Cumplido un
año desde el inicio del confinamiento, que no de la pandemia, que ya estaba
instalada en España después de comenzar en China y de arrasar en Italia, sin
que los poderes públicos se decidiesen a actuar, asistimos a un escenario
terrible con noventa mil víctimas de hecho, aunque el gobierno se empecine en
declarar veinte mil menos de forma oficial, con una incidencia aún
considerable, casi cuatro millones de infectados y más de cien muertes diarias,
que nos llevan a ocupar una posición penosamente privilegiada entre los diez primeros
países del mundo, en una demostración más del triste espectáculo que este País
ofrece al mundo cuando de ocupar puestos nada privilegiados se trata.
Mientras
tanto, como si aquí no pasase nada, como si la economía no hubiera quedado
devastada, la sociedad traumatizada, y el paro absolutamente disparado, por
encima de los cuatro millones, los políticos siguen a lo suyo, con continuas y
desesperantes peleas, que están logrando que la ciudadanía desprecie a esta
ignominiosa especie que una vez elegidos no tiene otro objetivo que mantenerse
a toda costa en su onerosa poltrona, utilizando los medios de comunicación, las
redes sociales, y, sobre todo, y para sonrojo de la política y los políticos,
el parlamento, dónde aprovechan su inmunidad a todos los niveles para insultarse
olvidando a los ciudadanos que son los que los han elegido para que los
representen y luchen por sus intereses, en lugar de por los propios personales
y de partido.
Todo ello
en medio de una situación sanitaria, económica y social espantosa, que está causando
estragos en todos los sentidos en la población, que los contempla con asombro
primero, indignación después, e indiferencia finalmente, pese a lo cual, en
lugar de reaccionar en consecuencia, se enrocan en sus egoístas posiciones, con
una actitud inexcusable de falta de empatía y de interés por mejorar las cosas,
con cada una de las Comunidades dictando normas al margen de las demás, sin
unidad de acción alguna, mientras el gobierno procura mantenerse al margen,
dejando a cada región a su aire, para no complicarse, sin tomar medidas más
drásticas que serían impopulares, que no serían rentables políticamente, pese a
que serían necesarias para mejorar la situación sanitaria, que es lo primero
por lo que deben velar los gobernantes.
Y así nos
encontramos con gobiernos regionales que dan prioridad a la economía por encima
de la salud, permitiendo horarios más amplios en el toque de queda, en la
regulación de horarios de apertura y cierre de comercios y, sobre todo bares,
restaurantes y, por encima de todo, las terrazas, que parecen tener prioridad absoluta
en este País de taberneros, que parecen haberse convertido en elementos
fundamentales para la supervivencia anímico económica de este País, sin las
cuales fuese imposible la convivencia, algo que parece tener un punto de
realidad, ya que suelen aparecer llenas, pese al evidente peligro de contagio
por una falta de respeto hacia las normas de higiene y salud pública, que está
originando multitud de denuncias, tanto a los taberneros como a los ciudadanos,
muchas más a éstos que a aquellos, en un escenario que está dejando a este
País, como un lugar chabacano y de charanga, ante el espectáculo que estamos
dando.
Tanto es
así, que jóvenes de otros países, atraídos por esta permisividad que en su país
es inexistente, se están trasladando a ciudades como Madrid, con ofertas asumibles
para ellos, en lo que ya se denomina turismo de borrachera, algo que debería
avergonzarnos, pero que los políticos de esta Comunidad aplauden, alegando que
hay que reactivar la actividad económica, aunque sea de esta detestable manera,
poniendo en riesgo a la población, que sufre los efectos de estas devastadores
masas que generalmente no respetan las normas, y a las que se les permite vagar
por la ciudad con un solo y estúpido fin, que no es otro que beber en unos días,
todo aquello que en su país no podrían consumir en mucho tiempo, ya que allí
los bares están generalmente cerrados, o con horarios muy reducidos, que les
imposibilitan correrse las juergas y borracheras que aquí pueden llevar a cabo,
gracias a una permisividad absoluta y estúpidamente negligente.
Por si todo
esto fuera tema baladí, la inefable e
impresentable presidenta de la Comunidad de Madrid, defensora a ultranza de los
taberneros, restauradores, hoteleros y demás representantes de la omnipresente
actividad turística nacional, aprovechando lo que ella considera su oportunidad
para gobernar en solitario, ha convocado elecciones, pese a la pandemia, que
sobre todo en Madrid, golpea aún con fuerza, ocupando uno de los primeros
lugares del País, sin que ello haya supuesto obstáculo alguno a la hora de
considerar esta inoportuna decisión en la delicada situación actual, que no
debiera aconsejar semejante decisión, que no responde sino a un interés
política y personal de quién preside el gobierno de Madrid, que ha visto cómo
de inmediato, el también singular vicepresidente del gobierno, ha anunciado que
va a dimitir en el ejecutivo, para presentar su candidatura a la presidencia de
dicha Comunidad, con lo que la campaña electoral, va a dar mucho juego tanto a
los medios como a los electores, que no se van a aburrir en absoluto, como
suele ocurrir en estos casos, dada la altura grotesco política de estos dos
contendientes.
Mientras
tanto, el ritmo de vacunación, cómo no, sigue a un ritmo demasiado lento, con
lo que la pretensión de tener vacunado a un mínimo del setenta por ciento de la
población antes del verano, va a ser sumamente difícil, lo que va a suponer un
obstáculo para que los dos especímenes más genuinos del tan cacareado parque
nacional actual, léase políticos y taberneros, estén de permanente actualidad,
aunque sea por motivos harto dispares, pero sobre todo, para una ciudadanía que
necesita seguridad y tranquilidad después de tanto padecimiento y tanta
paciencia como está demostrando a lo largo de todo un año desde que comenzó
esta pesadilla, que sólo terminará cuando la vacunación alcance a toda la
población de este sufrido País.