jueves, 30 de agosto de 2012

HISTORIAS PARA NO DORMIR

Curioso, extraño y puede que hasta enigmático título el que encabeza la que puede ser una historia, quizás simple leyenda urbana, o puede que elemental patraña para despistar al lector, intrigarle o simplemente despertar su interés con el objeto de captar su atención en estos tiempos en los que se llenan páginas y más páginas diarias en todos los medios de comunicación, bien sean escritos, hablados o de propósito multimedia, siempre con los mismos contenidos que hablan de la crisis, de la cansina, pedante e insoportable prima de riesgo y, haciendo honor al título, de los temidos y siempre pavorosos recortes a los que desde hace ya tanto tiempo nos tienen acostumbrados.
No se trata, afortunadamente, de una narración que hable sobre los sobresaltos que nos producen semejantes noticias ni del desasosiego que siembran entre los sufridos ciudadanos al conectar cada mañana la radio, la televisión o al hojear el periódico, cuya primera página ya casi adivinamos sin temor a equivocarnos, sino que es una ingenua, inocua e inocente narración que debería haber despertado ya a estas alturas alguna asociación de ideas que condujera a un grupo de lectores de, digamos una cierta edad, a forzar la memoria y buceando en ella encontrarle un sentido con sabor a pasado remoto y noches de infantil insomnio, que en cualquier caso quedará desvelado al final, si lo tuviere, de este insólito relato.
Podría versar sobre las noches en vela de un habitante de una gran ciudad, en pleno verano de asfixiante, insoportable y pegajoso calor, con las ventanas abiertas, soportando los insufribles ruidos, humos, olores y sirenas varias, mezclados con el alboroto, algarabía y bulla característica de los habitantes del patio del edificio donde vives, que habiendo abusado de la siesta, y debido a la calor, deciden no echarse a dormir hasta las tantas, al igual que los vecinos de arriba, ciento y la madre, que tienen claro que los muebles han de recolocarse entre las tres y las cuatro de la mañana, con el correspondiente infernal estrépito que acompaña a semejante baile mobiliario.
Claro que también podría corresponder el susodicho y ya pedante título, a la noche que le espera al obnubilado televidente, que después de recorrerse mando en mano, todas las cadenas de la espantosa programación y habiendo agotado todas las repetidas películas que llevamos viendo desde hace veinte años y comprobado que la oportuna serie que hoy toca, es la misma de ayer con ligerísimos y sutiles cambios, así como los incalificables programas de los repelentes famosillos, los indigestos e insoportables debates con los mal llamados tertulianos gritando todos al mismo tiempo, y la cruel y omnipresente publicidad presidiéndolo todo, decide aburrido, cabreado y hastiado de tanta vacuidad e incultura generalizada, escuchar las interesadas y formativas charlas, que provenientes del patio y a todo volumen le van a amenizar la velada hasta bien entrada la madrugada.
Quizás trate sobre el voluntarioso lector que intenta sin éxito concentrarse en la lectura del libro que sin entusiasmo alguno comenzó al principio del verano, cuya lectura le aburre poderosamente pero que no puede evitar terminarlo, ya que es una cuestión de principios, de orgullo, de no permitir que un autor se le resista por incomible, infumable e insoportable que pueda ser. Pero no es así, ya que una vez más, apenas logra pasar tres o cuatro hojas de mala gana antes de cerrarlo y abrir el portátil para curiosear en Internet las últimas noticias.
Comienza la página, con gran alarde tipográfico, relatando la sorprendente historia de cómo en un pueblo, las buenas gentes deciden con el único afán de divertirse, lanzarse a la cara 120 toneladas de tomates – ciento veinte mil kilogramos – que quedan desparramados por el suelo y los cuerpos de los entusiasmados ciudadanos, mientras unas líneas más abajo, aparecen unas fotos con unas gentes que buscan restos de comida entre los contenedores de basura, por lo que decide cerrar el ordenador con un gesto de repulsa, contrariedad e incredulidad.
Cualquiera de estas historias podrían suponer motivo suficiente para pasar una noche en vela. Pero en absoluto son comparables con las que entonces disfrutábamos después de ver en la inefable Televisión Española – la única que existía entonces – la magnífica serie de Ibáñez Menta, padre de Ibáñez Serrador, cuyo título “historias para no dormir”, - de ahí el misterioso título que muchos ya habrán descifrado a estas alturas – y que hacía las delicias de las gentes de los años sesenta, aunque conseguía aterrorizarnos cada semana, siempre en blanco y negro y que sin duda logra oscurecer, valga la redundancia, a muchas de las insoportables series, sobre todo vespertinas, que asolan hoy las múltiples cadenas televisivas.
Desvelado el misterio, sólo me queda por hacerle una pregunta al posible lector: ¿Es usted el asesino? Tranquilo, no se preocupe, asuste ni incomode. No se tiente la ropa ni busque el arma homicida. No ha sido usted. Es el título de otra entrañable serie de entonces del mismo genial autor que tantas noches de insomnio nos obsequió y que tanto echamos de menos en estos tiempos de tanta ausencia de ingenio, originalidad y en definitiva de una preocupante falta de creatividad.

martes, 28 de agosto de 2012

EL MEJOR CONSEJO QUE JAMÁS OÍ

Según Einstein, el tiempo absoluto no existe, sino que cada uno de nosotros tiene una medida personal del tiempo que junto con el espacio forman una unidad espacio-tiempo, que tiene la propiedad de ser deformado por la materia en él existente, contrayéndose y dilatándose, hasta el extremo de que a velocidades próximas a la de la luz, el tiempo se ralentiza, es decir, se dilata, de tal forma que para un viajero interestelar que viajase a esa velocidad durante años, al regresar a la Tierra encontraría que para a sus allegados el tiempo habría transcurrido más rápidamente, hasta el extremo de que todos ellos habrían envejecido en mayor medida que él mismo.
No es ciencia ficción, ni teoría científica, es una realidad demostrable que debido a la imposibilidad de que los vehículos espaciales logren esa velocidad, los científicos han conseguido reproducirla en laboratorio con partículas subatómicas acelerándolas hasta aproximarse a los trescientos mil kilómetros por segundo, velocidad que la física ha demostrado que no puede ser superada por ningún objeto en movimiento.
El tiempo es por lo tanto una propiedad mutable y maleable, que en la práctica nos afecta en la vida diaria y que luchamos por pausar, detener o al menos ralentizar con el objeto de que avance lo más lentamente posible. No siempre lo conseguimos, aunque demostrado está que para cierta gente el tiempo parece haberse detenido, parece progresar más despacio, dando la impresión de que corre más lentamente que para el resto de sus semejantes que lo contemplan con envidia y admiración a partes iguales.
Claro que el hecho de cuidarse tiene mucho que ver en el tema que nos ocupa, que la buena vida y las buenas costumbres, así como la ausencia de preocupaciones y, sobre todo, la suerte de no pertenecer a un tercer mundo con condiciones de vida miserables, influye poderosamente, pero también es cierto que todos experimentamos esa sensación de que el tiempo pasa más despacio o todo lo contrario, dependiendo de diversos factores que influyen en esa percepción.
No obstante, el paso del tiempo es inexorable y aunque desearíamos demorarlo el máximo posible, día a día, aña a año, contemplamos cómo se nos escapa de entre las manos con las que querríamos atraparlo y congelarlo durante un tiempo que nos permitiera volver la vista atrás sin avanzar hacia delante, y regresar a la añorada infancia donde el tiempo no tenía cabida, donde su paso no tenía sentido, donde simplemente no existía.
Pero podemos soñar, volver la vista atrás y recordar tiempos pasados en un viaje que nos permitirá rememorar épocas y etapas de nuestra vida por las que ya pasamos hace tiempo. Ejercitando esta maravilla de la memoria, me encuentro en mis primeros años de ávido lector de una revista que no he conseguido saber cómo llegaba a mis manos, pero que lo hacía con harta frecuencia, denominada Selecciones del Reader`s Digest, que contenía extractos o resúmenes de artículos de ciencia y temas varios que conseguían atraparme y que devoraba con asiduidad.
Uno de aquellos artículos cuyo título “el mejor consejo que jamás oí”, se me quedó grabado desde entonces y no lo he olvidado, dado que el hecho de seguir dicho consejo que ilustraba con varios ejemplos su contenido, me ha dado un óptimo resulta en la vida. El consejo en cuestión decía lo siguiente: “nunca te adelantes a los acontecimientos”. Gran consejo, que he intentado seguir siempre en la vida y que ha resultado ser una poderosa y gran verdad.
Pues bien, gracias a Internet, y realizando una exhaustiva búsqueda, he conseguido encontrar el artículo en cuestión, así como la portada de la revista donde se incluyó dicho artículo. Pero lo realmente sorprendente, ha sido comprobar con emoción no exenta de una alegre añoranza, que la revista, cuyo precio era de 15 pesetas, tiene fecha de agosto de 1959.
Efectivamente, el tiempo es relativo como afirma Einstein. Yo tenía entonces ocho años.

viernes, 24 de agosto de 2012

SEGREGACIÓN EN LAS AULAS

Este año de dos mil doce, se cumplen cien años del paso de Antonio Machado por la ciudad andaluza de Baeza como profesor de francés. Hace poco tiempo tuve la gran satisfacción y la honda alegría de visitar la hermosa y deliciosa aula donde Antonio Machado impartió sus clases y que se conserva tal como él la dejó hace ya un siglo, con todo el encanto que sigue manteniendo hoy día y que no ha perdido un ápice desde entonces, con la mesa del profesor y su brasero bajo ella, los pupitres, los mapas, y numerosos documentos escritos y firmados por el ilustre poeta durante los años que pasó allí, procedente de Soria, antes de ser destinado a Segovia, en cuyo instituto ejerció durante los siguientes años.
No puedo evitar rememorar la escuela del pueblecito Segoviano donde di mis primeros pasos académicos, pequeña, acogedora, luminosa, con la estufa en el centro y a ambos lados los pupitres de madera donde nos sentábamos de dos en dos y al fondo, delante de la pizarra, el maestro, con aspecto bonachón, un tanto cargado de años, con aspecto doliente y una media sonrisa como tratando de disimular el peso que parecía llevar encima, fruto de la soledad que entonces soportaban los maestros rurales, muchos de ellos en aldeas y pequeños pueblos, alejados de su tierra.
Pobres de solemnidad, pobres de pedir, apenas ganaban cuatro duros. Los vecinos del pueblo solían llevarles viandas de la matanza, como alguna morcilla, una vuelta de chorizo, una hogaza de pan. Respetados, queridos y considerados por alumnos y padres del pueblo, apenas era tenida en cuenta su labor por la oficialidad, que durante muchos años los ha tenido en muy baja estima a todos los niveles, para ir recuperando después, poco a poco, el reconocimiento de una labor, que hoy en día la sociedad aún no valora como debiera.
He ejercido durante casi toda mi vida de maestro. Comencé en tres pueblecitos de la provincia de Segovia, para pasar después a una gran ciudad. Mis recuerdos de aquellos primeros años en la escuelita rural son simplemente maravillosos e imborrables. El maestro con los niños, la maestra con las niñas. Querido y estimado por las buenas gentes del pueblo y profundamente respetado por los niños, no tenía ni idea de lo que me esperaba al llegar a la ciudad, donde puede experimentar un profundo cambio en todos los aspectos, que me hizo añorar los tiempos pasados en la escuela rural con niños que parecían de otro mundo y con unos padres respetuosos hasta la saciedad.
Esta introducción viene a cuento después de tener noticias de una información relativa a la formación separada por sexos, por la cual apuestan quienes consideran que el rendimiento académico de los alumnos es superior en estos casos. Efectivamente las estadísticas confirman este punto, con resultados que superan a los de los alumnos que llevan a cabo su formación sin discriminación de sexo.
Justifican estos resultados por el hecho de que los alumnos están más concentrados en su estudio debido a la ausencia de determinados intereses propios de la edad que los distraerían en su aprendizaje, logrando así estar más pendientes del estudio de las materias académicas que del natural interés por el otro sexo y de todas las posible conclusiones que de ello puede deducirse, al evitar todo tipo de distracción, lo cual redunda en unos mejores resultados y en una preparación más completa.
No pongo en duda este estudio que otorga unas calificaciones académicas por encima de las obtenidas en las aulas donde estudian y conviven alumnos de ambos sexos, pero considero que la escuela no sólo es formación y preparación de unas determinadas materias con vistas al futuro profesional, sino que ha de ser también escuela de vida, de convivencia, de conocimiento y respeto hacia el otro sexo con el que coexistirá el resto de su vida.
Recientemente puede ver un documental sobre la vida académica de los alumnos de secundaria en Corea del Sur, un país de los más avanzados del mundo, con una asombrosa tecnología y un alto nivel de vida. Los alumnos salen de su casa a primera hora de la mañana y retornan a ella a las diez de la noche. Apenas ven a sus padres y el ritmo diario es tan frenético que apenas tienen tiempo para comer.
Terminado el colegio continúan complementando su formación con otras actividades en academias y otros centros con el objeto de poder competir con el resto de jóvenes para conseguir una preparación lo más completa y sólida posible que les permita obtener una salida profesional lo más satisfactoria posible. El índice de suicidios entre los jóvenes que no pueden soportar tanta presión es tan alto, que el gobierno ha decidido dar marcha atrás en los planes de formación con el objeto de relajar una vida académica que se les hace insoportable a los jóvenes Coreanos.
Es por ello que si el objeto de la segregación académica es el de conseguir jóvenes con un alto grado de preparación, lo cual es perfectamente deseable, hágase sin que ello suponga un trauma para ellos, ni un sobreesfuerzo tal que no compense de ninguna manera el hecho de alejar un sexo del otro a la hora de su preparación para una vida que, en definitiva, han de llevarla a cabo en común, independientemente del grado de formación alcanzado.

miércoles, 22 de agosto de 2012

A LAS BARRICADAS

No es fácil desde nuestra más o menos cómoda posición, juzgar determinados hechos, acciones o sucesos que atañen a las gentes que una vez han llegado a determinados extremos de lucha por la supervivencia, deciden tomar la justicia por su mano y adoptar determinadas posiciones al margen de la ley, las cuales nos producen una doble impresión, mezcla de comprensión y rechazo, que nos obligan a posicionarnos a favor o en contra, sin que ninguna de las dos decisiones nos convenzan por completo, entendiendo a veces que se pueda llegar a esos extremos cuando la necesidad es extremadamente acuciante, y desechando en otras al reflexionar y llegar a la conclusión de que nadie puede saltarse las normas.
Y así nos encontramos ante un dilema ante el cual nos sentimos obligados a pronunciarnos, bien sea para nuestros adentros, sin exteriorizarlos, sin publicarlos, sin comentarlos con nadie, bien sea expresando pública y abiertamente lo que sinceramente pensamos, aunque con las lógicas dudas que dichas acciones puedan despertar en nuestra conciencia sometida a la doble moral que con frecuencia adoptamos ante hechos que consideramos incómodos y que vienen a alterar nuestra tranquila y pacífica existencia.
Lo que no podemos ni debemos manifestar, es nuestra indiferencia ante unos sucesos que nos tocan mucho más de cerca de lo que seguramente pensamos al observarlos desde lejos, desde una posición que podría pensarse que no nos atañe en absoluto y que sin embargo está muy lejos de la realidad ya que son el resultado de una situación en la que se encuentra una sociedad sometida a la tremenda presión de la inseguridad a la que está llegando, merced a una crisis que está consiguiendo que un importante sector de la población esté entrando en un oscuro túnel, víctima del paro y de los numerosos recortes de todo tipo que la están empobreciendo paulatinamente.
Recientemente hemos asistido a la ceremonia de la confusión más absoluta cuando tantas veces se había adelantado que algo así podía ocurrir, que más bien estaba ocurriendo, aunque solapadamente, aisladamente, en casos contados que los grandes supermercados ya habían comunicado al advertir pequeños robos que han ido aumentando en frecuencia e intensidad.
Ha sido en Andalucía, pero puede extenderse como una plaga si la situación empeora. Un sindicato obrero ha asaltado un supermercado llenando varios carros con alimentos de primera necesidad que ha repartido después entre los más necesitados de la zona. Los integrantes de la incursión fueron detenidos y hoy recorren los platós de las cadenas de televisión y las emisoras de radio relatando su experiencia, llámesele hazaña, robo o advertencia, que de todo ello se ha calificado a un hecho que tiene todas las posibilidades de que vuelva a suceder.
La indignación a la que han llegado las gentes que han protagonizado este suceso y tantas otras que lo han contemplado, les autoriza para justificarlo. Es comprensible y a muchos nos llega a lo más profundo de una sensibilidad maltratada por las penosas circunstancias actuales – el número de ciudadanos que acuden a los comedores sociales va en aumento – y si no aplaudimos, al menos transigimos con estos acontecimientos.
Admitir estos comportamientos, dándolos naturaleza de hechos justicieros, con patente de corso, crearía una elemental inseguridad en cuyas redes quedaríamos todos atrapados. No podemos tomarnos la justicia por nuestra mano, no podemos crear una inseguridad jurídica de la que todos seríamos víctimas.
Pero el Gobierno no puede quedarse con los brazos cruzados ante este severo aviso que han proclamado a los cuatro vientos estos obreros, llevados por su comprensible ira. La situación no puede sino empeorar, por lo que debe tomar las riendas de “Su País”, olvidarse de tanta presión como dice soportar de otros países y velar por sus ciudadanos que están aquí y ahora y que llevados a los extremos de abandono en los que se encuentran, podrían convertir estas advertencias en hechos, que multiplicados, podrían llegar a provocar una auténtica emergencia nacional en la que prácticamente ya nos encontramos.

lunes, 13 de agosto de 2012

NO ES ESO, DON MARIO


Vaya por delante y quede rotunda y suficientemente claro, mi inmenso y absoluto respeto por quien aquí me atrevo a replicar, contradecir e incluso criticar abiertamente, después de haber leído detenidamente, con pausa y atención extrema cuantos razonamientos considero son erróneos, inexactos y equivocados, siempre claro está, al contrastarlos con mi ideario y mi sensibilidad, en cuanto al contenido del artículo se refiere y que publica mi admirado y respetado Mario Vargas Llosa en un periódico de alcance nacional.
Constituye para mí un inextricable misterio, cómo personas de todas las clases sociales, con una preparación y formación exquisitas, cultas, dotadas seguramente de una especial sensibilidad, puedan mantener detenidos idearios tan alejados de la tolerancia y la libertad y tan próximos al fanatismo y a la rigidez más extremas en campos como la política, la religión y el análisis social.
En absoluto incluyo a Vargas Llosa en ese sector de personajes a los que acabo de calificar, ya que en absoluto puedo encuadrarle en un grupo con el que nada tiene en común, y para los que la única explicación posible es la de la educación recibida y el ambiente social, educativo y formativo en el que se desenvolvieron, aunque ello no es obstáculo para que me sorprendan las argumentaciones de don Mario.
El artículo al que me refiero lo titula así: La “barbarie” taurina, entrecomillando el término “barbarie”, con la clara intención de dejar constancia de su connotación irónica en respuesta al artículo publicado anteriormente en el mismo medio por Rafael Sánchez Ferlosio, que bajo el título Patrimonio de la humanidad, propugnaba justamente lo contrario, exhibiendo razonamientos con los cuales estoy de acuerdo, opuestos totalmente al autor de La Fiesta del Chivo y premio Nóbel de literatura. Sánchez Ferlosio afirmaba en dicho artículo que deberían desaparecer los toros, no por compasión, sino por vergüenza de los hombres.
Empiezo por el final de los argumentos de Vargas Llosa, cuando afirma que hay que amar a los toros, no odiarlos, argumentación pobre donde las haya, ya que dudo que existan muchos seres humanos que odien por principio a los animales, seres inofensivos en su inmensa mayoría, incluido el toro bravo, si no se le desafía, animal por otra parte hermoso y majestuoso, que de ninguna forma desaparecería si lo hiciese la mal llamada fiesta nacional, argumento que aducen sus defensores, y que adolece de verosimilitud y de sentido de la realidad.
Fue una tarde muy bonita, comenta Don Mario en una expresión excesivamente simplona para un escritor de su talla, añadiendo después que toro y torero gozaron e hicieron gozar – dudo que el toro disfrutara en exceso – a la afición. Sobran comentarios sobre esto último. El toro está demostrado que sufre y además gratuitamente, mientras los asistentes corean al insensatamente denominado maestro.
Se esfuerza en explicaciones técnicas del pretendido arte – no menciona éste término, sino que afirma que posee valencia artística – así como en implicar a poetas, músicos, cantantes, pintores, escultores, novelistas y danzarines, comparando éstos últimos con los banderilleros cuando se encargan de llevar a cabo su misión que no es otra que la de zaherir al noble animal. La danza es otra cosa, es una bella manifestación artística, donde no cabe ni la crueldad ni la violencia.
¿Qué diálogo secreto puede existir entre un individuo inteligente y armado, y un animal irracional que es puro instinto?
¿Cómo un talento como el de Vargas Llosa puede afirmar que suprimir los toros equivale a anular la libertad de prensa, de libros y de ideas?
¿Cómo es posible que encuentre multitud de aficionados hasta en lugares tan recónditos como los países Nórdicos?
¿Cómo se puede estar de acuerdo con la afirmación de Ortega y Gasset en el sentido de que no se puede comprender la historia de España sin tener en cuenta la historia de las corridas de toros?
¿Cómo se puede, en definitiva, justificar esta abominación cruel y sádica con argumentos tan peregrinos?
Termina calificando la supresión de los toros como la última ofensiva autoritaria disfrazada de progresismo. Ni una cosa ni otra, Don Mario. Ve usted gigantes donde sólo hay molinos y, no entiendo que califique de progresistas a quienes no conciben, como yo, que un espectáculo cruel y en el que el derramamiento de sangre es inherente al mismo, coexista con un museo, una biblioteca o una catedral, templos del arte y de la cultura.
Mis respetos, Sr. Vargas Llosa, tanto hacia su persona como hacia su ingente y valiosa obra literaria, que sinceramente admiro y valoro.

domingo, 12 de agosto de 2012

VOLAR DEL NIDO

Teníamos apenas doce años, quince a lo sumo y ya estábamos lejos de casa. Vivíamos en internados, colegios y más adelante en pensiones de la ciudad, generalmente en la capital de la provincia, Segovia en mi caso, época de la que guardo unos gratísimos recuerdos, unas maravillosas experiencias que lograron que a esta hermosa ciudad me aten desde entonces unos fuertes lazos de consideración, gratitud y respeto que conservaré mientras viva.
Tiempos de estudiante afortunado, alojado en una cálida y deliciosa pensión, pegada al majestuoso Acueducto, joya incomparable, que sigo sin comprender, y así lo he manifestado con frecuencia, por qué no se difunde su imagen y su historia con más intensidad, con más pasión, con más garra y convicción, con auténtico tesón, como un monumento único e irrepetible en el mundo, que tuvimos la suerte de que la Civilización Romana nos legase para lujo y disfrute de nuestra afortunada ciudad, junto con la preciosa y espléndida Catedral, las maravillosas iglesias y conventos y el soberbio Alcázar.
Todas estas joyas, junto con una envidiable gastronomía, consiguen que esta ciudad brille con luz propia a un altísimo nivel, reconocido sin lugar a dudas, como demuestran los numerosos actos culturales con representación internacional, llevados a cabo con una periodicidad y una frecuencia fijas, pero que ello no supone que Segovia figure en el ámbito internacional en el lugar que le corresponde y a la altura que se eleva esta joya cargada de tesoros, con el Acueducto al frente.
Sirva de introducción, homenaje y reconocimiento lo aquí expresado hasta el momento acerca de la acomodaticia situación en la que se encuentran instalados nuestros jóvenes, que evidentemente no lo tienen fácil, sin lugar a dudas, pero que precisamente por ello y por su envidiable e irrepetible condición juvenil, deberían batir las alas y abandonar el nido, dejando de lado tanto juguete mediático permanentemente ubicado entre las manos, tanta red social con tanto contenido insulso, cutre y banal y enfrentarse al mundo, comérselo literalmente.
Y así, en lugar de tanta queja, tanto tiempo encerrado en su guarida repleta de smartphones, móviles, ordenatas, consolas y una indiferencia absoluta por todo lo que ocurre a su alrededor, pese a los difíciles momentos por los que pasamos, pese a las complicadas circunstancias que se ceban en ellos de una forma especial, ese mundo tan hosco, tan adverso, tan complicado, los necesita y los espera con los brazos abiertos.
Pero para ello, para que sean escuchados y tenidos en cuenta, para que se oiga su voz, se tenga y en cuenta y se respete, han de elevarla más allá, han de publicarla a los cuatro vientos, olvidarse de las simplezas, cursilerías y vacuidades con que suelen llenar las redes sociales, medio importantísimo, clave y decisivo para gritar a los cuatro vientos su disconformidad, su negativa a seguir los dictados de quienes los agreden y limitan de formas diversas, sin poseer la más mínima autoridad moral, anulándolos e introduciéndolos en un mundo virtual repleto de instrumentos que no hacen sino alejarlos de los problemas reales, consiguiendo así silenciarlos, a ellos, que constituyen la fuerza más poderosa y vital de la sociedad en que vivimos.

viernes, 10 de agosto de 2012

CIUDADANOS DEL UNIVERSO

Nacemos en un determinado País, cuya nacionalidad adoptamos para toda la vida durante la cual rara vez se nos pasa por la mente que además de ciudadanos de la patria que nos acoge, lo somos del mundo, del planeta en el cual surgió la vida de la que formamos parte, vida que se abrió camino aquí, pero que con seguridad no es patrimonio exclusivo del planeta Tierra que habitamos sino que se encuentra repartida y dispersa por todo el universo al que pertenecemos.
Aunque a nivel individual no solemos ser conscientes de esta situación, sí lo somos a nivel global, a nivel científico, como raza humana de seres humanos que tomando conciencia de su soledad en un universo de formidables dimensiones, no se resignan a continuar aislados en este hermoso Planeta y buscan sin cesar un rastro de vida que pueda existir o haya existido en los planetas que nos rodean en los aledaños, aquí a la vuelta de la esquina en términos astronómicos, adonde nuestra incipiente tecnología nos puede permitir enviar rudimentarios artilugios no tripulados con los que tratar de averiguar si un día la vida se abrió camino en los astros más próximos que caso tocamos con las manos, lejos, muy lejos, inmensamente lejos de cantidades infinitas de mundos que viajan sin fin por un Cosmos de colosales dimensiones.
Somos hijos de las estrellas, afirmaba Carl Sagan, materia procedente de la hercúlea, poderosa y sobrecogedora energía almacenada en estos fabulosos astros que como nuestro Sol, alimenta, cuida y protege el desarrollo de la vida en el planeta Tierra.
Hace ya más de cuarenta años que el hombre pisó la Luna, pese a las reticencias que aún hoy continúan por parte de quienes piensan que todo fue una patraña, un engaño, una mentira, que nunca llegaron a nuestro satélite, que todo fue un montaje, y aunque como se presumía, no se halló resto alguno de vida, se consiguió con ello un hito histórico indudable para la raza humana.
Recientemente la nave Curiosity se posó sobre el planeta Marte, el planeta rojo, sujeto de múltiples leyendas Marcianas y objeto de numerosas misiones no tripuladas desde hace muchos años, algunas de las cuales nunca llegaron, otras lo consiguieron con más o menos y ésta última lo ha hecho con la mejor de las expectativas, lo cual puede posibilitar el darnos a conocer si hubo vida en algún momento en un planeta que ahora es un auténtico desierto que adolece de la más elementales condiciones para albergarla.
Necesitamos saber, anhelamos conocer y deseamos descubrir y a ser posible contactar con otros seres de otros mundos, sean o no inteligentes. Saber que no estamos solos, que la vida no es patrimonio exclusivo del nuestro. Este conocimiento le daría cierto sentido a nuestra existencia y aliviaría en parte la angustia vital que padecemos y que se experimenta al observar una fotografía de la Tierra en medio de la oscuridad absoluta del Cosmos y considerar la inmensa soledad en la que este solitario Planeta se halla inmerso.

miércoles, 8 de agosto de 2012

UN PAÍS DE FÁBULA

Un país, cuyo representante máximo, el presidente del gobierno, aparece – las pocas veces que lo hace – con una expresión de zozobra y desconcierto, que descoloca a los ciudadanos, pendientes de escuchar de sus labios alguna buena noticia entre tantas y tan desastrosas nuevas que nos arroja a la cara – y por supuesto al bolsillo – casi todos los días, al tiempo que en las reuniones con sus congéneres europeos, lo hace con una expresión entre sorprendido y despistado – lo mismo le ocurría al presidente anterior – que nos hace pensar, como así parece ser, que no se entera de nada, ya que es el único que no habla inglés, por lo que no quiero no pensar la opinión que le merecerá a los demás presidentes, que harán extensiva semejante ignorancia al resto de los maltratados ciudadanos de este atribulado País.
Un País que se permite el dudoso lujo de recortar en sanidad y educación, sectores clave que deberían ser intocables porque sobre ellos se asientan el bienestar y el futuro de toda una Nación que ve recortadas todas las áreas, algunas de las cuales, como fomento, supondrán el derrumbe de infinidad de infraestructuras vitales que con el paso del tiempo verán como se van deteriorando, lo cual supondrá un freno para el desarrollo de servicios tales como las comunicaciones, de interés vital para cualquier país.
Un País que permite que se desaloja de sus casas a los ciudadanos que no pueden abonar la hipoteca del piso que con enormes esfuerzos comenzaron a pagar y que después de desahuciados tendrán que seguir sufragando en un acto de una crueldad y patetismo sin parangón alguno, que recae sobre las clases más desfavorecidas, víctimas del paro y la marginación a la que está llegando una masa de ciudadanos cada vez más elevada, en medio de la desesperación y la desesperanza.
Un País que permite que los omnipresentes equipos de fútbol se permiten el lujo de mantener gigantescas deudas con Hacienda y Seguridad Social, que no cobra el IBI a la santa madre iglesia, que permite que los defraudadores abonen cantidades ridículas de cifras millonarias a cambio de disponer de una inmunidad indignante, mientras reduce prestaciones tan elementales como las que perciben los que tienen ayudas por dependencia, los parados o los pensionistas, por poner un ejemplo de los colectivos más perjudicados entre tantos como sufren las consecuencias de los recortes.
Un País que exige a sus ciudadanos sacrificios sin cuento desde hace ya demasiado tiempo, olvidando de paso a las clases más favorecidas, a las instituciones financieras a las que no deja de inyectar unas cantidades formidables de dinero público que nadie sabe dónde acabará, pero que no retorna de ninguna manera en forma de créditos a los ciudadanos y en la creación de actividad que genere empleo, sino que se permiten el lujo de especular con él en beneficio propio.
Un País que permite que los defraudadores campen a sus anchas haciendo la vista gorda y oídos sordos con tal de que abonen una insignificante cantidad de lo defraudado.
Un País que ha permitido que a lo largo de los últimos años se haya convertido en una cueva de ladrones, derrochadores y corruptos, que han dejado desoladas las arcas públicas, arcas que ahora han de llenar de nuevo lo propietarios de las mismas, es decir los sufridos trabajadores.
Un País que permite que el Patrimonio Nacional se vaya al carajo como demuestra el abandono de tantos edificios históricos en ruinas, mientras se construyen aeropuertos y obras faraónicas diversas carentes de toda utilidad, que ni siquiera se han estrenado.
Un País con una justicia de una parcialidad inadmisible con los de siempre y de una lentitud exasperante que crea una inseguridad que asusta y avergüenza por igual, al tiempo que sus componentes parecen estar más pendientes de sus tendencias ideológicas y políticas que de su importantísima y trascendental función, dedicándose a la buena vida derrochando recursos públicos como uno de sus más altos representantes ha dejado constancia recientemente.
Un País con una detestable presencia de un banal y arrabalero folclorismo, sobre todo musical, que mantiene aún cierta presencia, incluso entre un cierto sector de la juventud que escuchan los gritos desaforados de unos individuos/as que desvirtúan con sus ritmos machacones y sus cutres e insoportables letras, determinados géneros musicales que podrían considerarse serios y respetables y que los sitúan en las antípodas de la cultura y el buen gusto.
Un País que sigue hablando a gritos, anárquicos en sus costumbres, ruidoso en extremo y con una falta de educación y déficit culturas tal, que el periódico más leído es uno de los deportivos, o sea de los de fútbol hasta en la sopa y el libro más leído, inexistente, de título desconocido, sustituido por las revistas del cotilleo y los programas de televisión más barriobajeros donde campan a sus anchas los desvergonzados famosillos de turno, todo lo cual demuestra el analfabetismo cultural de una sociedad narcotizada por tanta incultura popular.
Un País que no está dispuesto a renunciar a sus juergas y a sus interminables fiestas de charanga y pandereta que adornan el territorio nacional durante una semana, incapaces de reducir ni un solo días el despilfarro que ello supone, mientras claman, y con razón, contra los recortes, el paro y las subidas continuas de impuestos que asolan sus vidas.
Un País que mantiene una falsa e hipócrita religiosidad, que saca de paseo cada año a multitud de vírgenes, cristos y santos diversos, no solamente durante la insoportable semana santa, sino durante todo el año en las interminables fiestas que adornan el territorio nacional y que no se quedan en simples hechos pintorescos o pseudo culturales, sino que sumen en la sumisión y resignación más denigrantes a múltiples capas de la sociedad española.
Un País que de una forma anacrónica y vergonzante, mantiene la mal llamada fiesta nacional hasta el extremo de que en algunas comunidades quieren que formen parte del patrimonio nacional, equiparando semejante bodrio con el museo del Prado, el Acueducto de Segovia o la catedral de Burgos, a la par que encuadran esta cruel costumbre en la categoría de arte.
Un País que mantiene una costosa monarquía, que nadie ha elegido y que para nada sirve, algunos de cuyos componentes se dedican a la buena vida, a la caza de elefantes o a la tarea del enriquecimiento rápido y de dudosa legalidad.
Un País, que, desgraciadamente desde siempre, ha despreciado y marginado la investigación científica, bajo los augurios de la desafortunada frase de que inventen ellos, y que nos ha supuesto el atraso secular que sufrimos.
Un País, en fin, que adolece de la más mínima seriedad, donde toda vale con tal de llenarse los bolsillos, donde la clase política constituye una auténtica vergüenza nacional, para quienes ser elegido supone una patente de corso para enriquecerse en lugar de una puesta a disposición de los ciudadanos que lo han elegido, a quienes se deben y a los que tienen la obligación de prestar el mejor de los servicios en beneficio de la sociedad que es quien les paga y elige.

martes, 7 de agosto de 2012

UN MINISTERIO PARA LOS AUGURES

En la antigüedad se consultaba al oráculo, al hechicero, al mago, al augur de turno o se elevaba la vista al universo, tan extasiante y misterioso como siempre y deducían en función de la posición de los astros, de las estrellas, el porvenir de los acontecimientos, la toma de importantes decisiones de gobierno o el devenir de una batalla a la hora de decidir la estrategia a seguir.
Importantes políticos y personajes históricos de todos los tiempos han confiado en signos de todo tipo que ellos interpretaban como relevantes para modificar o iniciar sus campañas guerreras, sus iniciativas políticas o la toma de decisiones que en momentos críticos pudieran beneficiarle, y así, desde Alejandro Magno hasta Hitler, pasando por Ramsés y Churchill, los políticos han recurrido a toda clase de oráculos y signos, tratando de interpretar sus manifestaciones como si los Dioses tratases de comunicarse con ellos con el objeto de guiarles por el buen camino.
Leyendo las incalificables y siempre equívocas centurias del inefable Nostradamus, muchos creyeron, o quizás más bien quisieron, ver el relato que desde el pasado se hacía de acontecimientos y hechos de lo más variopinto que se desarrollarían en el futuro y que piensan se siguen desarrollando hoy en el presente inmediato y en el futuro aún por llegar, siempre analizando los supuestos pronósticos con lo que las siempre posibles coincidencias maravillaban a los ingenuos de siempre, incapaces no obstante de interpretar a priori los versos portadores de las intrincadas, retorcidas y supuestamente misteriosas predicciones del supuesto visionario.
Pues bien, vayamos al asunto que nos ocupa y que nos atañe directamente, porque se refiere a nuestros País y porque la trascendencia, dada la relevancia que ha alcanzado, debería llamar poderosamente nuestra atención y dedicarle un mínimo de nuestro tiempo, ya que podría ser trascendental para nuestro futuro y que se refieren a unos hechos, sucedidos todos en el mismo día, que para muchos no son meras coincidencias ni simples hechos insignificantes sin relevancia alguna.
Que la bandera nacional situada en la plaza de Colón de Madrid, de colosales proporciones, se desplomara vertiginosamente descolgándose del mástil que la soportaba, que el máximo representante de la Monarquía decida una vez más tirarse en plancha a besar el suelo patrio, que la bolsa marque bajos históricos, que la prima de riesgo vuele por los aires, y que nuestras atletas olímpicos apenas cosechen un par de medallas – una catalana y otra vascas, como dicen los titulares de periódicos catalanes – al cabo de unos cuantos días de competición, se presta a interpretar que los Dioses se han aliado contra nosotros, y que nuevos desastres se ciernen sobre los sufridos ciudadanos.
Seguro que los seguidores de Nostradamus y compañía buscarán y posiblemente encontrarán los susodichos vaticinios en la forma más o menos siguiente – mirar, dirán, donde afirma que se desmoronarán y caerán los símbolos que rigen los destinos...... – pretendiendo con ello que nadie podría negar que hace quinientos años ya lo adivinaba el ilustre oráculo al que sólo puede dar crédito quien se mueva en las frágiles y mediocres aguas donde habita la insensatez, la ignorancia y la incultura más injustificable.
Es por ello que definitivamente debemos desterrar toda posibilidad de darle el menor de los créditos a los agoreros de siempre. Son hechos que no vaticinan nada que pueda empeorar una situación que no necesita de signo alguno para continuar su imparable estado de deterioro.
Solamente me preocupa la coincidencia en el tiempo, la simultaneidad y la testarudez en la repetición de algunos de los acontecimientos aquí narrados, que me hacen pensar que este Gobierno, al que cada vez le salen más canas y adopta una posición más perpleja, incrédula y de una suma actitud de indecisión y duda, en cualquier momento nos sorprenda con la creación de una dirección general de augurios en todos y cada uno de los ministerios.
Podrán adelantarse así a los acontecimientos cuyo devenir podrán conocer con antelación, adelantándose a ellos para de esta manera evitar que Su Majestad se la pegue al primer escalón que acometa, que las banderas ondeen por los suelos, que la famosa prima de riesgo se quede en Alemania con la Merkel, que la bolsa se transforme en una gran saca donde nadie meta la mano con oscuras y perversas intenciones y, finalmente, que a los juegos olímpicos vayan quienes de verdad lo merezcan.

VOLVER A EMPEZAR

Me asalta la duda razonable de si son tres, cuatro o más años, los que llevo pasando un par de semanas en el mismo rincón Levantino, en paralelo con la ya veterana crisis, tratando de analizar la situación actual y compararla con los años anteriores. Nada parece haber cambiado aquí, donde la impresión es de que nos encontramos las mismas personas en los mismos lugares a las mismas horas.
No cabe duda de que la situación económica se ha deteriorado un año más, lo cual puede parecer inverosímil dado el tiempo que ha pasado desde que comenzó el hundimiento imparable de las estructuras económicas de un País al borde colapso, del desastre, no sólo de la economía, sino de las estructuras sociales, de las infraestructuras a todos los niveles y de lo que es peor, de la capacidad de una sociedad maltratada, para soportar tanto sufrimiento.
Paseando por los habituales lugares donde todos coincidimos más o menos a las mismas horas, da la impresión de que los afortunados veraneantes caminamos con la cabeza un poco más baja que el año anterior, más abstraídos en nuestras cuitas internas, más absortos en las permanentes zozobras que se van acumulando y que nos golpean sin descanso, sin un ápice de consideración, sin compasión, sin un mínimo atisbo de piedad humana.
La más férrea, injusta e insoportable crueldad se ceba como siempre con los más débiles y desheredados de una forma tal que mueve a la compasión a los que aún pueden sentirse afortunados por conservar su trabajo, su casa, su dignidad permanentemente ultrajada.
La tragedia del paro, de la marginación social y el trastorno anímico que ello supone, del abandono institucional, de los incalificables y dolorosos desahucios, machacan diariamente a multitud de ciudadanos que simultáneamente escuchan y contemplan en los medios de comunicación, las nuevas corruptelas, los derroches, los supersueldos y las macro jubilaciones de los jerifaltes de siempre, los fraudes y los defraudadores que se ven premiados en forma de exención de responsabilidad ante la cual el Estado cierra los ojos, a cambio de que abonen un porcentaje ridículo de cuanto han escondido, robado y defraudado a la hacienda pública.
Un año más, en definitiva, resbalando por un precipicio al que no se le ve fondo alguno ni final a un sufrimiento inacabable ni salida al oscuro túnel hasta el que nos condujeron entre unos y otros y del que no parece tengan ni capacidad ni ganas ni intención de llevarnos hasta el otro extremo para ver la luz que nos señale un final que por ahora se no antoja inexistente.
Miedo me da el pensar que el próximo año, el quinto o el sexto, ya perdí la cuenta, si es que puedo volver, me vea obligado a relatar unos hechos que para entonces, desgraciadamente se habrán agravado aún más. Sólo nos queda la esperanza, la confianza y la remota ilusión de que algo habrá cambiado para entonces. Confiemos en ello, pero mientras tanto hay que vivir y ésta es una labor que cada día se torna más difícil y complicada. Ánimo.