lunes, 28 de mayo de 2012

EL NECESARIO PERDÓN

De estremecedoramente conmovedor, cabe calificar el sobrecogedor diálogo que tuvo lugar en uno de los encuentros que últimamente tienen lugar – muy pocos, en cualquier caso – entre el verdugo y su víctima, a solas, solamente en presencia del interlocutor de ambos, según el relato recientemente publicado, en el que, en este caso una mujer que sobrevivió a una de aquellas matanzas en las que decenas de seres inocentes, niños incluidos, perecieron a manos del fanatismo, el odio y la sinrazón, por parte de aquellos que después de cincuenta años de muerte y destrucción, han tenido que abandonar su brutal, escalofriante y patética actividad sin haber conseguido nada, sin logros de ningún tipo de aquellos que decían perseguir, dejando un rastro de dolor y sufrimiento a más de un millar de víctimas, algunas de las cuales han tenido el valor de enfrentase cara a cara con quién intentó segar su vida sin conseguirlo, aunque como en el presente caso y según su testimonio, destrozaron su vida para siempre.
“Te quería ver la cara y decirte que me habéis devorado la vida, a mí y a mucha otra gente, ¿qué os habíamos hecho?.” Con estas duras y escalofriantes palabras comienza la entrevista preguntándole a quien asesinó a veintiuna personas y lo intentó con ella, su marido y su hijo, sin dejar de mirarle a la cara, mostrándole todo su dolor e incomprensión ante un incalificable hecho como tantos otros que cometió la banda terrorista que ahora dice haber dejado de matar, sin abandonar las armas, como si nos hiciera un favor, como si pudiera disponer de la vida de la gente a su antojo y discreción.
El valor de esta mujer es inconmensurable, pero hay algo más, mucho más profundo, intenso y doloroso en el hecho de querer saber el por qué de tanto odio y rencor acumulado que puede llevar a una persona a destruir a otras, y es la necesidad de verle la cara de saber quién intentó matarla, como es, como piensa, como habla, cómo se siente después de haberla arruinado la vida. Y todo son evasivas, llamaron a la policía varias veces, dice, como si fuese una excusa suficiente, pero tú pusiste las bombas, tú diste la orden, tú eres el culpable.
Desgarrador cuando le pregunta cómo se sentiría ahora si la historia se contase al revés, si él y su familia hubiesen sido las víctimas y él responde que peor aún que ahora ella. Pero no le basta, quiere, necesita saber más, como lo hicieron, dónde durmieron esa noche, qué sintieron al verlo en televisión. Es una obsesión la que llena su vida desde entonces. Le describe lo que vivió en aquellos espantosos momentos, la sangre por doquier y cómo la gente volaba por los aires, cómo a su hijo le estalla un bollo que llevaba en las manos y que su madre pensó que era su corazón que había estallado. Sobrecoge el final de la entrevista cuando le pide que le diga a su marido que lo siente de todo corazón
He seguido todo el proceso del terrorismo desde casi sus orígenes, lo he hecho con sumo interés y he leído cuanto se publicaba a medida que los terribles hechos que todos conocemos se iban produciendo y causando una tremenda angustia a toda la población, y sobre todo, un espantoso dolor a las víctimas que durante los primeros años se vieron sumidas en la soledad por la incomprensión y el abandono de gran parte de una sociedad que las relegó de una manera injusta y cruel.
Los ciudadanos no somos meros observadores de una realidad que nos afecta. Debemos opinar y mostrar nuestro parecer con los hechos que nos afectan como es el que ahora nos ocupa. El perdón, sentido, sincero y público hacia sus víctimas, se hace estricta y humanamente necesario. Sin esta condición, no debería tomarse ninguna medida que pudiese beneficiar a los culpables de tanta desolación.
Se lo debemos a las víctimas y a sus familiares.

lunes, 21 de mayo de 2012

LA LEY DE LA SACA

Contaba mi padre, que fue secretario de ayuntamiento de varios pueblecitos de la provincia de Segovia -  llevaba simultáneamente varios de ellos -  incontables, sabrosas y divertidas historias sobre sus andanzas por esas tierras de Dios y de hombres y mujeres buenos, adonde llegaba a lomos de una yegua en sus primeros tiempos, andando con la nieve a la cintura cuando el sufrido y noble animal no podía desplazarse, más adelante en moto, una vieja Guzzi, que hoy sería una joya de colección, y en los últimos tiempos en un flamante Seat Seiscientos, el amo de las polvorientas carreteras de aquel entonces, por donde más que circular, volaba a la increíble velocidad de ochenta kilómetros por hora, nuevo, impecable, que heredé cuando mi padre lo cambió por un ochocientos cincuenta – salto cualitativo por aquel entonces - y que yo utilicé durante varios años para desplazarme a cada uno de los tres pueblos donde ejercí de maestro de escuela en aquellos maravillosos e imborrables años.
Relataba mi padre una situación de las muchas que tuvo que abordar con aquellas buenas gentes, que los concejales, al verle tan jovencito, desconfiaban de su capacidad para llevar las cuentas, por lo que le reprendían cuando hablaba de partidas y conceptos, de arqueos, de activos y pasivos. Qué sabrá usted, señor secretario, nosotros tenemos todo el dinero del ayuntamiento en una bolsa – evidentemente la caja – y eso es la que hay y nada más, es decir, no hay más cera que la que arde.
Y de ahí no había forma de sacarles, no había otra contabilidad que las pesetas que había en aquella saca, ni debe, ni haber, ni débitos, ni activos, ni pasivos ni bancos, ni otros conceptos de una contabilidad que no existía para ellos. Inútil explicarles que podía haber débitos, pagos por realizar, créditos y otras zarandajas, conceptos vanos y vacuos que ellos no querían tomar en consideración. El dinero del que disponía el ayuntamiento del pueblo estaba en la susodicha saca y todo lo demás sobraba para ellos.
Contabilidad creativa, podríamos denominarla, clara, sencilla y transparente, sin posibilidad de llamarse a engaño ni a fraude ni corrupción. Se contaba lo que había en cada momento y de eso era de lo que disponía la corporación municipal para sacar adelante sus proyectos y sus pagos y si se trataba de ingresos, pues adentro, a la bolsa, se volvía a contar y santas pascuas.
Pocos paralelismos con los tiempos actuales podemos hallar, ya que el seiscientos que surcaba las carreteras de tierra levantando nubes de polvo a ochenta por hora, se ha transformado en un lujoso automóvil, de tal forma que el más pequeño, con un tamaño poco mayor que aquel histórico coche de leyenda, posee hoy una serie de comodidades activas y pasivas que ni se podían soñar entonces y todo ello a ciento cincuenta y sin despeinarse, a todo gas por las modernas autopistas y autovías que hoy surcan la irreconocible red de carreteras estatales, plagadas, de radares y controles con un afán recaudatorio tal que llenarían en un instante la caja de caudales de nuestros inefables concejales.
Menos comparaciones aún podríamos establecer entre aquellos y estos tiempos en cuanto a despilfarro, corrupción y dilapidación de fondos públicos, que los habría también - desde luego no en la corporación municipal que nos ocupa – aunque dudo que llegaran al descomunal nivel alcanzado en estos momentos en los que la megalomanía de tantos malhechores sin escrúpulos, ha dibujado un panorama desolador con monstruosas y descomunales obras en unos casos – léase ciudades de la cultura, aeropuertos, autopistas, complejos polideportivos y edificios emblemáticos diversos – vacíos, sin apenas ocupación, abandonados algunos, con unos costes de mantenimiento imposibles de sufragar, y todo ello para satisfacer el afán de ego personal en algunos casos, la corruptela de las comisiones en otras y en todos ellos la desfachatez más estúpida y extrema que pueda imaginarse.
Mientras tanto, los cajones estaban llenos de las facturas debidas a los proveedores a los que se les adeudan cifras millonarias, con la consiguiente ruina de infinidad de pequeñas y medianas empresas y autónomos que han quebrado al no poder soportar el impago de enormes cantidades adeudadas, con la consiguiente repercusión en el cierre y el despido de los trabajadores, incrementándose así unas cifras de desempleo que hace tiempo ya son insoportables para una ciudadanía que cada día se encuentra con un nuevo escándalo en un país donde todos nos preguntamos cómo puede haber sucedido todo esto, cómo se ha permitido tanto y tan desmedido descontrol, tanto desbarajuste, tanta infamia.
La ley de la saca parece explicarlo todo, así como la ambición desmedida y la falta de supervisión por unos y por otros. Ya sólo falta encontrar y condenar a los culpables. Pero eso, en este País, es demasiado pedir. Mientras tanto para volver a llenar la bolsa recurren a los de siempre, faltaría más.

lunes, 14 de mayo de 2012

UN PAÍS DE OFERTA

La Marca España, a mitad de precio, de oferta, de rebajas, a precio de saldo, como única forma de vender un producto que cada día se encuentra más a la baja, depreciado y reducido a la mínima expresión de su valor, hasta el extremo de que ya hasta los grandes almacenes, tan exclusivos ellos, tan sibaritas y refinados se lanzan a la vorágine general de las rebajas, aunque todavía no se han decidido por las marcas blancas – todo a su tiempo habremos de ver y contar – a las que el resto de las llamadas grandes superficies se han visto abocadas a relanzar y potenciar al máximo en vistas de que por ahí van los tiros, ya que los consumidores las buscamos con esforzado ahínco, tratando de ahorrar esos céntimos prodigiosos que nos permitan ir tirando de mala manera hasta llegar a fin de mes.
Vengo de la peluquería, la habitual, donde acabo de hacerme el ya acostumbrado pelado al dos o al tres, según la temperatura ambiente me aconseje y la verdad es que este mes de mayo que debería estar marceando – cuando marzo mayea, mayo marcea – nos está defraudando al no seguir el popular y generalmente acertado refrán, con unos calores impropios del mes de las flores, por lo que me he visto obligado a apurar al dos y medio para poder soportarlo.
Y vuelvo satisfecho, no sólo por el correcto corte de pelo, sino porque al entrar me he encontrado con un vistoso y llamativo cartel que en unos caracteres perfectamente visibles para todos, incluso para los que son propietarios de abundantes dioptrías, informaba a todo color de una importante rebaja en el precio habitual que no solamente incluía el corte, sino servicios adicionales sin coste alguno, como el lavado, un masaje y un arreglo de cejas y demás depilados menores, que hacen las delicias del cliente, que por bastante menos obtiene mucho más sin disminuir un ápice la calidad del servicio.
Un País de oferta para los mercados internacionales y para todo aquel que pueda permitirse el lujo de comprar una deuda que a nosotros nos resulta costosísima y que para ellos supone un negocio inestimable al rentabilizar una operación redonda con unos intereses que andan por las nubes y que han de pagarse a costa de los recortes y cargas que sufrimos y soportamos los ciudadanos en una frenética e inacabable sucesión de desastres que lastran la economía del ciudadano y por ende de un País desbocado y sin norte, a la deriva, que no parece encontrar su lugar en una Europa sin rumbo, sin personalidad definida, dispersa, con unos integrantes que no poseen capacidad alguna de ceder un ápice de soberanía en aras de lograr un Estado Europeo fuerte y estable, capaz de competir con las potencias emergentes que nos van a eclipsar y reducir a la nada.
No obstante seguimos siendo un País inmutable en muchos aspectos que hacen de estos lares un lugar pintoresco, con fuertes contrastes, donde conviven tradiciones y costumbres ancestrales que chocan frontalmente con la modernidad y con la tradición y herencia cultural de la que históricamente podemos sentirnos satisfechos, de los cuales parecemos incapaces de deshacernos, como si rectificar y adaptarnos a los tiempos que vivimos, supusiera un retroceso, una involución, una dejación de los valores nacionales.
Y sin embargo pioneros en adoptar determinados cambios legislativos que afectan a la sociedad y a sus componentes y que la mayoría de los países de referencia aún no contemplan, ejemplares en la gestión de una seguridad social universal que ampara a todos los ciudadanos, bien sean originarios o foráneos, admirados en el mundo por una organización nacional de trasplantes admirada y respetada por todos y, bueno, permítanme que haga un pequeño receso para llevar a cabo una búsqueda de otros posibles valores patrios que ahora no consigo localizar.
Pena de un País que sigue sin poseer ni alentar una capacidad propia para desarrollar y aplicar la investigación y evitar que nuestros mejores cerebros tengan que emigrar, que sigue con aquello de “que inventen ellos”, que estemos siempre a la quinta pregunta esperando para pagar las patentes de los demás, que leamos tan poco, que gritemos tanto, que soportemos tanto a los folklóricos, a los toreros, que no a los toros, bello animal donde los haya, a la jerarquía católica, a la monarquía, anacrónica como todas, a los insufribles políticos, a los usureros banqueros y a todos aquellos que con su inestimable ayuda están consiguiendo que la oscuridad se cierna sobre este luminoso y hermoso país que es España.

viernes, 4 de mayo de 2012

DÓNDE ESTÁN LOS INTELECTUALES

En los tiempos terribles que vivimos, muy pocos intelectuales han levantado su voz asumiendo la responsabilidad que les corresponde por razón de su posición en una sociedad que está sufriendo las consecuencias de las medidas de los diferentes poderes a los que está sometido y ante los cuales poco puede hacer, ya que su respuesta está limitada por sus posibilidades no sólo económicas sino sociales y sobre todo laborales, que limitan sus capacidades de contestación y réplica ante una penosa situación a la que se ven arrastrados cada día más ciudadanos víctimas de los desmanes de aquellos que manejan los hilos de la política, la economía y las altas finanzas.
Dónde están, dónde se esconden, por qué no elevan su voz que tan lejos puede llegar, que puede ser escuchada y tomada en consideración a diferencia de las masas a las que únicamente les queda el recurso del grito desgarrador y desesperado llevado a lo sumo a las calles, donde se les permite su ocupación temporal o el recurso a la huelga, a sabiendas que más pronto que tarde se apagará su voz y volverán al trabajo, quienes lo tengan, mientras que al resto sólo le quedará el recurso a la angustia y a la incertidumbre desesperante de quién ve el presente comprometido y el futuro inexistente.
La responsabilidad y el compromiso de quienes tienen la capacidad y el privilegio de ser oídos es ineludible ante los acontecimientos que cada día se precipitan un poco más hacia el abismo y que afectan a millones de personas no sólo de este País, aunque a él nos refiramos a la hora de analizar estos hechos. Rafael Alberti, hablaba en su tiempo de los poetas andaluces: y cuando cantan, y cuando miran y cuando sienten, parecen que están solos.
Esa es la impresión que causan en la actualidad, salvo honrosas excepciones, algunas de ellas incluso procedentes de allende las fronteras, lo cual provoca más frustración al contemplar el panorama que nos deparan los privilegiados que pudiendo denunciar las ignominias e injusticias en general y los abusos de los diferentes poderes en particular, callan su voz y se esconden en su madriguera a la espera de tiempos mejores cuando puedan lucrarse vendiendo el producto de sus capacidades intelectuales que han reservado para su uso y disfrute.
Y qué hay del gremio de los actores, tan activos ellos en aquellos tiempos de la guerra de Irak, aunque no tanto cuando se trataba de condenar el terrorismo – salvo honrosísimas excepciones, que las hubo – o de los supercocineros, tan famosos ellos, tan endiosados y dicharacheros cuando de promocionarse se trata y, sin embargo, tan silenciosos a la hora de condenar la barbarie de los violentos, cuando precisamente era en su Comunidad dónde más se daba esa lacra, que llegó a acabar con la vida de un compañero de profesión, no tan conocido, no tan popular como ellos, al que asesinaron hace años y que ninguno fue capaz de condenar.
Tanto unos como otros, a los cuales cito aquí, pero que no constituyen por sí solos el colectivo con capacidad de influir en la opinión pública y en los poderes establecidos, ya que existen otros afortunados que por razón de su estatus social deberían tener la obligación moral de pronunciarse y elevar su voz que siempre es escuchada por razón de su posición social e intentar solidarizarse con los más desfavorecidos en los delicados momentos que vivimos, mediando e intercediendo ante quienes corresponda con el objeto de mejorar su situación.
Pero, viven confortablemente encerrados en su rico mundo interior y se olvidan de los desheredados. No hablo aquí de los afortunados poseedores de inmensos bienes terrenales, que acaparan las portadas de las revistas del corazón y otros desechos varios, de los cuales nada cabe esperar, sino de los más cercanos al sufrido ciudadano, a los trabajadores, a los que dicen encontrarse próximos por razón de su credo social y político.
Gabriel Celaya, escribía unos maravillosos, sentidos y profundos versos en su poema “la poesía es un arma cargada de futuro: maldigo la poesía concebida como un lujo / cultural por los neutrales / que lavándose las manos se desentienden y evaden / maldivo la poesía de quien no toma partido hasta mancharse.