lunes, 15 de marzo de 2021

POLÍTICOS Y TABERNEROS

Cumplido un año desde el inicio del confinamiento, que no de la pandemia, que ya estaba instalada en España después de comenzar en China y de arrasar en Italia, sin que los poderes públicos se decidiesen a actuar, asistimos a un escenario terrible con noventa mil víctimas de hecho, aunque el gobierno se empecine en declarar veinte mil menos de forma oficial, con una incidencia aún considerable, casi cuatro millones de infectados y más de cien muertes diarias, que nos llevan a ocupar una posición penosamente privilegiada entre los diez primeros países del mundo, en una demostración más del triste espectáculo que este País ofrece al mundo cuando de ocupar puestos nada privilegiados se trata.

Mientras tanto, como si aquí no pasase nada, como si la economía no hubiera quedado devastada, la sociedad traumatizada, y el paro absolutamente disparado, por encima de los cuatro millones, los políticos siguen a lo suyo, con continuas y desesperantes peleas, que están logrando que la ciudadanía desprecie a esta ignominiosa especie que una vez elegidos no tiene otro objetivo que mantenerse a toda costa en su onerosa poltrona, utilizando los medios de comunicación, las redes sociales, y, sobre todo, y para sonrojo de la política y los políticos, el parlamento, dónde aprovechan su inmunidad a todos los niveles para insultarse olvidando a los ciudadanos que son los que los han elegido para que los representen y luchen por sus intereses, en lugar de por los propios personales y de partido.

Todo ello en medio de una situación sanitaria, económica y social espantosa, que está causando estragos en todos los sentidos en la población, que los contempla con asombro primero, indignación después, e indiferencia finalmente, pese a lo cual, en lugar de reaccionar en consecuencia, se enrocan en sus egoístas posiciones, con una actitud inexcusable de falta de empatía y de interés por mejorar las cosas, con cada una de las Comunidades dictando normas al margen de las demás, sin unidad de acción alguna, mientras el gobierno procura mantenerse al margen, dejando a cada región a su aire, para no complicarse, sin tomar medidas más drásticas que serían impopulares, que no serían rentables políticamente, pese a que serían necesarias para mejorar la situación sanitaria, que es lo primero por lo que deben velar los gobernantes.

Y así nos encontramos con gobiernos regionales que dan prioridad a la economía por encima de la salud, permitiendo horarios más amplios en el toque de queda, en la regulación de horarios de apertura y cierre de comercios y, sobre todo bares, restaurantes y, por encima de todo, las terrazas, que parecen tener prioridad absoluta en este País de taberneros, que parecen haberse convertido en elementos fundamentales para la supervivencia anímico económica de este País, sin las cuales fuese imposible la convivencia, algo que parece tener un punto de realidad, ya que suelen aparecer llenas, pese al evidente peligro de contagio por una falta de respeto hacia las normas de higiene y salud pública, que está originando multitud de denuncias, tanto a los taberneros como a los ciudadanos, muchas más a éstos que a aquellos, en un escenario que está dejando a este País, como un lugar chabacano y de charanga, ante el espectáculo que estamos dando.

Tanto es así, que jóvenes de otros países, atraídos por esta permisividad que en su país es inexistente, se están trasladando a ciudades como Madrid, con ofertas asumibles para ellos, en lo que ya se denomina turismo de borrachera, algo que debería avergonzarnos, pero que los políticos de esta Comunidad aplauden, alegando que hay que reactivar la actividad económica, aunque sea de esta detestable manera, poniendo en riesgo a la población, que sufre los efectos de estas devastadores masas que generalmente no respetan las normas, y a las que se les permite vagar por la ciudad con un solo y estúpido fin, que no es otro que beber en unos días, todo aquello que en su país no podrían consumir en mucho tiempo, ya que allí los bares están generalmente cerrados, o con horarios muy reducidos, que les imposibilitan correrse las juergas y borracheras que aquí pueden llevar a cabo, gracias a una permisividad absoluta y estúpidamente negligente.

Por si todo esto fuera tema  baladí, la inefable e impresentable presidenta de la Comunidad de Madrid, defensora a ultranza de los taberneros, restauradores, hoteleros y demás representantes de la omnipresente actividad turística nacional, aprovechando lo que ella considera su oportunidad para gobernar en solitario, ha convocado elecciones, pese a la pandemia, que sobre todo en Madrid, golpea aún con fuerza, ocupando uno de los primeros lugares del País, sin que ello haya supuesto obstáculo alguno a la hora de considerar esta inoportuna decisión en la delicada situación actual, que no debiera aconsejar semejante decisión, que no responde sino a un interés política y personal de quién preside el gobierno de Madrid, que ha visto cómo de inmediato, el también singular vicepresidente del gobierno, ha anunciado que va a dimitir en el ejecutivo, para presentar su candidatura a la presidencia de dicha Comunidad, con lo que la campaña electoral, va a dar mucho juego tanto a los medios como a los electores, que no se van a aburrir en absoluto, como suele ocurrir en estos casos, dada la altura grotesco política de estos dos contendientes.

Mientras tanto, el ritmo de vacunación, cómo no, sigue a un ritmo demasiado lento, con lo que la pretensión de tener vacunado a un mínimo del setenta por ciento de la población antes del verano, va a ser sumamente difícil, lo que va a suponer un obstáculo para que los dos especímenes más genuinos del tan cacareado parque nacional actual, léase políticos y taberneros, estén de permanente actualidad, aunque sea por motivos harto dispares, pero sobre todo, para una ciudadanía que necesita seguridad y tranquilidad después de tanto padecimiento y tanta paciencia como está demostrando a lo largo de todo un año desde que comenzó esta pesadilla, que sólo terminará cuando la vacunación alcance a toda la población de este sufrido País.

sábado, 6 de marzo de 2021

UN AÑO DESPUÉS

Un interminable año está a punto de transcurrir desde que comenzó en este País la alerta de una pandemia espantosa, que ya había causado miles de víctimas en China, y aquí al lado, en Italia, sin que nadie tomara unas medidas que ya muchos considerábamos urgentes, que nadie llegó a poner en práctica, pese a que los primeros casos ya se habían dado, permitiéndose todo tipo de reuniones de masas, ya fueran espectáculos deportivos, culturales o sociales, como la manifestación del 8 de marzo dónde una ingente masa de ciento veinte mil personas, conmemorando el Día Internacional de la mujer, ocasionó según cálculo de entonces, un diez por ciento de contagios, cuando el día anterior, día 7 de marzo, se habían confinado cuarenta personas en la ciudad riojana de Haro.

Aún habría de pasar una semana más, para que un negligente gobierno impusiera un estricto, tardío y necesario confinamiento, que duró tres duros y terribles meses, que dejó exhausto al país, sus ciudadanos, y una economía que quedó maltrecha y destrozada al cerrar rigurosamente toda actividad no esencial, dejando por el camino cientos de miles de desempleados, de pequeñas y medianas empresas, que al cabo de un año, ven como todo sigue prácticamente igual, mientras la ciudadanía, en un porcentaje muy elevado, sufre las negativas consecuencias del confinamiento y las restricciones de todo tipo que han ido sucediéndose durante todo este tiempo, sin que veamos fecha límite para el final de esta terrible y dramática historia, que ya dura un año, y que arroja una cifra de más de noventa mil víctimas, y tres millones de afectados.

Un año agobiante, que pesa enormemente en el ánimo de la gente, que ahora espera pacientemente la única esperanza que alberga, que no es otra que la vacuna, que avanza despacio, que llevará casi todo el año presente, pese a que ya se habla de salvar el verano, cuando apenas se han vacunado poco más del dos por ciento de la población, siendo necesario un setenta y cinco por ciento, para empezar a ver la luz, y comenzar a vislumbrar una salida a esta nefasta situación, que al cabo de un año, nos sigue obligando a guardar estrictas normas de seguridad, de higiene, y de distanciamiento social, que están dejando profundas marcas en un País, que ya va por la tercera ola de contagios, debido a desescaladas en exceso precipitadas, y que ya está pensando en las vacaciones de semana Santa, cuando aún tenemos una media de más de trescientas víctimas diarias y varios miles de contagios.

Mientras tanto, al margen de una unidad de acción Nacional, cada Comunidad se rige por sus propias normas, estableciendo sus horarios de toque de queda, la apertura de comercios, y, sobre todo, bares y terrazas, algo que parece fundamental en este País de charanga y pandereta, con restricciones por barrios, ciudades y pueblos, en un maremágnum múltiple y desigual, que confunde e indigna a unos ciudadanos, que no dan crédito a semejante descoordinación por parte de unos políticos, que en lugar de dar ejemplo, están más desacreditados que nunca, en una carrera que se han ganado a pulso, a base de indignar a la población con sus detestables, odiosos e ineptos comportamientos, que no tienen justificación alguna.

Nada parece ser igual que hace un año, cuando el mundo se nos vino abajo con un confinamiento brutal, con unas interminables y sucesivas limitaciones restrictivas que nos han sumido en un agobio anímico que está dejando en la gente un pesado rastro de pesimismo fatal y permanente, cuando de mirar hacia el futuro se trata, tanto desde una perspectiva vital inmediata, personal y laboral, como de una visión amplia del porvenir de una civilización humana que necesita cambios a todos los niveles para no vernos inmersos en nuevos desastres.

Catástrofes como la que sufrimos, que no sabemos aún cómo y cuándo terminará, y que en cualquier caso debería movernos a modificar tanto nuestro estilo actual de vida en sociedad, como el radical cambio en el cuidado de un Planeta que está dando muestras de cansancio y de protesta indignada, desde hace ya mucho tiempo, mientras nuestra respuesta no parece ser otra, que hacer oídos sordos a su clamor constante, que es algo muy propio de una especie humana, que parece dirigirse hacia su aniquilamiento programado desde la noche de los tiempos, hacia la que parece que nos dirigimos de nuevo, en un camino de vuelta, que no tendría posibilidad alguna de retroceso, si no rectificamos ya, de inmediato, cuando aún estamos a tiempo.