martes, 30 de enero de 2024

La mala educación de la ministra

 

Cuando aún no se han apagado los ecos de las declaraciones de la ministra Ribera, acerca de las malas querencias de los jueces, en concreto del juez Castellón, cuando aún seguimos impactados por el inaudito señalamiento de los representantes del poder judicial, otra ministra, a la sazón la también vicepresidenta Montero, nos ha sorprendido con unas lindezas, no exentas de una torpe y rechazable grosería, que nos han dejado estupefactos, a la espera de un próximo exabrupto, que a la vista de la evolución de estas malas y rechazables maneras, es muy posible que no se harán esperar.

Según la inefable ministra, al referirse al portavoz del PP en el congreso, afirma: “este hombre que habéis mandado para Madrid, el de las gafas, bueno, los dos tienen gafas – en referencia a Feijoo – el que tiene menos pelo, Tellado”, pronunciado con su mordaz y cáustica sonrisa, no perseguía otra cosa que, de una despectiva forma, algo habitual en ella, molestar y señalar de una punzante y corrosiva manera que “ese hombre” es calvo, enfatizándolo para que, en una mezquina maniobra, pretendiese que el comentario resultase altamente peyorativo y molesto para la persona a la que se refería.

Maniobra propia de gente sin escrúpulos, sin educación ni respeto alguno, que no merece formar parte de un grupo social representativo del tipo que fuere, y mucho menos de un gobierno, que mantiene en sus filas a dos representantes, ambas ministras integrantes del poder ejecutivo, que no tienen la entidad ni la ética que debería exigírsele a quién ostenta un cargo tan relevante como el que ostentan, y que son incapaces de reflexionar, y en su caso formular las excusas oportunas, que es lo mínimo que deberían hacer, pero sabiendo de su soberbia y altanera actitud, sin duda no llevarán a cabo.

Tampoco podemos esperar, porque ya conocemos el talante del jefe del ejecutivo, que en un alarde de honestidad y sentido común, cese a estás ministras, por entrometerse una de ellas en el poder judicial y la otra por ofensas, burlas y falta de respeto hacia otro representante político, que no deberían, en ningún caso, continuar en un gobierno al que no hacen honor alguno ante tanta falta de una ética mínima exigible de la que no parecen disponer en absoluto, y que el susodicho presidente no va a tomar en cuenta, ya que tanto él como el resto de componentes del ejecutivo, no se han molestado en censurar, algo que ya esperábamos, y que no nos sorprende en absoluto, en un alarde impresentable de defensa de unas actitudes absolutamente rechazables de las ministras en cuestión.

La pregunta es ¿qué está pasando? No ya en este impredecible e impresentable gobierno, sino en un PSOE desconocido, desnortado, sin debate interno ni contestación externa, que en una huida hacia adelante, está batiendo todas las marcas posibles, irreconocible hasta en sus nombres más ilustres que dejan hacer y deshacer, con apenas unas manifestaciones críticas mínimamente audibles, temerosos de lo que a algunos les ha acarreado, léase expulsión, olvido y, lo que es peor, desprecio, que es peor aún que el ninguneo con el que los castigan estos aprendices de socialistas venidos a menos, que están logrando que muchos de sus votantes se lleven las manos a la cabeza en un gesto de incredulidad primero y desesperación después, que creen lo que está pasando porque lo ven, y que dudan abiertamente del acierto de un voto del que dudan seriamente volver a llevar a cabo.

Cierto es que la ministra en cuestión recibió por la otra parte, y en uso de su derecho de réplica, una advertencia en cuanto a su aspecto y atuendo personal, algo que le debió afectar en sumo grado, pero a la que se hizo acreedora por sus malas artes, maneras y formas de toda una ministra vicepresidenta de un gobierno, por lo que tanto aquella como éste, debieran hacérselo ver, no tanto el aspecto personal, en un caso, como la negativa imagen en el otro, sino la mala educación y la deriva crispante,  y autoritaria, respectivamente, que los define, caracteriza y descalifica para el ejercicio de sus funciones.

Las querencias de la vicepresidenta

 

Ya nada nos sorprende, nada nos inquieta, nada nos turba, porque curados estamos de espanto, porque la desfachatez, el desvarío y el atrevimiento soberbio y arrogante que caracteriza a este gobierno, es moneda común en un ejercicio de la defensa a ultranza de sus tesis desafiantes contra todo y contra todos, que tienen como única y obsesiva base, una desafiante actitud ante cualquier obstáculo que se interponga en su camino hacia la continuidad en el poder, eliminándolo de su errática trayectoria.

Utilizan para ello todos los recursos a su cargo, tratando desesperadamente de allanar el camino del titiritero jefe, que desde su cuartel de invierno allende las fronteras, pugna por regresar – él y los suyos – limpios de polvo y paja, con perdón por el exabrupto, que en cualquier caso resume a la perfección lo que expresar queremos y debemos, tratando con ello de ocultar, bajo una manida y burda justificación, aquello de que lo hacen por la “convivencia”, cuando en realidad, y a nadie se le engaña ya a estas alturas, es simple y llanamente, por su conveniencia.

Tantos esfuerzos están llevando a cabo en esta empresa por traerlos de vuelta, por materializar su impunidad ante la justicia, que cualquiera que siga las declaraciones de los ministros y socios varios afines a la causa, se dará cuenta de inmediato de la cruzada que llevan a cabo para sortear cuántos obstáculos encuentran a su paso que puedan impedir el regreso de los amnistiados, que burlando la justicia a la que no serán sometidos cual ciudadanos privilegiados al margen de la ley, desarrollan una encomiable labor para traerlos cuanto antes a casa, asegurando así unos votos agradecidos que ayudarán a seguir con una legislatura que hace aguas por todos lados.

Siguiendo esta línea de acción acordada por unanimidad – el encuentro de los miembros del ejecutivo en la finca de Toledo sin duda debió dejar bien claro la susodicha posición – la lectura de la oportuna lectura de la cartilla, ha surtido efecto, quedando claro que la única forma de supervivencia es la de actuar como una piña, todos a una, con un discurso similar y único, que no deje resquicio alguno a posibles interpretaciones que dé lugar a cuestionamientos confusos no deseados.

Y así, nos encontramos con las intempestivas declaraciones de la ministra vicepresidenta Ribera, tan habitualmente moderada hasta ahora, acusando al juez Castellón de estar poseído por una querencia que le induce a pronunciarse en momentos políticos sensibles – el juez pide actuar legalmente contra Puigdemont – afirmando “yo sería muy cauta con respecto a la manera en la que se está pronunciando este juez, que, como digo, nos tiene acostumbrados a que casi siempre se incline en la misma dirección”.

Intolerante, inadmisible, y absolutamente rechazable la injerencia de una componente del gobierno en uno de lo poderes del Estado, en este caso el judicial, algo a lo que nos tienen acostumbrados, con una desfachatez tal, que descalifica a quién osa pronunciarse de este despótica forma, que por tratarse del ejecutivo de un país europeo como el nuestro, asusta, preocupa, y pone en cuestión a quienes entienden la democracia de esta autoritaria manera.

Las denuncias ante Europa por las injerencias en el poder judicial se multiplican, como posiblemente sucederá después de estas intempestivas declaraciones que no pueden dejar impertérrito a nadie que entienda la división de poderes como algo fundamental del Estado de Derecho, sin la que la democracia pierde toda su razón de ser, y ante lo que no cabe justificación alguna para quienes todo vale, y apoyan estos oscuros y siniestros comportamientos con aquello de que el fin justifica los medios, lo que supone un aberrante e impropio razonamiento al margen de toda lógica humana.

Europa ya ha respondido en alguna ocasión a las denuncias presentadas por unos comportamientos inadmisibles, advirtiendo al gobierno de su errática deriva autoritaria, que según parece no piensan corregir, como lo demuestran con estas declaraciones, con las que manifiestan su rechazo a respetar las decisiones judiciales, salvo las que consideren oportunas, y en el momento que las crean adecuadas, y sugiriendo al juez que se olvide de su querencia, es decir, de su tendencia, de su inclinación, de su afán  persecutorio hacia alguien, en su legítima e irrenunciable actuación como representante de la justicia.

Magia y seducción del Acueducto

 

A esta alturas, debería resultar materialmente imposible describir una vez más esta hermosa y soberbia obra que nos ha correspondido disfrutar a los habitantes de esta hermosa ciudad, de esta afortunada provincia, de este agradecido País, que tiene la suerte y el inmenso placer de compartir el más excelso monumento romano que tan formidable civilización erigió en sus largos siglos de historia, a lo largo y ancho del inmenso imperio dónde llevaron a cabo formidables obras del calibre de nuestro querido acueducto, pero que de ninguna manera pueden con él compararse, tanto por su esbelta y prodigiosa verticalidad, como por su bellísima estampa y su excelente estado de conservación, que hacen de esta maravilla, el mejor ejemplo de este fascinante tipo de obras que los romanos manejaron como nadie.

Acabo de leer un pequeño pero edificante y erudito libro, que recomiendo encarecidamente, que lleva por título: “Misterio del acueducto de Segovia”, de Dominica Contreras López de Ayala, que se lee con inmenso y agradecido interés, dónde describe y relata con acierto pleno y documentación exhaustiva acerca de la organización administrativa de Roma, de sus gobernantes, y por supuesto, de la Segovia de la época y de su grandioso acueducto, con una genial y docta descripción del mismo en todos los órdenes y, como no, y una vez más, acerca de su origen y datación.

Algo que logra rejuveneciendo a un coqueto acueducto en varias décadas, y asignando su comienzo a la dinastía Flavia (Vespasiano, Tito y Domiciano), correspondiendo al primero de ellos el honor de ser el emperador bajo cuyo mandato se ordenó su construcción, acompañando su amena lectura con multitud de ilustraciones y fotografías, con las que se ayuda a entender y comprender dicho origen, y sobre todo a valorar  la magnífica obra que disfrutamos, al compararla con otros similares construidos por todo el imperio, que de ninguna forma pueden equipararse a nuestro acueducto.

Jamás dejará de sorprenderme un acueducto que a lo largo de mi vida habré contemplado en miles de ocasiones, que lo he recorrido completo en varias ocasiones, que, extasiado, he dedicado largos y emocionados momentos a disfrutar de su imponente y hermosa planta, que incluso, ahora que la autora del citado libro ha pedido que se aleje la circulación unas decenas de metros, porque como afirma, se puede y se debe, recuerdo con pesar cuando la circulación pasaba impune y nocivamente bajo sus arcos, algo que se desterró muy tarde, pero que afortunadamente se llevó a cabo en su momento.

Lo veo tan sólo, tan indefenso, sometido a los dañinos efectos de una cruel intemperie como la que soporta este magnífico coloso sufriendo un clima tan duro y despiadado como el de la meseta castellana, que ya en alguna otra reseña acerca del acueducto, pedía yo, con ingenua desesperación, cubrirlo en su parte más elevada con un armazón invisible y dotarlo con transparentes y estilizados arbotantes como los que soportan el empuje de las bóvedas de las naves de nuestra bellísima catedral, con el objeto de preservarlo de los perversos agentes atmosféricos que pugnan por maltratar al gigante en su titánica lucha por conservar su poderosa verticalidad.

Mágico y seductor, el acueducto enamora a primera vista, y a partir de entonces jurarle fidelidad resulta tarea grata y edificante, con una necesidad constante de regresar, de contemplarlo desde una prudente distancia que te permita recrear la vista con la hermosa visión que te regalan sus perfectas arcadas que llevan dos milenios contemplando esta incomparable y espléndida ciudad, orgullosa de su inigualable acueducto que tenemos el inexcusable deber de cuidar, admirar y disfrutar, y que pese al paso del tiempo y sus inevitables inclemencias, aún disfruta de una juventud, que como tal, promete un alentador devenir para el disfrute de las afortunadas generaciones que han de contemplarlo en el futuro.

martes, 16 de enero de 2024

Miguel Ángel genio del Renacimiento

 

El Renacimiento, constituye sin lugar a dudas, la época más brillante del florecimiento de las bellas artes de la historia de la humanidad. La pintura, la escultura, la arquitectura, entre otras artes, sobresalieron de una forma tal, que con una impetuosidad y una pujanza  que seguramente nunca volverá a repetirse, congracia a los seres humanos con una redención necesaria, ante tantos destrozos y desvaríos como ha cometido a lo largo de su existencia en este planeta Tierra.

Los siglos XV y XVI, sobre todo en Italia, dónde los mecenas jugaron un importante papel – Los Medici, Sforza, Gonzaga - el arte en general alcanzó cotas inimaginables para la época, que aún hoy, siglos después, sigue maravillando a los amantes de la belleza, que siguen extasiados ante la contemplación de infinidad de obras que nos legaron los numerosos genios que surgieron, fundamentalmente en Florencia, Venecia y Roma, que llenan los museos de estas ciudades, y las de todo el mundo, en una admirable y gloriosa demostración de la enorme capacidad del ser humano por ingeniar, desarrollar y materializar el amor por la belleza, la elegancia, y la irresistible atracción que a través de su perfecta armonía llena los sentidos al contemplar una hermosa obra de arte.

Fueron tantos los talentos que brillaron durante el Renacimiento, que citarlos a todos supondría una ingente tarea, excesivamente larga, que conllevaría el riesgo de dejar de lado a alguno de ellos, lo que constituiría una  imperdonable omisión, que ni debemos ni podemos permitirnos, ya que su ausencia, dejaría incompleto el relato de éstos irrepetibles genios del arte, lo que podríamos calificar de una absoluta injusticia histórica que cometeríamos, nosotros, los mortales, humanos insignificantes, ante estos dioses, gigantes del Renacimiento, del Quattrocento y Cinquecento, que merecen toda la admiración y el respeto de una humanidad agradecida por la belleza que a través de sus obras nos legaron.

Imposible destacar a alguno de estos talentos, ya que supondría no sólo una desconsideración hacia los demás, sino un manifiesto e injusto error, ya que cada uno de ellos, desarrolló una hermosa e ingente obra, que no debe ser comparada con los demás, ya que poseen características propias que la hacen exclusiva, diferente y original para cada uno de ellos, alimentando así, la variedad, la magnitud y la grandiosidad de una obra desarrollada durante un período que consideramos impagable para la cultura de una humanidad tan necesitada de éstos hechos y acontecimientos que dignifican a los seres humanos.

Michelangelo Buonarroti, Miguel Ángel, el Divino, es uno de los gigantes de esta época.  Brilló en la escultura, la pintura y la arquitectura, con un carácter que le definen como hosco y colérico, presto a las discusiones y al mal genio, desarrolló su inmensa obra – vivió ochenta y nueve años- entre Florencia y Roma, dónde trabajó para varios papas, a los que trataba de igual a igual, que le encargaron numerosos trabajos, siendo famosas las broncas y frecuentes discusiones con ellos, con los que rompía con frecuencia los contratos acordados, retornando casi siempre a los mismos.

Cuando Julio II le encargó el monumental trabajo de los frescos de la bóveda de la capilla Sixtina, los enfrentamientos fueron continuos. Julio II se sentaba en la base de los andamios y le gritaba ¿Cuándo acabarás? ¡Cuando termine! le respondía invariablemente Miguel Angel, que pese a la impresionante labor llevada allí – se negó en principio a ello, ya que él se consideraba un escultor y no un pintor -. Años después de pintar la bóveda – el génesis – hizo lo mismo con el ábside – el juicio final – , constituyendo un hermoso y grandioso ejemplo de la pintura al fresco, especialidad que él siempre dijo que no dominaba.

Es conocida la respuesta que dio a quién le preguntó acerca de cómo esculpió La Piedad:  “la escultura ya estaba dentro de la piedra, sólo tuve que quitar  el mármol que sobraba”, lo que resume la inmensa capacidad artística de este genio, dotado de una exquisita sensibilidad, que llevó a cabo además obras como David, Moisés, Tondo Doni, Esclavos, El Angel, Piedad Rondanini, tumba de Julio II, tumba de los Medici, entre otras, así como la cúpula de la basílica de San Pedro como obra más representativa de Miguel Angel en su faceta de Arquitecto, que le consumó como uno de los genios más grandes de todos los tiempos.

Comienza la diversión

 

Hay ocasiones en las que no resulta difícil adelantar lo que se avecina, bastando para ello con conocer los elementos que integran el fenómeno a analizar así como sus circunstancias, extrayendo de esta forma las oportunas conclusiones, que dependiendo de la perspectiva desde dónde se observan, y de la subjetividad que se aplica, inevitable en cualquier cuestionamiento crítico, se conseguirán los objetivos propuestos, que coincidirán más o menos con los que se preveían, dependiendo, claro está, de otros factores que no siempre están al alcance del analista en cuestión.

Se trata en este caso de tratar de adelantar los intrigantes acontecimientos que nos depara la labor del nuevo gobierno, integrado por una coalición de partidos, que mantiene expectantes a quienes suelen disfrutar con estos sufridos menesteres, debido a la comicidad resultante de tan grotesco y desigual grupo de actores, con programas e ideas propias, excluyentes y contradictorias en muchos casos, que necesaria y forzosamente han de entrar en conflicto, lo que originará gloriosas y sustanciosas situaciones, que a multitud de observadores de tan rutilante y jocosa puesta en escena, han de resultar de una suma y gratificante satisfacción, no exenta de una perversidad condenable, por tan manifiesta maldad.

Pero no es para menos, cuando se contemplan los objetivos de cada uno de los litigantes en coalición, integrada por un partido que a lo largo de su dilatada historia se ha caracterizado por pertenecer a una izquierda moderada, ahora irreconocible, y otro de la misma orientación, pero aún más extrema, que dan como resultante un gobierno bicolor, que sin duda nos han de proporcionar muchos, divertidos e hilarantes momentos, con los que llenar espacios de ocio y esparcimiento, que en estas fechas invernales y al amor de la lumbre, deberíamos calificar de impagables.

Y es que los encontronazos entre ambos están servidos, ya que el afán de populismo que mueve a unos y otros es harto conocido, y así, las peleas no sólo entre bambalinas, sino en el escenario principal, a la vista del respetable y de los medios de comunicación, han de ser memorables, ya que no acostumbran a lavar sus trapos sucios en casa, sino que suelen exhibirlos y mostrarlos en público, en la calle, antes unos espectadores que, ya lo veníamos anunciando, van a disfrutar con todas las ocurrencias que seguro nos dedicarán, para solaz y contento del personal que con tanta paciencia viene soportándolos día tras día.

Si  a todos estos avatares, sumamos  ahora la inestimable contribución de los partidos que votaron  la investidura, pidiendo ahora su paga acordada por los servicios prestados, el baile está más que servido, y la diversión asegurada, ya que la contraprestación exigida no se limita solamente a la investidura, sino a la legislatura, y conociendo a los acreedores, no van a perdonar ni una, convirtiendo estos cuatro años, si a ellos llegaran, en un auténtico suplicio, que nos ha de proporcionar gratos y divertidos momentos.

Y es que no es para menos, ni tienen por qué quejarse, teniendo en cuenta la infame manera de utilizar como moneda de cambio todo aquello que colaborara a mantenerlos en el poder, algo que han logrado, y por lo que ha llegado la hora de pagar, que lógicamente se hará duro, penoso y muy largo, pero que sabían, porque no ignoraban, llegaría a suceder, y he aquí, que apenas empezado el baile, ya comienzan a pasar la bolsa, léase, la factura, porque quien rompe paga, y aquí se han destrozado demasiadas piezas en forma de dignidad, honestidad y ambiciones varias, que exigen su pago a plazos que acaba de comenzar.

Y así es, porque mientras se escriben estas líneas, contemplamos cómo uno de los socios  catalanes colaboradores, exige, entre otras lindezas varias, que se multe a las empresas que huyeron en su momento de Cataluña, si se niegan a regresar, ya que en caso contrario, no apoyarán al gobierno en las primera medidas que va a tomar, con lo que el suplicio, la tortura y la desesperación está servida para quienes se las prometían tan felices continuando en el poder, y que ahora comprueban, y esto es sólo el principio – imaginen cuando exijan el referéndum – de cuanto les espera en un oscuro y siniestro devenir de una legislatura, que seguro nos ha de hacer pasar brillantes y divertidos momentos, que no nos van a dejar margen alguno para el aburrimiento.

Vendiendo humo

 

Inmersos estamos, a nuestro pesar, en esta perversa vorágine de los acuerdos de legislatura, cuando apenas ha echado a andar, con un mar de decretos comprimidos en una leyes, que aprueban unos, reprueban otros y los demás no saben por dónde se andan, esperando los oportunos acuerdos y desacuerdos mantenidos en vaya usted a saber dónde, léase siniestros cuartos oscuros, pasillos, escalinatas y otros recovecos varios, teléfono en mano, contactando con quién vaya usted a saber habrá  en esa ocasión al otro lado, que puede tratarse del titiritero jefe que mueve los hilos desde su palacio de invierno.

 Claro que quizás se trate de algún subalterno autorizado – mero intermediario sin mando en plaza – que le trasladará los penúltimos acuerdos habidos o por haber, y que deberá digerir cuidadosamente sobre la marcha para decidir, en función de la situación presentada, de su sentido del humor en ese momento, o de simple y llanamente, de su personal y real capricho, hasta dónde aprieta las tuercas a su títere favorito, a sabiendas de que algo conseguirá, de que algo logrará de quién tan necesitado suele estar de sus afectos en forma de votos y otros menesteres que en tanta estima tiene, y que tarde o temprano, a base de acumular favores, llenará de las suficientes competencias el despacho para poder emanciparse, de lograr una independencia, que es su máxima e irrenunciable aspiración.

Patético espectáculo nos está ofreciendo continuamente un gobierno desnortado, que se resiste a reconocer que se encuentra en una dramática situación que quiere salvar a toda costa, frente a unos apoyos puntuales que le chantajean a sabiendas de que conseguirán cuanto persigan, a consecuencia de la debilidad mostrada por un gobierno que está obsesionado por perpetuarse en el poder a toda costa, favoreciendo sus intereses en el sentido de obtener unos suculentos réditos que saben conseguirán, a nada que amenacen con romper una legislatura que pende de un hilo, y que está convirtiéndose en un auténtico suplicio para un presidente ególatra y soberbio que se resiste a reconocer la trágica posición de debilidad en la que se encuentra.

Y así sobrevive día tras día, aferrándose a una supervivencia que consiste en ceder más espacio a quienes paso a paso están llenando sus arcas y competencias a manos llenas, en un agravio comparativo cada vez mayor hacia el resto de las Comunidades, que contemplan cómo se les concede un trato de favor a quienes están en condiciones de mantener con sus votos a un gobierno que no actúa como tal, de un modo imparcial, justo y equitativo, sino como una entidad partidista que prima a quién le apoya y castiga a quién no tiene nada que ofrecerle, en una actuación egoísta, despectiva y profundamente impropia de un gobierno autoritario con un notable déficit del necesario y fundamental sentido democrático, del que parece carecer por completo.

Tan desesperado parece estar este atribulado ejecutivo, que es capaz de llevar a cabo ofertas cada día más ingeniosas y sorprendentes, que descolocan al receptor destinatario que mueve los hilos, en una ceremonia de la confusión que, al ciudadano que contempla con estupor este tétrico espectáculo, le lleva a pensar que se trata de una broma, de una cómica e insólita representación teatral, para su ocio y esparcimiento, ante tanta y tan excesiva exhibición de malas artes y manera mostradas por quienes tienen la alta responsabilidad de representar y defender los intereses, las vidas y las haciendas de todos los ciudadanos de un País, que asiste expectante, cansado y harto a estos acontecimientos que están dejando en un pésimo lugar a unos políticos, que sin duda, no nos merecemos.

Pero pese a todo lo expuesto, lo más sorprendente, lo que nos deja absolutamente sorprendidos y nefastamente descolocados es el hecho de que algunas de las cesiones concedidas por el gobierno a sus acreedores, léase las competencias en inmigración, parecen carecer de contenido, algo que ambas partes parecían conocer, pese a haber sido exigidas por los unos y concedidas por los otros, como si se tratara de un siniestro y ridículo juego acordado por ambas partes, como si quisieran jugar al ratón y al gato, al engaño inocente e infantil, al despiste, como si quisieran engañarse mutuamente, sabiendo que para perpetuar el juego por ambas partes necesitan de vez en cuando que aquello que venden y compran, sea simplemente humo.

lunes, 8 de enero de 2024

El despotismo progresista

Estamos viviendo una situación política inauditamente trastocada por unos representantes que desconocen el término impunidad, instalados en una vileza galopante que causa sonrojo a quienes aún, instalados en su bonhomía ingenua y bienpensante, conciben su desempeño como un ejercicio honesto, justo y leal, honrado y dedicado, amable y sincero para con los ciudadanos que los han elegido, que han confiado en ellos y que hoy se llevan las manos a la cabeza al contemplar la deriva autoritaria que ha conducido al gobierno a unos manejos calamitosos  de las instituciones del Estado, como no habíamos conocido  jamás en nuestra corta historia democrática.

Se desenvuelven como pez en el agua a la hora de utilizar como moneda de cambio cuantos recursos quedan a su alcance, ya sean materiales o humanos, instrumentalizando los poderes democráticos, fundamentalmente el que atañe a la justicia, el Judicial, como si fueran suyos, de su exclusiva propiedad, y así utilizarlos a su antojo con un único propósito que no es otro que el de perpetuarse en el poder, cubiertos como están por una ausencia absoluta de escrúpulos y una soberbia rampante que no les permite ceder ni un ápice en su absoluta convicción de que el Estado les pertenece, y así, mercadean, compran y venden y juegan a sus anchas hasta conseguir cuanto desean.

Todo ello forma parte de una ceremonia del más absoluto y desconcertante despotismo que ni soñábamos podíamos contemplar a estas alturas, en un país moderno de una Europa, que alertada por lo que aquí  está sucediendo, está empezando a tomar cartas en el asunto, exigiendo una limpieza democrática de la que nos estamos alejando, solicitando información acerca de los manejos de un gobierno que siente muy poco respeto por la división de poderes, pilar básico y fundamental del Estado Social y de Derecho.

Afortunadamente son muchos ya los que desde hace tiempo vienen advirtiendo del rumbo errático e incierto seguido por la política de este país, que basada en el engaño, la mentira y una decadente soberbia que todo lo justifica, siempre al margen de consideraciones éticas que pudieran limitar su cínica acción, está causando un daño considerable a las instituciones y por ende a una democracia que contempla impasible cómo se vulneran sus principios más elementales como la independencia judicial, asaltada por un ejecutivo sin escrúpulos, que avanza inexorablemente hacia una arbitrariedad aplastante en sus decisiones, que no se detiene ante nada a la hora de alcanzar sus objetivos de poder, utilizando para ello cualquier medio, lícito o no, estratagema, subterfugio legal o recurso de dudoso origen, y utilizarlo así, sin escrúpulo alguno  para lograr sus fines.

Si escribir es llorar, las lágrimas deberían llenar infinidad de páginas sobre este tema, asunto que nos atañe a todos, que oímos constantemente,  cada vez con más insistencia, dónde sale a relucir este asunto, en ocasiones tratado de una manera informal, sin concederle la importancia y la trascendencia que tiene, se toma a broma, con un aire jocoso que concede a los políticos implicados, una especie de protagonismo propio de héroes de cómic, como si fuesen unos personajes más de una rocambolesca tira tragicómica con los que simpatizan y a los que atribuyen valores éticos y estéticos con los que simpatizan, con los que comulgan a la hora de llevar a cabo sus atrevidas hazañas, teñidas de una mezcla de osadía y desafío que les atrae intensamente, y con los que acaban formando una corriente de afinidad, que les conmueve y convence a partes iguales.

En otras ocasiones, el enfrentamiento está servido, cuando huyendo de la simpleza y el desconocimiento, se ponen en cuestión las dos partes en litigio, llegando a una discusión, en ocasiones de una crispante intensidad, que no favorece en absoluto el entendimiento, cuando enrocándose cada parte en su férrea e inamovible posición, la crispación entra en juego y la racionalidad y el buen juicio pierden sus papeles en favor de un dogmatismo, que como todos, acaba con la posibilidad de conceder una mínima parcela de razón al otro, y con ello, el final de un discusión que no va a llegar a ninguna conclusión que se pueda calificar como válidamente Razonable.

Pero el tema es serio, no se trata de un tema baladí que se pueda tratar a la ligera, o que se resuelva a bastonazos mentales, impropios de seres pensantes y responsables a los que les afecta de forma directa, ya que sus vidas y haciendas dependen de las decisiones que los protagonistas de esta trama, léase los políticos, tomen cada uno de sus días, con una repercusión directa que no pueden evitar ni deben obviar, salvo que intenten controlar sus actos.

Ruego me permitan citar un párrafo escrito por Javier Cercas, que me parece admirable, y que describe la situación de una manera absolutamente ejemplar, objetiva, rotunda, y a la par que magníficamente resumida, a la que poco más hay que añadir: “Tenemos una clase política cínica, irresponsable y envenenada por el poder, que no trabaja para unirnos, sino para separarnos, que considera el engaño un instrumento legítimo, y pueril la mínima exigencia ética. Hemos tocado fondo”.

Sin alarmismos innecesarios, sin dogmatismos exacerbados, sin radicalismos nefastos que nublan la razón y el entendimiento, este análisis sólo pretende llamar la atención sobre una deriva política que no debería tener cabida en un país democrático que se precie de serlo. La huida de los extremismos radicales, así como de una desmedida ambición, debería dar paso a la razón, y de ahí a una moderación que lleve a los gobernantes a dedicar su tiempo a mejorar la vida de los ciudadanos, cuyo destino, al elegirlos como sus representantes, depositaron en sus manos.

martes, 2 de enero de 2024

El discreto encanto de Duruelo y su espadaña

Es Duruelo un pequeño y encantador pueblo Segoviano situado en la falda de Somosierra, cuyas suaves y onduladas colinas describen un completo arco frente a él, como si quisieran protegerlo de las inclemencias del tiempo y de los años, que van dejando su huella en las casas, las praderas, los montes y los campos, sierra amigable y fiel compañera, cubierta de  un inmaculado manto blanco en invierno, y de un gris azulado el resto del año,  que durante siglos ha ejercido también de incansable centinela de estos campos de Castilla que cantó Machado.

Bañado por el río Duratón, discurre silencioso y discreto, desde Somosierra,  dónde nace, hasta su desembocadura en el Duero, bañando de paso el pueblo y las hoces del mismo nombre, para discurrir después por Sepúlveda y los campos y villas de varias provincias castellanas que se honran con el paso de su lento y apacible discurrir hasta descansar en brazos del río que cantara Gerardo Diego “río Duero río Duero nadie a acompañarte baja”.

Tiene Duruelo un encanto especial, con apenas un puñado de habitantes, con sus casas cuidadas y bien acondicionadas para los rigurosos y largos inviernos, rodeado de campos de cultivo, de montes, praderas, y de la hermosa sierra que todo lo preside, excelentemente comunicado con Segovia, Madrid, Irún, y las provincias castellanas, que sitúa a este entrañable pueblecito, dónde nací, en un lugar privilegiado de Castilla.

Posee una preciosa iglesia de origen románico, perfectamente conservada, con un bello retablo y, sobre todo, con una espectacular, bellísima y esbelta torre en Espadaña del siglo XVII, dotada de unos espléndidos e impecables sillares, perfectamente conservada, bastante habitual en Castilla, pero muy rara en cuanto al tamaño, pues dispone de cuatro huecos en horizontal y uno coronando la parte superior, donde se alojan las respectivas campanas en perfecto estado de uso, formando un impresionante, único y hermoso conjunto, digno de ser visitado.

Adosado a la imponente torre de una prodigiosa y esbelta verticalidad, un pequeño y encantador cementerio, muy bien cuidado,  acoge a nuestros queridos ancestros, entre ellos mis padres y mi hermano. Hasta hace poco tiempo, un formidable enebro, ahora desaparecido, surgía espléndido entre las lápidas, y según la leyenda sobre la tumba de un pastor, sin nombre ni identificación alguna. Afirmaba dicha historia, que el pastor cuidaba de su rebaño en un monte de enebros. Al ser enterrado en el cementerio, llevaba en sus bolsillos semillas – algayuvas las llamamos – de dicho árbol, que germinaron y dieron origen a un precioso enebro que presidió el cementerio durante muchos años a los pies de la Espadaña.

Esta leyenda, con una base muy real, nos recuerda que en la antigüedad no muy remota, la familia solía reunirse al amor de la lumbre baja de la chimenea o del acogedor y agradecido brasero, y allí, los mayores, los abuelos primero y después los padres, narraban historias, cuentos y leyendas, que mantenían en vilo a una entregada audiencia, numerosa generalmente, integrada por los padres, abuelos e hijos, que vivían los relatos con auténtica pasión y con una atención tal que conseguía trasladar a los más pequeños a los escenarios donde se desarrollaba la acción de las múltiples historias que se sucedían en un agradable ambiente familiar.

No han pasado tantos años como para no recordar hechos similares, cuando en los pueblos tenía lugar la fiesta de la matanza,  que duraba un par de días, durante los cuales, las familias se reunían para llevar a cabo todas las acciones necesarias, desde sacar al cerdo de la corte, así se llamaba el cobertizo donde vivía y se le engordaba, hasta el momento en el que el matarife llevaba a cabo su labor, para después abrirlo en canal y colgarlo, para esperar la llegada del veterinario que certificaba que era apto para su consumo, y continuar así el segundo día destazándolo y separando los jamones, los lomos, y el resto, con el que se harían el chorizo, la butagueña y las morcillas, todo ello en medio de la algarabía general de la familia, los vecinos que ayudaban y toda la chiquillería que disfrutábamos inmensamente durante estos días.

Por las noches, todos nos reuníamos en torno a la mesa, al calor del brasero, para después de cenar, jugar a las cartas, a la brisca, o a contar historias y narraciones que contaban los mayores, bien de hechos reales acaecidos allí y en los pueblos de alrededor o bien de hechos y leyendas que habían ido pasando de padres a hijos a través de generaciones. Así pasábamos horas, escuchando a unos y a otros que se iban sucediendo y animando a contar también recuerdos de su infancia, así como historias de sus tiempos mozos, de las bromas pesadas que gastaban a los recién casados, de las picardías de los jóvenes de entonces, de amoríos y otras narraciones que nos hacían reír sin pausa y que nos ocupaban hasta la madrugada.

Recuerdo a los segadores que eran alojados en las casas del pueblo durante el tiempo que duraba su trabajo en el campo. Procedían de Extremadura en su gran mayoría. Por las noches, después de su dura faena, nos contaban historias y narraciones de sus lugares de procedencia, hacían figuras chinescas en la pared y nos hacían disfrutar a la familia entera, en la cocina, en torno a la mesa.

Eran otros tiempos, maravillosos tiempos, de historias y leyendas, que como la del enebro y el pastor, daban otro sentido a la vida, en un ambiente deliciosamente rural, que afortunadamente, aún se puede disfrutar en pueblos como Duruelo y tantos otros de esta España vaciada que, afortunadamente como en este caso, no se resigna a desaparecer de nuestras vidas.

El discreto encanto de Muñoveros

Acercarse a este singular pueblo segoviano, supone sumergirse en un mar de pinares que bordean ambos lados de una sinuosa carretera que cruza el río Cega, afluente del Duero por su margen izquierda, para dirigirse ya sin más obstáculos hasta los accesos de este amable pueblo, que nos recibe con los brazos abiertos a través de una limpia y amplia entrada, que como una espléndida avenida, lo cruza de norte a sur, dividiéndolo en dos, a modo de una elegante travesía que pretendiera mostrárnoslo en una única pasada, sin parada alguna, sin necesidad de que el viajero se detenga en su camino.

Pero ha de hacerlo al llegar a la Plaza para contemplar algo que ignora, quizás infravalorado, pero que supone un auténtico hito para Muñoveros, para cualquier pueblo, villa o ciudad que se precie de serlo, y que invita a detenerse para contemplar la placa dónde figura el ilustre nombre de Plaza de la Constitución, atrevido y desafiante nombre, que durante tantos años fue prohibido y relegado al ostracismo en este país,  durante los cuales se ha mantenido intacto, inasequible al desaliento después de tantos avatares sufridos durante los últimos tiempos, que no han supuesto obstáculo alguno para que pese a  tantos altibajos sociales y políticos, haya logrado mantener su nombre, con un orgullo y satisfacción tales, que muy pocas plazas, calles y avenidas del país pueden presumir de ello, si alguna hubiere, y que honra a este afortunado  pueblo.

Pasear por sus calles constituye toda una experiencia saludable, bien urbanizadas, limpias y acogedoras, con edificios cuidados y agradables espacios para detenerse a comprobar la serena y relajante sensación de encontrarse en un lugar que, afortunadamente, no parece pertenecer a la España vaciada, pese a tener una población muy reducida, comparada con la que tuvo, como la mayoría de los pueblos de Castilla, pero que aún así puede considerarse privilegiado si lo comparamos con otros próximos y lejanos  de sus mismas características

Abandonarse por sus alrededores, supone disfrutar de zonas verdes, arboledas y pinares, que invitan al paseo y al descanso más relajante y sosegado, como acercarse hasta el río Cega cruzando las verdes praderas que el camino atraviesa, disfrutando de una amable naturaleza que invita a su contemplación, mientras los sentidos se llenan de todo tipo de sensaciones, que convierten el paseo en un auténtico lujo al tiempo que bordea el serpenteante y  susurrante río que le acompaña en su camino.

La historia no es ajena a Muñoveros. Existen indicios que afirman que la esposa de Juan Bravo nació aquí, que tenía fincas en el pueblo, y que posiblemente el Comunero Segoviano esté enterrado en el pueblo, algo que de llevarse a cabo un estudio serio y detenido, que lógicamente exigiría unos imprescindibles medios técnicos y humanos, quizás pudiera demostrarse algún día, pero que en cualquier caso forma parte de la memoria colectiva de este singular pueblo dónde residí durante diez años, y adónde regresé después de demasiado tiempo de injustificada ausencia, algo que sinceramente lamento, ya que cada vez que por allí me acerco, me siento aún más gratamente sorprendido, sintiéndome como en mi propia casa.

Pero dónde reside su verdadero encanto es en sus gentes y en su sorprendente y admirable capacidad para desarrollar una actividad cultural realmente asombrosa, con varias asociaciones que desarrollan una intensa actividad, desde los más jóvenes hasta los más avanzados en edad, que no en capacidad de iniciativa y creatividad, organizando actos de todo tipo a lo largo del año, como la semana cultural, que dinamizan la vida ciudadana, huyendo de la triste realidad de tantos pueblos de la llamada España vaciada, a la que afortunadamente Muñoveros no pertenece.

Juan Bravo y La Fragua, son dos de las asociaciones culturales que ahora recuerdo. La primera edita una magnífica revista del mismo nombre, en cuya redacción abierta, intervienen no sólo los socios, sino cualquier colaborador que con su participación quiera aportar un valor cultural, que siempre es bienvenido, y así, llevan a cabo visitas al valioso patrimonio que Segovia y muchos de sus pueblos posee, organizan conferencias, talleres, cine, teatro, lecturas poéticas, actos deportivos, conciertos musicales, excursiones, visitas a bodegas, catas, piragüismo, y otras muchas actividades culturales, que hacen de este admirable pueblo segoviano, un pueblo dinámico, ameno y digno de toda alabanza por su saludable y envidiable capacidad para disfrutar de la cultura y de la vitalidad física y mental que ello conlleva.

Muñosound, merece un capítulo aparte por su relevancia, ya  que trasciende los límites de la provincia, al organizar un festival de grupos musicales, que está constituyendo un rotundo éxito a sumar al resto de las actividades culturales de este amable, pujante y creativo pueblo que me honro en destacar. Con sincero afecto, mi admiración, agradecimiento y respeto hacia Muñoveros y su gente.

El esnobismo progresista

Esnobistas suelen ser aquellos que se sienten fascinados por lo que en cada momento se lleva, porque imitan cuanto la moda impone, porque son incapaces de dirigir su vida según sus convicciones de las que adolecen, ya sea en el marco personal, social o político, admiran lo que los deslumbra, lo que les fascina, son incapaces de pensar por sí mismos, obran con arreglo a aquello que es diferente, según ellos original, diferente a la mayoría a la que consideran vulgar, ordinaria y ramplona, sintiéndose así diferentes al resto, únicos e irrepetibles, al margen de la masa que pueda desprestigiarlos, igualarlos, contaminarlos, en suma.

Se consideran por ello modernos, diferentes, distintos, poseedores de la autenticidad más incontrovertible, alejados de la simplicidad que caracteriza y domina  al común de los humanos, incapaces de ponerse a su nivel, con un atisbo de desprecio mal disimulado, que les otorga un aire de superioridad sobre el resto, que manifiestan constantemente cuando con ellos se dignan hablar, debatir o simplemente cambiar impresiones sobre un tema, que al margen de su contenido, ellos se esforzarán por denotar una seguridad que los sitúa por encima de los demás, tratando de deslumbrar a su auditorio.

Más que un diálogo,  lo suyo suele convertirse en un pedante monólogo, dónde la verdad siempre estará de su lado, sin concesiones al asombrado interlocutor que no suele hacerse escuchar, dándole la impresión de que habla con alguien convencido de estar en posesión de la verdad, en un ejercicio de comunicación que no es tal, ya que la obsesiva seguridad en sí mismo, y en su pretendido razonado mensaje, impedirá que exista una efectiva, lógica y fructífera conversación de la que pueda desprenderse conclusión positiva alguna.

Se sienten por ello modernos, diferentes, auténticos, progres en definitiva, sin detenerse ni por un sólo momento a analizar su ególatra y absolutista posición, obsesionados como están de poseer la razón, que según ellos suele estar fuera de cuestión, incontrovertible y absoluta, lo que en la mayoría de los casos no es sino fruto de un esnobismo desaforado que los despersonaliza y pone en evidencia, y que acostumbra a dejarlos a los pies de los caballos a poco que su interlocutor los contradiga con la fuerza que la lógica de la razón y la inteligencia imponen.

Pero es en el terreno de la política dónde los esnobistas se explayan a sus anchas, campando por sus respetos, y luciéndose desaforadamente, todo ello con un auténtico y desaforado baño de masas que unido a su soberbio e inconmensurable ego, los lleva a considerarse progresistas, avanzados en su ideas, líderes de una modernidad revolucionaria que los aleja de las conservadores mentes que altaneramente desprecian por aquello de la superioridad moral de una izquierda ideológica que ni practican ni creen excesivamente en ella, pero que consideran deben exhibir porque es lo político y socialmente conveniente,  a la vez que moderno, brillante y  atractivo a la hora de lucirse ante los suyos.

Denotan una alarmante falta de personalidad, de la que, posiblemente no son conscientes, aunque saben, cuando compiten con otros “progresistas” como ellos, que, efectivamente son diferentes, que la razón última los ampara, que juntos no solamente  pueden con todo ideológicamente hablando, que son invencibles, que están a salvo de los retrógrados del extremo opuesto, derechistas, reaccionarios, cavernícolas, que están a años luz de su esnobismo galopante, imbuidos como están de su soberbia convicción de que la superioridad moral les pertenece.

Pero dónde resulta realmente patético el esnobismo, es en sus dirigentes, cuando desde el presidente del gobierno, hasta el último de sus palmeros, léase ministros, alzan una y mil veces la voz para proclamar ante la prensa y demás medios de comunicación, que conforman un gobierno progresista – logrado a base de utilizar como moneda de cambio la amnistía  y concesiones de todo tipo al mejor postor - utilizando para ello las instituciones y lo que sea menester, sin escrúpulo alguno, ya que todo vale si con ello se consigue el cielo, es decir, el ansiado y venerado poder.

 Progresismo falaz y embustero, que nadie ha sometido a prueba ni examen alguno, que no es comprobable, porque dicho calificativo que se autoimponen graciosa y gratuitamente, sin el menor complejo ni sonrojo alguno, ni es real, ni tiene contenido alguno, ni entra dentro de la consideración de si es bueno o malo, positivo o negativo para los ciudadanos de un país que los eligen no por su progresismo ni por su conservadurismo, sino por su capacidad para mejorar la vida de los ciudadanos, su honradez, y una honestidad a toda prueba, que en demasiados casos suele brillar por su ausencia, por muy progresistas que se empeñen, no en serlo, sino en parecerlo, que es como suelen prodigarse hoy, más que nunca, los esnob de toda la vida.