domingo, 30 de noviembre de 2008

REGRESO A LA INFANCIA

Son recuerdos de mi infancia los vividos en un leve pueblecito situado en la falda de Somosierra, en su vertiente Segoviana, rodeado de verdes prados y suaves praderas, de un río cubierto de hielo en invierno, del campo pintado de múltiples colores y salpicado de fragantes e intensos olores que aún puedo recordar.
La casa de mis abuelos, donde nací, tan entrañables, tan bondadosos a los que tanto quería. Vivían al lado de la escuela y durante el recreo iba a visitarlos y a tomar la rebanada de pan con aceite y azúcar o las patatas asadas en la lumbre baja que todos los días me preparaban.
Mis recuerdos parecen haberse detenido en dos estaciones que lo llenaban todo: los eternos inviernos de nieve perpetua y los largos días del verano cuando mis padres madrugaban para ir a segar los campos cubiertos de cereales que después se hacinarían en las eras para trillarlos en la parva, donde los cereales se colocaban para triturarlos con los trillos tirados por las vacas, de donde se obtenía el trigo, la cebada, la avena y el centeno, que después había que alventar.
Para los niños era un juego montar en los trillos dando vueltas y vueltas sobre el trigo hasta conseguir extraer su fruto separándolo de la paja o alventar después levantando paletadas de la mezcla para separar el trigo de la paja.
Se me han quedado grabadas para siempre las increíblemente luminosas noches de verano con el cielo cubierto de miles de estrellas. La Vía Láctea, el camino de Santiago se distinguía y se distingue con absoluta claridad, no así aquellas maravillosas noches con aquella brillantísima luna que hacía de la noche el día. Jugábamos al escondite entre las murallas de cereales apilados dispuestos para la trilla, y lo hacíamos hasta altas horas de la noche, con la luna siempre alumbrándonos con su brillante e inmaculada luz.
Recuerdos de los niños bañándonos en el río, junto a la frondosa pradera y al bosque cercano, los chapuzones, los días de pesca con mi padre pescando barbos con la red y los niños cogiendo ranas o pececillos debajo de las piedras.
Y por fin, casi sin darnos cuenta, llegaba el deseado invierno, largo, eterno, siempre esperado y bienvenido, nieve, siempre nieve cubriéndolo todo. La sierra, los campos, los árboles, las praderas, el río, los tejados de las casas, las eras donde los niños, haciendo rodar una piedra, conseguíamos una gigantesca bola de nieve que hoy se me antoja del todo imposible, como los carámbanos de hielo a modo de estalactitas que colgaban de los tejados y que chupábamos con fruición.
Recuerdos de la matanza, maravillosa fiesta familiar que duraba varios días con la familia reunida; la zambomba y los juegos para los niños, el despiece del cerdo, los chorizos, las morcillas y la brisca para los mayores y el relato de historias al amor de la lumbre que disfrutábamos todos. Las fiestas nos deparaban también días de disfrute e ilusión con los puestos donde vendían todo tipo de dulces. Recuerdo en especial las enormes garrotas de caramelo y los dulces que preparaba mi madre, el cordero, los enormes flanes, las castañas asadas. Dulces recuerdos.
La escuela, pequeñita, acogedora, con su estufa en el centro y sus pupitres de madera. El maestro, persona siempre entrañable y querida en el pueblo, respetado y admirado por los niños. El libro principal era la Enciclopedia Álvarez, donde se resumía todo el conocimiento que hoy se dispersa en innumerables libros. Muchos años más adelante, regresaría a ella, no como alumno, sino como maestro. Conservo unos preciosos recuerdos de las dos épocas.
Llegaba la navidad y con ella un tiempo de una plena y maravillosa emoción que nos embargaba profundamente. Lo vivíamos intensamente, cantábamos villancicos y vivíamos aquellos días con una intensa emoción pensando en los reyes que nunca nos defraudaban.
Y, sobre todo, recuerdo a mis padres, la tía María y el tío Marcelo. Mi madre lo llenaba todo con su presencia, con su energía, con su bondad. Siempre dispuesta a ayudar a los demás; es de bien nacidos ser agradecidos, me decía. Mi padre, el Secretario del Ayuntamiento de varios pueblecitos de alrededor. En diciembre iba a la feria de San Andrés en Turégano y nos traía las primeras castañas. Con qué ilusión le esperábamos. Los dos decidieron irse viejecitos, en el mismo año, en invierno, con el frío, con la nieve y con la inmensa pena que me dejaron. Están los dos juntos en el pequeño cementerio junto a la iglesia del pueblecito que les vió nacer. Cuanto los hecho de menos.
Vuelvo al pueblo de vez en cuando, a la casa donde nos criamos mis hermanos y yo. Recorro sus habitaciones, subo a la cámbara, al palomar. Todo son recuerdos. Todo es un enorme vacío. Recuerdos de mis padres ausentes. Ausencia de su presencia, de su calor, de su cariño que tanto hecho de menos. Doy un paseo por el camino de Santa Marta que tantas veces recorrí con ellos, por las eras, por San Roque y llego hasta el cementerio. Charlo con ellos un rato y les digo que los quiero, que los hecho mucho de menos, y les doy las gracias por aquella feliz infancia que disfruté con ellos, bajo su protección y su cariño que nunca olvidaré.

sábado, 22 de noviembre de 2008

ENTRAÑABLES CÓMICOS

Hay profesiones que no sólo marcan profundamente a quienes las ejercen, sino que tienen la peculiaridad de influir intensamente sobre aquellos que son objeto de su labor y sobre los que recaen las consecuencias de su acción. Son muchas, y prefiero no citarlas por que casi con toda seguridad, dejaría alguna en el tintero.
Destaco una que me merece un especial reconocimiento y que valoro especialmente porque me ha regalado gratísimos momentos desde que era niño y el cine era una de mis principales aficiones: hablo de los juglares, trovadores, titiriteros cómicos, comediantes. Hablo de las actrices y los actores.
Desde siempre he sentido una profunda admiración y un sincero respeto hacia estos profesionales de la farsa, que dedican su vida a ponerse en el lugar de los demás, a transformarse, a meterse en la piel de sus personajes, siendo con ello capaces de emocionarnos, apasionarnos, ilusionarnos, entristecernos. Logran que experimentemos sentimientos de odio, de venganza, de amor, de ternura hacia los personajes que representan y en los que se convierten cada vez que los interpretan ocupando su lugar.
Nos muestran el mundo con sus miles de caras, a veces gratificantes, a veces miserables, en ocasiones odiosas, esperanzadoras y, por desgracia, la mayoría de las veces casi siempre terribles. Nos colocan frente al espejo para mostrar nuestras virtudes y mezquindades, nuestras verdades e hipocresías. Y lo harán pese a nosotros, aunque no queramos reconocernos en ellos, logrando despojarnos del disfraz que nos ponemos cada día y bajo el que pretendemos, a veces, ocultar nuestros verdadero rostro.
Salen los cómicos al escenario, al plató, a los estudios de grabación, a la calle, llevando dentro el personaje que van a interpretar y que durante el tiempo que dure la farsa, se apoderará de ellos, serán ellos. Y durante la representación, nos harán reír, sufrir, odiar, nos harán vivir situaciones reales, ficticias, fantásticas, nos trasladarán a mundos imaginarios a lugares paradisíacos, terribles. Nos harán soñar, nos deleitarán con su humor, con su ternura, con su ira.
Podría citar interpretaciones memorables que me han causado una honda emoción. Son muchas las películas y dramatizaciones de todo tipo que han merecido mi más entusiasta y sentido aplauso, hacia esos cómicos capaces de hacer que su interpretación nos conmueva hasta el punto de conseguir provocar una intensísima emoción, o consigan hacernos pensar, reflexionar. Hacen que nos sintamos realmente vivos. Resulta difícil imaginar a los cómicos una vez desprotegidos del disfraz, de la máscara bajo la cual han vivido el personaje representado. Tienen que volver a adquirir su verdadera personalidad mil veces trastocada, cambiada, tergiversada. El espectador supone que esta nueva transformación ha de ser difícil, complicada. Quizás no, posiblemente solo sea el comienzo de una nueva interpretación.

miércoles, 19 de noviembre de 2008

AFRICA SE MUERE

Mientras el prepotente y opuloso Occidente se lamenta por una crisis que repercutirá negativamente en una poderosa economía que lleva decenios creciendo, casi todo un continente muere, azotado por las guerras, el hambre y la miseria más absolutas.
Y todo ello, ante la pasividad y la dejadez de quienes nos lamentamos por tener que apretarnos un punto el cinturón al tener que limitar el habitual derroche consumista que nos caracteriza y que nos sitúa a años luz de la mayoría de los habitantes del continente Africano y de otras zonas del mundo que se encuentran en la misma situación, tan injusta y tan cruel, como para que el resto del mundo sienta la mayor de las vergüenzas.
Pero no es así. El mundo, pese a acciones puramente formales – como la famosa de los diecinueve platos contra el hambre” – y tantas otras, sigue dando la espalda a la miseria y a la desesperación de esa enorme masa de la población mundial, que lucha desesperadamente por salir de la pobreza y el horror de la guerra, que occidente, de una u otra forma ha provocado.
Horrorizan las espantosas imágenes del Congo y Ruanda, que vemos a través de nuestros modernos medios de comunicación. Resulta pavorosa la triste mirada de los niños y la suplicante de las mujeres, los ancianos y en general la población civil, que sobreviven en una situación que nos hace apartar la vista para no ver lo que nos molesta, nos obsesiona y nos avergüenza, como una acusación permanente que no podemos aunque quisiéramos evitar.
Hoy, todo se mide en términos económicos y un simple análisis nos dice que Africa no es rentable. Crear infraestructuras que faciliten las comunicaciones, construir hospitales, escuelas, universidades, Instalar fábricas, formar a la población, crear puestos de trabajo, no resulta productivo para occidente. Sin embargo sí lo es proporcionarles armas con las que puedan aniquilarse entre sí. Un problema menos.
Pero no es así. Los más jóvenes, sin futuro alguno y huyendo de la pobreza, se juegan la vida tratando de romper las barreras con las que tratamos de impedir su llegada a nuestro exclusivo y rico mundo.
Tarea harto inútil, porque cada vez son más los que logran llegar por uno u otro medio y que seguirán llegando o intentándolo. Cualquier cosa es mejor que soportar la miseria y el hambre. Occidente a lo largo de los siglos ha obviado y utilizado a este continente para sus egoístas y oscuros intereses sin darles nada a cambio. Nos toca ahora responder a semejante abandono y no bastará con levantar muros y barreras que es la opción elegida hasta ahora. Las derruirán todas.
No podemos olvidarnos de otras zonas del mundo, donde también el sufrimiento acucia a gran parte de la población. Irak es un terrible ejemplo del afán desmedido del Imperio por hacerse notar como tal en todo el planeta.
Ni podemos dejar a un lado a Afganistán, un pueblo que lleva sufriendo las guerras y las ocupaciones durante toda su historia. Las potencias extranjeras, incluída España, han destinado allí fuerzas de interposición con el objetivo de defender a la población de los Talibanes.
Sin embargo, la población Afgana, siente recelos de las fuerzas allí establecidas, sobre todo de las de EEUU por la cantidad de errores que cometen – efectos colaterales los llaman – que provocan tremendos sufrimientos a añadir a los que ya padece. Una mención especial merece la situación de las mujeres en Afganistán, donde continúan, pese a la supuesta liberación, encerradas en el ominoso y esclavizador Burka del que no se han podido liberar.
Volvemos la mirada hacia Asia, donde los desastres provocados por los fenómenos naturales han decidido unirse a la miseria ya existente en muchos lugares, para configurar un panorama desolador. No sólo Africa. Una gran parte de este planeta se va apagando poco a poco, se va muriendo cada día.

viernes, 14 de noviembre de 2008

INEFABLE ESPERANZA

Es Esperanza Aguirre una mujer singular, que destaca tanto en el terreno político como en el personal. No es fácil para la mujer española lograr sobresalir en altos cargos, ya sea en el ámbito de la política como lo es en este caso, ya sea en el ámbito empresarial.
Y tiene su mérito, tratándose de una país como el nuestro, eminentemente machista aún, pese a que nos cueste admitirlo, tan vedado a la mujer a la hora de figurar al mando de una empresa, de un partido político o de una presidencia del gobierno, esto último absolutamente impensable aquí y hoy en día, donde no se vislumbra, ni de lejos, tal posibilidad.
Al margen de consideraciones ideológicas y de afinidades políticas, hay que reconocer que esta mujer, con su aspecto de niña traviesa y su perenne sonrisa, se desenvuelve con una soltura y con un desparpajo tal que llama la atención del espectador, independientemente de su credo político.
Y es que Esperanza, Espe, para los amigos y no tan amigos, tiene la poderosa virtud de no sólo llevar la batuta de mando, sino que además, y de hecho, la utiliza, ejerciendo la dirección con firme mano de hierro.
Recuerden aquello de “la mujer del César no sólo debe serlo, sino que debe parecerlo”. Pues bien. En este caso, no es que sea la mujer del César, es que ella, Esperanza, es “El César” con mayúsculas.
La inefable Esperanza Aguirre, posee una inestimable capacidad para decir lo contrario de lo contrario de lo que piensa, o no, o sí, o por qué sí / por qué no. Estas expresiones, tan suyas, tan conocidas – Esperanza da mucho juego en el terreno mediático y si no que se lo digan a los periodistas y demás medios de comunicación – pronunciadas con su habitual sonrisa y desparpajo, hacen pensar en una mujer absolutamente válida para la política donde se desenvuelve a sus anchas en un terreno que conoce a la perfección.
No está exenta, ni mucho menos de cometer fallos clamorosos, y no hablamos ya de sus habituales peleas o disensiones, llámeselo como se quiera, con el alcalde de Madrid, o de excesivos e innecesarios gastos en inoportunas inauguraciones en plena crisis.
Se trata de meteduras de pata – le escribí entonces una carta abierta criticando irónicamente su actitud – como aquella en la que manifestaba que no lograba llegar a final de mes y que echaba de menos las pagas extra – en la carta me ofrecí para avalarle un crédito con el objeto de que pudiera tomar ese año el turrón -. Confieso que no obtuve respuesta a dicha carta, con lo que dí por hecho que resolvió sus problemas económicos.
Seguramente me crucificarán tanto los detractores como los partidarios de Esperanza. Están en su derecho. Yo también lo estoy de expresar con la máxima neutralidad posible lo que pienso en este momento. En cualquier caso está ahí. Soy un entusiasta partidario de que la mujer tome los mandos en tantos lugares donde se les ha negado. Quizás muchos no estemos de acuerdo con su ideario político y con su trayectoria como Presidenta de la Comunidad de Madrid, empezando por mí mismo, pero le hemos de reconocer su talento y su camaleónica capacidad de desenvolverse en la arena política, así como su capacidad para hacerse respetar entre los suyos.

jueves, 13 de noviembre de 2008

DE SILOS A SANTO DOMINGO DE LA CALZADA

Santo Domingo de Silos:
A través de la meseta castellana, desde Aranda de Duero, recorre el viajero el camino que le separa del anhelado y tantas veces soñado Santo Domingo de Silos.
El viaje se hace corto, inmensamente corto, atravesando un paisaje de suaves cerros y limpias llanuras salpicadas de pequeños, deliciosos pueblecitos, con casas de nobles y ancianas piedras que hablan de su rica historia cargada de siglos.
Quisiera el viajero detenerse en cada uno de ellos, saborear su silencio y recrear su vista en tan hermosa contemplación, cargada de paz y sosiego. Pero sigue adelante, no puede demorar el encuentro.
Le espera Silos, sus centenarias y nobles piedras, su bellísimo claustro que extasía y emociona al peregrino, su ciprés centenario que con estos versos cantara Gerardo Diego: Enhiesto surtidor de sombra y sueño / que acongojas el cielo con tu lanza / chorro que a las estrellas casi alcanza / devanado a sí mismo en loco empeño.
Continúa sin detenerse muy a su pesar, disfrutando de un paisaje y de un cielo que parecen haberse conjurado para ofrecer al viajero la más hermosa de las vistas, con el objeto de hacerle más bella aún la espera. Mientras, el camino discurre entre una zona montañosa que aparece como por encanto y lo hace a través del imponente desfiladero de la Yecla, seguido de unos túneles que hieren la roca traspasándola en varios puntos, para desaparecer, tal como apareció, tras las curvas del camino.
Llega por fin a Santo Domingo de Silos, dominado por el Monasterio que todo lo preside, con el ciprés erguido en el centro del claustro, sobresaliendo por encima de él, orgulloso, buscando el cielo.
Apenas se detiene a callejear por sus estrechas calles. Recorriéndolas, se detiene ante un un sorprendente museo de instrumentos musicales que le causa una agradable impresión por su alto valor histórico y cultural y enfila sus pasos hacia el objetivo del viajero, hacia el Monasterio del siglo XI, donde aún moran los monjes del siglo XXI.
Entra por fin el visitante al claustro románico y dirige su mirada hacia las columnas pareadas rematadas por sesenta y cuatro hermosos capiteles plenos de simbolismo, con acantos, sirenas, leones, centauros, dragones y aves fabulosas. Recorre emocionado su planta cuadrangular, admirando los magníficos relieves que adornan las esquinas con portentosas escenas de la vida de Cristo.
Le llama poderosamente la atención las cuatro columnas giradas, retorcidas sobre sí mismas, que indican el cambio de centuria, así como los grupos de cuatro columnas cuádruples que hablan de los cambios habidos en su construcción a través de los siglos.
Dirige su mirada hacia el techo que exhibe un bellísimo artesonado mudéjar, restaurado primorosamente. Vuelve sus ojos sobre el centro del claustro dominado por el imponente y estilizado ciprés, que con sus ciento veinticinco años de vida y veinticinco metros de altura, todo lo vigila y lo preside.
Continúa su visita el viajero y lo hace a través de la botica que conserva numerosos objetos como tarros y diversos recipientes propios de la época, así como un alambique para destilar los preparados que entonces los monjes llevaban a cabo.
Desearía ver el claustro superior y la biblioteca, pero están reservados a los monjes benedictinos que actualmente lo habitan.
Termina el viajero su estancia en Santo Domingo de Silos, prometiéndose a sí mismo volver, mientras enfila de nuevo el camino dirigiendo sus pasos hacia la sorprendente villa de Covarrubias, fundada en el siglo X.
Covarrubias:
Bañada por el río Arlanza, Covarrubias sorprende al visitante por sus calles y sus casas medievales, presididas por el torreón, donde según la leyenda se envuelve la trágica muerte de Doña Urraca, hija del conde fundador, García Fernández.
Covarrubias invita al reencuentro con el pasado, por su imagen medieval, con las casas de adobe y tracería de madera, una colegiata que atesora belleza e historia y un torreón que aún hoy impone por su fortaleza. Todo nos habla de un pasado notable, pese a que la población no llega a mil habitantes, y no aparenta la pasada grandeza histórica, cuando por estos lares habitaba la familia del conde Fernán González y Covarrubias desempeñaba un papel importante en los aconteceres de la Corona de Castilla
Lerma:
Sigue el viajero su camino, dirigiendo sus pasos esta vez a la villa de Lerma, de origen prerromana, dominada por el magnífico e imponente palacio ducal, hoy Parador Nacional.
Lerma es una villa de fundación prerromana, de tribus celtibéricas. Tierra de paso, situada en lugar estrategico que domina el río Arlanza, vivió diferentes culturas: romanos, suevos, visigodos, arabes... Desde el 900, el avance cristiano situa su frontera en el río Arlanza, iniciándose su repoblación, e instalando a lo largo del río una serie de posiciones fuertes y castillos, entre los que se encontraba el de Lerma.
Entramos a través de uno de los arcos de su muralla y subimos por las empinadas calles que nos llevan a su amplísima plaza porticada de planta cuadrangular, uno de cuyos lados lo ocupa por completo el Impresionante Palacio Ducal, cuya fastuosa fachada invita al viajero a visitarlo y que lo dejará impresionado por su bellísimo y luminoso patio central de amplias columnas y sus elegantes y amplios salones encerrados en muros de un espesor tal que proporciona una agradable sensación de seguridad para quienes tienen la suerte de alojarse en él.
El edificio religioso más destacado es la colegiata de San Pedro, de comienzos del siglo XVII, que se comunica con el Palacio Ducal por medio de un pasadizo volado y ofrece bellas vistas del río Arlanza. Aunque el aspecto exterior es sobrio, conserva en sus dependencias una valiosa estatua orante del arzobispo Cristóbal de Rojas y Sandoval, tío del duque, debida a Juan de Arfe. El órgano de 1616 es uno de los más antiguos de España. También de interés son la ermita de la Piedad; los monasterios de San Blas, de la Madre de Dios y de la Ascensión de Nuestra Señora, los tres del siglo XVII; y el arco de la Cárcel, puerta de la antigua muralla medieval, que fue reformado por el duque de Lerma y convertido en prisión.
Burgos:
Continúa el camino hacia la capital, Burgos, regada por el río Arlanzón, accediendo por sus amplias avenidas. Entra a través del Arco de Santa María, una de las doce puertas de la ciudad medieval, que le conducen a una de las catedrales más bellas de España, maravilloso ejemplo del gótico y declarada Patrimonio de la Humanidad.
El viajero, extasiado ante tanta belleza, eleva la vista desde la base de las colosales columnas que soportan todo el conjunto hasta las bóvedas de la nave central, recorriendo emocionado los bellísimos arcos ojivales y de medio punto, deleitándose con la contemplación de la hermosa precisión de los ajustes de la piedra que los componen y en la hermosa disposición de las nervaduras que desde las columnas se extienden como dedos protectores soportando el peso de la bóveda de crucería.
Esta bellísima catedral, Inició su construcción, en el año 1221, por el rey Fernando III el Santo y el Obispo Don Mauricio y fue consagrada en 1260. Después fue ampliada y embellecida con un grandioso claustro y numerosas capillas.
Debe el viajero hacer un alto en el camino y buscar donde comer y reposar entre la inmensa y rica variedad gastronómica y hotelera que posee esta hermosa ciudad. Son tantos los lugares a visitar, que jalonan la ciudad, tantas sus numerosas iglesias, sus hermosos conventos, sus magníficos monasterios y sus museos de toda índole, que el viajero debe dedicar el día entero para recorrerlos, antes de proseguir su camino que le conducirá a Santo Domingo de la Calzada, su destino final.
Entre tanta historia por admirar y dada la premura del tiempo, decide el viajero visitar dos de las principales joyas que alberga Burgos, junto con la Catedral: El Monasterio de las Huelgas y la Cartuja de Miraflores
El Monasterio de Santa María la Real de las Huelgas, es el cenobio cisterciense femenino más importante e influyente de los que el Císter estableció en España.
El Conjunto monástico es de los más notables de la historia de la arquitectura medieval española. En las Huelgas se conjugan partes románicas, góticas primitivas, mudéjares y renacentistas. Impresiona su entrada al enorme patio, a través del arco de la entrada, impresionan sus muros cistercienses, los poderosos contrafuertes, el grandioso juego de volúmenes y su aspecto puramente medieval.
La iglesia de Las Huelgas tiene tres altas naves (excepcional para un monasterio femenino que solían tener una sola nave) y crucero, además de cabecera de cinco ábsides. Los arcos son muy apuntados y los vanos de iluminación amplios. En el interior de esta iglesia destacan los elegantes altares, y los sepulcros reales de reyes, príncipes e infantas. La sala capitular es bellísima y el claustro, románico, es conocido como “Las claustrillas” y es quizás la parte de más merecida fama de las Huelgas.
Fue fundado por Alfonso VIII "el de las Navas" y Doña Leonor en el año 1187 en un lugar de recreo cercano a la ciudad de Burgos, cabeza del Reino de Castilla. Debido a esta fundación real, el Monasterio de las Huelgas acogió como monjas a importantes damas de la nobleza castellana, sirviendo, además de panteón real y lugar donde los monarcas armaban caballeros.
Se dirige después a la Cartuja de Miraflores, edificada sobre una pequeña colina en pleno parque de Fuentes Blancas, a sólo tres kilómetros de Burgos. Es una zona de gran riqueza forestal, atravesada por el río Arlanzón, que se abre paso entre álamos y chopos en su camino hacia Burgos. Sobre las copas de los árboles destacan los esbeltos pináculos de la iglesia de la cartuja.
Su fundación data del año 1441, cuando el rey Juan II de Castilla donó su palacio de caza a la Orden de la Cartuja y comenzaron las obras a expensas del rey. Sin embargo, fue su hija, la reina Isabel la Católica, quien terminó las obras.
Alberga en su interior verdaderas joyas de arte gótico tardío, como el conjunto de la iglesia, el retablo de madera policromada y los sepulcros reales. Son también de admirar, la sillería gótica del coro de los Padres, y la sillería renacentista del coro de los Hermanos.
En una de las capillas laterales se venera la famosa escultura de san Bruno, de comienzos del siglo XVII. Sobre la puerta de la sacristía puede admirarse una tabla de la Anunciación de Berruguete y enfrente, un tríptico flamenco de la Pasión.
Sigue el viajero su camino, saliendo de Burgos tal como entró, a través del Arco de Santa María y cruzando el río Arlanzón, abandona la ciudad, para más adelante dejar atrás la comunidad de Castilla y León y dirigir sus pasos hacia la comunidad de la Rioja.
San Millán de la Cogolla:
Tomará para ello el Camino de Santiago que recorrerá hasta Santo Domingo de la Calzada, atravesando para ello por numerosos pueblos y villas por el centro de las cuales discurre el Camino que después va jalonando los campos en forma de senda, por donde de vez en cuando, ora en grupos ora en solitario, caminan los peregrinos en busca de su destino final en Santiago de Compostela.
Y así, avanza el viajero a modo de peregrino, cruzando pueblos, hermosísimos paisajes de suaves lomas y amplias llanuras, al final de las cuales se alzan las impresionantes montañas de Ezcaray, allende el monasterio de San Millán de la Cogolla. Atapuerca, yacimiento declarado Patrimonio de la Humanidad, Ibeas de Juarros, Belorado, el puerto de la Pedraja, son algunos de los lugares que atravesamos, siempre dentro del Camino de Santiago.
Entramos en la Rioja que nos recibe con sus suaves cerros ondulados cubiertos de viñas y su hermosísimo y policromado paisaje otoñal. Pronto, a lo lejos, divisamos en la llanura la torre de la catedral de Santo Domingo de la Calzada, el final de nuestro viaje, pero decidimos posponerlo y dirigirnos hacia el monasterio de San Millán de la Cogolla, declarado Patrimonio de la Humanidad.
Antes de llegar y después de atravesar el pueblo de Berceo, lugar de nacimiento de Gonzalo de Berceo, autor entre otros de, Milagros de Nuestra Señora, se aprecia la arquitectura de su gran monasterio, Yuso (abajo) y las tapias de lo que fue su amplia huerta. Esta mole de sillería, de construcción renacentista y barroca, muestra una notable diferencia con la singularidad de Suso (arriba), un pequeño cenobio que asoma enmarcado entre la espesura del monte.
El Monasterio de Yuso destaca por sus grandes dimensiones. Es el fruto de la actividad arquitectónica de varios siglos, fundado en el siglo XI, fue reconstruido en los siglos XVI al XVIII y en él se conjugan, sin contraponerse, diferentes estilos (renacentista, barroco ...). Además, el edificio alberga abundantes obras de arte: tan sólo en el Museo hay un elevadísimo número de cuadros, pinturas de los siglos XVII al XIX, fundamentalmente, entre las que destacan unos veintidós lienzos de Juan de Rizzi (considerado el mejor de los pintores claustrales españoles); así como importantes cobres del siglo XVII.
Los orígenes del Monasterio de Suso hay que explicarlos necesariamente a partir de la vida del santo Millán. Es el santo el que da nombre al valle y al pueblo, a las devociones y al monasterio. Millán vivió como un anacoreta en unas cuevas, donde hoy está el monasterio, en las que fue también enterrado en el año 574. Contaba entonces con 101 años.
Los monasterios riojanos de Suso y Yuso están ubicados en un pequeño valle de montaña: el Valle del río Cárdenas. Sus bosques de hayas y robles, los huertos de la llanura o las frondosas arboledas a lo largo del río conforman un paisaje multicolor salpicado de pueblecitos nacidos al abrigo del poder de los monjes.
Abadía de Cañas:
Abandona el viajero San Millán y se dirige hacia una de las más gratas sorpresas del recorrido: la hermosa y espectacular Abadía de Cañas, poseedora del más bello y luminoso ábside que ha contemplado. Se encuentra en medio de la llanura, de la nada, en un pueblecito de apenas unos cuantos habitantes. Cual no sería el lamento del viajero, si por desconocimiento o ignorancia, pasara de largo ante la joya que tiene ante sus ojos y que la apariencia externa no deja traslucir.
Fue comenzada en el siglo XIII con financiación de Urraca López de Haro, pero tras su muerte quedó paralizada por motivos económicos, por lo que el transepto
quedaba inconcluso. En el siglo XVI la abadesa Isabel Téllez continuó con la construcción de la nave central y la abadesa Leonor de Osorio mandó construir el retablo mayor de estilo renacentista.
La iglesia cuenta con tres naves longitudinales que se unen en el crucero, siendo la central más grande que las laterales. Tiene veinte grandes ventanales, con la peculiaridad de que en vez de estar cubiertas por vidrieras de cristal, lo están de láminas de alabastro
blanco, permitiendo una iluminación poco habitual en las iglesias, especialmente en el ábside.
El retablo mayor, dedicado a la virgen, fue situado en la cabecera del ábside central, hasta que en 1975 fue desmontado y trasladado al transepto, ya que aunque allí cegaba una de las puertas de acceso a la iglesia, permitía observar los espectaculares ventanales que dejaba al descubierto en su emplazamiento original.
Nájera : Santa María la Real
Deja atrás la maravillosa abadía y se dirige el viajero hacia el Monasterio de Santa María la Real de Nájera donde quedará hondamente impresionado al contemplar la imponente y sobrecogedora belleza, que quizás no esperaba encontrar. Nájera es un precioso pueblo, que en su casco monumental de estrechas y agradables calles, encierra una fascinante historia que reserva para quien tiene el placer inmenso de conocer su legado monumental.
Nájera es una de las estaciones del Camino de Santiago en La Rioja y una de sus poblaciones más monumentales. El viajero queda profundamente impresionado apenas cruza el bello y susurrante río Najerilla y contempla al fondo los enormes riscos a los que se encuentra adosado el monasterio.
No en vano fue capital del reino Cajera - Pamplona en los siglos X y XI, alcanzando su máximo esplendor en la época de Sancho Garcés III, el Mayor. Este monasterio fue fundado en el año 1032 por el rey navarro García IV el de Nájera, junto a la cueva donde, según cuenta la tradición, encontró una imagen de la Virgen María con el Niño mientras cazaba.
En 1079, el rey de Castilla Alfonso VI se lo entrega a los Benedictinos de Cluny. En 1487 el Papa lo entregó a Rodrigo de Borja, el futuro Papa Alejandro VI. Ello significó que desde esta fecha hasta 1513 Santa María fuera una abadía independiente.
La iglesia, verdaderamente grandiosa, no desmerece en comparación con muchas catedrales que ha visto el viajero. Tiene tres altas naves separadas por pilares fasciculados con multitud de columnillas. Las bóvedas son estrelladas y en el crucero lleva bóveda de crucería. Sobre el crucero y parte de la nave principal corre un triforio con vanos muy apuntados.
Impresiona el panteón de los Reyes que conserva hasta treinta sepulcros de reyes castellanos y navarros como García el de Cajera, Sancho el Noble, el infante Ramiro, Sancho II Abarca, Bermuda III de León, Sancho IV el Sabio de Navarra. En el panteón de los infantes, destaca sobre todos, la cubierta de una pieza primorosamente labrada, del sepulcro de Doña Blanca de Navarra.
Otro de los espacios del máximo interés del Monasterio de Santa María la Real es la cueva donde el monarca encontró la imagen de la Virgen. Pasar del ámbito del edificio gótico a este lugar oscuro y húmedo produce una sensación sobrecogedora. Aquí encontraremos una bella imagen gótica de la Virgen, perteneciente al siglo XIV.
El claustro del monasterio, se denomina "Claustro de los Caballeros" porque fue lugar elegido por muchos nobles para su enterramiento. Este claustro es obra de finales del gótico con elementos renacentistas, siendo terminado en 1528. Destacan las tracerías de sus vanos agudos.
Santo Domingo de la Calzada
Vuelve el viajero sobre sus pasos y cruza de nuevo el río Cajerilla, no sin antes volver atrás la vista tratando de fijar en su mente y para siempre, las maravillas que este hermoso pueblo y su incomparable monasterio le ha deparado.
Regresa al Camino de Santiago, que en realidad nunca ha abandonado en este inolvidable viaje, y se dirige a través de los campos bañados de viñedos, suaves colinas y cerros, pintados de color ocre, verde y amarillo que hace las delicias de los peregrinos, como al fin y al cabo lo es nuestro viajero.
Pronto, a lo lejos, divisa la torre de la catedral de Santo Domingo de la Calzada, que destaca altiva y poderosa sobre el resto del casco de la ciudad. Al fondo, como en un cuadro, surgen cubiertas de un manto blanco las estribaciones de la Sierra de la Demanda, y a orilllas del río Oja.
Fue su fundador, Domingo García, el de la Calzada. Santo Domingo lo llena todo en este pueblo cargado de historia: Una Calzada y un Puente, un Templo y un Hospital, Estas son las cuatro joyas que el Santo dió a su ciudad. Así rezan estos versos que resumen, junto con sus numerosos milagros la vida del Santo. Entre los milagros, destaca por su popularidad, el citado a continuación y que se dice es el milagro más conocido de la edad media:
Donde cantó la gallina después de asada.
Cuenta la tradición que, entre los muchos peregrinos compostelanos que hacen alto en esta ciudad para venerar las reliquias de Santo Domingo de la Calzada, llegó aquí un matrimonio con su hijo de dieciocho años, llamado Hugonell.
La chica del mesón donde se alojaron, de más buen parecer que recato, se enamoró del joven, pero éste despreció su lasciva propuesta repetidas veces. La moza troncó el amor en odio y trató de vengarse del desprecio. Determinó poner en el zurrón del inocente peregrino una copa de plata. Tomaron padres e hijo su camino, y ella, denunció el robo al Corregidor. Las leyes de entonces condenaron al mancebo a morir en la horca.
Al salir sus padres Camino de Santiago de Compostela fueron a ver a su hijo ahorcado y, cuando llegaron al lugar donde se encontraba, escucharon la voz del hijo que les anunciaba que Santo Domingo de la Calzada le había conservado la vida.
Fueron a dar cuenta del prodigio al Corregidor de la ciudad. Incrédulo el Corregidor les contestó que “su hijo está tan vivo como el gallo y la gallina asados que me dispongo a comer”, y aplicando el cuchillo quiso empezar a trincharlos, pero, al mismo tiempo, resucitando las dos aves ( ¡qué prodigio!) se vistieron de plumas blancas y puestas en pie sobre el plato, empezó a cantar el resucitado gallo. Desde entonces se dicen los famosos versos:
Santo Domingo de la Calzada / donde cantó la gallina después de asada.
El Camino de Santiago, cruza el pueblo, discurriendo por el centro del mismo, pasando por delante de la Catedral, su famosa torre y el antiguo hospital de peregrinos, hoy Parador Nacional.
Emociona, al margen del sentimiento religioso que el viajero pueda poseer, transitar por el mundialmente conocido, respetado y venerado Camino de Santiago. Estas nobles calles del casco antiguo de Santo Domingo son un placer para la vista y un descanso para el espíritu, ambos, cuerpo e intelecto, ávidos de emociones con las que llenar la existencia, a veces vana, a veces vacía.
Entra el viajero en la catedral del Salvador, primitivamente construida el año 1105, siglo XII, reformas en el siglo XIII, XV y XVIII. Uno de los mejores ejemplos españoles de arquitectura protogótica construida en plena transición, tiene elementos románicos y barrocos junto a la obra gótica. Único ejemplo de iglesia- fortaleza que podemos contemplar en La Rioja. Destacables son las bóvedas que cubren el crucero, el sepulcro del Santo, el famoso gallinero, sus capillas, la imagen de la Verónica, el Coro y el Claustro.
La cabecera románica de esta catedral está formada por una girola, separada de la Capilla Mayor por ocho hermosas pilastras. Del ornamento románico podemos contemplar excelentes relieves y capiteles del s. XII que habían permanecido ocultos tras el Retablo Mayor desde hace más de 450 años, resaltamos los capiteles en los extremos de las embocaduras de la girola.
En las pilastras que conforman la Capilla Mayor vemos decoraciones con motivos vegetales y otras con motivos historiados como un “Árbol de Jesé” (tercera pilastra por la derecha), a medida que levantamos la vista, encontramos la figura sedente de la Virgen María, un Crismón y una Trinidad. Estos símbolos se complementan con los capiteles de las Vírgenes Prudentes, las Vírgenes Necias y los 24 Ancianos del Apocalipsis. Vigoroso relieve del David, rey y cantor, en la base de la pilastra izquierda.
La catedral tuvo a lo largo de su historia, tres torres. La primitiva románica fue destruida por un incendio en 1450, la segunda gótica, tuvo que ser desmontada al amenazar ruina y la tercera barroca es la que actualmente existe.
Es unos de los pocos ejemplos en España, de torre exenta (torre separada del cuerpo principal de la catedral), es obra de Martín de Verata
bajo el patrocinio del obispo Andrés Porras y Temes en 1762, es de estilo barrpcp, de 70 metros de altura y una base de 9 metros. Es la torre más alta de La Rioja.
Finaliza a su pesar el peregrinaje del viajero. Su corazón y su mente le dictan un mensaje al unísono, que no es otro que la intención de volver a recorrer el Camino que acaba de terminar. Tanta belleza, tantos lugares, tantos paisajes, ocuparán para siempre un lugar en su corazón y su mente no los olvidará jamás.