martes, 28 de diciembre de 2010

NO ESTAMOS SOLOS

A la eterna y nunca respondida cuestión múltiple de quienes somos, de dónde venimos y adónde vamos, a estas alturas del conocimiento humano, deberíamos añadir un nuevo elemento para completar dicha pregunta: con quién estamos. Y es que si abrimos un poco el plano de nuestra mente, aunque sólo sea mínimamente, deberíamos concluir que habitamos un planeta que no está aislado, que forma parte de un todo, de un universo inmenso, infinito quizás, pero al que necesariamente pertenecemos.
Nuestras limitaciones humanas son tan grandes que rechazamos cualquier idea o pensamiento tendente a identificarnos como habitantes del universo. Nuestra tecnología, que tanta soberbia despierta en nosotros, no está ni remotamente preparada para intentar navegar por el cosmos en busca de vida inteligente, que sin lugar a dudas existe ahí afuera y que se desarrolla paralela a la nuestra con grados de civilización sin duda dispares en el sentido de estar más o menos adelantadas con respecto a nosotros.
Pobres humanos, que en cinco milenios de existencia, no hemos logrado desterrar la violencia siempre presente a lo largo de una historia plagada de desigualdades y atropellos de toda índole que han ocasionado que media humanidad sufra lo indecible a causa de la otra mitad que vive en la opulencia si la comparamos con el resto, pero donde igualmente el hombre sigue siendo depredador de sí mismo en la lucha por sobrevivir.
Resulta extremadamente inquietante, para quién de vez en cuando deje volar su imaginación basada siempre en el conocimiento científico que hoy poseemos y vagar por esos mundos desconocidos de cuya existencia cada vez más segura está la ciencia y los científicos, cuya mayoría, en progresión constante, afirma que un veinticinco por ciento de las estrellas del universo poseen planetas con condiciones similares a las de nuestro planeta Tierra, que por lo tanto podrían albergar vida.
Si consideramos que nuestra galaxia, la Vía Láctea, a la que pertenece nuestro pequeño sistema solar, está integrada por cien mil millones estrellas y que dicha galaxia es una de las miles de miles de millones que el universo posee, la conclusión es que la posibilidad de que exista vida es adquiere una consistencia absoluta y que dicha vida sea inteligente, supone una posibilidad enorme habida cuenta de la infinita cantidad de planetas que podrían alojarla.
Ingenuos nosotros los humanos, hemos enviado alguna pequeña nave a deambular por el universo en busca de alguien que pueda recogerla y entender los mensajes que contiene sobre la vida en nuestro planeta, tratando de darles a conocer nuestra civilización a todos los niveles. Esperemos que sólo hablen de lo positivo, de la capacidad del hombre para crear, para amar, para mostrar su cara amable y no la terrible y espantosa capacidad que posee para destruir, y sembrar el horror y la violencia como viene haciendo a lo largo de los milenios de su existencia en un planeta que hace tiempo que empezó a dar signos de cansancio ante tanta agresión y desamparo a la que la sometemos cada día.
Estamos condenados a vivir en un planeta que maltratamos sin compasión, sin posibilidad alguna de abandonarlo emigrando a otros planetas, como ingenuamente aventuran quienes ignoran y desprecian la maravillosa e inmensa majestuosidad del universo y nuestra absoluta incapacidad técnica para semejante desafío. En cien años de desarrollo industrial lo hemos dejado irreconocible. La contaminación, destrucción y acoso permanente al medio físico y la barbarie e injusticia social, nos auguran un futuro incierto.
Posiblemente nunca entremos en contacto con nuestros desconocidos compañeros de viaje espacial que, en todo caso, estaría a cargo de ellos, dada nuestra ridícula capacidad tecnológica para semejante intento. Quizás para entonces ya nos hayamos extinguido. Pero de lo que no me cabe duda alguna es que si efectivamente llegaran a visitarnos, antes de encontrar en contacto, tratarían de conocernos, de saber quiénes somos.
Seguramente no tardarían en descubrirnos y en cambiar el rumbo en busca de otros mundos.

miércoles, 22 de diciembre de 2010

EL SUEÑO DE LA LIBERTAD

En pocos días hemos podido comprobar cómo la libertad de diversos intelectuales de lugares tan dispares del mundo como China, Cuba e Irán, ha sido ultrajada, vilipendiada y maltratada ante los atónitos ojos de los ciudadanos libres del resto del mundo que contemplan estos hechos con estupor e incredulidad no exenta de ingenuidad, al pensar que estos hechos ya no formaban parte del siglo veintiuno, sino más bien de un pasado que creíamos olvidado por obsoleto, anacrónico y simple y llanamente injusto.
Y digo bien cuando hablo de ingenuidad pensando en los que se llevan las manos a la cabeza asombrándose ante la contemplación de estos hechos – más bien de estas fechorías – llevadas a cabo por los regímenes dictatoriales de esos tres países que cito y que no son los únicos, ya que podrían incluirse algunos más. Nos centraremos en los citados, y en los tres personajes afectados, cada uno de un país diferente y que son conocidos y reconocidos a nivel mundial: Liu Xiaobo de China, Yoani Sánchez de Cuba y Jafar Panahi de Irán.
El más conocido quizás, Liu Xiaobo, recientemente designado premio Nobel de la Paz, disidente Chino, condenado a once años de cárcel y firmante de un manifiesto en el que se piden reformas democráticas, ha visto cómo se le prohibía salir de su país – tampoco se lo han permitido a su esposa - con el objeto de recoger dicho premio en un gesto más de férrea dictadura comunista China, de la mano de hierro con la que gobiernan una nación, cuyos ciudadanos nunca han tenido la oportunidad de elegir a quienes han de ostentar las tareas de gobierno. Como en todas las dictaduras, se erigen en salvadores de la patria.
El caso de Yoani Sánchez, es aún más sangrante si cabe. La escritora y disidente cubana, ha visto en estos últimos años, en los que le han concedido múltiples premios internacionales, como el corralito cubano de los Castro y compañía le ha prohibido una y otra vez la salida del país para recoger dichos premios. El último, en Holanda, el premio Príncipe Claus para la cultura y el desarrollo.
Exactamente en dieciséis ocasiones le han impedido abandonar el país, su país, conculcando uno de los derechos más elementales como es el de la libertad de viajar, de residir y de trasladarse a cualquier parte del mundo. Este derecho como todos los demás derechos humanos, están pisoteados en una Cuba sumida en la miseria, hasta el punto de tener que reconoce públicamente que van al desastre si no hay cambios, según palabras textuales del dictador de turno Raúl Castro, aunque eso sí, sin abandonar los principios comunistas que los han llevado a esta situación y sin permitir que los ciudadanos elijan a sus gobernantes. Hasta ahí podríamos llegar.
Y por último, el caso del director de cine Iraní, Jafar Panahi, premio León de Oro en el festival de Internacional de cine de Venecia y premio Oso de Oro en el festival Internacional de cine de Berlín, entre otros, que ha sido condenado a seis años de prisión, y a una inhabilitación de veinte años, durante los cuales no podrá llevar a cabo ninguna realización creativa. Sencillamente pavoroso, esperpéntico y denigrante. Este país sufre las consecuencias de un gobierno teocrático y de un fanatismo religioso tal, que causa indignación e incredulidad al considerar que estos hechos tienen lugar en el siglo veintiuno.
Son sólo tres ejemplos de los incontables atentados contra la libertad que miles de seres humanos sufren en este planeta cada día. Inconfesables intereses de todo tipo llevan a los gobernantes de las democracias occidentales a no actuar. Sólo nos queda la denuncia permanente, constante e irrenunciable. Los modernos medios tecnológicos ponen a nuestro alcance los medios necesarios para ello, los cuales intentan torpedear, bloquear y anular los países causantes de tantos destrozos contra los derechos humanos. La libertad nunca puede reducirse a un sueño. Es un derecho irrenunciable.

miércoles, 15 de diciembre de 2010

EL PERVERSO HÁBITO DE LA LECTURA

Afirma el escritor Peruano Vargas Llosa en su discurso de aceptación del Premio Nobel de literatura, que el hecho de aprender a leer, ha sido sin lugar a dudas, lo más importante que le ha sucedido en la vida. Con cinco años de edad aprendió a traducir las palabras de los libros en imágenes, en Cochabamba, Bolivia, donde el hermano Justiniano fue el encargado de descubrirle un mundo nuevo del que ya no se desprendería jamás y en el que se ha desenvuelto desde entonces con la soltura, la ilusión y la alegría de quién vive permanentemente instalado en un mundo mágico, mezcla de realidad, ficción y fantasía.
Y ahí sigue, con el mismo entusiasmo de sus primeros años, legándonos desde entonces su obra, como la de tantos escribidores que diría él, desde los primeros textos Sumerios, que se remontan a dos mil años antes de Cristo, pasando por los poemas épicos de la literatura India hasta llegar a la Ilíada y la Odisea de Homero, que marcan los comienzos de la Antigüedad Clásica, para llegar a la primera mitad del siglo XV, cuando la invención de la imprenta supuso un formidable paso de gigante al pasar a papel impreso los textos manuscritos y de tradición oral que hasta entonces y casi en exclusiva, los monjes en sus monasterios habían conseguido copiar.
Y hasta ahora, cuando la tecnología del siglo XXI, ha puesto a nuestra disposición los libros digitales electrónicos, que suponen un paso de gigante en la difusión de la lectura y que sin embargo tantos detractores encuentra a su paso. No entienden, dicen quienes así piensan, que pueda disfrutarse la lectura cuando se lleve a cabo en un artefacto frío, estático, donde no pueda apreciarse ni su olor, ni su calor ni su tacto singular cuando de pasar las hojas se trata, de abrirlo, cerrarlo, tocarlo con las manos, sentir que tiene vida propia, que los personajes, las situaciones y los hechos van a desbordar el papel y van a salir a la luz tomando vida propia.
No podemos descartar en absoluto esta moderna tecnología, que nos brinda un mundo de comodidades que debieran facilitan el placer de la lectura. Posiblemente estas personas lo descartan a priori, sin haberse tomado la molestia de tomar uno entre sus manos, de pasar las páginas con un simple gesto de la mano, de volver atrás, adelante, de cambiar el tamaño del texto, el tipo de los caracteres, de ajustarlo, en fin a su capricho y, sobre todo, de disponer en un espacio equivalente al de un libro clásico, miles de títulos, de cientos de autores; en suma, una pequeña gran biblioteca en un solo tomo.
Pero por encima de todas estas consideraciones, están todas aquellas que predisponen al lector a disfrutar de la magia de traducir las palabras en imágenes, de introducirnos en mundos irreales, fantásticos, imaginarios o de potenciar nuestros conocimientos, nuestro afán de saber, de conocer, de perfeccionar lo que ya sabemos y de introducirnos en mundos nuevos, apasionantes, que la lectura nos descubre para deleite, disfrute y satisfacción del saber y conocer de quienes se acercan a ellos, los abren, los leen y los cierran cada día, marcando la página donde quedaron, con la ilusión puesta en su continuación que ya se demora demasiado.
No es éste un País donde se lea mucho, es más, se lee poco. Un botón de muestra, nos lo da el hecho de que el periódico más leído, por encima de los grandes diarios de información general, es un conocido periódico deportivo. Un poco triste este panorama, que se agrava cuando comprobamos que las jóvenes generaciones apenas leen, que se encierran en su mundo tecnológico, permanentemente comunicados mediante los móviles y las numerosas Redes Sociales, que por cierto, son un vehículo fantástico para compartir, comentar y divulgar la lectura.
Pero no lo utilizan para estos fines, sino, en general, para otros temas intrascendentes, que en nada fomentan el hábito de la lectura, perdiendo con ello no sólo el disfrute que conlleva, sino la divulgación del conocimiento que supone leer un libro, así como la adquisición de una cultura de la que carecen la mayoría y que nos sitúa, según las últimas estadísticas de la Comunidad Europea, a niveles que inducen al sonrojo al conocerlas.
Navegando en esa maravillosa herramienta que es Internet, encuentro con sorpresa y alegría mal disimulada, que siguen editando Selecciones del Reader´s Digest. No recuerdo cómo ni donde los conseguía, pero sí que desde muy pequeño, tendría diez años, leía con fruición esta publicación todos los meses. Quizás algunos la recuerdan. Contenía numerosos relatos de todo tipo que no eran sino extractos de artículos literarios, científicos y divulgativos en general, publicados en revistas y periódicos de todo el mundo.
Para mí, supuso la iniciación a la lectura, hábito perverso como pocos, porque te absorbe, te esclaviza y te ata de tal forma, que de sus garras no puedes escapar. La lectura nos hace libres, cultos e informados y tiene la virtud de cambiar nuestro mundo y de confundir realidad con fantasía, a imagen y semejanza del inefable Alonso Quijano trocado en Don Quijote de la Mancha.

miércoles, 24 de noviembre de 2010

LA SOLEDAD EN INVIERNO

Con la hermosa, imponente y nevada vista de Somosierra en la lejanía, casi rozándola con la mano, se alza mi pequeño pueblo centenario, adonde regreso de vez en cuando para echarle un vistazo a la casa que edificaron mis padres hace ya más de cincuenta años y que hoy se erige solitaria en invierno, como tantas otras, cuando sólo el intenso frío y las copiosas nevadas recorren sus ausentes calles, desangeladas, tristes y heladas pero que conservan su encanto rural, tranquilo, silencioso y que desatan en mí los recuerdos de los años de la infancia, del lugar donde nací y viví los primeros y más felices años de mi existencia.
Recorrer sus calles y callejuelas constituye un auténtico deleite para la vista y el espíritu siempre añorante. La memoria se desborda en recuerdos constantes de los lugares, los múltiples rincones, los espacios que me evocan tantas situaciones vividas, las casas de tanta gente que ya no está, que se han ido para siempre como mis queridos padres y tantos y tanta buena gente que recuerdo fielmente aún y que con profunda tristeza sé que jamás volveré a ver.
Paseo y me detengo en cada casa, en cada puerta que se hallan cerradas a cal y canto y atravieso sus gruesas y viejas paredes de piedra blanca y recorro sus estancias hoy lóbregas, frías y solitarias. Las recuerdo pese a los años transcurridos, por haberlas visto muchas veces en mi infancia. La casa de la Tía Julia y el tío Eufemio – utilizábamos ese tratamiento para todos los vecinos – a los que recuerdo siempre sonrientes, ella bajita, con el sempiterno vestido negro y pañuelo a la cabeza, él alto y desgarbado con un eterno sonreír. Siempre los saludaba, siempre entraba en su casa
De una sola planta, bajita, de gruesas paredes y pequeñas ventanas, con una pequeña entrada a modo de distribuidor. A la derecha la cocina, casi la habitación más grande de la casa, como en todas las casas antiguas, donde se pasaba la mayor parte del tiempo, sobre todo en invierno, con la lumbre baja que presidía la estancia. Un enorme arcón de madera donde se guardaban las hogazas de pan, una mesa con sus sillas y un armario. Al fondo la puerta de la escalera que llevaba a la cámbara o desván, a la izquierda la puerta del corral y a su derecha un saloncito y las alcobas. No se me olvidará jamás, como la casa de tantas otras gentes.
Mis recuerdos se detienen cuando paso por delante de una casa, que aún hoy sigue en ruinas, y que constituía para mí una obsesión invencible. Me paralizaba el miedo transitar por allí camino de la mía. Mi abuelo Pablo, me llevaba siempre. Me cogía de la mano y me iba hablando por el camino para darme ánimos. Tardé en superar aquellos miedos. No sé qué podía imaginar, qué pasaba por mi mente infantil, que fantasmas inventé que pudieran habitarla. Hoy sigo posando mi mirada en ella cuando a su lado paso y sonrío con nostalgia.
Siendo ya maestro de escuela, con poco más de veinte años me destinaron a mi querido pueblo, Duruelo – de Segovia, no de Soria, donde existe uno con el mismo nombre - Qué deliciosa ironía, volver a mi pueblo, a la misma escuelita, pero esta vez no de alumno sino de Maestro. Tenía ocho o diez niños con los que, en invierno nos sentábamos alrededor de la estufa y allí les daba las lecciones. Imborrables y hermosos recuerdos que me acompañarán siempre.
Mis padres ya no vivían allí, por lo que me alojé en casa de unos tíos míos, Fabiana y Virgilio a quienes recuerdo con verdadero cariño cuando paso por su casa, muy cerca de la mía. La tía Fabiana, delgada, nerviosa, siempre corriendo, el tío Virgilio, simpático, inteligente, irónico y mordaz, con una tremenda capacidad para recordar hechos y lugares de la historia de España, que me dejaban asombrado.
Nos sentábamos los dos en la llamada Casa de los Pobres. Era y es, una pequeña estancia con un horno de leña, donde antaño cocían el pan y hasta no hace mucho asaban el cordero asado en las fiestas del pueblo. Al amor de la lumbre baja nos sentábamos mi tío y yo. Liaba él su cigarro de Caldo y yo mi Ducados y nos tirábamos horas de charla atizando la lumbre de vez en cuando. Con él, aprendí más historia de España que en toda mi carrera de estudiante.
Tenía un gran poder de seducción. Cuando su padre y el mío, el tío Marcelo, Secretario de Ayuntamiento como aún reza una tarjetita metálica a la entrada de la casa, la distracción estaba asegurada. Así sucedía en las matanzas cuando nos reuníamos todos y empezaban los dos a contar historias de sus tiempos mozos. Unas eran ciertas, otras inventadas, pero todas nos hacían reír sin parar durante horas.
Es la hora de volver a la tumultuosa y ruidosa ciudad. La nostalgia me abruma. Visito antes el cementerio, pequeñito, adosado a la iglesia donde reposan mis queridísimos padres cuya ausencia tanto lamento. El tío Marcelo y la Tía María. Es de bien nacidos ser agradecidos me decía mi madre, la persona más buena del mundo y la madre más querida. Les doy un beso y me despido una vez más de ellos. Me consuela saber que los tengo cerca, en su querido pueblo, adonde pronto regresaré. Allí siempre me siento un poco más niño, aquel que nunca desearía haber dejado atrás.

jueves, 18 de noviembre de 2010

LA MISERIA, PATRIMONIO DE LA HUMANIDAD

En un mundo tan necesitado de de padrinos que brinden su ayuda a tanta desolación, tanta miseria y tanta desesperación, donde unos cuanto miles poseen y acaparan un patrimonio equivalente al de millones de seres humanos que sufren del abandono y la marginación al que les sometemos el resto de los seres que habitamos este patético planeta, leo con una mezcla de asombro e incredulidad, cómo se declara a bombo y platillo que los Castells catalanes, el Flamenco andaluz, el canto mallorquín de la Sibila y la Dieta Mediterránea, son declarados Patrimonio de la Humanidad.
Este hecho, supone que las citadas expresiones culturales, que supongo que así se las podrá denominar, gozan a partir de ahora de la protección a todos los niveles, de los privilegios oportunos y de todo tipo de ventajas y ayudas que semejante título les reporta por parte de la UNESCO y demás instituciones internacionales que son las encargadas de otorgar estas distinciones tan prestigiosas siempre, tan caprichosas unas veces y tan sorprendentes otras.
Quién no conoce una hermosa ermita centenaria a punto de derruirse, un delicioso palacete con siglos de historia en sus muros, una naturaleza que está pidiendo a gritos su protección antes de que sea devastada, y tantos ejemplos que podríamos citar de bienes tanto materiales como inmateriales que deberían ser declarados Patrimonio de la Humanidad, según los cánones y las reglas establecidas actuales y que sin embargo no gozan de esa protección.
Cualquiera de éstas últimas poseen más méritos que cualquiera de las cuatro que nos ocupan, pero aún así, los organismos internacionales deberían ocuparse y estar más pendientes del dolor y el sufrimiento que padece medio mundo y deberían, volviendo los ojos hacia ellos, declararlos Patrimonio Perpetuo y Preferente de la Humanidad, dedicándolos todos los esfuerzos, privilegios y consideraciones de las que no disponen.
Cito a continuación algunos de los criterios que se aplican para declarar un bien material ó inmaterial como Patrimonio de la Humanidad. Son sólo algunos y ninguno de ellos recoge el lado opuesto, donde el sufrimiento, el dolor, el hambre, la opresión, la sumisión y la humillación humanas se hallan presentes cada día.
• Representar una obra maestra del genio creativo humano.

• Aportar un testimonio excepcional de una tradición cultural o de una civilización existente o ya desaparecida.

• Contener fenómenos naturales superlativos o áreas de excepcional belleza natural e importancia estética.

• Ser uno de los ejemplos representativos de importantes etapas de la historia del planeta Tierra.

• Testimoniar un importante intercambio de valores humanos a lo largo de un período de tiempo o dentro de un área cultural del mundo.
Las miserias humanas son Patrimonio de la Humanidad desde siempre. Sin embargo, ateniéndonos a los criterios arriba expuestos, nunca podrán acogerse a los privilegios correspondientes ya que: No representan una obra creativa, sino más bien destructiva acorde con la maldad humana. No contiene ningún valor de excepcional belleza natural o estética. No suponen un ejemplo representativo de una importante etapa de la Tierra. No Testimonian intercambio alguno de ningún valor humano.
Por lo tanto, la miseria humana, no posee valor alguno digno de mención. No puede por lo tanto declararse Patrimonio de la Humanidad y sí, por ejemplo, la Dieta Mediterránea. Qué ironía, en lugar de tanta preocupación por protegerla para nuestro disfrute, podríamos primero distribuirla entre tantos hambrientos que la necesitan y que no preguntarían, ni falta que les hace, si está declarada o no como Patrimonio de la Humanidad.

lunes, 15 de noviembre de 2010

POR LOS CERROS DE ÚBEDA Y BAEZA

Entre un mar de olivos dispuestos sobre cerros ondulantes que lo llenan todo, que lo cubren hasta donde la vista alcanza, donde el horizonte se encuentra con la Sierra de Cazorla, se alzan dos joyas del Renacimiento. Baeza, chiquita como un dedal, que dijera D. Antonio Machado que allá estuvo y que conserva su aula donde impartió Francés, tal como la encontró él, hace cien años. Y Úbeda, la Salamanca de Andalucía, más grande y más extensa que Baeza, las dos hermosas, cálidas y acogedoras plenas de arte e historia.
Asentadas sobre sendos cerros, rodeadas, sitiadas y protegidas por un ejército de centenarios olivos, se erigen majestuosas a la par que sencillas, escondiendo en su centro toda la belleza y la hermosura de un casco histórico que nos traslada al siglo XVI, en una demostración de continua exhibición de arte y encanto que sobrecoge al viajero mientras recorre sus preciosas y cuidadas callejuelas que nos obligan a detenernos a cada paso que damos.
El Renacentismo brilla por doquier, con frecuentes apuntes del Románico, Gótico, Plateresco, Barroco y Neoclásico, que abruman al neófito y maravillan al docto en Arte. No hay apenas pausa ni descanso posible. Catedral, Iglesias, conventos, Palacios, casas señoriales, arcos, fuentes, plazas, murallas árabes, todo se sucede vertiginosamente y todo hay que verlo, saborearlo, deleitarse con su visión, con todos los sentidos, con toda el alma.
Son dos preciosas islas en medio de una Andalucía a veces incomprendida, pero que atesora tanta historia, tanta belleza, tanto amor por el arte. Y así, el viajero puede llegar a perder la noción del tiempo y se detiene alguna vez a pensar dónde se encuentra, cómo ha llegado hasta ese oasis de esplendor rodeado de olivos.
Ambas ciudades, son Patrimonio de la Humanidad por méritos propios. Baeza, pequeña, e inmensamente acogedora, ordenada alrededor de la Plaza de España, porticada, luminosa, amplia, en torno a la cual se orquesta el casco histórico, presidido por su catedral, erigida sobre una antigua mezquita, con trazos románicos, góticos y profundos aires renacentistas.
Apenas nos giremos, y a pocos metros de allí, nos veremos inmersos en un mar de belleza, presidido por el Palacio de Jabalquinto, regalo de su propietario a su amada, con una increíblemente hermosa fachada, maravilla del Gótico Isabelino, que alberga un patio renacentista, luminoso, de proporciones perfectas alrededor del cual brilla con esplendor un espléndido claustro que conforma un conjunto de espléndido y radiante encanto.
Muy cerca se halla la antigua Universidad, donde ya en el siglo XVI se estudiaban humanidades. El patio de planta cuadrada está rodeado del claustro, a través del cual se accede a diversas salas, de las cuales el viajero debe visitar sin demora alguna dos de ellas: el aula donde Machado impartió gramática francesa desde 1912 hasta 1919 y el bellísimo Paraninfo maravillosamente conservado.
La emoción nos embarga cuando entramos en el aula donde D. Antonio impartió francés a los discípulos que tuvieron el honor de escucharle. Pequeñita, acogedora, preciosa en todos sus detalles, está presidida por la mesa que el viajero no puede evitar tocar con sus manos, como si con ello hubiera rozado las del Poeta. Dos filas de pupitres, donde parece que aún los alumnos escuchan con emocionado respeto al admirado profesor, parecen, como la mesa del Maestro, conservados como hace cien años. Diversos documentos de la época, recogen datos de entonces, como por ejemplo, la hoja de servicios del ilustre Profesor.
El Ayuntamiento, con una primorosa fachada, obra de arte del Plateresco, el Palacio del los Salcedo, la Plaza del Pópulo, la iglesia del Salvador, el convento de la Encarnación, la Puerta de Úbeda, el antiguo hospital de la Concepción, y tantos y tantos monumentos más que podríamos citar y que no cabrían en estas limitadas líneas.
Se desplaza el viajero a Úbeda, visible desde Baeza y es que ambas se miran y se contemplan erguidas en su cerro de olivares, escondiendo a simple vista y desde la lejanía los tesoros que esconden en su interior. La capilla del Salvador, obra, de Andrés de Vandelvira, autor de gran parte de los tesoros arquitectónicos de estas dos ciudades, impresiona por la belleza de su fachada principal. En su interior, un espléndido retablo, obra de Alonso de Berruguete y una impresionante reja de hierro forjado del siglo XVI, que separa el altar mayor de la nave principal de la iglesia.
La plaza donde se encuentra esta hermosa capilla, es una de las más impresionantes que puedan verse en este País. A Su lado, el parador, antiguo palacio renacentista de fachada e interior primorosos que deslumbran al viajero. Frente al parador, el palacio de las Cadenas con la estatua de Andrés de Vandelvira y a su lado, la Iglesia de Santa María de los Reales Alcázares y el Hospital de los Honrados Viejos del Salvador. Todo en esta plaza, denominada Vázquez de Molina, que deja al viajero exhausto de admiración.
Pero Úbeda es más, mucho más. Hay que recorrer sus numerosas calles y callejuelas, donde se alternan casas modernas con palacios, palacetes, iglesias, conventos y más mucho más: el hospital de Santiago, la iglesia de San Pablo, el antiguo Ayuntamiento, la Sinagoga del Agua, la Casa de las Torres, el palacio de Vela de los Cobos, y tantos otros, que invitan al viajero a prolongar su estancia para poder verlo todo, para no perderse nada, lo cual es tarea harto ardua, pero que merece la pena ya que se considerará un tiempo invertido en la continua contemplación de la belleza.
Abandonamos Úbeda y Baeza con la sensación de habernos trasladado al siglo XVI, que tantas maravillas legó a la humanidad. Agradecidos a estas dos ciudades y a la sin par Andalucía que las acoge, retornamos a nuestro lugar de origen. El viajero, recorre el camino de vuelta a través de los mismos cerros de olivos que contempló al llegar, embriagándose con la inconfundible fragancia que despiden las numerosas almazaras que salpican el camino. Volveremos, se compromete el viajero, a disfrutar de la magia y el encanto que desprenden estas dos hermosas ciudades.

jueves, 11 de noviembre de 2010

MI FERRARI EN EL GARAJE

No lo puedo evitar. Confieso que vivo gran parte del año pendiente de las carreras de F1, que despiertan en mí una pasión desenfrenada, nunca mejor dicho, y más este año, que Alonso se juega el campeonato del mundo, su tercera corona, en la última carrera, donde yo, como tantos miles de aficionados como en este País existen – me refiero también a las motos – estaremos pendientes frente al televisor, con los nervios a flor de piel esperando disfrutar del gran premio, y cómo no, de la victoria de nuestro piloto más representativo.
La velocidad es una auténtica droga que colma de satisfacción a quienes tienen la suerte de poder vivirla en un circuito o allí donde se puedan exceder los límites de velocidad tan restrictivos como tenemos aquí. Confieso que he gozado enormemente cuando en tiempos pasados no existían estos límites y/o los radares eran ciencia ficción, volando bajo a una inconfesable velocidad que comparada con la que ahora me muevo, me hacen experimentar un sentimiento de nostalgia irreprimible.
Y es que los límites actuales, en determinados tramos de las modernas autopistas y autovías que afortunadamente tenemos, están obsoletos y así lo demuestran muchos estudios llevados a cabo por especialistas del motor, que han concluido que en esas autovías, circular a los límites actuales es absurdo, ya que la seguridad en absoluto está comprometida y demostrado está que es en las carreteras de segundo orden donde tienen lugar la mayoría de los accidentes, y es ahí, donde cobran todo su sentido los límites actuales de velocidad, al tiempo que deberían mejorarse tantos y tantos puntos negros donde reiteradamente tienen lugar numerosos percances que podrían evitarse.
Pero circular a ciento veinte km/hora, en autopistas de primer orden, con un trazado perfecto de grandes rectas y curvas de amplísimo ángulo, es, como mínimo, ridículo, y más si tenemos en cuenta los sistemas de seguridad cada vez más numerosos y efectivos con que los automóviles modernos vienen dotados.
El anacronismo y la incoherencia entre los modernos automóviles, con potencias cada vez más elevadas, así como la velocidad que pueden alcanzar por pequeños que sean, con los límites actuales de velocidad en nuestras carreteras, es de un despropósito tal, que debería obligarnos, como mínimo, a reflexionar sobre el asunto.
Claro está que la voracidad recaudadora de Tráfico es cada vez mayor, por lo que la situación actual favorece unos enormes ingresos por parte de este organismo estatal, que, ahora sobre todo, le viene que ni pintado para sanear las arcas, que tan vacías están, según nos dicen, y que los radares que aparecen por doquier se encargan de llenar.
Puede deducirse al leer estas líneas, que, de una forma ligera e irresponsable, pretendo favorecer un incremento, por las buenas y sin más, de la velocidad en el tráfico en general. No es cierto. Si nos informamos detenidamente de los accidentes que tienen lugar en nuestro País, concluiremos, reiterando lo ya expuesto, que la mayoría de ellos no tienen lugar en las modernas autovías y autopistas, sino en carreteras nacionales, comarcales y locales, donde sí cobran sentido los topes actuales establecidos.
En Alemania, existen numerosas autopistas sin límite alguno de velocidad. Pues bien, el porcentaje de accidentes en ellas es mínimo y en este País, tenemos ya autopistas que pueden competir con aquellas. Recuerdo un viaje hace años a Astorga, desde Madrid, para ver la exposición de Las Edades del Hombre que entonces se celebraban allí.
Este viaje supuso la última ocasión de disfrutar de verdad de la velocidad – que no voy a citar aquí, porque las garras de Tráfico son muy largas - en un buen coche, a las siete de la mañana, sin tráfico apenas –por supuesto sin radares - y por una autopista hoy en día superada ya por las actuales de concepción más modernas. Fue un viaje perfecto, de pleno disfrute y sin percepción alguna de peligro ni para mí ni para los vehículos que apenas circulaban por la autopista.
Ahora, circulo a ciento veinte en un coche que casi puede doblar esa velocidad, mientras recuerdo con nostalgia aquellos tiempos. Me queda al menos la visión de Alonso, Valentino, Lorenzo, Pedrosa y compañía que cada quince días – pena que ya se acaba – nos deleitan con sus embriagadoras exhibiciones.
Al paso que vamos, cualquier día los pilotos se van a encontrar con radares en los circuitos. No me negarán que tendría su gracia.

viernes, 5 de noviembre de 2010

HERMANA JARA

Cuando nació, en un pueblecito de la llanura manchega, su padre exclamó con sorpresa, ¡válgame dios, si parece una jara! Y lo hizo al contemplar el puro y delicado color rubio del pelo que ya cubría su diminuta cabecita, a imagen y semejanza de la planta del mismo nombre que cubre los campos y las llanuras de la sin par y hermosa tierra de la Mancha, la misma que Don Quijote y Sancho continuarán recorriendo hasta el final de los tiempos.
Y con el nombre de Jara se quedó, la Hermana Jara, la Tía jara, la Jara, una mujer con carácter, que lo daba todo, buena, impetuosa y trabajadora de la tierra que la vio nacer junto a las viñas y los olivos que rodean las blancas y enjalbegadas casas que bordean las calles siempre inmaculadas, limpias y frescas de Arenas, Arenas de San Juan, donde ahora, si continuara entre nosotros, sería casi centenaria, como los olivos que salpican el paisaje manchego.
Tuvo La Tía Jara doce hijos, de los cuales sobrevivieron ocho. No todos nacieron en su humilde y acogedora casa, sino que La Hermana Jara decidió que algunos vinieran al mundo en la viña, apegados a la tierra, y así, a la sombra de las vides, generosas como ella, vieron por primera vez la nítida, clara, cristalina e intensa luz que baña los campos manchegos.
En época de vendimia se llevaba los pequeños a las viñas y lo hacía de una forma muy peculiar a la vez que práctica: en las aguaderas, a lomos de borrico, la mitad en un lado, la mitad en el otro y así llegaban a los campos de vides, donde los depositaba a la fresca hasta que la dura jornada terminaba, ya con el sol puesto.
De vuelta, de nuevo a lomos de Rucio, cual rocín de Sancho Panza que anduviera en tiempos por estos campos, retornaban al pueblo donde le esperaba faena en la cocina preparando las gachas, el zarangullo, o cualesquier otra sencilla cena destinada a alimentar a su numerosa prole, todos juntos al amor de la lumbre, tanto en verano como en invierno, cuando el intenso frío de de la Mancha azotaba sin piedad la llanura y cubría el pueblo de un blanco y persistente manto de nieve.
Sin más ideología que el duro y agotador trabajo en el campo y en la casa, su genio y figura salía a relucir con frecuencia, denotando a una mujer fuera de lo común, como tantas otras que se vieron relegadas en aquello época y que ahora, sin lugar a dudas, destacarían en nuestra moderna sociedad por su temperamento y su carácter fuera de lo común.
Lo demuestran hechos como el de tener el valor de negar a sus hijos la asistencia a la acostumbrada y servil recepción al gobernador de turno que de vez en cuando se daba un baño de multitudes por los pueblos, paralizando toda la actividad, ya que obligatorio era que todos salieran a vitorear al jerifalte de turno.
La atroz guerra civil llevó la tragedia a su familia. Su padre, un buen hombre que no cometió más delito que el de nacer y vivir en la pobreza, labrando la tierra y cultivando las viñas, fue cruelmente asesinado sin juicio, sin haber hecho mal a nadie, ni siquiera se metió en política ni se enemistó con persona alguna. Un día se lo llevaron y no volvieron a saber más de él. Ni siquiera supieron, ni saben hoy en día, donde está, donde lo enterraron, donde reposan sus restos.
La recuerdo alegre, siempre sonriente, bonachona, firme, segura de sí misma con el pelo blanco recogido y su eterno vestido negro. Hola hermoso, me decía con ese calificativo tan utilizado por allí, o aquel de ven acá, rico mío, cuando estuvimos en el pueblo al poco tiempo de casarnos. Mi esposa era sobrina de la Tía Jara y cuando fuimos a la fiesta del pueblo nos alojamos en su casa. Nos colmaron de atenciones e hicieron que nos sintiésemos como en la nuestra.
El Tío Evaristo, su marido, simpático, socarrón y dicharachero, nos llevó a una finca en las afueras del pueblo donde vendían un extraordinario queso manchego que allí elaboraban y que dio lugar a que me contara una historia que merece la pena destacar y que denota su abierto y pícaro carácter.
Nos dirigimos a pie por un estrecho camino a través del campo y me habló de unos marqueses que en tiempos vivieron por aquellos lares. Afirmaba en dicho relato que la gente comentaba que el marqués era incapaz de mantener a la marquesa. Le mostré mi sorpresa al responderle que no entendía como eso era posible si se trataba de todo un marqués. La media sonrisa que mantenía mientras me lo contaba, se convirtió en una guasona y acentuada risilla ladina y harto burlona que me hizo sospechar que esa historia encerraba un doble sentido. Entonces, inocente de mí, caí en el cuento.
Reposa la Tía Jara en el cementerio de Arenas, rodeado de viñas, de olivos y del campo de su querida tierra manchega que tanto amó. Durante el día le acompaña la purísima y brillante luz de la interminable llanura y cuando llega la noche una tupida y brillante sábana de de estrellas extiende sus rutilantes brazos sobre los campos que hollaron los pies de la Hermana Jara.

lunes, 11 de octubre de 2010

LA ALTERNATIVA AL DESENCANTO

Difíciles tiempos estos en los que a las graves consecuencias de la crisis económica, se unen las inciertas perspectivas de un panorama político oscuro, vacilante e impreciso, con tintes de una provisionalidad que se adivina y se palpa en el ambiente nacional pero que no se traduce en unas actitudes que pudieran indicar un cambio de dirección, una reflexión sobre la base de los destrozos habidos y por haber en la economía y que como siempre han pagado los sectores más débiles, cuyo control no exige de complicadas y arriesgadas negociaciones y cuya única arma, la huelga general, apenas se ha tenido en cuenta a la hora de rectificar unas traumáticas decisiones ya tomadas y que ya advirtieron que no se iban a modificar.
Panorama desolador el que se nos presenta, con un gobierno atenazado y encerrado en sí mismo, incapaz de remodelación alguna que demuestre una intención de mejorar una situación ya de por sí muy degradada o que muestre una actitud conciliadora y dialogante con quienes más sufren las consecuencias de este desastre económico o, simplemente, aportando soluciones que descargasen todo el peso de las terribles medidas en las espaldas de los trabajadores y las repartiesen de una forma lo más equitativa posible con otros sectores que sí han tenido responsabilidad en cuanto está sucediendo y que no han cargado con el peso de las medidas tomadas, que, en justicia, deberían haber asumido.
La impopularidad del gobierno actual, su grado de capacidad para desencantar a sus bases y su rechazo general, es un obstáculo insalvable y que no va a cambiar, salvo que tomen medidas radicales tendentes a mejorar un estado de indignación generalizado que se hace más insoportable cada día y que no presenta perspectivas de de cambio alguno que pudiera traer un rayo de esperanza a tanto desatino.
Ante esta situación, volvemos la vista hacia la posible alternativa política que pudiera tomar las riendas del País y tratar de mejorar un panorama que, sin duda, tiene un estrecho margen de maniobra. Aún así, abrir la ventana para que entre un poco de aire fresco y renovado, es una actitud lógica y razonable que muchos se plantean y desean con la esperanza de que algo cambie, con el ánimo dispuesto a creer que algo puede mejorar por el hecho de que los que deben tomar las decisiones y manejar el timón son nuevos en la plaza y nuevas, por lo tanto, las medidas a tomar por los mismos, así como las esperanzas depositadas en ellos.
Pero el paisaje que podemos divisar a través de las noticias que de la oposición tenemos, es desolador. Un partido cada vez más derechizado, más intransigente y menos dialogante es lo que tenemos en el panorama de un País que no da para más en el plano político. Unos dirigentes con un poder de atracción mínimo, con un discurso que a veces se aproxima al catastrofismo más intransigente y reaccionario, que suele ir de la mano del fanatismo y el integrismo más obsoleto que practica una iglesia católica, de por sí ya bastante desprestigiada, y ante actitudes cada vez más intolerantes y derechistas que no hacen sino desautorizar más aún a una oposición que ha elegido en este caso un mal compañero de viaje que no hará sino poner más obstáculos a una puesta al día modernizadora de un partido que cada vez es más extremo en sus comportamientos, sus actitudes y su discurso belicoso y tremendista que a nada positivo conduce.
Qué queda entonces para quienes no comulgamos con uno porque nos ha defraudado, y al que no podemos respaldar ni aún con ese famoso y tan socorrido voto útil, y del que poco podemos esperar ya, y que mucho menos aún, daríamos la confianza a una oposición que rechazamos de plano por practicar una política que cada vez se aproxima más a una extrema derecha que se caracteriza por una intolerancia y una intransigencia que cada vez le alejan más de una derecha europea moderna y democrática.
No hay tercera vía. Todo está atado y bien atado. Sólo nos queda la frustración, la indignación y la desesperanza. No hay pues, alternativa al desencanto. Sólo una huída hacia adelante o echarnos al monte liándonos de paso una manta a la cabeza para amortiguar nuestro hastío e indiferencia más absolutos.
No es la solución ni constituye amenaza alguna. Pero es mi derecho y a él me acojo.

miércoles, 6 de octubre de 2010

POR QUÉ NOS GRITAN TANTO

Desde el momento en que nacemos, nuestros tiernos oídos se acostumbran ya a los gritos que nuestros padres, familiares y vecinos nos dedican para alabarnos – cuando es bien sabido que recién nacido no hay niño/niña mono/mona, más bien esto último – para dedicarnos los más tiernos piropos, y así, a medida que vamos creciendo, van sumándose también los admiradores que maltratan nuestro órgano auditivo, acompañados de toques, pellizcos y otros signos externos de admiración, que aguantamos como buenamente podemos.
Nos gritan los profesores en el colegio, los cuidadores en el comedor, los compañeros en los juegos y los padres de nuevo al volver a casa. Nos grita nuestra madre porque vamos hechos unos zorros, porque nos hemos manchado, porque no hacemos caso, porque salimos tarde para el cole, porque tardamos en regresar, como lo harán más adelante cuando empecemos a salir y nos retrasamos al no respetar la hora acordada, porque vamos con malas compañías, porque no estudiamos, porque no comemos o comemos demasiado. Siempre nos están gritando.
Nos levantan la voz en el trabajo – en tiempos pretéritos, el empresario acostumbraba a dirigirse a voces al trabajador, a llamarle la atención sin respeto alguno, pues lo consideraban algo así como una posesión suya, lo cual no era sino puro maltrato, que hoy se ha suavizado ya que existen otros métodos más sutiles de relacionarse con los proletarios – nos levanta la voz la chica con la que salimos, los abuelos porque no vamos a verlos, los energúmenos que al utilizar el móvil hablan a voz en grito en el autobús, en la calle, en el trabajo, en la panadería, en cualquier sitio.
Y después de una vida de tantos decibelios soportados, se va acercando ya el descanso definitivo a tanto desenfreno sonoro, y nos gritan entonces porque no oímos, porque nuestros ancianos y cansados oídos han decidido tomarse un respiro definitivo, y entonces, cuando llega el último, definitivo y supremo instante, nos gritarán también, para comprobar que, efectivamente, nos hemos ido al otro barrio, donde cabe esperar que todo se desarrollará en el mayor de los anhelados silencios.
Un caso especial que nos afecta a todos y que merece la pena analizar es el de los políticos. Levantan la voz como posesos, cual personas mal educadas convencidas de que pueden dirigirse así a un auditorio que les pertenece por derecho propio, porque a ellos les van a hacer el favor y sacar las castañas del fuego – aunque es evidente que es al revés - porque cuanto mayor volumen empleen, consideran, ingenuos ellos, que sus oyentes pensarán que están más cargados de razón que un santo – nunca he entendido esta expresión que de sabia nada tiene – cuando en realidad, los vemos y percibimos como engreídos cantamañanas, que, en definitiva, se apoyan en el grito para enmascarar su falta de convicción.
Son así la mayoría, y quiero pensar que no es un comportamiento exclusivo y característico de los políticos que campan por estos lares, ya que aunque no es moneda común en Europa, pues los hay que son comedidos que no siguen estos comportamientos, la verdad es que generalmente suelen observar las mismas actitudes por doquier, con lo que, aunque esto no debe servir para quedarnos más tranquilos, al menos podemos afirmar que los nuestros no son los únicos en desarrollar unos hábitos que son detestables por partida doble, ya que además de personas privadas, son personajes públicos que se dirigen a la sociedad a la que quieren convencer a voces.
Me recuerdan en ocasiones a los caudillos bolivarianos y a tantos otros que abundan no sólo en América Latina sino en otros rincones del Planeta agrediendo y golpeando los cinco sentidos de quienes tienen la osadía de escucharles, que no ya de oírles, pues esto último es absolutamente inevitable ante el torrente de voz amplificado decenas de veces por la megafonía.
Imagino que lo hacen porque es la mejor manera de atraer al personal, de mantenerlo subyugado, con esos cambios de timbre y de intensidad en la entonación, terminando las frases en un in crescendo que enerva y entusiasma al auditorio que ruge de emoción y de una desmedida pasión hacia el líder de masas que disfruta contemplando cómo se le entrega una audiencia cautivada por sus dotes de orador, aunque no diga nada, aunque su vacuo y vano discurso esté vacío de contenido y hayan sido más los ruidos que las nueces.
Las palabras de los profetas / están escritas en las paredes de los metros / y de las chabolas / y susurradas en el sonido del silencio. (Simon & Garfunkel – los sonidos del silencio).

viernes, 1 de octubre de 2010

SEGOVIA ES INVENCIBLE

Lo tenemos todo, absolutamente todo para ganar en esta competición, que lo es, aunque queramos disfrazarla con múltiples términos, adjetivos, epítetos y metáforas con el fin de minorar, suavizar y dulcificar esta lucha fratricida entre las seis ciudades que han quedado finalistas para representar a España como Capital Europea de la Cultura.
Burgos, Córdoba, Las Palmas, San Sebastián, Zaragoza y nuestra milenaria y hermosa ciudad, serán las que opten a esa distinción que situará a Segovia en el lugar que le corresponde en Europa y en el mundo como una joya a descubrir por millones de personas que quedarán extasiados ante la contemplación de una bellísima ciudad con una historia singular que se remonta a tres mil años de antigüedad, cuando, según la tradición, Hércules el Egipcio la fundó en el año 1.076 antes de Cristo.
Celtas, Visigodos, Romanos y Musulmanes, dejaron su huella indeleble en estos lares que legaron a la posteridad y que afortunadamente las generaciones que les sucedieron quisieron primero, y supieron después, conservar intactas hasta nuestros tiempos.
Recogemos el testigo ahora, en el siglo XXI, cuando la modernidad con sus medios tecnológicos nos permite abrir una ventana al mundo a través de la cual millones de Europeos pueden contemplar con gozo una ciudad pletórica de arte, cultura y belleza, y con una gastronomía insuperable, que nos ha hecha famosos allende las fronteras. No obstante, no debería bastarnos ni fiarlo todo a la utilización de estos medios para darnos a conocer donde aún no tengan noticias nuestras
Es nuestra obligación intercambiar información directa con ellos, hacerles venir, en definitiva, con el objeto de que recorran nuestras calles, se maravillen ante la contemplación de nuestro grandioso Acueducto, único en el mundo – incomparable, nada que ver con otros acueductos romanos que sin embargo son más conocidos - y del que no me canso de repetir que no se ha divulgado lo suficiente su impresionante imagen, nuestra hermosísima catedral, el espléndido y fastuoso Alcázar, lleno de historia, las bellísimas iglesias, conventos, monasterios, judería, museos, palacios.
Y su deliciosa gastronomía, envidia de quienes viven pensando más en el culto hacia el cuerpo que en el cuidado del alma, la cual, con semejantes manjares como aquí se disfrutan, degustan y paladean, logra el milagro de que su poseedor eleve los ojos al cielo dándole gracias por tan deliciosos y terrenales placeres. No tengo más remedio que, al igual que reivindico una mayor difusión del Acueducto, en esta sección tengo que hacerlo, y en la misma forma, en favor de un maravilloso, dulcísimo y genial postre, muy poco conocido en el resto de nuestro País y que no es otro que el insuperable Ponche Segoviano.
No puedo ni debo obviar las maravillas del resto de las ciudades que compiten con Segovia. Burgos, con su impresionante Catedral, el hermoso monasterio de las Huelgas, la Cartuja de Miraflores, iglesias, palacios y conventos. Córdoba y la Mezquita, todo es uno, maravilla de maravillas, Medina Azahara, la Judería. La Basílica del Zaragoza, La Seo, el palacio de la Aljafería. San Sebastián, Donosti, frente al mar, la bahía de la Concha, la catedral del Buen Pastor, el monte Igueldo y, cómo no, su poderosa gastronomía. El encanto de Las Palmas, donde el mar lo domina todo, con sus bellas playas y su casco antiguo.
Segovia es un cúmulo de todas las demás ciudades, lo resume todo, no le falta nada, salvo quizás, el mar y lo pongo en duda, porque tampoco carecemos de él a escala reducida, ya que tenemos la fortuna de ser regados por dos ríos, el Eresma y el Clamores. No podemos perder, Segovia puede y debe ganar en esta dura pero limpia, culta y reñida competición. Sería un honor y una agradable satisfacción representar a España compitiendo con el resto de las ciudades europeas. Esto ya sería importante, pero podemos llegar más lejos.
D. Antonio Machado, uno de los ilustres huéspedes que como profesor tuvimos el honor de albergar en nuestra ciudad, cantó en un verso que quedó grabado en una piedra de granito al pie del Alcázar:
En Segovia, una tarde, de paseo por la Alameda que el Eresma baña, para leer mi biblia eché mano al estuche de las gafas en busca de ese andamio de mis ojos, mi volado balcón de la mirada.

viernes, 17 de septiembre de 2010

LOS GITANOS

Los recuerdo llegando al pueblo en caravana con sus peculiares carretas ocupadas cada una de ellas por multitud de gitanos, gitanas, gitanillos y gitanillas. Los veíamos aparecer por la descarnada y polvorienta carretera de acceso para dirigirse a la plaza, y allí, en el ayuntamiento, solicitaban permiso, que no recuerdo que jamás se les negase, para residir durante unos días, dedicándose a sus habituales quehaceres, que no eran otros que los de componer y recomponer cacharros de cocina y poner en escena breves representaciones musicales acompañados de algún animal adiestrado que hacía las delicias de los más pequeños.
Recorrían las calles con su habitual desparpajo, su alegría permanente, siempre afables, con su peculiar acento, su sonoro timbre de voz y su arrebatadora simpatía que les hacía ser harto populares y siempre bienvenidos a los pueblos de los alrededores adonde todos los años acudían y que hasta donde mi memoria infantil alcanza, no faltaban nunca a la cita.
Se instalaban en las eras del pueblo, muy cerca de la casa de mis padres y allí hacían su vida, en sus carretas, sin molestar a nadie, pese a la algarabía constante y la actividad permanente que mantenían. No recuerdo ningún incidente que pudieran ocasionar ni ningún altercado del que pudieran ser protagonistas. Eran bien recibidos en las casas y casi todos los vecinos les entregaban sus pucheros, sartenes, fiambreras, ollas y demás cacharros de cocina, que por un módico precio, restañaban y moldeaban, dejándolos otra vez en perfecto estado.
Para nosotros, los más pequeños y seguramente para nuestros mayores también, estas gentes representan a un pueblo nómada, peculiar y respetable, mucho más de lo que lo es hoy. Cierto es que debían pedir permiso para establecerse en las eras, pero esto constituía más una costumbre que una obligación y hoy, me cabe la duda de si los últimos años debían seguir esta norma que, en cualquier caso, jamás se les denegaba.
No recuerdo que entonces tuvieran la mala fama con la que se les ha cubierto en tiempos más recientes, sobre todo desde que se ubicaron en las ciudades. Pienso que el hecho de convertirse en sedentarios después de una historia de nomadismo, constituyó un trauma para unos espíritus libres acostumbrados a recorrer los caminos y los pueblos, donde eran verdaderamente felices, disfrutando de una consideración general mucho más benévola que en la actualidad, en que son rechazados, vilipendiados y expulsados de los países adonde se ven obligados a residir en medio de la miseria y la desesperación.
No Son éstos gitanos de hoy, aquellos gitanos de los años cincuenta a los que yo aludo y recuerdo con cierta nostalgia. Alegraban la estricta, espartana y dura vida de las gentes de los pueblos de aquella época y llevaban a cabo una labor considerada y eficaz, como lo hacían los afiladores, los esquiladores y los segadores. Unos con su bicicleta y su inconfundible melodía que llamaba a las gentes y que memoricé entonces y hoy recuerdo como el primer día.
Los esquiladores con su fuerza y maña increíbles para esquilar a las ovejas y los segadores, entrañables personajes, procedentes en su mayoría de Extremadura y que la gente del pueblo albergaba en sus casas mientras durase su estancia. Buena y trabajadora gente, que al término de la jornada, se reunían en torno a la mesa, en la cocina, al amor de la lumbre, para contarnos historias de los lugares de donde procedían.
Todos ellos me traen a la mente una evocación romántica de aquellos hermosos tiempos, en los que estas gentes tenían la virtud de transformar la vida del pueblo durante el tiempo que permanecían en él, revitalizándolo y poblándolo de nueva savia, año tras año, a plazo fijo, sabiendo que al próximo, en las mismas fechas, volverían de nuevo.
Hasta que la modernidad se los llevó, los alejó de los caminos y los pueblos y el encanto se desvaneció para siempre.

viernes, 10 de septiembre de 2010

EN BUSCA DEL CREADOR

Hagamos un esfuerzo y tratemos de olvidarnos de las guerras de religión que han asolado este planeta a lo largo de su historia, de los desastres de todo tipo que las diversas creencias han originado al defender cada cual su fe, la del dolor sin cuento y las barbaries cometidas en defensa de las múltiples confesiones habidas y por haber y que han infligido a propios y extraños con el afán de imponer su Dios como el único, el verdadero, el que salvará a todos aquellos que crean en él y condenará a los que lo nieguen, imponiendo su omnímodo poder por encima de la razón, la justicia y la libertad del ser humano para elegir sus creencias tanto terrenas como divinas en una demostración de absolutismo teológico que ofende a la más elemental naturaleza humana.
Si lo conseguimos y partimos de cero absoluto, abrimos los ojos y contemplamos que el panorama actual lejos de depararnos grandes sorpresas – salvando las distancias propias de una sociedad más civilizada, sin guerras de religión ni inquisiciones varias – nos presenta a las tres grandes religiones monoteístas, Judaísmo, Cristianismo e Islamismo, que siguen presentes en el panorama del siglo XXI, donde los avances de la tecnología y la ciencia, si bien han conseguido en parte relegar a Dios a un segundo plano, no lo han borrado de las mentes de unos seres humanos que parecen seguir necesitando a un ser superior que dé sentido a su existencia y a los interrogantes de siempre: quienes somos, de dónde venimos y adónde vamos.
Indudablemente donde se ha experimentado un profundo cambio, ha sido en la práctica de las ideas religiosas en los templos, donde la afluencia de fieles ha disminuido notoriamente debido a la pasividad de las nuevas generaciones en cuanto a religión se refiere, al menos en occidente, donde los cristianos son mayoría y donde la sociedad, sin duda más avanzada y libre que en los países islámicos, mantiene unas costumbres más relajadas que la han conducido a una sociedad en la que Dios está cada día menos presente.
Las instituciones religiosas tratan de compensar esta situación utilizando incluso las denominadas redes sociales para tratar de llegar a los más jóvenes, los cuales no ignoran el descrédito que está experimentando el clero en diversos países debido a las acusaciones de pederastia que cada día surgen por doquier, consiguiendo así el efecto contrario al que pretendían. En cuanto a los practicantes del judaísmo, minoritarios entre las tres grandes religiones, mantienen con más firmeza sus tradiciones religiosas, conservadas en la vida familiar pero atenuadas en su manifestación por desenvolverse en una sociedad occidentalizada.
Caso distinto es el de los países musulmanes que practican el Islam y que se ven envueltos en una dinámica integrista y fundamentalista religiosa, con una defensa a ultranza de sus creencias, en una sociedad cerrada, donde la mujer sigue sometida, ocupando un segundo plano en la vida social y donde todo está afectado y salpicado por la religión, inseparable de su vida diaria, siendo a la vez ley y norma de conducta que obliga a sus ciudadanos hasta el punto de constituirse estas naciones en estados teocráticos gobernados por representantes del más puro integrismo religioso.
Mantienen estos países una actitud intolerante e intransigente hacia occidente, donde cualquier manifestación por mínima que sea referida a sus símbolos o creencias, desata las iras de los creyentes que en un alarde de intransigente fanatismo, amenazan al escritor que ha desafiado escribir los Versos Satánicos, al caricaturista que se ha atrevido a reflejar en papel la imagen de su profeta y a todo aquel que ose ironizar sobre su libro sagrado.
Esto es impensable en occidente, donde no obstante, con frecuencia se responde de una forma irresponsable a estos desafíos, como el descerebrado pastor estadounidense que se proponía quemar ejemplares del Corán en la zona cero de Nueva York el día once de septiembre aniversario del tristemente célebre 11-S, como si la totalidad de los practicantes del Islam, fueran culpable de semejante barbarie, atribuible a un grupo de fanáticos, los cuales son rechazados por la inmensa mayoría de los practicantes islamistas.
Recientemente se ha desatado la polémica por las ideas sobre Dios y su implicación en la creación del universo que el científico Stephen Hawking ha vertido en su último libro. Descarta Hawking la intervención divina en la creación del universo, afirmando que la física moderna excluye Dios de dicha creación. Del mismo modo que el Darwinismo eliminó la necesidad de un creador en el campo de la biología, asegura Hawking que las nuevas teorías científicas hacen redundante el papel de un creador del universo. El Big Bang, la gran explosión, comienzo de todo, fue la consecuencia inevitable de las leyes de la física.
Tradicionalmente se ha mantenido, no sin cierta dosis de verosimilitud, aquello de que las sociedades más religiosas siempre han sido las más atrasadas, debido quizás a aquella afirmación de Marx en el sentido de que la religión es el opio del pueblo. Existe también un aserto que afirma que los dioses no crearon a los hombres, sino los hombres a los dioses y tantas otras que podríamos aquí exponer y que nada va a aportar a quienes no estén dispuestos a abrir su mente y a rechazar cualquier tentación de fanatismo. Se amparan en la fe y ahí se mantienen inamovibles e inasequibles al desaliento que los mantiene incólumes y firmes en sus creencias.
Prefiero alejarme de cualquier intransigencia fanática que me nuble la razón. Leo a Hawking a Darwin a Carl Sagan y en la medida de lo posible a un Einstein - traducido a mi capacidad intelectual para poder traslucir algo de su prodigiosa mente – y veo al hombre como fruto de la evolución – somos hijos de las estrellas afirmaba Carl Sagan – y descubro el universo autocontenido, sin límites, que no necesita ningún Dios, ningún ser superior para su majestuosa existencia y la nuestra, la de los seres humanos que maravillados, lo contemplamos en soledad, esperando contactar algún día con otros seres inteligentes, que, sin duda, habitan otros mundos del cosmos infinito y de cuya existencia no duda la ciencia, pero que sin embargo, ninguna religión ha sido capaz de vislumbrar. Serán competencia de otros Dioses.

lunes, 23 de agosto de 2010

HABEMUS HUELGA GENERAL

Convocados estamos, invitados tal vez, o quizás, sólo nos han sugerido, propuesto, insinuado, que si nos parece bien, vamos, que si no nos molesta, el próximo día 29 de septiembre – creo que esta es la fecha correcta, ya que lo han dicho tan bajito que en este momento me cabe la duda – de este año tercero de la crisis, esperan que nos unamos todos a la tan cacareada huelga general, de la que todo el mundo ha oído hablar, pero de la que nadie sabe nada en concreto.
Y es que dicha convocatoria sindical – léase en voz bajita para no incordiar – se parece demasiado a los tan difundidos globos sonda del gobierno y de tantas instituciones de todo orden, clase y cariz, que ya lo utilizan como método para conocer de antemano si suena bien o no, si es adecuado o todo lo contrario, si deben moverse o quedarse dónde están, con lo cual se crean un conjunto confuso de dimes y diretes, que hastían hasta las ovejas, las cuales, a estas alturas, deben estar ya al tanto de esta pedante manera de conocer el estado de la opinión pública, que desde aquí, ya les digo que fastidian, hartan y ponen nervioso al personal.
No sé con exactitud el tiempo que media desde la última huelga general hasta ahora, pero sin duda, debe de tocar ya, lo cual pesará en el ánimo de los convocantes y les animará a llevarla a cabo, porque teniendo en cuenta los tiempos actuales y el estado de cabreo de los trabajadores, igual acuden en masa, que los dejan solos, y esto les tiene sumamente preocupados, ante semejante dilema que se les plantea, por lo que sería buena idea, que los sindicatos les incentivasen al menos con una paga que les compense el palo económico que las empresas les van a dar, y así de paso quizás consigan sus propósitos que, vistas las perspectivas, tanto les preocupa.
Quizás ni por esas, ya que lo que los sindicatos no han hecho por los suyos en su momento - cuando debían y tenían la ineludible obligación de hacerlo - mostrando una debilidad incalificable en las oportunas negociaciones, quieren compensarlo ahora con unas movilizaciones que, sinceramente, van a servir para poco vista la firmeza del gobierno – en este aspecto admira contemplar cómo se han mantenido en sus posturas – y la adhesión inquebrantable y agradecida de las organizaciones empresariales y partidos políticos afines.
Difícil decisión la de unirse o no a la huelga en las circunstancias actuales. Para quién está a favor y considera razonable y razonado su participación, le cabe la duda de si merece la pena, vista la férrea decisión del gobierno de no dar ni un paso atrás, al mismo tiempo que encuentra múltiples motivos para adherirse a dicha huelga considerando los tremendos recortes sufridos en todos los órdenes, incluido los intocables beneficios sociales adquiridos, la inestabilidad laboral y la subida de impuestos habida y por haber.
Para quién tiene claro que no se unirá a las movilizaciones pertinentes, de ninguna forma va a hacerlo. Está seguro de su no participación, y tiene motivos más que suficientes para mantenerse al margen. Le sobran justificaciones y se encuentra extremadamente cabreado con los sindicatos, el gobierno y la patronal, con todos y cada uno de ellos a los que les acusa de debilidad, intrusismo y oportunidad, respectivamente, y anteponen a todo ello, el aspecto económico, y más estos momentos de vacas flacas. De ninguna manera les van a descontar ni una pela. Lo tienen muy claro, como quizás lo tengan los funcionarios, a los que, ya de paso, hay que reconocer que pese a sus privilegios, están pagando los patos rotos, con una bajada importante de su sueldo, que, por cierto, no todos están por las nubes como se suele creer, ya que hay multitud de funcionarios con sueldos mileuristas.
Precisamente a los funcionarios, los sindicatos los utilizaron como conejillos de indias, como moneda de cambio y globo sonda en la huelga llevada a cabo por los mismos en fechas anteriores y que resultó un completo desastre. Jugaron con ellos para probar así como estaba el patio, cual era el estado de concienciación a nivel de posibles movilizaciones futuras, y les salió rana, no consiguieron sus propósitos y de ahí surgió la duda y la actitud dubitativa que mantienen ahora.
Conclusión posible: no existe, ya que depende de cómo ve cada uno el panorama en función de sus circunstancias personales. El grado de irritación actual es considerable, y eso influye en el personal. Es incalificable el hecho de que en unos días, se hayan tomado unas medidas durísimas, de un calado que nadie podía esperar, por lo que muchos nos preguntamos: ¿Cómo es posible qué tanto estuviera tan mal hasta el extremo de tomar unas medidas extremadamente traumáticas y que nadie vio o quiso ver en los años precedentes?. Es increíble, inadmisible e intolerable.
En cualquier caso, hay que agradecer a los sindicatos que nos hayan avisado, prevenido, insinuado o como ustedes prefieran determinar, con dos meses de antelación y, sobre todo, al término de las vacaciones de verano, con lo que ya todo el mundo va a estar disponible para semejante evento. Lo que ya no resulta tan gratificante es que para esas fechas, los bolsillos proletarios estarán bastante disminuidos como para soportar otro golpe más con motivo de esta huelga general, tan prometedora para unos, tan atractiva para otros, y tan extrañamente enigmática e indeterminada para los demás. Deseo fervientemente que la disfruten.

lunes, 16 de agosto de 2010

SOMOS HIJOS DE LAS ESTRELLAS

No somos conscientes, ni por asomo, de que nos movemos a velocidad de vértigo surcando el Cosmos, el universo oceánico infinito y en continua expansión, a lomos de un pequeño planeta que no es sino un ínfimo punto de una inmensa galaxia, entre las miles de millones conocidas, y lo hacemos a lomos de una gigantesca nave espacial tripulada por seis mil millones de seres inteligentes, pertenecientes a una civilización que, en términos absolutos se considera avanzada, pero que en términos relativos, posiblemente estemos en los primeros albores, en un estado inicial de desarrollo, dado el hecho de que somos incapaces de vivir en paz, de respetar el preciado y maravilloso medio ambiente en el que nos desenvolvemos y con el que ha sido obsequiado este hermoso planeta Tierra.
Y es que para poder determinar nuestro grado de civilización, precisamos establecer una comparación con otras que sin duda existen en un universo de dimensiones tan colosales que la mente humana es incapaz de concebir. Pertenecemos a una galaxia con cien mil millones de estrellas, que no es más que una de la inmensa cantidad de las conocidas por el hombre, moviéndose a velocidades pasmosas, mientras que se van alejando, separándose las unas de las otras, seguramente para siempre, desde hace quince mil millones de años.
Carl Sagan, uno de los eminentes científicos pioneros en la exploración espacial y en la búsqueda de vida inteligente, acuñó la famosa frase: “somos hijos de las estrellas”. De ellas, afirmaba, procede toda la variada y valiosa vida que puebla nuestro afortunado planeta.
Nuestra estrella más próximo, el Sol, no es sino una estrella de tamaño medio, situado a la vuelta de la esquina en términos astronómicos. La siguiente más próxima, Alfa Centauri, se encuentra a casi cinco millones de años luz, lo que implica que la luz que emite, viajando a trescientos mil kilómetros por segundo, tarda en llegar a nosotros cinco años.
Contemplar un cielo estrellado en un lugar sin contaminación tanto atmosférico como lumínica, es uno de los espectáculos más apasionantes, hermosos y formidables que puedan existir y disfrutar en este mundo. Por desgracia esto no es posible en las ciudades, pero sí en las zonas rurales alejadas de los núcleos donde la espantosa contaminación propia de aquellas no se dan en éstas, favoreciendo así su majestuoso brillar nocturno.
La visión de miles de estrellas – en mi infancia solía tenderme de espaldas en el suelo para contarlas – supera cualquier otro espectáculo conocido. Con un brillo y un titilar inmaculados, nos invitan a su continua visión con un atractivo inimaginable. Si tenemos en cuenta las formidables distancias a las que se encuentran – las más alejas registradas por el hombre, se encuentran a miles de millones de años luz – algunas de ellas ya habrán consumido su combustible y se habrán apagado: sencillamente, ya no existirán, o se habrán convertido en agujeros negros, capaces de atraer y engullir, cuanto se encuentre en su poderoso radio de acción, incluida la luz.
Recientemente se ha descubierto un coloso del cosmos, de un tamaño que desafía toda inteligencia humana. Su masa equivale a trescientos soles, algo inimaginable e inalcanzable para nuestra escasa capacidad cerebral de la cual tanto nos vanagloriamos. Se pensaba, según los físicos teóricos, que no podrían existir estrellas que superasen cien veces la masa del sol. La sorpresa ha sido enorme, y eso que apenas conocemos nada del inconmensurable universo.
Basta un huracán, un terremoto, la formidable fuerza del mar, con sus maremotos, tsunamis, y simplemente tormentas que azotan las costas y derriban cuanto encuentran a su paso, para que nos sintamos indefensos, impotentes y ateridos de miedo ante semejantes y aterradoras demostraciones, ante las cuales nada podemos hacer. Y sin embargo, seguimos comportándonos como estúpidos e ignorantes seres que derrochan una ignorante soberbia ante el que creemos fabuloso potencial de una tecnología que nada puede hacer ante las poderosas fuerzas de la naturaleza que posee y atesora nuestro planeta.
Una única erupción solar que llegase a nuestro planeta acabaría con toda la vida existente en él en cuestión de minutos. No se molestará en unos cuantos miles de millones de años, y, por lo tanto, no será necesario, ya que al paso que nos desenvolvemos, mucho antes lo conseguiremos nosotros por nuestros propios medios.
Los astronautas, desde el espacio, son los únicos seres humanos que tienen el privilegio de contemplar el hermoso Planeta Azul desde el espacio exterior. Sólo ellos, pueden saber lo que se siente al ver un planeta tan sólo e indefenso rodeado de la oscuridad cósmica más absoluta. Envidio a ese número tan limitado que, imagino, han sentido, con su contemplación, la humildad más sincera y vibrante que jamás hayan experimentado en sus vidas.
Me siento pequeño, muy pequeño e insignificante ante la contemplación de una obra tan gigantesca como la del universo. Deberíamos dejar de formularnos las eternas preguntas de quienes somos, de donde venimos y adonde vamos, que a nada nos conducen. El universo lo vemos así, porque existimos. Ningún ser superior – por definición ya sería un absurdo - se hubiera molestado en crear un universo del que formaran parte los seres humanos. Los dioses no crearon a los hombres, sino los hombres a los dioses.

sábado, 14 de agosto de 2010

UN PAÍS BAJO MÍNIMOS

Quizás sea el verano con sus tórridas temperaturas el culpable del desaguisado sociocultural que vivimos – el económico ni lo citamos, démosle un respiro – y que nos hace sufrir los desvaríos de tanta gente prescindible, innecesaria y que para desdicha y mayor tortura nuestra, se hacen presentes con una asiduidad y persistencia tales, que acaban fijándose en nuestra mente de una forma involuntaria e inconsciente machacando con una cruel dureza nuestra inteligencia, agrediendo nuestro sentido ético y estético de la vida y de las cosas, arrasando de paso todo vestigio de buen gusto, educación y respeto y anulando cualquier señal por mínima que sea, que nos conduzca, aunque sea bajo mínimos, a una superación de la incultura que parece haberse instalado para siempre en ciertos medios y por ende e sus fieles y sumisos seguidores.
Se ha alcanzado tal estado de banal estupidez, que ciertos personajes, más bien personajillos decadentes, carentes de todo atractivo e interés, con una absoluta y ominosa incapacidad para articular una frase con una mínima corrección, no ya gramatical, porque sería pedirles demasiado, sino con un contenido y unas formas que no indujeran a la repulsa y a la indiferencia más radical, se han erigido en princesas y príncipes del pueblo – como si no tuviéramos ya bastantes - título que se auto adjudican sin el menor pudor, fruto de su incultura e ignorancia y que extendiendo sus redes, atrapan a multitudes que ríen sus grotescas gracias, aplauden sus vulgares exabruptos y gozan y disfrutan con los improperios que lanzan a diestro y siniestro, ofendiendo, golpeando y maltratando el buen gusto, la educación, el respeto y la inteligencia más elementales.
Si nos detenemos ahora en el panorama pseudopolítico supranacional como algunos quieren calificarlo, nos encontramos con la ya agria polémica surgida en Cataluña a causa de la decisión tomada por el Parlamento de esa Comunidad en el sentido de prohibir la tan cacareada y mal llama Fiesta Nacional. Tanta competencia le hacía a Sant Jordi, que han decidido anularla para que así el santo se erija en dueño y señor único de Cataluña. Pues muy bien, a mí me parece tan absurda aquella fiesta como ridícula ésta y tantas otras, no los festejos en sí, sino los miles de santos y santas que pueblan este país y al que rinden adoración y pleitesía, de rodillas, haciéndose cruces y con abrazos varios, tanto los políticos, como los reyes, como los príncipes y princesas que tanto abundan por estos lares.
Y entre tanto sobresalto, la señora del presidente Obama, elige nuestro país - vaya usted a saber por qué, ya que le han criticado dicha elección en el suyo – para pasar cinco días, para lo cual se ha orquestado una recepción como si del mismo presidente, su marido, se tratara y que muchos otros presidentes de otras naciones hubieran deseado para ellos. Me sorprendo, pero menos, cuando veo y oigo al ministro de fomento agradeciendo la visita y congratulándose y vanagloriándose de ello al haber elegido nuestro país, como si estuviésemos viviendo de nuevo un Bienvenido Mr. Marshall. La buena señora, se ha dado un baño de multitudes, la han alojado en un superhotel y la han paseado por la Alhambra, una plaza de toros y un cutre, ramplón y vulgar espectáculo de flamenco barato. Estoy seguro de que no se ha enterado de nada.
Y por último y con un sentimiento a medio camino entre la incredulidad, la ira contenida y el desencanto, contemplo obnubilado cómo nuestro Presidente se encierra con los suyos, trascendiendo hasta el más mínimo detalle de las broncas, desafíos y peleas varias, que debido a ello, la imaginación popular se encarga de magnificar, hasta el punto de desprestigiar aún más a una institución, a un gobierno y a un Presidente que se encuentra en estos momentos bajo mínimos.
Como colofón, y para darle la puntilla a este peculiar panorama, a la vuelta de las vacaciones, los sindicatos nos han preparado con la suficiente antelación, para que nos lo pensemos y se lo piensen también ellos, que tampoco lo tienen claro, una bonita, novedosa y espectacular huelga general. Que la disfruten.