un personaje que quedará en los anales de la historia. Artur Mas, un intrigante personaje que no merece dedicarle una línea más.

domingo, 15 de diciembre de 2013

EL RETORNO INFINITO

La concepción filosófica que concibe el mundo como una repetición continua de sí mismo allí dónde se extingue, para volver a iniciarse, a crearse de nuevo, fue postulada por primera vez por el estoicismo, doctrina filosófica que se debe a Zenón de Citio en el 301 a.c., y que se conoce con el nombre del Eterno Retorno, que preconiza que una vez destruido el mundo, todo se vuelve a regenerar, para que todos los acontecimientos ya vividos vuelvan a tener lugar, entrando así en una infinita y eterna espiral que lo sume en una conflagración completa, donde todo arde en fuego, condición necesaria para que después vuelva a sus orígenes.
Dos mil trescientos años después de formulada esa concepción filosófica, pese a los inmensos avances habidos a lo largo de todos este tiempo y a la sofisticada tecnología que todo lo preside, de la cual tan ufanos nos sentimos, continuamos sin conocer nuestro universo, pues apenas somos capaces de contemplar cuanto tenemos al alcance de la mano y poco más allá, donde apenas podemos visualizar la luz de algunas galaxias, y deducir por métodos indirectos su distancia y algún dato acerca de su composición,  cuando los objetos más distantes observados por estos métodos, distan de nosotros apenas una milmillonésimas de milímetro a escala cósmica, lo cual nos habla de lo infinitamente pequeños y ridículos que somos en comparación con un majestuoso y soberbio universo del que desconocemos prácticamente todo.
Ni su origen ni, su desarrollo, ni su posible final, hemos logrado despejar definitivamente, y posiblemente jamás lo logremos – quizás porque no nos demos tiempo para ello – pese a las diversas teorías imperantes desde hace tiempo, teorías que se encuentran últimamente en entredicho, incluida la del Big Bang, tan absoluta e indiscutible hasta hace muy poco y cuestionada en una actualidad que ve cómo surgen otras nuevas, parecidas, conectadas, pero que de alguna forma la modifican, hasta el punto de que ahora está casi en retroceso, cuando se afirma que el universo pudo no tener un principio como antes se afirmaba, sino que existe desde siempre, iniciándose, expandiéndose y contrayéndose, para de nuevo volver al comienzo, en una infinita serie de avances y retrocesos, que curiosamente algo tienen en común con la concepción filosófica del Eterno Retorno formulada hace dos mil trescientos años por Zenón.
Sin Universo no hay tiempo, y éste, según la Teoría de la Relatividad – no entiendo por qué se empeñan en hablar de “teoría”, cuando está hartamente comprobada como realidad científica – forma junto con el espacio una unidad denominada “espacio tiempo”, que tiene la peculiaridad de que los cuerpos que en él se hallan, tienden a deformarlo, como si de una malla metálica se tratara, donde los diferentes cuerpos celestes, bien sean estrellas, planetas o galaxias, se desplazan por dicha red, distorsionándola y obligándola a describir un movimiento circular, al que todos están sometidos, cayendo cada uno de ellos dentro de la deformación del que mayor tamaño posee, quedando atrapado por él, efecto que denominamos fuerza de gravedad, a la que ningún astro cósmico puede escapar.
El Estoicismo cifraba el alcance de la felicidad, en la medida en que el hombre es capaz de convivir armoniosamente con la naturaleza, lo que equivalía a vivir de acuerdo a la razón, dominando las pasiones que perturban la racionalidad. El único mal es el vicio, la conducta pasional desenfrenada. El único bien, la virtud, todo lo demás es indiferente. El universo y el tiempo, parecen seguir esta doctrina. El ser humano no.

martes, 10 de diciembre de 2013

UNA CULTURA SOSPECHOSA

Sometidos como estamos a un permanente estado de recortes y a una continua y permanente merma de nuestros derechos sociales, políticos, económicos y de bienestar en general, apenas nos damos cuenta del avanzado estado de degradación al que llegamos cada día, cada semana, pues no existe un período superior a éste último, sin que tengamos noticias, siempre desagradables, de nuevos recortes y nuevas limitaciones de un bienestar cada día más irreconocible, en una ininterrumpida sucesión de acontecimientos negativos, que despiertan apenas ya una leve reseña en los medios de comunicación, una imperceptible protesta en los corrillos que se forman en el trabajo – si es que lo hubiere – en el pasillo de la comunidad de vecinos, en el ámbito familiar o en la reunión de amigos, que apenas tocan ya estos temas, no porque no les afecten, ni por sabidos, sino por un cansancio, sumisión o acatamiento, que resulta en extremo harto preocupante, dado el cariz que están tomando los acontecimientos que nos afectan tan directamente, y ante los cuales da la impresión de que ya no queda sino la resignación y el acatamiento.
Aquella expresión tan malvada de una falsedad repetida mil veces, acaba convirtiéndose en una reconocible verdad, viene a cuento en este caso, en el que unas medidas restrictivas que llevamos soportando años, sufriéndolas y denostándolas con una tozuda y desesperada constancia, terminan por agotar a una sociedad harta por tanto sufrimiento, por tantas y tan pérfidas agresiones, ante las cuales se encuentra y se siente inerme e indefensa, que llega a convencerse de que las cosas están ahí, están así, están como están, porque así quizás, vaya usted a saber, debe ser, porque es posible que antes todo estuviera mal, y esto, lo que ahora tenemos, entra dentro de los límites de lo normal, de lo correcto, llegando incluso a la conclusión de que a lo peor, estábamos equivocados, con lo cual se consigue que se dé la vuelta a la situación emocional del asunto que nos ocupa y se tergiversen los términos hasta el extremo de dar por bueno, lo que en realidad es una maldad incontrovertible.
Cansancio es la palabra que mejor resume quizás esta diabólica situación que mantiene a un País en un continuo estado de postración, siempre a la espera de que algo mejore, mientras que la respuesta obtenida nada tiene que ver con una esperanza que se diluye cada día que pasa sin que pueda albergar al menos una duda razonable en cuanto a un incierto futuro que se presenta para una ingente cantidad de una población que carece de trabajo, de esperanza y de una ilusión necesaria para justificar cada uno de sus días, en una espera frustrante y perversa, que destroza a las personas, las deprime profundamente y las reprime en una constante acción de agresividad social, ante la cual, los poderes encargados de ejercerla, se muestran insensibles ante tanto sufrimiento y tanta desesperación como crean con sus soberanos y soberbios dictados, ante los cuales se sienten legitimados, precisamente por el poder que les otorgamos en las urnas, y que no les dan la patente de corso, sino una autorización para que nos escuchen y obren a nuestro dictado.
Y una vez recogido el voto y cerradas las urnas, si te he visto no me acuerdo. Aquí se acabó la democracia participativa y de representación y comienza la democracia restrictiva y de exclusión, donde rige el despotismo ilustrado – más bien nepotismo interesado – donde ellos se lo guisan y se lo comen, sin contar con nadie, tomando decisiones al margen de los ciudadanos y de sus intereses, a los que no dan respiro con continuos sobresaltos que alteran su vida, su paz y su hacienda.
Y la última ya está aquí, no ha habido que esperar mucho. Han decretado la interrupción de las ayudas a las becas Erasmus en pleno curso, con lo que dejarían en la estacada a miles de estudiantes repartidos por toda Europa, entre los que han sembrado el desconcierto y la desesperación. La reacción ha sido de tal calibre, tal ha sido la protesta por doquier, que a su pesar, han tenido que rectificar.
Hace apenas unos días, se pavoneaban los medios de comunicación afines a la derecha, afirmando sin rubor alguno que la derecha ostentaba la supremacía moral por encima de la izquierda, a la que siempre, y con razón, se le ha otorgado. Con este ejemplo, uno más y con los recortes a las bibliotecas, museos, formación en general y tantos otros, dejan bien claro que la cultura no va con ellos. Sus intereses son mucho más elevados, mucho más prácticos, económicos, crematísticos y pecuniarios.
Con ellos, la cultura siempre estará bajo sospecha.

viernes, 6 de diciembre de 2013

ANSIAS DE COMERSE EL MUNDO

Son una veintena de laboriosos trabajadores, todos ellos con un alto nivel tecnológico, ingenieros y titulados en nuevas tecnologías, formados en universidades de primer orden, que regresan a sus casas después de una vertiginosa jornada laboral, sentados cada uno de ellos al lado del otro, como perfectos desconocidos, enfrascados en sus artilugios tecnológicos, últimos modelos de una frenética y voraz tecnología, en cuyo diseño y desarrollo quizás hayan participado ellos mismos.
No se dirigen la palabra, ni se miran, quizás tratando de evitar que les copien alguna genial idea, alguna creación nueva, algún invento que mañana estará en las manos de algún inversor que esté interesado en ella, que quiera llevarla a cabo, que le encumbre a la élite de los genios tecnológicos y que le harán millonario, famoso y destacado entre los miles de compañeros que pelean cada día por arañarle un espacio más a esa vibrante e imparable ciencia de las nuevas tecnologías que todo lo invade con un imparable avance que pasado mañana estará en las manos del consumidor, ávido de todo lo nuevo, lo último, lo impensable hace apenas, no ya unos años, sino unos simples, cercanos y próximos meses, si no días.
A tal velocidad se desarrollan los acontecimientos, cuyo relato aproximado, más o menos novelado, tomo de un artículo que leo acerca de un inmenso y conocido parque tecnológico de ese Imperio, con apenas trescientos años de historia,  de donde todo lo novedoso y tecnológico procede, que todo y a todos controla con una eficiencia asombrosa, de vértigo, dejando obsoleto cada nuevo artilugio a una velocidad que nos sobrepasa, que no nos da ni tiempo para esa capacidad de asombro que parece hemos perdido, fascinados por su embrujo, casi mágico, embobados y deslumbrados por unos artefactos que nos mantienen comunicados permanentemente y que sin apenas darnos cuenta, han tomado las riendas de nuestras vidas.
 Han conseguido limitar nuestra privacidad, irrumpiendo en nuestro personal mundo de una forma tan agresiva, tan impactante, que nos hemos dejado deslumbrar, obnubilar y manipular de tal manera, que han roto todas las barreras de autodefensa que pudiéramos tener, tal ha sido su capacidad de persuasión, hasta el punto de que nos han convertido en sumisos consumidores tecnológicos, reduciendo al mínimo el espacio y el tiempo dedicado a nosotros mismos, a nuestra necesaria intimidad, atrapados entre sus redes, creando hábitos, costumbres y sumisiones que nos convierten en esclavos de una tecnología que no nos da el menor respiro para digerirla, para asimilarla, para intentar disfrutarla de una forma lógica y razonable.
Mientras tanto, esos ingenieros continuarán con su trepidante labor de creación continua y constante de nuevos hallazgos, casi diarios, que nos permitirán manejar el ordenador y el Smartphone sin tocarlo, sintonizar el televisor y los aparatos multimedia sin pulsar botón alguno, ni siquiera con la voz, bastará con un pensamiento, una orden mental, un deseo, que nos convertirá en sujetos digitales capaces de controlar cuanto nos rodea, sin movernos, sin necesidad de contorsionar nuestro cuerpo, de desplazarlo, de ejercitarlo, convertidos en auténticos robots humanos, multitarea, multimedia, medio máquinas, medio humanos.
Son los hallazgos de una sociedad humana desconcertante, sumida en una superproducción tecnológica que no obstante se ve superada innumerables veces por una naturaleza que con frecuencia y de formas diversas nos avisa con su sobrecogedor poder y que parece querer recordarnos, quiénes somos y cuál es el lugar que nos corresponde en un orden que deshacemos continuamente, desafiando sus reglas naturales, no escritas, que no obstante conocemos y que nos empeñamos en desafiar.
Vamos quizás demasiado deprisa, sin una planificación que no existe ni a medio ni a largo plazo, dejando atrás demasiadas víctimas por un camino que no tenemos intención alguna de mejorar, que va dejando demasiadas huellas y  rastros de dolor, miseria y abandono, que no obstante están ahí, que no queremos ver de frente, a las que ponemos muros y vallas que nos separen de ese tercer mundo que va quedando tanto más atrás, cuanto más adelanta el nuestro.
Demasiado rápido para al final no llegar a ninguna parte. Esos incansables ingenieros, ansiosos por comerse el mundo, deberían quizás descansar un momento y volver los ojos hacia ese compañero que tiene al lado, que ignora y con el que compite cada día, para descansar un rato y charlar con él directamente, sin intermediario digital alguno e intentar llegar a un acuerdo amistoso y humanamente deseable. Vamos a parar, a descansar, a tomarnos unas vacaciones que nos permitan contemplar el mundo que nos rodea.
Mientras escribo, llega la última noticia de la imparable tecnología: el último Smartphone, la última joya tecnológica salida al mercado, se agotó en apenas unos minutos. Desolador.

lunes, 2 de diciembre de 2013

EL ARTE DE VIVIR

La moderna concepción del arte trasciende en gran medida su significado, que atemporal e históricamente, se concibe como toda creación del ser humano tendente a expresar una visión de la belleza capaz de emocionar y excitar los sentidos. Esta acepción ha quedado ampliada de tal forma, que actualmente las definiciones son múltiples y variadas, hasta el punto de dejar irreconocible dicho concepto, que llevado a su materialización, nos conduce a contemplar con sorpresa e incredulidad cómo se aplica el término arte a composiciones que intentan conseguir una estética inalcanzable, empleando todo tipo de materiales, de objetos y de incalificables e inclasificables estructuras, composturas y combinaciones tan diversas y extrañas como pretendidamente bellas, cuando la distancia que las separa de ese hermoso adjetivo, el arte, es tan inmensa como la que existe entre una delicada melodía, un vibrante poema, una exquisita danza, una magnífica pintura, una grácil escultura y una majestuosa catedral, con un conjunto de objetos entrelazados sin orden ni concierto que no despiertan en el observador otro sentimiento que el del pasmo, el desconcierto y la perplejidad más absoluta.
Nada más alejado de la admiración y la fascinación que se experimenta al contemplar o sentir el goce y el deleite ante una obra de arte, que la confusión y extrañeza que siente el ser humano ante estas confusas y desconcertantes muestras de una falsa concepción que lleva a considerar que todo en la naturaleza es arte, que allá donde dirijamos nuestra vista, lo encontraremos, provocando una confusión tal, que bastaría con que contemplásemos un desguace, un electrodoméstico abandonado, una vieja y desvencijada fábrica desmantelada, para pretender convertir en arte, allí donde sólo hay desorden y fealdad, aunque la mera observación de la naturaleza en estado puro y salvaje, un amanecer, una puesta de sol, un ave mecida por el viento, constituyen por sí mismos una expresión susceptible de convertirse en arte, porque poseen la estética y la sutil belleza capaces de atraer a los sentidos y de despertar la emoción de un espíritu que experimenta el deleite, el éxtasis y el placer que sólo la belleza puede deparar.
Y así, nos encontramos con un mar de concepciones del arte, algunas de ellas incluso próximas y hasta compatibles con dicho concepto, como el arte de amar, el arte de vivir y otros bastante más alejados e inasumibles, como el arte de la guerra o el arte de los toros, y otros cuya mención produce auténtico desosiego por estar inmersos en una violencia que jamás puede ser asumida como arte por un espíritu libre amante de la belleza, inherente a cualquiera de las artes clásicas conocidas desde siempre, a las que se unieron algunas otras como el cine y la fotografía, cuya aparición fue posterior a aquellas que están en la mente de todos desde el principio de los tiempos.
Es frecuente contemplar en los medios de comunicación cierta publicidad que utiliza el reclamo del arte de vivir para vender sus productos, que suelen ser siempre bienes de auténtico lujo, ya sean automóviles, casas, muebles y otros, siempre de un alto nivel, dirigidos a quienes, según los promotores anunciantes, valoran dicho arte, en este caso al alcance de las minorías que pueden permitirse semejante lujo, por lo que el arte, generalmente al alcance de cualquiera, queda en este caso a una lejana e inalcanzable distancia para el común de los seres que ansían su disfrute.
No cabe discusión alguna al respecto. Es sin duda una interpretación frívola e insustancial, a la par que ofensiva hacia tanta gente como en este mundo se encuentra sumido en la miseria. No es por otra parte nada nuevo en tiempos como estos, carentes de creatividad y sobrados de una fútil y superficial veleidad, que conduce a estas concepciones del arte, plenas de una ligereza tan trivial como carente de un contenido artístico que de ninguna manera llegan a alcanzar.

viernes, 15 de noviembre de 2013

LA HERENCIA ENVENENADA

No pocos casos ha habido y sin duda habrá, algunos de ellos con desenlaces dramáticos, debido a las herencias, causantes de multitud de desafortunados sucesos, con frecuencia trágicos, que han desembocado en bochornosos acontecimientos familiares, por desacuerdos, envidias y ambiciones desmedidas acerca de las transmisiones patrimoniales de padres a hijos, que muchas veces se han materializado en riñas, peleas y desavenencias varias, que han separado temporal o definitivamente a los diferentes elementos de la familia, por no llegar a un acuerdo amistoso, caso de no existir herencia escrita, o lo que es peor aún, que existiendo, se hayan mostrado incapaces de aceptar las disposiciones que sus ancestros les legaron y que obligan legalmente a todos los miembros que en ella se citan, y que no están dispuestos a aceptar, quizás por animosidad, rencor, celos y resentimientos diversos, hacia quien más pueda recibir, o por una simple y rastrera condición del avaro que desea recibir más que los demás.
En la Edad Media, el derecho de primogenitura otorgaba al primogénito – del latín primo y genitura, primero y engendrar – la totalidad de las tierras, los bienes y demás posesiones, con el fin de evitar la división de los mismos, con el consiguiente debilitamiento del dominio familiar. Hoy en día, las leyes contemplan la herencia y su regulación, que incluso la Constitución contempla, con el fin de dejar claramente sentadas las bases sobre este derecho que poseen los herederos, y que pese a ello, tantos conflictos siguen causando, generalmente debidos a una mala voluntad por parte de los legatarios, aunque no se pueden excluir otros motivos que puedan causar desacuerdos, pero que en ningún caso puede justificar las enemistades y problemas familiares a las que se llegan en ocasiones, algunas de ellas muy sonadas, divulgadas por los medios de comunicación acerca de personajes conocidos, famosos y famosillos varios.
Si hiciéramos un recorrido por la España más negra y trágica, sobre todo de las zonas rurales, hallaríamos trágicos sucesos con desenlaces fatales, que han logrado pasar a los anales de la más cruel de las mezquindades, donde los hijos, en desacuerdo con los padres y a sabiendas de la herencia que iban a recibir, acabaron con sus vidas de una forma trágica y brutal, fruto de una ambición desmedida que no tenía límites, y de una primitiva y salvaje ambición que les condujo a unos extremos de tal violencia, que todos ellos, los hijos, los herederos, de común acuerdo, decidieron eliminar a sus progenitores.
Pero hay herencias inmateriales, que no se soportan en los bienes materiales recibidos, sino en un ideario, una conciencia, un pensamiento una posición determinada ante ciertos aspectos de la vida y sus circunstancias, que nada tienen que ver con lo hasta ahora aquí expuesto, salvo en que se trata de un patrimonio o legado recibido de quienes los precedieron y a los que se sienten atados por unos invisibles y rígidos lazos, ante los cuales se sienten incapaces de liberarse, de marginarse, de dejar a un lado, con una insuficiencia manifiesta y atávica, con una ausencia total de una actitud crítica y positiva, con el objeto de llegar a conclusiones propias que les permitan observar el mundo con la imprescindible objetividad.
Es el caso del Partido Popular, heredero natural, según manifiesta en determinados posicionamientos que tienen que ver con el pasado Franquista, del que parece no poder desligarse y ante el que siempre actúa de una forma tibia y evasiva cuando de condenar o reprobar pública y notoriamente se ve obligado, bien sean hechos, bien se trate de signos o símbolos de aquella época, en un alarde de aparente aprobación o connivencia que parecen no poder evitar, pese a que seguro que en sus filas hay mucha gente que desaprueba estos comportamientos, gente joven fundamentalmente, que dudo mucho que aprueben estos comportamientos que parecen pesar como una losa sobre un partido político que en este aspecto parece anclado en un pasado que no debería, ni él ni ningún otro, aprobar ni aplaudir bajo ningún pretexto, ni eludir una condena sin ambages, de una época negra de la historia de este País, que continúa aún con un capítulo pendiente de cerrar, irrenunciable para quienes siempre querrán saber, porque tienen pleno derecho, dónde están los seres queridos que un día, en un pasado ya lejano, pero siempre para ellos presente, les fueron arrebatados por la fuerza para no volver jamás.

martes, 12 de noviembre de 2013

VOLVER A LOS DIECISIETE

Qué maravilloso almacén de recuerdos de nuestro pasado es la memoria, ese rincón escondido en nuestra portentosa mente, que ningún artilugio tecnológico actual ha podido igualar, a pesar de los intentos que ha habido y habrá por lograr un cierto parecido, una emulación de lo que es inimitable.
Todas las memorias físicas que  los ordenadores poseen, han sido diseñadas basándose en la soberbia y majestuosa capacidad neuronal que extiende sus prodigiosas redes por un área de nuestro singular y asombroso cerebro, capaz de hacernos sentir como seres humanos desde el momento en que llegamos a tener conciencia de nosotros mismos, de nuestros actos responsables, de nuestra capacidad para sentir, crear y reconocernos en un presente y en un pasado, cuyos recuerdos son atesorados celosamente a la espera de que en cualquier momento recurramos a ellos, bien para extraer la información requerida, bien para albergar nuevos contenidos, ya sean conocimientos, recuerdos, sensaciones o percepciones varias, sin cuento, ya que su capacidad de retentiva es infinita y su poder de sugestión no tiene límites.
Volver a la infancia y rememorar el pasado es un hermoso juego que a todos nos encanta y al que deseamos con frecuencia retornar. No hay distracción más sana y saludable, más alegre y tierna que dejarnos llevar por la nostalgia de aquellos irrepetibles años. No hay ninguna persona, sensible y humana, que no se refugie alguna vez en ese lugar de la memoria donde se acumulan aquellos infantiles recuerdos, en busca de un poco de la inocencia, la alegría, la ingenuidad y la explosiva y vibrante energía entonces derrochada, cuando los años han pasado y no hay vuelta atrás, y que cómo no, lamentamos su ausencia, el hecho de tener que evolucionar hacia un futuro que hoy es presente que nos llena de responsabilidad y obligaciones, que necesariamente hemos de asumir, y que aquel niño que aún llevamos dentro de nosotros, tiende a rechazar.
Con suma facilidad y cada vez con más frecuencia, algunos retornamos y volvemos la vista atrás, sin que ello suponga un acto irresponsable, pues necesariamente tenemos los pies en el suelo. Nos consideramos entonces con un derecho inalienable a conservar nuestros infantiles recuerdos, que comprenden no solamente nuestra singular percepción del mundo y de la vida, sino también de los lugares donde crecimos y de las personas con las que convivimos, así como de los hechos que marcaron nuestra existencia en aquellos decisivos años.
Uno de esos recuerdos que suelen afirmarse en aquella época, me remiten a una lectura a la que solía recurrir con frecuencia – eran un conjunto de selecciones o extractos de artículos diversos obtenidos de revistas y publicaciones varias – cuyo título que resumía a la perfección su contenido, rezaba así: el mejor consejo que jamás oí, nunca te adelantes a los acontecimientos. Con el paso de los años, se me quedó grabado de tal forma que se convirtió desde entonces en una norma de conducta que he procurado seguir y que casi siempre me ha proporcionado excelentes resultados.
Y hete aquí que ahora, sobrepasadas las seis décadas de existencia, después de toda una vida dedicada a la enseñanza elemental, primero, y a la formación técnica después,  estoy de vuelta en las aulas, no como en aquellos tiempos, en varios pueblecitos de la provincia de Segovia, encantadora, mágica e inolvidable experiencia, como maestro de primera enseñanza, y como profesor de EGB después, para pasar luego a la formación en nuevas tecnología, sino como alumno de la Escuela Oficial de idiomas, al lado de jóvenes, amables en extremo, que te hacen sentir como uno más de ellos, donde no te sientes ni extraño, ni intruso, ni fuera de lugar, sino como un alumno aventajado en edad y experiencia, pero con menos conocimientos que ellos en una disciplina que no dominas y que comparten contigo en un gesto de camaradería y solidaridad que les honra, y que consiguen que me sienta cómodo y hasta rejuvenecido al lado de estos jovencitos que se han ganado mi agradecida amistad.
Violeta, la inolvidable Violeta Parra, cantaba así: volver a los diecisiete después de vivir un siglo / es como descifrar signos sin ser sabio competente / volver a ser de repente tan frágil como un segundo, versos que me han recordado mi feliz retorno a la escuela hoy. y que me retrotraen a aquella, dónde aprendí mis primeras lecciones, con aquellos maestros, que recuerdo siempre con un enorme respeto, que eran todo un poema por su aspecto, su hiriente pobreza y su dedicación a la enseñanza, lejos, muy lejos a veces de sus orígenes, muchas veces en una apartada aldea, o en pequeños pueblos, como yo, este que fue maestro de escuela y hoy, a la postre, alumno. Es como volver a empezar, volver de nuevo a la infancia nunca olvidada y a rememorar un pasado hoy hecho presente.

jueves, 7 de noviembre de 2013

DÍAS DE OTOÑO

Estos hermosos e incomparables días otoñales, tan denostados por tanta gente a las cuales les resultan insoportables por su oscuridad, languidez y tristeza aparentes, me atraen de una forma muy especial, por su belleza indefinible, por la poesía que impregna unos amaneceres y unas mañanas únicas, en las que todo es quietud y tranquilidad, donde los árboles parecen moverse de una manera diferente, dejándose acariciar por el aire que suavemente los mece, mientras una leve, ligera y tenue lluvia, casi imperceptible, mesa sus delicadas hojas, cambiantes ya en su color que comienza a ser indefinible, poseedoras de una radiante y serena hermosura que tiende a su final, a punto de abandonar las ramas que las cobijan para iniciar un viaje hacia la madre tierra, donde reposarán durante el invierno, para renacer después, en primavera, en una explosión de vida nueva, que llenará los campos de una pletórica y exuberante explosión de flores nuevas, preludio de la maravillosa melena que cubrirá los árboles, que durante el invierno quedaron a la intemperie sin su atenta protección.
Contemplo a través del cristal de la ventana, extasiado, el precioso espectáculo que me depara un día como el que describo, que ha amanecido con el regalo de unos tenues rayos de sol, cuando aún los árboles no han perdido su lozanía y sus amigables hojas aún se aferran a unas ramas que se bambolean, se cimbrean y se mecen alegremente merced a un ligero y apacible viento que se filtra entre ellas, y abro la ventana y escucho la dulce música como un susurro, como un sutil siseo que asciende y desciende en intensidad, como si estuviera practicando escalas musicales, como si quisiera interpretar una delicada sinfonía dedicada a quienes tengan la capacidad, la suerte y la sensibilidad necesarias para percibir tan exquisita melodía.
Y rememoro los años de mi infancia, en el apacible pueblecito donde nací, adonde regreso con frecuencia, para así seguir en contacto con aquellos irrepetibles tiempos, que aunque no volverán, mantienen viva la ilusión y la alegría de vivir cada día, cada mes, cada una de las maravillosas estaciones allí vividas, que la madre naturaleza nos regalaba cada año en todo su esplendor, todas de una hermosura que debemos aprender a percibir, porque todas tienen su encanto, su propia melodía, su luz, su color que las caracteriza y define y que nos esperan siempre en un baile perenne, con una cadencia anual, que nos asegura su vuelta, su retorno, allí en plena y soberbia naturaleza y también aquí y allá y donde vivamos, porque la vida se abre camino en cualquier parte, en cualquier lugar y sólo espera que abramos los ojos y el corazón para contemplarla, para disfrutar la dicha y la emoción de verla renacida cada día.
Antonio Machado, nuestro gran poeta, admirado y leído por todos aquellos que aman la belleza, la ternura y la ilusión de vivir cada día, en su forzoso y obligado retiro de Colliure, en Francia, adonde llegó exiliado con su anciana madre, y dónde ambos sobrevivieron apenas un poco de su precioso tiempo, tenía en sus bolsillos un papel con el último verso que para nuestra desgracia y la suya escribió allí, lejos de su patria, que denotan una profunda nostalgia y un sentido lamento por la ausencia de aquellos lejanos años de niñez, vividos y disfrutados tan lejos de donde estaba: éstos días azules y este sol de la infancia.
La profunda gratitud y la extrema admiración que siento hacia Antonio Machado, la experimento por igual hacia Federico García Lorca, Miguel Hernández, Alberti y tantos otros que llenan nuestras vidas de una emoción y de unas ganas de vivir que nos hacen amar la poesía que necesitamos en cada uno de nuestros días para continuar, por difíciles que sean, por complicados que se nos presenten, que a veces pueden parecer insuperables y que exigen todo nuestro coraje, tenacidad y fuerza para remontar con ilusión los obstáculos que se nos presentan.
La emoción y la sensibilidad que impregnan los versos de  Federico, la fuerza y la rabia con las que Miguel Hernández llena sus poemas, la energía vital de los versos de Alberti y la profunda y serena belleza de los poemas de Antonio Machado, son capaces de encender el espíritu hasta límites inimaginables, despertando la alegría de vivir. Cuatro poetas para las cuatro hermosas estaciones que la generosa naturaleza nos ha regalado.

martes, 5 de noviembre de 2013

ESTAMPIDA EN EL CONGRESO

Bochornosa por indignante y vergonzosa por inadmisible, fue y no es la primera vez, la salida fulgurante de los diputados del Congreso de los Diputados, maleta en ristre huyendo de su centro de trabajo, del común hogar de los españoles, de allí adonde los enviamos con nuestros votos, para que nos representen y ejerzan el poder delegado recibido, buscando la salida, pugnando por huir de allí, en busca de su coche oficial, de su taxi o de cualquier otro medio de transporte, siempre pagado con nuestros dineros, con el objeto de llegar al aeropuerto, al Ave o a cualquier medio de transporte, también por nosotros sufragado, para dirigirse a su casita de la playa, de la montaña o, en fin, para disfrutar el puente que ya les estaba fastidiando tanta sesión inoportuna en tan incómodo escaño, del que salieron votando – nunca mejor dicho – olvidándose de que están al servicio del resto de la Nación que los eligió, sin el menor pudor, sin rastro alguno de discreción, sin la vergüenza necesaria y exigible a quienes representan a millones de ciudadanos, que ven en ello un acto más de la degradación y la falta de dignidad de una clase política que no nos merecemos.
Salieron en estampida – ni esperaron al resultado de la votación - como si de seres no inteligentes se tratara, como si en las praderas del oeste americano se encontraran, en plena desbandada, con sus maletas rodando por los salones y las aceras cual estudiantes saliendo del colegio un viernes por la tarde. Se los veía felices y contentos por huir de las obligaciones y las responsabilidades a la par que preocupados de perder el medio de transporte que les condujera a los tres días de vacaciones, a unir a los otros muchos de los que ya disponen, a la vista de los escaños vacíos que con tanta frecuencia vemos en los medios de comunicación y que nos dan una idea de lo esforzados y trabajadores que son estos representantes del honor nacional al que tan poco aprecio parecen tener y que con tan poca discreción manifiestan
El principio de la responsabilidad, de la dignidad y de la seriedad que atañe al alto cargo que ostentan, no parece afectarles en absoluto. La imagen que ofrecen estos políticos a los ojos del ciudadano, es no pobre, sino paupérrima, degradada continuamente por unos comportamientos como el presente, que les hace merecedores de las más agrias y duras críticas, ante las cuales parecen no sentirse aludidos, como si se creyesen merecedores de una patente de corso que les protege de ellas, tan presentes en unos medios de comunicación donde aparecen con asiduidad, no precisamente por sus buenas obras, sino por sus escándalos y corruptelas, unido a una indignación popular que no soporta tanta falta de respeto por parte de unos políticos que ven en este oficio una forma de medrar, de disfrutar de una poltrona que les va resolver su vida presente y futura.
Son los mismos que hace unos días, unos minutos quizás, levantaban su voz en contra de la corrupción, de la falta de dignidad política, del apego al cargo, los que ahora huyen despavoridos buscando la salida del Congreso en busca de un disfrute que nos se han ganado y que lo hacen a la vista de todos, de una población que está sufriendo lo indecible, que contempla con sorpresa, irritada e incrédula, el ejemplo que dan estos representantes del pueblo a los que se les llena la boca hablando de dignidad, de seriedad y de un comedimiento en todos los órdenes, al que ellos no parecen tener ningún apego.
Baste con el ejemplo de la famosa, numerosa y desastrosa comisión que nos representó en Buenos Aires para la designación del próximo organizador olímpico. A eso se llama predicar con el ejemplo.

viernes, 1 de noviembre de 2013

LA MEMORIA DE LOS PUEBLOS

Mis recuerdos infantiles me conducen, afortunadamente y de vez en cuando, a aquellos dulces y maravillosos años que con tanto cariño añoro, vividos en pleno disfrute en un pequeño y apacible pueblo Segoviano, junto a la sierra, en las estribaciones de Somosierra, sistema montañoso que se divisa desde allí dibujando un amplio abanico de casi cientos ochenta grados, que en invierno, cuando se cubre de nieve, es un maravilloso y blanco regalo para los ojos y para la sensibilidad de quienes como yo, tenemos la suerte de contemplarlo con menos frecuencia de la que desearíamos, un poco hartos de estas ciudades cada día más ruidosas, más contaminadas y menos amables con los seres humanos que las habitamos, así como con los escasos animales, sobre todo las aves, que aún revolotean por ahí, y que, oh milagro, aún pueblan los árboles que afortunadamente sobreviven en las aceras de las calles, en las carreteras, plazas y parques, pese a un aire enrarecido, viciado e irrespirable, que inexplicable y afortunadamente logran digerir.
 Este pueblecito, donde nací y al que regreso una y otra vez a la casa del pueblo que mis queridos padres nos legaron, es una de las primeras aldeas de la provincia, cerca de Riaza, Pedraza y Sepúlveda, en un cinturón artístico y gastronómico envidiable, que no llega a la cincuentena de habitantes, aunque los más ancianos del lugar, y son amplia mayoría, afirman que tuvo más de doscientos en sus buenos tiempos, que lo siguen siendo, pues ha logrado sobrevivir al reciente pasado, cuando todo el mundo emigró a las ciudades, despoblándose y quedando relegados en el olvido hasta el punto de desaparecer, dejando ruinas y soledad a la par que bellos y hermosos parajes desolados, a los cuales la gente está volviendo, los hijos y los nietos de aquellos que tuvieron que emigrar, y que hoy construyen nuevas casas o rehabilitan las que heredaron de sus padres, como tantos hemos hecho, en un ejercicio de responsabilidad y buen hacer que retorna en nuestro goce y bienestar ampliamente multiplicado.
Su proximidad al puerto de Somosierra, supuso que durante la guerra civil, ambos bandos se disputaran ese importante paso que comunicaba Madrid con el norte de España, por lo que allí se libraron duros enfrentamientos, que aunque no pasaron de la zona, tuvo sus repercusiones en las gentes de los pueblos de los alrededores. Fue el caso de mi abuelo Pablo, padre de mi madre, que junto con su mujer, mi abuela María, eran los panaderos. Llevaban las alforjas repletas de pan a lomos de los burros. Mi abuelo repartía el pan por los pueblos aledaños hasta llegar a Robregordo, y para llegar allí, tenía que pasar por el puerto de Somosierra y el pueblo del mismo nombre, donde tanto los Nacionales como los Republicanos, se disputaban su paso, por lo que andaban a la greña por aquellos lares.
Contaba mi madre, que mi abuelo atravesaba el frente sin problemas, que ya le conocían y tanto unos como otros le dejaban pasar sin causarle problema alguno. Imagino que dirían, ya viene el panadero con sus hogazas de pan, paso libre para él, pues posiblemente, tanto unos como otros, se surtían de dicho pan en los pueblos donde se estableció cada bando hasta el final casi de la guerra civil cuando se rompió el frente con los nacionales que lograron pasar en su avance hacia Madrid. Leo en la prensa y veo en la televisión, cómo unos periódicos, casualmente todos ellos de corte conservador, de derechas, como solemos decir, afirman rotundamente que la superioridad moral de la derecha sobre la izquierda es innegable, pese a que siempre se ha afirmado lo contrario. Curiosa esta última afirmación, pues hasta ellos reconocen que la izquierda ostenta una supremacía, mejor dicho ostentaba según ellos, lo cual es ya una concesión hacia una izquierda que, efectivamente siempre se ha destacado por poseer una mayor sensibilidad, una mayor delicadeza y una especial dedicación hacia la cultura, la literatura y, sobre todo, hacia una creatividad artística en general, que viene avalada por una inmensa mayoría de representantes del mundo de las artes que nadie puede negar porque están ahí, en los anales de la historia,  y hablamos siempre, debe entenderse, de una derecha y de una izquierda civilizadas, alejadas de cualquier extremismo que pone a la misma altura a ambas tendencias.
            Mi abuelo Pablo, el panadero de Duruelo, mi pueblo, así como mi abuelo Mateo – debo citar a su mujer, mi abuela María – era el secretario del Ayuntamiento, padre de mi padre, que también fue secretario de administración local. Ambos no pertenecieron nunca a ningún bando, no se lo podían permitir, cayeron como se decía entonces en un bando y ahí quedaron, en su pueblecito haciendo su trabajo, adonde afortunadamente no llegó la guerra, aunque quedó a cuatro pasos, muy cerca, pero sin embargo sí se llevaron al médico y al maestro, decían que por ser de izquierdas, cuando ellos sólo defendían la libertad, la dignidad humana y el respeto al orden establecido que todos habían elegido  en unas elecciones libres.
            Ahora, la derecha rige los destinos de este País, y dejando muy claro quien ostenta la superioridad moral, ha decidido cortar todos los fondos concedidos para llevar a buen término la Ley de la Memoria Histórica, necesidad latente de este País para cerrar un capítulo que no llegó a completarse y que no puede marginarse por mucho que intenten que el paso del tiempo haga que caiga en el olvido. La inferioridad moral de la derecha, unida a un sentimiento que parecen tener de ser depositarios de los representantes de la dictadura, les impide poseer el mínimo de sensibilidad y de dignidad, para llevar a cabo una labor que este País necesita y que está pidiendo a gritos pese al silencio obligado que han impuesto, pero que nadie podrá acallar para siempre, porque jamás podrán borrar el recuerdo de las familias, porque aunque intentes silenciar su voz, no podrán lograrlo, jamás. Siempre les quedará la palabra.

viernes, 25 de octubre de 2013

EL TRABALENGUAS

Los resultados de las estadísticas relativas a la educación en España, arrojan unos datos escalofriantes por negativos y desalentadores. No solamente ocupamos uno de los últimos lugares en Europa en cuanto a rendimiento escolar, sino que además, progresamos negativamente, ya que en los últimos diez años, el nivel educativo entre los jóvenes ha ido descendiendo paulatinamente, de tal forma que ocupamos el cuarto puesto, por la cola de toda la Unión Europea, lo cual nos da una idea de dónde nos encontramos, y sólo el País Vasco y Navarra, han logrado acercarse a los objetivos europeos de Lisboa de 2010 – se trataba de superar el 85% que marcaban estos objetivos -  sin llegar a alcanzar los valores propuestos, situándose a menos de quince puntos, mientras que el resto de España se ha quedado a veinticuatro puntos del valor fijado, lo cual supone una importante desviación, que aunque la mayoría de los países no consiguieron alcanzar, España, como de costumbre, se quedó a la cola de los mismos.
No sólo el abandono escolar es el causante de parte de los estragos causados, sino que los sistemas educativos eminentemente inestables, debido a la siempre cambiante política educativa en función del partido gobernante, causa el desánimo y el desconcierto entre el profesorado, sometido a un continuo vaivén que consigue de esta forma desestabilizar el sistema a base de continuos cambios en las orientaciones pedagógicas y metodológicas, que conducen a una inestabilidad constante de un sistema que pide a gritos una perdurabilidad, solidez y permanencia en el tiempo, algo que se les viene negando desde el principio de los tiempos.
Podríamos encontrar otras causas que motivan el bajo rendimiento escolar, localizadas en el ambiente familiar y social, hoy más alterados que nunca, que pueden influir, sin duda, en dichos resultados, pero no son absolutamente representativos, ya que el problema viene de mucho más atrás, cuando la situación económica era más estable y los recortes que hoy sufrimos no se daban en estos ambientes y sin embargo, los resultados académicos, no obstante, diferían muy poco de los actuales, mientras que la falta de firmeza, equilibrio y consistencia del sistema educativo, siempre se ha hecho notar con los efectos devastadores que ya conocemos.
Deberíamos profundizar pues, en la falta de continuidad y solidez del sistema, que es uno de los causantes del problema que nos ocupa, pero no sólo de su equilibrio y permanencia en el tiempo, sino también de los contenidos impartidos en las aulas, muchas veces inadecuados, obsoletos y desfasados, sin adaptación a los tiempos actuales, con un exceso de conocimientos, muchos de ellos anacrónicos, y con un defecto de presencia de otros, que se han demostrado útiles y sumamente beneficiosos para el desarrollo de la lógica y el razonamiento, como el ajedrez, que potencia además la capacidad lectora, la concentración, la creatividad y el rendimiento escolar en general, como ha quedado patente y demostrado en muchos países que lo utilizan en los contenidos escolares con excelentes resultados y que apenas tiene presencia en nuestras escuelas, salvo que a título particular, bien el centro, bien los enseñantes, se decidan a implantar dicha disciplina que se ha revelado sumamente eficaz.
Una mejor y más adecuada preparación del profesorado, adaptándola a los tiempos actuales, al uso de los nuevos medios pedagógicos que la moderna tecnología nos ofrece, pueden inducir a una mejora de los resultados de los alumnos, por lo que hemos de contemplar también estos aspectos, sin lugar a duda muy a tener en cuenta, a la par que una mayor implicación y concienciación de los padres en la educación de sus hijos, que de diversas formas pueden llevar a cabo, tanto en el ambiente familiar como en el escolar, siempre sin intromisión alguna en la labor del profesorado, que tantos problemas causa, debido quizás a un mal entendimiento de dicha colaboración y a una especial y susceptible sensibilidad por parte de los enseñantes, muchas veces plenamente justificada.
Y una vez aquí, nos encontramos con los conflictos que surgen cada vez con más intensidad en lo relativo a la enseñanza de una de las asignaturas de mayor relevancia para el alumno, que es la lengua. Según la Unesco – organización de las Naciones Unidas para la educación, la ciencia y la cultura – en el mundo se hablan alrededor de seis mil idiomas entre lenguas y dialectos, hasta el punto de que en un mismo país llegan a utilizarse un buen número de ellas, lo cual no facilita en absoluto la comunicación, sino más bien al contrario.
Todo ser humano tiene el deber y el derecho de conocer su lengua, aquella que se habla en su entorno, la que va a utilizar en su vida familiar y profesional, sin restricción alguna, siempre y cuando su conocimiento no interfiera en su educación. El conocimiento de varias lenguas en la escuela es deseable, pero no siempre se puede abarcar un número tal que obstaculice y entorpezca el rendimiento general académico, por lo que debiera centrarse en el conocimiento del idioma principal, aquel que se habla en la inmensa mayoría del país donde se encuentra, a la par que la lengua extranjera más extendida en el mundo y de mayor difusión y por ende la más práctica a la hora de desenvolverse en el futuro tanto personal como profesional del futuro adulto, que sin duda, es el inglés.
Ello no supone de ninguna manera renunciar al conocimiento de un bien de interés cultural como es el de la lengua de la Comunidad Autónoma o ámbito geográfico local donde reside, que utilizará fundamentalmente en el ambiente familiar y coloquial, pero que no le servirá de gran utilidad a la hora de desenvolverse tanto privada como profesionalmente en el resto del País, en el que necesariamente ha de llevar a cabo su actividad en el futuro y menos aún en otros países, donde una lengua minoritaria apenas será conocida y mucho menos hablada, precisamente allí, donde el inglés siempre le será de suma utilidad.
Necesariamente no hay que relegar la lengua de la Comunidad donde se reside al ambiente familiar, sino que puede tener su eco en la escuela, donde contemplándolo siempre desde el punto de vista práctico, el idioma principal de la nación donde vive y el inglés, como idioma predominante en el resto del mundo, han de tener una consideración de privilegio. No es una cuestión de patriotismo mal entendido, es una cuestión de necesidad práctica y fundamental para el futuro de nuestros alumnos a la hora de desenvolverse en un mundo cada vez más globalizado, donde la eliminación de barreras, también las idiomáticas, se presenta como una necesidad para el ser humano que en él vive y en el que se desarrollará su presente y su futuro.