miércoles, 28 de diciembre de 2011

LAS CUENTAS REALES

Si usted, estimado lector, se decide a teclear en un buscador de Internet el texto que se corresponde fielmente con el título de este comentario, obtendrá cerca de veintitrés millones de coincidencias, resultados o enlaces, todos los cuales – la inmensa mayoría, ya que es imposible examinar todos – relativos al área contable, ya que esa expresión se corresponde con una de las numerosas acepciones, en este caso de las cuentas, que se manejan en la contabilidad financiera.
No era mi intención penetrar en el farragoso e ininteligible mundo contable, ni siquiera por una mera curiosidad tratando de discernir, dada la expresión, entre las posibles cuentas virtuales y por oposición, las reales. No, en absoluto, aunque dado el hecho de que vivimos tiempos financieramente convulsos, tampoco hubiera tenido nada de excepcional que pretendiera tratar de aclarar las cuentas que simplemente ya de oído suenan fatal, provenientes de tanto ingeniero financiero, tanto siniestro banquero y tanto mangante de guante blanco y de tantos otros colores, como asolan el panorama que a río revuelto se crea.
Y no me ha extrañado gran cosa el resultado obtenido tras la oportuna consulta, ya que soy consciente de que nos encontramos en un país, dónde demasiados tabús, vetos y censuras varias persisten aún, lo cual, a estas alturas, no deja de ser un anacronismo y una deficiencia democrática bastante notable. Resulta inconcebible, el desconocimiento, la dejadez y la indolencia, ante un tema que debería interesarnos y al que casi nadie parece encontrar el atractivo suficiente para interesarse por él.
Es éste un País con un alto porcentaje de cortesanos, con la prensa a la cabeza – y en este caso concreto a los pies – junto con un elevado índice de políticos y personajes relevantes que conforman un coro de aduladores irredentos, patéticos y sumisos que de una manera absurda e irracional, se dedican a cantar las virtudes y a ocultar los defectos de personajes de la vida pública, cuyo comportamiento, vida y hacienda, nos incumben a todos los ciudadanos, por una sencilla razón: nosotros somos quienes pagamos sus facturas.
Hoy, veintiocho de diciembre, día de los santos inocentes, la Casa Real, ha decidido graciosamente, después de treinta y dos años y por primera vez, hacer públicas unas cuentas que deberían haberlo sido desde siempre y que inexplicablemente se han ocultado, haciendo honor a esa extraña y absurda actitud que gobiernos tanto de derechas como de izquierdas han mantenido y mantienen hacia una institución como es la Monarquía, que guste o no, nos ha sido impuesta.
Demasiado tiempo han tardado en publicar unas cifras, nada detalladas por cierto, considerablemente elevadas y más con la que está cayendo sobre los ciudadanos de a pie, que no obstante han sido difundidas tras el escándalo financiero de uno de sus componentes, de una forma un tanto precipitada y obligada por unas circunstancias que en nada favorecen a una institución que permanentemente vela por una imagen que por otra parte tanto nos cuesta a los contribuyentes y que miman hasta extremos que rayan en la obsesión por mantenerse en el pedestal donde se hallan.
Imposible e inimaginable resulta pensar que este ingenuo comentario de un ciudadano de andar por casa, pueda publicarse en un medio de comunicación. Sería una agradable sorpresa, que de vez en cuando pudiese entrar un poco de aire fresco en unos medios que, salvo honrosas excepciones, solo airean copiosa y abundantemente, los minutos de aplausos, los innumerables elogios y las infinitas bondades sin cuento a las que al Rey se le atribuyen.
He ahí el reto, por si algún medio de comunicación, tiene la gallardía de recogerlo.

miércoles, 21 de diciembre de 2011

ESOS ODIADOS LÍDERES

De surrealista, irracional y degradante, puede calificarse el espectáculo proporcionado por las imágenes que hemos visto de Corea del Norte, en las que unos hundidos y apesadumbrados ciudadanos lloran desesperada y trágicamente, con una desgarradora impresión de desamparo y absoluta amargura la pérdida de su amadísimo benefactor padre de la patria, tienen más de patéticas, histriónicas y melodramáticas que de conmovedoras.
Da la impresión, a fuerza de resultar anacrónicamente irreales y kafkianas, que se trata de una singular y gigantesca dramatización montada a escala nacional en cada una de las ciudades y pueblos que componen esa triste, sombría, y enigmática nación Coreana, encerrada, encarcelada en sí misma, prisionera de los enloquecidos sátrapas que la dirigen con fiero y cruel puño de hierro tratando de ocultarla a toda costa al resto del mundo.
Nada traspasa sus fronteras, ni en un sentido ni en el otro, tan sólo algunas esporádicas noticias e imágenes tomadas con el riesgo de las vidas de quienes manifiestan semejante atrevimiento. En una de esas ocasiones, en un documental se contempla a un grupo de niños de tiernísima edad, repitiendo a coro las consignas que su fanática maestra les repite una y otra vez sobre el amado líder al que tanto deben, al que se le debe absoluto respeto y sumisión, en lo que constituye un continuo lavado de cerebro que les acompañará el resto de sus días.
No es extraño por lo tanto que aunque nos parezca un espectáculo tragicómico, los ciudadanos lo vivan con auténtico sentimiento, con lágrimas que no son de cocodrilo, sino de sincero pesar por la pérdida de un tirano que les ha anulado la voluntad y la capacidad de discernir y que ha sumido a ese pobre país en la miseria más absoluta que se traduce en continuas hambrunas que diezman la población, mientras mantiene un ejército de un millón de soldados – el cuarto del mundo – con una capacidad nuclear que mantiene en continuo jaque a los países limítrofes y al resto del mundo al que se permite amenazar en una continua locura que desafía la razón humana.
Resulta inconcebible a estas alturas una situación semejante de docilidad, esclavitud, y subyugante vasallaje hacia unos personajes – se trata de una monarquía comunista hereditaria – absolutamente despreciables que viven a cuerpo de rey mientras la ciudadanía pasa hambre y necesidades sin cuento, donde la penuria llega hasta extremos de carecer de combustible para calentar sus hogares en invierno.
Ciudades con avenidas inmensas sin tráfico alguno, estatuas del amado líder por doquier, consignas continuas de los comisarios vigilantes de la miserable revolución hacia una población que rinde culto hacia el amado y endiosado dirigente al que todo deben y que los ha empobrecido hasta límites inhumanos, reduciéndolos a meros supervivientes dedicados a adorar a un falso ídolo.
La historia demuestra que los enloquecidos déspotas como este tiranuelo, no siempre acaban siendo derribados, o si es así, no siempre reciben el castigo que merecen – me pregunto cómo podrían pagar todas sus atrocidades cualquiera de los innumerables autores de crímenes contra la humanidad que a lo largo de la historia han sido – lo cual es un claro y flagrante indicativo de la injusticia, la iniquidad y la sinrazón que golpea a la especie humana a la hora de juzgar los atropellos a los que con frecuencia se ve sometida. Afortunadamente estamos contemplando cómo han ido cayendo dictadores de todo signo en diferentes partes del Planeta, pero aún quedan demasiados.
Confiemos en que los que hoy adulan y reverencian a este despreciable y déspota personajillo, sean los que mañana lo derriben con todo el estruendo que merece. No sería la primera vez en la larga lista de los tiranos que asolaron a sus pueblos. Sin embargo, parecen no tomar nota de una historia que de todas formas los condenará. Pero está claro que con eso no basta.

miércoles, 14 de diciembre de 2011

LA IDENTIDAD PERDIDA

Somos la inmensa mayoría de los humanos de a pie, y cada vez en mayor medida, un claro, diáfano y transparente libro abierto, con sus páginas desplegadas sin posibilidad de ocultar su contenido, con todo su material impreso al descubierto, listo para que cualquiera, ya sean instituciones públicas o privadas, ya sean individuos u organismos varios, ojeen en sus entrañas y su argumento penetrando en sus más íntimos vericuetos con el afán y la intención poco disimulados de conocer la vida, obra y milagros que dicho relato puedan depararles, aquellos, que más que desaprensivos, no son sino unos indefensos individuos.
No es necesario para ello que nos esforcemos en mantenerlo abierto de par en par, ni que proclamemos a los cuatro vientos su contenido, ya que basta con que poseamos una identidad pública, para que los organismos oficiales correspondientes extiendan sus numerosos brazos para mantenernos permanentemente conectados y atados a ellos para siempre, manteniéndose un flujo de información constante y efectivo, siempre desde nosotros hacia ellos, y así constituir con todos una inmensa red tejida con hilos invisibles que permitirá que el Gran Hermano nos controle, dirija e inspeccione, con el objeto de satisfacer sus necesidades que nunca se verán totalmente satisfechas.
El común de los mortales no puede escapar a este destino, salvo que se recluya en un apartado e inaccesible paraje, que no existe, se retire a un monasterio alejado del mundanal ruido, donde seguramente no lo van a admitir, o comunique que su vivienda habitual se localiza bajo un puente dada su condición de indigente, en cuyo caso tomarán nota de la superficie que ocupa, zona donde se halla ubicada su residencia y comodidades de las que dispone con el fin de incorporar sus datos al correspondiente fichero que emitirá puntualmente los correspondientes recibos catastrales.
Claro que hoy en día, nosotros solos, sin apenas darnos cuenta, nos damos a conocer sin necesidad de que esta condición sea impuesta por los poderes públicos. No me refiero, aunque también, a las conversaciones a gritos que ya sea en la calle, en el autobús o en cualquier lugar público, mantienen a través del móvil ese tipo de gente que no tiene escrúpulo alguno en proclamar a los cuatro vientos sus intimidades más recónditas, dándolas a conocer a cuantos se encuentran a cien metros a su alrededor.
Hablo de aquellos que de una ingenua forma se identifican en las redes sociales, haciéndolo en ocasiones de una manera exhaustiva, proporcionando no sólo su filiación, sino divulgando su historial tanto gráfico como textual, sin reparos, sin remilgos, sin pudor alguno, sin darse cuenta de que esa información puede ser no sólo conocida al instante por quienes quizás no desean, sino que sobre todo puede manipularse con oscuras intenciones por quienes medran por esas redes tratando de obtener inconfesables beneficios.
Y así, entre unos y otros, sin comerlo ni beberlo, sin haberlo solicitado sin creer en ello y sin vocación, nos vemos inmersos en la tupida red que nos han ido tejiendo y de la cual nadie puede escapar sin sufrir daños de algún tipo. Los unos friéndonos a impuestos, declaraciones, tasas, obligaciones, restricciones y crisis varias y los otros cotilleando y metiéndose en nuestras vidas, publicándolas y amplificándolas sin nuestro permiso. ¿Alguien puede sustraerse a esta situación? Por supuesto. Pero esa es otra historia.

lunes, 28 de noviembre de 2011

TIEMPO DE TONTACOS

Vivimos unos tiempos en los que la tontería, la falta de personalidad, la banalidad, y la vulgaridad más acendradas, campan por sus anchas a diestro y siniestro, en todas la escalas y niveles sociales, afectando a edades diversas, con cultura y sin ella, de uno y otro sexo, que hacen ostentación de tal forma y manera, que con una total falta de escrúpulos, sin la menor delicadeza, sin tacto alguno, reparo o prejuicio, se hacen ver y oír para desgracia y espanto de cuantos los soportamos a diario.
Incalificables las/los energúmenos que, pegados al móvil, del que son una mera y simple prolongación, sin el menor respeto hacia los demás, hablan a voz en grito a través de ese artefacto del que son inseparables, ya se encuentren en el autobús, en la sala de espera del hospital, en el cine o en plena calle, haciéndonos partícipes de su total falta de educación, sin la menor vergüenza, con un absoluto e insultante desprecio hacia cuantos les rodean, publicando a los cuatro vientos sus cuitas que a nadie más que a ellos debieran interesar, con un olímpico desprecio por su intimidad y la nuestra.
Insufribles por vulgares, incultos y barriobajeros las/los famosillas/os, celebrities ridículos de la desfachatez, la ordinariez, la chabacanería y el mal gusto de unos personajillos que gritan y vociferan mientras sin escrúpulo alguno cuentan una y otra vez, en un medio y en otro, sus interioridades familiares, sus insípidos e incalificables chismes o se insultan sin el menor pudor ante una audiencia considerable.
Ridículos, esperpénticos y extravagantes, aquellos que se muestran en público con las ropas agujereadas, rotas y deshilachadas, y no porque su poder adquisitivo no les dé para más. Más bien al contrario, pues se trata de tontacos/as, con un alto nivel económico, que se gastan elevadas cifras en esos harapos con los cuales uno no sabe si pretenden imitar a los menesterosos que desdichadamente han de llevar esos despojos porque no poseen otros - lo que supone una estupidez rayana en la ofensa hacia los desheredados de la Tierra - o simplemente es que quieren llamar la atención del personal, lo cual consiguen sin el menor género de dudas, al tiempo que suscitan, más que la risa, la indignación y el rechazo.
Indescriptibles los macarras que a bordo del oportuno utilitario, ridícula y burdamente tuneado y con las ventanillas abiertas de par en par, aprovechan la parada en los semáforos para subir el volumen de la música a todo trapo con el objeto de que los sufridos, indefensos y casi ya acostumbrados peatones, sientan machacados una vez más sus oídos por el espantoso, cruel e insoportable concierto que de estos energúmenos procede.
Qué triste y devastador espectáculo el de los fanáticos/as de la suprema y absurda delgadez, de la exhibición del esqueleto andante, flacos, enjutos, consumidos y demacrados, que lucen su falta de carnes como un trofeo, como un rotundo éxito conseguido a base de abstinencia alimenticia, como si quisieran emular – que no es así – a los millones de seres humanos desnutridos y hambrientos a la fuerza, porque nada poseen y que desgraciadamente pueblan la Tierra y para los que este hecho supone una ofensa más ante la visión de este deprimente espectáculo.
Y qué decir de la cocina minimalista, diminuta, exigua, ínfima, que luce inexistente en un plato exquisitamente decorado con unas leves y sutiles líneas de colores confeccionadas con una salsa compuesta de decenas de productos que bordean y acogen a una casi invisible pieza de una sustancia que parece sólida, pero que resulta que es, según anuncian pomposamente, una espuma de de jamón evaporado y condensado en un carísimo instrumento fabricado especialmente para elaborar ese ridículo y tontaco plato, cuyo importe podría alimentar a cientos de famélicos seres de este atribulado mundo.
Y por último, cómo denominar a los que diariamente nos maltratan amenazándonos con nuevos recortes de toda índole, nos intimidan con su discurso catastrofista, nos amonestan porque gastamos mucho o por todo lo contrario. Mientras tanto congelan las prestaciones a los pensionistas y a los que aún no ostentamos esa condición, nos amenazan con no percibirla después de cincuenta años cotizando, y ya de paso, alargan la jubilación hasta los setenta años, exprimiéndonos al máximo, mientras los mangantes de guante blanco se ponen las botas a costa de los de siempre.
Difícil calificar a éste último grupo entre los citados anteriormente, pero es imposible dejarlos al margen, ya que si aquellos pueden hacerse acreedores a tontería, falta ó acción no culpable, estos últimos no tienen disculpa alguna, pues juegan con vidas y haciendas a sabiendas del daño que causan y de la indefensión ante la que se encuentran ante sus decisiones.

jueves, 10 de noviembre de 2011

SIN PERDÓN

No se trata de hablar de una gran película cuyo título figura en la cabecera de este escrito al que le da título y ocasión, sino que es la excusa para iniciar un tema sobre el que se ha escrito y se escribirá a raudales en el futuro, pero que pese a ello, deja, ha dejado y dejará siempre grandes y a veces dolorosos flecos que quizás nunca se tocarán, que quedarán expuestos a la visión y conciencia de todos y que solamente la sinrazón humana unida a la soberbia y a la injusticia, pueden explicar su inalterable permanencia en el tiempo.
La historia está plagada de hechos y sucesos por los que se debería haber perdido perdón, así como de personajes que desaparecieron sin que sus culpas fueran públicamente confesadas, bien porque no se sentían culpables, pese a la universal constancia de su maldad, bien porque su arrogante altivez se lo impedía.
No es la nuestra una sociedad que se distinga por su capacidad para reconocer las culpas, sino que más bien se distingue por sostenella y no enmendalla, por no dar nuestro brazo a torcer, por no reconocer una culpabilidad que en ocasiones es tan evidente que causaría sonrojo y vergüenza ajena si no fuera porque es tan indignante el hecho y rastrero el personaje, que mostrar esa debilidad sería un auténtico y vacuo lujo que no nos deberíamos permitir.
Dictadores de todo signo, políticos de todas las tendencias, militares, personajes de alta y baja alcurnia, unos con uniforme al uso, otros con sotana y/o alzacuello, los demás con traje y corbata y el resto con vaqueros, personajes públicos todos, que tienen y han tenido motivos para pedir perdón en público por sus múltiples fechorías, jamás lo harán, porque es un signo de debilidad, pensarán unos, porque no tienen conciencia del mal hecho, se justificarán otros, y los demás, la mayoría, porque su arrogancia no se lo permite.
Podríamos citar innumerables y flagrantes hechos de la historia de la humanidad que han quedado huérfanos del perdón al que se hicieron acreedores sus autores, porque siempre hay un causante o causantes de los hechos, y que seguramente jamás veremos plasmado en los anales de la historia, porque en su momento no lo hicieron y porque sus descendientes, que en muchos casos los hay y los seguirá habiendo, no lo llegarán a hacer jamás.
Y así nos encontramos con crueldades sin cuento cometidas por individuos responsables de haber cometidos atroces actos contra la humanidad que no dejaron descendencia o si la dejaron no se les puede pedir responsabilidades. Pero en muchos casos, sobre todo en el caso de de sociedades, organizaciones y entidades de diversa índole que han permanecido en el tiempo y que deberían pedir perdón por su trayectoria.
Países cuyos gobiernos cometieron auténticas atrocidades en el pasado, contra otros países, y contra la libertad de sus ciudadanos, mantienen ahora y siempre la obligación de excusarse. La Iglesia católica, aquí en España, por su nefasta y parcial actitud durante la dictadura, a la que le dieron la aberrante categoría de Cruzada, tiene aún hoy en día la inexcusable obligación de pedir perdón – no digamos si tomamos en consideración la denominada Santa Inquisición, institución aborrecible y cruel por excelencia, que la iglesia se encargó de gestionar – son ejemplos, que junto a otros muchos, aún tienen pendiente de pedir las oportunas disculpas.
Aquí, en nuestro País, vivimos el fin del terrorismo después de casi cincuenta años de una violencia que ha causado cerca de novecientos muertos. No basta con detener la barbarie. Las víctimas, sus familiares y la sociedad en general exige que los causante de tanto dolor y sufrimiento pidan públicamente perdón.
Sin perdón no hay descanso ni reparación.

martes, 18 de octubre de 2011

EL DESAMPARO

La desolación, el dolor, la infinita tristeza y desamparo causados por el terrorismo a las víctimas, inocentes objetivos de la barbarie cometida por quienes alentados por el odio, la crueldad y el fanatismo más inhumano y devastador destrozaron sus vidas, nos causa un profundo sentimiento de solidaridad, comprensión y respeto.
Vieron sus vidas sesgadas por aquellos que a la hora de cometer sus horribles actos, no mostraron ningún sentimiento de piedad a la hora de llevar a cabo sus abominables actos, injustificables, terribles, de una brutal e insensible atrocidad que ha llenado de espanto, soledad y desconsuelo a cientos de familiares durante cincuenta años de iniquidad, locura y la más injustificable de las atrocidades.
Nadie, en ningún momento, bajo ninguna circunstancia, puede tratar de acreditar, razonar, argumentar o defender tamaña ignominia, que, sin embargo durante mucho tiempo y no solamente en el País Vasco, pareció comprenderse con aquello de que algo habrían hecho, por algo los matan, no serán tan inocentes.
Bárbaro razonamiento, demasiado extendido para desgracia de las víctimas, y de sus familiares, que tuvieron que ocultarse, en un acto de doble crueldad hacia ellos, como si fueran los culpables de unos actos incalificables que tardaron en ser reprobados demasiado tiempo, hasta que fueron reconocidos como crímenes sin más, fruto del desprecio más absoluto por la vida y el dolor ajenos.
Durante mucho tiempo volvimos la vista, hicimos como que no iba con nosotros, hasta intentamos entenderlo, y de ello, muchos, demasiados, seguramente fuimos culpables. Hasta que nos abrieron los ojos las salvajadas a las que el fanatismo puede llegar y descubrimos las atrocidades cometidas por los mensajeros de la muerte y la devastación.
Descorazonador, triste y vergonzoso, que muchos continúen ahora, después de más de ochocientos muertos, justificando la violencia o al menos, tolerándola, sin condenar claramente a los autores de los asesinatos y colocando en la misma balanza a los verdugos y a las víctimas, tratando de equipararlos, como si hubiera habido dos bandos en lucha, como si las víctimas fuesen las culpables de sus crímenes.
No podemos olvidarnos en ningún momento de las víctimas causadas por otros terrorismos de otro signo, como el que se dio en Madrid el 11 M, y que resulta igual de odioso y cruel. Su rechazo ha de ser el mismo, ya que el dolor causado es igual de injustificable.
Recientemente ha tenido lugar en Euskadi la llamada Conferencia por la Paz. Representantes políticos de diversos países, según ellos, expertos en negociaciones de paz, ex presidentes, ex ministros, y otros representantes de organismos internacionales, se reunieron en San Sebastián, y durante tres horas y sin un exhaustivo grado de conocimiento de la situación que analizaban, debatieron sobre un tema que ya dura cincuenta años.
El comunicado final, después de una intervención de tres minutos de los que disponían cada uno de ellos, no puede ser más desalentador. Prácticamente equipara a víctimas y verdugos, los coloca a la misma altura y recomienda a los terroristas a los que en ningún momento califica de tales, que abandonen las armas y al Estado que negocie con ellos. Podían haberse quedado en sus países y haberles ahorrado a los familiares de las víctimas una afrenta más.
Sólo el abandono de la violencia, el reconocimiento del dolor causado a las víctimas y a sus familiares y el perdón expresado por los culpables hacia ellos, puede cerrar un capítulo de la historia de España que nunca se debiera haber escrito.

viernes, 30 de septiembre de 2011

CON EL ALMA EN UNA NUBE

No es éste un País que se haya distinguido a lo largo de su dilatada historia por el amor a la cultura y, sobre todo, por quienes se encargan de divulgarla y difundirla mediante su contribución directa, como son los maestros, los formadores, los enseñantes y educadores en general, que nunca han sido excesivamente bien considerados, ni admirados, ni mucho menos respetados y si no, recuerden cuando de una forma despectiva, bárbara e ignorante, se acuñó aquella odiosa e inculta expresión con la que se calificaba a quienes ejercían esta hermosa profesión: “el que vale, vale, y el que no para maestro”.
No deberían extrañarnos estas demostración de una soberana incultura, que, pese a todo, seguimos arrastrando, con una inmensa mayoría de la población que no lee ni un solo libro en toda su vida, pero que conoce a la perfección la marcha de la liga de fútbol o que recita de memoria el nombre de todos los aberrantes famosillos que invaden las pantallas de televisión con sus gritos, cotilleos y estupideces varias, siempre inmersos en el terreno de la incultura, la ignorancia y la brutalidad más acendradas.
Y es que la España de charanga y pandereta, del a vivir que son dos días o su sinónimo de a vivir del cuento, pese a los difíciles tiempos que vivimos, sigue vigente, y los defectos nacionales tradicionales, continúan estando demasiado presentes, hasta el punto que la mala educación, el mal gusto y las malas formas, siguen estando instaladas en una País que ha avanzado en todos los órdenes, sin lugar a dudas, pero al que le cuesta desprenderse de muchos defectos que aún le acompañan.
En estos días se vive en el sector de la enseñanza pública una cierta inquietud y desasosiego, sobre todo en la Comunidad de Madrid, a propósito de las declaraciones formuladas por su presidenta, la cual afirma sin sonrojo alguno que los profesores apenas trabajan veinte horas a la semana, que no dan ni golpe, que su jornada laboral supone un agravio comparativo con la de la mayoría de los trabajadores que duplican el número de horas trabajadas.
Más de lo mismo, una afrenta más hacia unos profesionales que dedican su vida a formar a nuestros jóvenes, con unas afirmaciones inexactas, que no responden a la verdad, tan alejadas de la realidad, como la población lo sigue estando de los enseñantes, a los que no se les reconoce su labor, pues ignoran las horas que dedican fuera del aula, en el mismo centro, en casa, preparando trabajo, corrigiendo, programando.
En definitiva, todo esto supone un desconocimiento absoluto hacia una labor que se desarrolla cada día en un ambiente de mayor dificultad debido a los problemas con los que se enfrentan cada vez con mayor frecuencia motivado por las características del alumnado y la incomprensión y a veces la desidia de las autoridades en unos casos y de los mismos padres en otros, que no contribuyen a mejorar una situación cada vez más deteriorada en el ámbito de la enseñanza.
Con el alma en una nube / y el cuerpo como un lamento / llega el problema del pueblo / llega el maestro. Cantaba Patxi Andión, que posteriormente ejerció también de enseñante, allá por los tiempos heroicos en los que los maestros rurales, ejercimos de maestro de escuela en aquellas deliciosas escuelitas unitarias repartidas por la mayoría de los pueblecitos y aldeas de la geografía española, donde el maestro era más respetado, querido y considerado que en los tiempos actuales.
Conservo un hermoso e imborrable recuerdo de aquellos impagables tiempos de maestro de escuela por pueblos de la provincia de Segovia. Sigo amando esta profesión que hace muchos años abandoné y para la que pido el respeto y la consideración que se merece.

viernes, 23 de septiembre de 2011

QUE INVENTEN ELLOS

Esta archiconocida y popular afirmación, muy de aquí, muy española, negativa y perversa como pocas, constituye, en principio, una dejación absoluta de la capacidad de un pueblo, de una nación para indagar, explorar, averiguar, utilizar la curiosidad como arma, como acicate y aliciente para acercarnos al conocimiento, al descubrimiento, que desde la invención de la rueda hace seis mil años, no se ha detenido, logrando así el progreso y el avance que la humanidad ha experimentado a lo largo d su historia.
Seguiríamos en la época de las cavernas si el ser humano hubiera hecho dejación de sus dotes para indagar, para preguntarse el por qué de cuanto nos rodea, de cuando sucede, de tratar de encontrar respuestas a fenómenos en principio inexplicables. Pero ese extraordinario sentido de investigación del que suele estar dotado el hombre, le ha llevado y le sigue conduciendo a explicarse el mundo, el universo y todo cuanto se encuentra a su alrededor, consiguiendo así el progreso logrado desde el descubrimiento del fuego hasta nuestros tecnológicos tiempos.
Pero aquí – por dejar de lado por una vez la expresión “en este País” – somos asín – recuérdese, que al igual que “ansí”, el diccionario de la Real Academia, lo permite – y, en consecuencia, así nos ha ido, así nos luce el pelo, con grandes inventores, con genios eminentes que han tenido que llevarse su capacidad inventiva y sus descubrimientos a tierras extrañas y lejanas, donde les han recibido con los brazos abiertos.
Y allí tuvieron que vender su ingenio y allí se patentó lo que nunca debiera haber salido de nuestro País, si la desidia, la ignorancia y cómo no, la envidia típica de estos lares por todos aquellos que destacan y tienen éxito, camparon por sus respetos provocando un vacío permanente en el terreno de la investigación que ya es endémico en España.
Isaac Peral y Narciso Monturiol, inventores del submarino, Juan de la Cierva con el Helicóptero, Alejandro Goicoechea con el Tren Talgo, son sólo algunos ejemplos de grandes personajes que tuvieron que ir en busca de otro País donde valorasen unos descubrimientos que tuvieron una enorme repercusión para la humanidad y que, paradojas del destino, al no haberse patentado en nuestro País, tuvimos que pagar un alto precio para poder utilizarlos aquí, en el lugar de origen de quién los inventó.
Somos unos de los principales países del mundo en fabricar automóviles, pero sin embargo ni una sola de la gran cantidad de marcas que los producen es Española, lo cual ya dice bastante de la situación que analizamos y de las desventajas económicas que esto supone.
Tuvimos una marca de primerísima categoría en este terreno, Hispano Suiza, un fabuloso automóvil al estilo de Ferrari y similares, una marca de prestigio reconocida por todo el mundo del automovilismo y que consiguió grandes éxitos compitiendo en los circuitos de todo el mundo. Pues bien, la desidia, la falta de imaginación y el desinterés general, lograron, una vez más, echar a pique una gran ocasión de demostrar que éramos capaces de conseguir altos grados de calidad en este sector.
Lo nuestro son los toros, las fiestas día sí, día no, los puentes – si la fiesta cae en domingo, la pasamos al lunes – las fiestas religiosa a miles, la semana santa y sus inefables y tétricos pasos, la navidad con fiestas a diestro y siniestro, y el mes de agosto inhábil para cualquier actividad que suponga producir, trabajar, levantar una economía en crisis y con una cifra de parados que sonroja y en la que, eso sí, somos los primeros con considerable ventaja.
No hemos mejorado mucho. Las cifras en investigación son ridículas comparadas con el resto de los países avanzados y hasta nos permitimos hacer recortes en enseñanza y sanidad, dos pilares absolutamente básicos del bienestar de una sociedad.
Que inventen ellos, vuelva usted mañana y a vivir que son dos días. Tres frases acuñadas en un País al que aún le faltan unos cuantos hervores para entrar definitivamente en la modernidad.

martes, 20 de septiembre de 2011

LECCIONES DE LA HISTORIA

La historia es una fuente inagotable de conocimiento que deberíamos conocer mucho más exhaustivamente de lo que tradicionalmente nos han enseñado, aunque esta deficiencia educativa, no es obstáculo alguno para alegar de su ignorancia, ya que su estudio está al alcance de todos independientemente de si poseemos o no la bibliografía y la documentación necesarias para semejante empeño.
Internet nos brinda esa posibilidad si realmente estamos interesados en conocer nuestro pasado, y a nada que nos molestemos y poseamos una mínima capacidad para bucear en tiempos pretéritos, dentro de esa maravillosa herramienta al alcance hoy en día de una inmensa mayoría de la población, encontraremos cuanta información deseemos de cualquier capítulo de la historia pasada de la civilización humana.
De esta manera, me adentré en una época de la historia de España como es la que comprende la Primera República, que apenas sobrevivió once meses, del 11 de febrero de 1872 al 29 de diciembre de 1874. Durante este breve período de tiempo ejercieron cuatro presidentes de la República, uno de los cuales, fue Nicolás Salmerón, nombre que a la mayoría, sin duda nos suena sin más, como tantas otras figuras de nuestra historia pasada, pero de las que en realidad ignoramos todo o casi todo.
Fue un hombre íntegro y un político singular, que apenas ostentó la presidencia de la Primera República durante el breve tiempo de un mes y medio, y no porque fuera derrocado – aunque fueron muchas las presiones que tuvo que soportar por parte de diversos estamentos – sino que decidió dimitir por negarse a firmar unas condenas de muerte, alegando lo siguiente: “ la pena de muerte como materia de penalidad no la admitiré nunca, porque es contraria a mi conciencia, a mis principios y a los principios que rigen la democracia”.
Tal integridad es difícil de entender hoy y siempre, y sitúan a este eminente político en un destacado lugar entre tanta mezquindad y miseria humana como encontramos no sólo ahora, sino en el pasado, a la hora de dedicarse a esta profesión tan denostada en nuestro tiempo.
Su rectitud, su honradez y su sentido del deber, le llevaron a enfrentarse con sus enemigos, no sólo políticos, sino a la monarquía – los borbones que serían restaurados poco después tras el golpe del general Martínez Campos – que no le perdonaron declaraciones del calado que sigue a continuación: “os gastos de todo el sistema de enseñanza en España, ascienden a tres millones de pesetas, los de la monarquía a trece millones”. Regresó a su cátedra de metafísica, pero con la restauración Borbónica, tuvo que exilarse en Francia. Volvió en 1885, merced a una amnistía que le permitió recuperar su cátedra.
Hoy, en este País, continúa la misma dinastía monárquica, pero a diferencia de aquellos tiempos, hoy desconocemos por completo los gastos que genera, que han de ser muy elevados dada la amplitud en número de miembros de la familia Real.
Si consideramos los tiempos difíciles y tremendamente complicados por lo que está pasando una población que se ve obligada a soportar continuos recortes en todos los órdenes, tanto sociales como económicos, la lección de la historia es clara y concluyente: tenemos derecho a saber, como entonces, cuales son los gastos que genera la Monarquía y que desde ahora mismo, se les apliquen los recortes que les correspondan.
Nicolás Salmerón tuvo el valor de denunciar un hecho que hoy en día, al cabo de casi ciento cuarenta años, se oculta a la ciudadanía que es quien sufraga sus onerosos gastos.
Si D. Nicolás formara hoy parte del gobierno de esta España tan absurdamente cortesana, quizás conoceríamos esas cifras que siguen empeñándose en mantener bajo un oscuro silencio, aunque lo más seguro es que se lo prohibirían, en nombre de un incomprensible sentido del secretismo que ampara a una institución, que no lo olvidemos, no ha sido elegida por la ciudadanía, sino que viene impuesta por una tradición histórica, anacrónica a todas luces en pleno siglo XXI.

miércoles, 7 de septiembre de 2011

EL TESORO CATALÁN

Leí en alguna ocasión, que el hecho de poseer una u otra nacionalidad, no es sino una simple, azarosa y llana circunstancia que se da por el hecho de haber nacido en un determinado lugar de este Planeta, lo que de paso configura su idiosincrasia y por lo tanto sus costumbres, su cultura, y, por supuesto, su lengua, con la que aprenderá a expresarse, a comunicarse, a darse a entender con el mundo que le rodea.
Esta situación, es, por lo tanto, una contingencia, un accidente, por lo que el ciudadano no debería sufrir una dependencia tan estricta, rígida y determinante como de hecho experimenta y que le va a condicionar durante toda su existencia, marcándolo de por vida, como si de un sello permanente e indeleble se tratara, que va a llevar tatuado en su cuerpo y en su mente con toda la carga cultural que ello supone.
Si además nos encontramos con situaciones como aquellas en las que se encuentran quienes hayan nacido en territorio de territorios, es decir, en una nación de naciones, los condicionamientos culturales sobrevenidos, se multiplican, por lo que el individuo se hallará en una encrucijada de costumbres, hábitos y lenguas que, posiblemente le enriquecerán culturalmente, pero que posiblemente le obligarán, si no personalmente, sí administrativamente, a elegir una de las lenguas, lo cual puede suponerle un conflicto interno, que le alejará del concepto de ciudadano del mundo.
Según la UNESCO, se hablan en el mundo, aproximadamente seis mil lenguas. Una auténtica Babel, que en lugar de unir a los seres humanos, lo que realmente consigue es separarlos al evitar y dificultar su comunicación, que curiosamente es lo que una lengua persigue.
Recientemente, una sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña ha dado un plazo máximo de dos meses a la Generalitat de Cataluña para que implante el Castellano, como lengua vehicular en el sistema de enseñanza – junto con el Catalán - y no como una simple materia más de las que se imparten en Cataluña.
La respuesta, brusca, áspera, intempestiva, y al mismo tiempo inaceptable, por parte de la Generalitat, ha sido la siguiente: desobedeceremos la sentencia.
A continuación han lanzado al portavoz de las esencias y sensibilidades patrias, tan dadas al victimismo y a la rastrera capacidad de experimentar ofensas por doquier, con el objeto de lanzar a los cuatro vientos los lamentos acostumbrados de estos trasnochados nacionalistas, que recurriendo a los típicos y tópicos valores del idioma propio, identidad, bandera, himno, costumbres, gastronomía, territorio, folklore y hasta mar propios – Nosotros en Castilla y León tenemos de todo eso, salvo el mar, pero estamos en ello – tratan de justificar semejante desatino.
Y así, el susodicho representante de las esencias Catalanas, afirma sin rubor alguno, con exaltada y profunda emoción, que su lengua, su idioma, una de las seis mil que se hablan en el mundo, es “su tesoro”.
Acabáramos. La guerra de los símbolos típicos – lengua, bandera, himno- ataca de nuevo y lo hace de la forma más abyecta posible, en un mundo globalizado y harto de tanto símbolo, tanto patriota enfervorizado y exaltado que tantos destrozos ha dejado en su camino a lo largo de la historia.
Claro, que pensándolo bien, posiblemente este portavoz se haya liado, y sus aficiones cinéfilas le hayan traicionado a la hora de de citar aquello de “su tesoro”.
Dejémoslo así y démoslo por bueno de aquesta manera.

jueves, 11 de agosto de 2011

UNA CUESTIÓN DE CONFIANZA

Desde siempre, pero quizás aún más en los confusos, tensos y convulsos tiempos que nos ha tocado vivir, confiar o gozar de la confianza de alguieno de algo, es digno de tener en cuenta y de concederle al alto valor que hoy en día tiene, a la par de sentirse afortunado por un sentimiento que no parece estar en sus mejores momentos.
Hasta los mercados, la bolsa y en general, el capital y sus acólitos, se mueven, deciden y obran, según nos dicen ellos mismos, por una cuestión de confianza. A nivel personal, resulta imprescindible y necesario saber que podemos creer en alguien, depositar en las personas que nos rodean la capacidad de decidir por nosotros o viceversa, en definitiva, poder experimentar la tranquilidad que todo ello supone.
Confiar sin embargo en un grupo social o económico, es sin duda harina de otro costal. No siempre poseemos los elementos de juicio necesarios para poder emitir un juicio de valor con garantías de éxito, y así, nos encontramos con entidades cuya actividad reside en el movimiento de los activos dinerarios, cuya respetabilidad nos es difícilmente accesible como para poder juzgarlos y opinar si son confiables o no.
Leo en una publicación de alcance nacional, la confianza que inspiran diferentes instituciones y grupos sociales, adjudicándoles una nota que va desde el que inspira mayor confianza, los científicos, hasta los que se encuentran en el extremo contrario, los políticos.
Aprueban, entre otros, los médicos, la universidad, la policía, la sanidad, el rey – que no la monarquía – y hasta los notarios. Suspenden entre otros muchos, el defensor del pueblo, los jueces, los bancos, los funcionarios, los obispos – están los quintos por la cola - los bancos y la televisión.
Que aprueben con la mejor nota los científicos, me parece una buena muestra de la salud cultural de este país, aunque mantengo mis reticencias en cuanto a ello, así como que consiga buena nota la universidad. En cuanto al extremo opuesto, que los políticos estén a la cola, me parece elemental visto la panda de cantamañanas, mangantes y corruptos que pululan por ahí, de la cual la gente está más que harta y así lo manifiestan abiertamente.
Tampoco sorprende ver a los obispos en un puesto humillante, pero que se lo han ganado a pulso, así como la iglesia católica, de la cual están bastante hartos muchos de sus fieles, como está ocurriendo con la aparatosa, costosa y extravagante visita del Papa a Madrid, que está absolutamente fuera de lugar para una iglesia que debería ser de los pobres y que organiza unos fastuosos espectáculos que son propios de un poder eminentemente terrenal.
Especialmente triste es el caso de los jueces y del defensor del pueblo, ambas instituciones básicas y pilares de un estado democrático, y que quedan por los suelos. En cuanto a los bancos, están en el lugar que les corresponde y que se lo han ganado a pulso, por lo que nada que objetar al repecto.
Por último, la televisión, cada día más chabacana, vulgar y denigrante, con individuos incultos y vociferantes que dedican horas al cotilleo, el insulto y en general a la banalidad más inculta que verse pueda y que desgraciadamente refleja el nivel cultural de una importante parte de la población.
Resulta desalentador, contemplar cómo la mayoría de los integrantes de esos vulgares programas que atentan contra la más elemental de las sensibilidades y que de tanta audiencia gozan, sean mujeres, tanto las protagonistas, celebrities o nuevas y espantosas famosillas, como las tertulianas – nombre que ofende adjudicarles – y que no entiendo como las organizaciones feministas no han denunciado. En tertulias serias, que las hay, apenas se ven representantes femeninas, mientras que en las que citamos, abundan por doquier.
No es lógico ni deseable. La condición femenina se ve así, si no denigrada, sí injustamente considerada, una vez más.

sábado, 6 de agosto de 2011

SE APAGÓ LA VOZ DE AMY

Tan sólo en una ocasión y por apenas unos breves días, visité Londres, capital de la pérfida Albión. Confieso que me causó una agradable impresión, aunque apenas tuve tiempo de recorrer sus calles, visitar sus lugares más emblemáticos y disfrutar de su excelente cerveza y acogedores pubs, que no su gastronomía, al parecer inexistente, aspecto éste que me niego a admitir, pero que los ingleses no parecen hacer esfuerzo alguno por desmentirlo.
Mucho más populosa que Madrid, es con diferencia menos ruidosa y más limpia y ordenada, aunque no tan cálida ni acogedora como lo es nuestra capital. La Nacional Gallery - nada tiene que envidiar el Prado, sino más bien al contrario – conforma junto con el museo del Prado y el museo del Louvre, tres de lo los templos más sagrados de la pintura universal.
El Museo Británico, el BIritish, es la visita ineludible de Londres. Impresionante, enorme y majestuoso, nada hay comparable en el mundo. Allí se encuentra representada gran parte de la historia de la humanidad. Sus tesoros, muchos de ellos sustraídos por los ingleses, según ellos para evitar que se perdiesen o deteriorasen – y en parte llevan razón, pero sólo en parte– proceden de todas las civilizaciones que han poblado este Planeta a lo largo de su historia.
Y Camden, inmenso, multicultural, gigantesco babel de los tiempos modernos. Un mundo, una sinfonía de lenguas, razas, olores y sabores, integrados en una espacio original, ordenado, respetuoso y con un poderoso atractivo que atrapa al visitante.
En este barrio, tan peculiar y tolerante, residía Amy Winehouse hasta hace unos días, cuando de improviso decidió abandonarlo para siempre. Con veintisiete sufridos y machados años se apaga una voz única, una personalidad conflictiva y atormentada que parecía no hallar su lugar en este mundo, que le proporcionó, para su desgracia, el alcohol y las drogas que fueron minando su existencia poco a poco, hasta anular por completo su capacidad para desenvolverse en los escenarios y por ende, la posibilidad de regalarnos su maravillosa y hermosa voz.
Se movía por ellos como si paseando estuviera por el parque, al tiempo que su voz, fresca, clara, nítida y rotunda, surgía de su interior sin el menor esfuerzo, como si estuviera susurrando. Cantaba como deben de hacerlo los ángeles y así la despidieron sus padres: duerme bien, ángel mío.
Inevitable no saber de Amy, difícil no conocer sus excentricidades, imposible no haber oído una voz que los amantes del Soul tanto van a añorar. La conmoción que ha causado su desaparición ha sido enorme en el mundo donde se desenvolvía y entre los innumerables admiradores repartidos por todo el Planeta.
Incluso para mucha gente que apenas la conocíamos, ha logrado despertar una cierta pena, una sensación de vacío, una ternura que quizás encuentre su explicación en la imagen de ser inerme e indefenso que ofrecía ante tanta locura y desenfreno en la que parecía moverse permanentemente, pero que no respondía con exactitud a la verdad, y que la imagen de la copa en la mano mientras cantaba, ha contribuido en gran manera a deformar.
Amy no era así. Circunstancias adversas de toda índole le han condicionado y apartado para siempre del mundo de la música al que tanto aportó. Todos hemos salido perdiendo con su desaparición.
Descansa en paz, Amy.

viernes, 5 de agosto de 2011

CELEBRITIES

Nada nuevo bajo el sol de este comedido verano meteorológicamente hablando, con unas temperaturas agradablemente soportables, que invitan incluso a exponer al sol, los durante todo el año maltratados cuerpos, fiscal, laboral y políticamente hablando, hasta el punto de renegar, a nuestro pesar, de la omnipresente crisis y ahondar y rebuscar en el fondo de los sufridos bolsillos, hasta darles la vuelta y ponerlos del revés, con la esperanza de extraer de ellos hasta el último céntimo olvidado que allá hubiera podido hallar cobijo.
Por tercer año consecutivo, escribo la misma crónica desde el mismo rincón costero Levantino, cuyas playas me acogen durante dos semanas, que tal como está el patio, hacen que me sienta afortunado. A lo largo de estos tres años, y de forma ininterrumpida, he visto cómo la playa se queda cada vez más pequeña, con menor espacio para albergar a tanta gente que desde muy temprano ocupan la primera línea del frente playero.
Como si quisieran ganarle terreno al mar, se forma así una auténtica muralla de sillas, tumbonas, esterilla, sombrillas y bañistas de todos los tonos posibles de imaginar, que absorben como esponjas los primeros rayos de un sol que nunca falta a su cita. Ocupan, de este modo, la playa que se extiende a lo largo de la hermosa bahía, desde un extremo al otro, sin solución de continuidad alguna, dejando apenas unos pequeños huecos por donde los bañistas puedan acceder a su encuentro con las olas.
Llega la hora de recoger los bártulos y enfilar el camino del apartamento, donde tomar el tan anhelado refrigerio que siempre sabe a gloria, mientras surgen los comentarios tan manidos, pero a la vez tan certeros, sobre lo bien que lo estamos pasando, lo mucho que necesitábamos estas vacaciones y los pocos días que nos quedan ya.
Inevitable acompañar el aperitivo con la puesta en marcha del televisor para comprobar cómo independientemente del canal seleccionado, escupe sin piedad toda la incultura, la vulgaridad y el esperpento propios de estas fechas, aunque no hay tregua el resto del año, y que son el fiel reflejo del nivel cultural de un País que propicia con la elevada audiencia de estos bodrios, la permanencia y el auge de los mismos.
Y así nos encontramos con los/las insoportables celebrities según se autoproclaman ahora, que no son sino los repelentes famosillos/as de siempre y muchos/as más que penosamente aparecen casi a diario y que no hacen sino ensombrecer más aún el ya espantoso panorama televisivo veraniego, con sus infumables improperios, sus repugnantes insultos y sus insufribles historias sobre cualquiera que se ponga a tiro, incluyendo la vida de sus hijos, padres y demás familia que van relatando por capítulos, y vendiendo al mejor postor, como si de novelas por entregas se tratara.
Especialmente detestables por su gravedad y por su negativa repercusión social –han tenido que intervenir hasta la asociación de víctimas de accidentes de tráfico – las declaraciones de un personaje público que está involucrado en un gravísimo accidente con resultado de muerte y que en lugar de guardar silencio como respeto hacia el fallecido, muerte que dice tanto lamentar, se dedica a desmentir y a poner en tela de juicio las actuaciones de la autoridad de tráfico que intervino en dicho accidente, en una campaña orquestada con el objeto de rehuir las responsabilidades que le puedan corresponder.
Finalmente contemplo a mi pesar, cómo un matrimonio de famosillos, se insultan y desprecian en público – posiblemente todo esté amañado con el objeto de que el morbo alcance su máxima expresión – o cómo una cantamañanas sin escrúpulo alguno, sesentona ella, se declara amante del personajillo de turno, el cual, a su vez, se encarga de desmentirlo, con el objeto de atraer así la máxima audiencia posible que en estos casos suele responder con toda fidelidad.
Cambio de canal para, con espanto, escuchar los gritos, los vales y las más burdas y aberrantes imprecaciones de la famosilla por excelencia, es decir, la más inculta, vulgar, soez, tosca, grosera y ordinaria de cuantas pueblan el trivial y chabacano panorama televisivo nacional
Salgo a la terraza y contemplo el vuelo de las gaviotas. Después vuelvo la vista y contemplo el sublime, grandioso y majestuoso mar. Esto sí merece la pena

miércoles, 3 de agosto de 2011

FARSANTES

No son tan numerosas como para no poder citarlas aquí y ahora, las lacras, los oprobios y las miserias que acucian desde el principio de los tiempos a una humanidad que a lo largo de sus digamos seis milenios de existencia – posiblemente podríamos retroceder más tiempo – no se ha dado ni un momento de respiro y no ha cejado en su empeño de mantener, acumular e incluso de incrementar su capacidad de gestionar el sufrimiento, pese a la provisionalidad que la fecha de caducidad innata a nuestra condición humana, nos marca y nos condiciona toda nuestra existencia desde el comienzo de la misma.
Ignoramos si otras civilizaciones de otros mundos, guardarán un parecido semejante a cuando acontece en el nuestro a lo largo de los milenios que la vida humana lleva establecida sobre la faz de la Tierra, tan solitario e insignificante en una galaxia con cien mil millones de estrellas, a su vez un simple punto en el inconmensurable Cosmos poblado por una sobrecogedora e incalculable cifra de mundos que nuestro cerebro no puede ni imaginar, viajando a velocidades inimaginables por un Universo en expansión ante cuya presencia el hombre es simplemente un espectador sobrecogido ante tamaña y titánica expresión de arrebatadora fuerza que desborda nuestra más poderosa imaginación
No cabe la duda a la hora de plantearse la existencia de vida en otros planetas. La vida se abre camino con asombrosa facilidad y su presencia se hace inevitable en cuanto existen unas condiciones mínimas que necesariamente se han de dar en una inmensa cantidad de mundos a lo largo y ancho de un universo de dimensiones hercúleas y formidables cuyo alcance jamás podremos llegar ni siquiera a comprender.
Están sin duda ahí, viviendo en paralelo a nuestra existencia, aunque jamás entraremos en contacto, ya que las sobrecogedoras distancias que nos separan lo harán del todo imposible. Dejando volar la imaginación y dando rienda suelta a nuestros más profundos y ocultos deseos, podemos dar carta de naturaleza a unas civilizaciones no necesariamente ideales, porque seguro que no existirán, pero sí ausente de la maldad, la violencia y la miseria que azota a la especie humana a las cuales no hemos podido sustraernos con el paso de los milenios.
La ciencia no duda ya, prácticamente en su totalidad, de la presencia de vida entre los cientos de miles de millones de planetas habitables. La vida no es un fenómeno aislado, limitado a nuestro mundo. No seamos presuntuosos ni pequemos de ignorantes ni mucho menos de fanáticos religiosos, cuyo integrismo cegador les lleva considerar que estamos solos en medio de la nada infinita, de un universo que no necesita de la existencia ni de la mano de ningún Ser Superior, de ningún Dios para su existencia. La física, las matemáticas, así como la razón utilizada sin prejuicios religiosos ni de ninguna otra índole, desprovista de esa servidumbre que anula y nubla la capacidad de razonamiento, así lo demuestran.
¿Se han detenido a pensar por qué ningún texto religioso, ningún profeta, ningún salvador, ningún supuesto Ser Superior de los muchos que desafían y azotan la inteligencia de cualquiera de las religiones existentes, jamás han hablado, han dejado constancia, han llegado a vislumbrar siquiera que otros mundos aparte del nuestro pudieran existir?. ¿No les importa su salvación eterna?. No, sencillamente, esos falsos profetas, esos falsos Dioses, esas estúpidas religiones, son una farsa que condenan a la esclavitud y a la servidumbre más odiosa a sus fieles seguidores que no se preguntan nada, o mejor, que no se quieren interrogar a sí mismos para no descubrir unas respuestas que chocarían frontal y duramente contra su fe.
Semejante ceguera no tiene explicación alguna. Simple y llanamente deja meridianamente claro que no han hecho sino utilizar a los seres humanos, abusando del miedo existencial que los atenaza, para la consecución y el logro de sus propios fines.
Envidio a los habitantes de esos mundos que al menos se han librado de los cantamañanas que amenazan con el cielo y el infierno – creo que ya han anulado el infierno a título oficial – cuyos Dioses sapientísimos y todopoderosos, no se enteraron que otros seres habitaban otros mundos además del nuestro.
Hoy en día, con Internet omnipresente, no habrían cometido semejante error.

jueves, 21 de julio de 2011

LA SELECCIÓN NATURAL

La historia de la humanidad se ha ido escribiendo a lo largo de los siglos como si siguiera las directrices que marca la Teoría de de la Evolución de las Especies de Darwin, que se basa en la selección natural de los individuos, cuando afirma que los seres mejores dotados, los que mejor se adaptan al medio, los que son capaces de cambiar y evolucionar, en suma, los más fuertes, los más preparados, son los que sobreviven, los que dominan al resto, los que prevalen y son capaces por lo tanto de hacer valer su predominio al ser capaces de transmitir su información genética a sus descendientes y lograr de ese modo la mejora constante y continua de su especie.
Si aplicamos esta teoría, no a los individuos aislados, sino a los grupos sociales, obtenemos resultados parecidos, salvando las lógicas distancias que los separan, ya que para manifestarse los cambios en aquellos, han de pasar periodos de tiempo inmensamente largos, mientras que para que se hagan patentes en la sociedad, bastan apenas unos cuantos siglos, decenios en ocasiones, para que estructuras de todo tipo se vengan abajo, se modifiquen o se creen, ante los atónitos ojos de los que los contemplan y tienen ocasión de vivirlos.
Esta evolución histórica, generalmente ha sido secuencial y progresiva, siempre orientada hacia adelante, hacia el futuro. No obstante, sorprenden los vaivenes habidos, con avances continuos y a veces retrocesos inexplicables que han sumido en la barbarie y la desolación a una especie humana que aunque ha llegado a estar incluso a punto de su extinción, de su aniquilamiento, ha logrado sobrevivir, confirmando así su tendencia a seguir la teoría de la Selección Natural, al confirmar que los más preparados son los que han logrado los objetivos que la Humanidad se ha propuesto al perseverar en su deseo de continuar habitando nuestro hermoso planeta Tierra.
Y parece que lo estamos logrando, y digo que sólo lo parece, porque existen dos velocidades diferentes en este proceso, que debieran contradecir y poner en entredicho ese supuesto logro, con dos evoluciones distintas y con sentidos opuestos: uno hacia el progreso, hacia adelante, con vistas a la modernidad y al bienestar general; otro hacia el retroceso, hacia atrás, con vistas a la regresión material y social y al deterioro de una calidad de vida cada vez más denigrada y miserable.
En el primer caso hablamos del primer mundo, cada vía más evolucionado, más rico, con una tecnología apabullante que a veces ya nos sobrepasa, con un mayor bienestar y nivel de vida, mientras que en el extremo opuesto nos encontramos con el tercer mundo, más pobre cada día que pasa, sin futuro, sin esperanza, obligado a huir de su espacio vital para tratar de sobrevivir en nuestro mundo donde se ven rechazados, despreciados y vilipendiados por el hecho de ser pobres de no haber sido capaces de evolucionar hacia los niveles de vida que disfrutamos y que les negamos a ellos.
Leo en los medios de comunicación la espantosa hambruna que sufren varios países de África, sobre todo Somalia y contemplo con horror las espantosas fotografías de los niños en un estado de nutrición aterrador cuya mirada nos acusa y que no nos atrevemos a sostener. Los hemos dejado solos, como a medio mundo, mientras, los opulentos, nos lamentamos en medio de nuestra superabundancia, de la crisis y las dificultades económicas, mientras escuchamos todos los días las astronómicas cifras asombrosamente multimillonarias con las que juegan cada día los gobiernos, los bancos y las multinacionales de este primer mundo.
Inaceptable y desalentador, ya que con apenas una pequeña fracción de esas desorbitadas cifras, aquel mundo podría al menos sobrevivir dignamente, pero parece ser que no hemos evolucionado lo suficiente como para poder desterrar esas miserias, aunque sí permitimos que la selección natural actúe en este caso, resolviéndonos así un problema con el cual estamos escribiendo una de las páginas más vergonzosas de la historia de la Humanidad.

viernes, 1 de julio de 2011

ESOS ESTÚPIDOS GALOS

El chauvinismo o chovinismo según nuestro diccionario, se basa en la creencia narcisista, exaltada y egocéntrica, muy próxima a la paranoia, que considera su país como el más representativo de cuantas excelencias puedan ser narradas, el más elevado a todos los niveles, el mejor, el Olimpo de los dioses, que al igual que ellos, se encuentra a un nivel por encima de lo vulgarmente humano, cuya sola mención envuelve a estos patrioteros en una aura mezcla de estúpida soberbia demencial y de éxtasis contemplativo, que les convierte, de hecho y de derecho en patéticos peleles mojigatos, que si no fuera porque algunos llevan al terreno de la violencia y la barbarie sus pretendidos convencimientos, sus alocadas ideas inducirían a la risa y a la burla más estruendosas.
Este término, por otra parte tan extendido y tan adoptado por gentes de todos los países, se acuñó en honor del patriota francés Nicolás Chauvin, condecorado en las guerras que desató ese personaje tan rimbombante, ufano y pequeño de talla, como grande en ambiciones, llamado Napoleón Bonaparte, decidió un día, chauvinista él, conquistar el mundo para Francia y para él, y así, coronóse él mismo como emperador, y con un ego que multiplicaba por mil su pequeña estatura, recorrió los campos de Europa cubriéndolos de sangre, llegando hasta Egipto, desde cuyas pirámides veinte siglos le contemplaban a él, claro está.
Cito a Napoleón, héroe nacional francés por excelencia, a cuya inefable grandeur colaboró como pocos galos lo han hecho en su historia – Beethoven en un principio, dedicó su quinta sinfonía, la heroica, a Bonaparte, aunque una vez conocidas sus pretensiones, el músico anuló su intención – pero son incontables los personajes de este cariz que podríamos citar como ejemplo de héroe benefactor de la humanidad, de cuya grandeza podemos con toda justicia dudar, ya que la historia miente miserablemente en aras de ese chauvinismo absurdo, estúpido e irracional que conduce a las naciones a encumbrar a sus personajes como ejemplo y representación de su glorioso pasado.
Hablo de un personaje francés, de la grandeur francesa, como el país que mejor representa el típico chauvinismo, del que no obstante todos alardeamos alguna vez y cuyo término origen procede incluso de esa Galia donde se encontraba la famosa aldea que los romanos no podían someter cuando de conquistar el pequeño pueblo de “esos estúpidos Galos”, se trataba.
Ellos sí eran héroes, sin ambages, sin pretensiones, que se limitaban a defenderse de los pobres romanos, a los que traían mártires gracias a la milagrosa poción mágica que los convertía en invencibles. Se divertían, lo celebraban con pantagruélicas comidas e insoportables conciertos de lira y todo ello sin pretensiones de conquistar a nadie. Acabarían sus días apaciblemente golpeando romanos y no como nuestro protagonista que fue desterrado dos veces a sendas islas, en la última de las cuales murió sin gloria alguna.
Recientemente el mejor de nuestros tenistas, Rafa Nadal, fue vergonzosa y despiadadamente abucheado por el público francés mientras disputaba por sexta vez consecutiva la final de Roland Garros, que finalmente y pese a los espectadores ganó nuestro tenista. Insoportable para los chauvinistas franceses que un extranjero, y en concreto un español, tuviese la desfachatez de ganar su torneo tenístico más importante a nivel internacional y además durante seis años seguidos. Era excesivamente insoportable para ellos, inasumible el hecho de que ellos no ganen su trofeo desde hace una eternidad.
Igualmente, nuestro mejor ciclista, Roberto Contador, fue igualmente fue abroncado, pitado y chillado hasta la extenuación en la presentación del Tour, la carrera más importante del mundo que hace siglos que ellos no ganan y que entre Contador que la ha ganado dos veces consecutivas y otros ciclistas españoles están acaparando en los últimos años.
Demasiado para ellos y su caduco chauvinismo. Un pueblo que es incapaz de reconocer las bondades de los demás, no está destinado a ninguna grandeur, porque actitudes de este tipo no engrandecen a nada ni a nadie, sino que lo empequeñecen, por muchas alzasuelas que utilicen sus próceres.
Esos estúpidos romanos están locos, decía Obélix a su amigo Astérix. Nada sabían en ese momento, ni falta que les hacía, de las glorias nacionales franceses que les sucederían y de sus múltiples traumas y complejos a que estarían sometidos por no ganar su Tour y su Roland Garros durante decenios. Ya nos encargamos nosotros de conseguirlos.

miércoles, 29 de junio de 2011

UNA POLÉMICA DECISIÓN

Hermosas y bellas ciudades cargadas de historia, de arte y de cultura, algunas de ellas declaradas Patrimonio de la Humanidad, con un legado cultural de miles de años, representantes de lo más bello que el ser humano puede concebir a través de sus monumentos centenarios, testigos del paso de generaciones a través de los siglos que han dejado su indeleble huella en ellas, han sido descartadas por el comité de expertos internacional para ser designadas como Capital Europea de la Cultura 2016, y han decidido que sea San Sebastián – Donosti, quien represente a España a tal efecto junto con la ciudad Polaca de Wroclaw.
Segovia, Burgos, Córdoba, Las Palmas y Zaragoza han quedado descartadas en la competición por este preciado reconocimiento que tiene como objetivo principal contribuir al acercamiento de los pueblos y de promover la riqueza, la diversidad y el patrimonio cultural de Europa, debiendo quedar patente la vinculación de la ciudad, así como la cooperación e implicación ciudadana en dicho proyecto.
De las ciudades mencionadas, cualquiera de ellas poseen méritos suficientes para ser elegidas. Las tres primeras, son ciudades milenarias, tres joyas de la cultura occidental, con una pasado histórico que las hacía quizás más merecedoras de este preciado galardón, y sin embargo han quedado fuera, olvidadas, relegadas a un segundo plano en esta disputa pese a su intachable trayectoria cultural, su contribución diaria al culto de la belleza que rezuman sus calles por doquier, y el paso de las diversas civilizaciones que la han ido conformando y enriqueciendo a través de los siglos.
Nada que objetar a la bellísima ciudad del norte, cuyos encantos nadie puede negar. Una ciudad bañada por el mar Cantábrico y anclada en la preciosa bahía de la Concha, a los pies de los montes Igueldo, Urgull y Ulía, y recorrida por el río Urumea. Ciudad fronteriza con la vecina Francia, es una de las más reconocidas ciudades europeas por sus numerosos encantos geográficos y eventos culturales que en ella tienen lugar, que la hacen destacar y ser reconocida en todo el mundo.
Pero si hacemos constar los motivos por los que Donosti ha sido elegida y que ha exhibido el comité que ha decidido su designación, dicha elección es inapropiada por estar fuera de lugar la argumentación que aduce el susodicho comité y que reza como sigue: se considera que la elección de San Sebastián puede contribuir a que cese la violencia en el País Vasco.
Asombra comprobar cómo se han tenido en cuenta consideraciones políticas en lugar de culturales, denotando por otra parte un desconocimiento absoluto de la situación en Euskadi, donde según el jurado parece tener lugar una guerra abierta que necesita de este galardón para conseguir la paz, una paz que no es sino la excusa que desde siempre exhiben los fanáticos y violentos con el fin de conseguir sus objetivos.
Tiene lugar este acontecimiento precisamente ahora que la situación política ha dado un cambio radical con la acaparación por parte de los independentistas de la mayoría de las ciudades y de las instituciones más importantes, lo cual supondrá – ya lo han advertido - que van a hacer suya esta elección y la desarrollen como un proyecto propio, de su Euskalherría, en lugar de actuar en representación de España, ya que dicho proyecto fue creado, elaborado, y defendido por la antigua corporación socialista.
Difícil de entender por lo tanto esta polémica decisión que no está basada en términos estrictamente culturales, sino más bien políticos que no deberían tenerse en cuenta, pues además de no responder a los criterios establecidos, sientan un pésimo precedente a la hora de elegir futuras Capitales Europeas de la Cultura que verían cómo se alteran los criterios de selección en función de determinadas circunstancias que puedan darse en un momento dado, ajenas por completo al peso cultural que dichas ciudades puedan ostentar.

miércoles, 8 de junio de 2011

EL TIEMPO DETENIDO

Tendemos los seres humanos a volver la vista atrás, a mantener los recuerdos de los hechos pasados, a rememorar la historia, que como tal, siempre mira hacia nuestras espaldas, a retornar a los lugares que recordamos con nostalgia, añorando los buenos tiempos que ya no volverán, porque la flecha del tiempo siempre, indefectiblemente, indica hacia adelante, hacia el futuro, y eso pese a que solemos hablar de no volver la vista, que hay que vivir el presente y mirar hacia adelante, que el pasado, pasado está. Pero no podemos evitarlo, y de vez en cuando nos recreamos en él y lo disfrutamos de mil formas diferentes, a sabiendas de que no hay posibilidad alguna de retorno.
Gran misterio el del tiempo, cuya naturaleza se nos escapa, salvo a los físicos que lo identifican con el espacio en una unidad indivisible e inseparable, que denominan espacio-tiempo, en una cuarta dimensión, relativizándolo cuando nos afirman que cada uno de nosotros posee una medida personal del mismo, lo cual se convierte en certidumbre cuando experimentamos con frecuencia en función de determinados parámetros vitales y circunstancias diversas, que determinan que pase volando o se nos hagan eternos determinados acontecimientos y vivencias que experimentados a lo largo de nuestra existencia.
Podemos viajar hacia el futuro, pero se nos niega hacerlo hacia el pasado. Si lográsemos viajar a una velocidad próxima a la de la luz – velocidad que las leyes físicas impiden superar – y lo hiciésemos durante años, al volver, seríamos unos jovencitos al lado de los que dejamos cuando partimos en nuestra nave espacial. Para nosotros el tiempo se habría detenido, habría pasado más lentamente, mientras que para ellos todo habría sucedido de la forma habitual y habrían envejecido antes que los afortunados pasajeros espaciales. No es ciencia ficción, es Ciencia con mayúsculas y no seré yo quien contradiga a Einstein y su Teoría de la Relatividad.
Viajar hacia el pasado, no obstante, nos está vedado. Imposible volver atrás. Las contradicciones que provocaría lo hacen inviable. Podríamos con ello evitar, por ejemplo, que nuestros padres pudieran conocerse y evitar por lo tanto nuestro nacimiento, lo cual nos sumiría de lleno en la paradoja que ello supone, ya que en el presente, ahora, estamos aquí, y ello es innegable, salvo que todo, la vida, como algunos presuponen y Calderón de la Barca ya plasmó en una de sus obras, sea un sueño, una irrealidad, una mera sucesión de experiencias ilusorias.
Siempre estamos dispuestos a retroceder, a avanzar más despacio, a recrearnos en lugares que rezuman historia, en paisajes y espacios con encanto, en museos, catedrales, abadías, obras de arte en general, todas ellos con siglos a sus espaldas. Intentamos de múltiples y diversas formas detener el tiempo y así, nos cuidamos en ocasiones más allá de lo que requiere una normal y lógica exigencia biológica, llegando a extremos que rayan en la obsesión por mantener la línea, la estética a través de la dieta y de potingues y, en definitiva, el deseo de eternizarnos en el tiempo, de no avanzar, de frenar un deterioro físico imparable contra el que nos revelamos inútilmente.
Recientemente, he visitado una vez más la hermosa ciudad de Burgos. En el Arco de Santa María, entrada a la plaza de la bellísima catedral, tenía lugar una exposición fotográfica: Memoria del tiempo: fotografía y sociedad en Castilla y León (1839-1936). Honda impresión me causó al contemplar la maravillosa, soberbia y documentada exposición de una importante cantidad de fotografías de los siglos XIX y XX, que plasman la sociedad de la época a través de imágenes tomadas en pueblos, ciudades y lugares de Castilla y León.
El tiempo, efectivamente, se detiene al contemplar las instantáneas que reflejan una época bien distinta a la actual, donde se muestran las miserias y carencias de aquellos tiempos al entrar la cámara en las míseras casas de los campesinos y mostrar las penurias, estrecheces de todo orden y, en general, la pobreza reinante. Pero también puede contemplarse la algarabía de las ferias, las fiestas y los mercados en la plaza de tantos pueblos que el visitante conoce y donde ha estado recientemente, y que apenas reconoce debido al paso del tiempo.
Lejos quedan los años de la infancia, de la adolescencia y la juventud. En el camino perdimos a nuestros padres y a tantos seres queridos, admirados o simplemente conocidos. Gozamos de nuestros hijos y de la compañía de aquellos a los que amamos y estimamos y de todo aquello que da sentido a nuestra vida. Y Seguimos adelante con ilusión y esperanzas siempre renovadas, a sabiendas que el tiempo no se detiene y que no tiene sentido intentar frenar su avance, porque la naturaleza sigue su curso y la vida siempre se abre camino.

viernes, 20 de mayo de 2011

LOS TIEMPOS ESTÁN CAMBIANDO

Venid senadores, congresistas, por favor, haced caso de la llamada, no os quedéis en la puerta de entrada, no bloqueéis el vestíbulo, pues va a dañarse aquel que se haya atascado, hay una batalla afuera y está bramando, esto pronto sacudirá vuestras ventanas y hará retumbar vuestras paredes, porque los tiempos están cambiando.
No es mío el anterior párrafo, no lo he escrito yo, no soy su autor ni siquiera es mío el título, le pertenecen Bob Dylan, su autor, que hace ya cincuenta años lo compuso y lo cantó a los cuatro vientos a unas generaciones que en nada se parecían a las actuales, en unas circunstancias radicalmente diferentes y que parecen ahora repetirse, en un entorno distinto de aquel, como si cíclicamente nos viéramos obligados a repetir la misma historia, como si nada hubiera cambiado en este medio siglo.
Pero no es así. Los cambios han sido tantos, tan variados y sustanciales, en todos los órdenes, incluso traumáticos algunos, que ambas épocas no son comparables en absoluto. La caída del tristemente famoso Telón de Acero y, por lo tanto, del Comunismo y de la no menos célebre guerra fría, la desaparición del vergonzoso Muro de Berlín, la ignominiosa guerra de los Balcanes, la abyecta e inmoral guerra de Irak, la globalización, la eclosión de Internet y las Redes Sociales.
Todo ello en los últimos veinticinco años, en el último cuarto de siglo, en apenas una fracción de tiempo que ha supuesto un cambio radical de numerosas estructuras sociales, mientras otras permanecen inalterables, intocables, estáticas, como si nada alrededor estuviera cambiando, como si nada hubiera acontecido en este tiempo, cuando la realidad, siempre tan obcecada e inevitable, dicte lo contrario a una sociedad que exige cambios ante los traumas sufridos en los últimos tiempos.
Una sociedad en permanente cambio, debe exigir de los poderes de derecho, una permanente adaptación a los movimientos sociales que tienen lugar en su seno, controlando de paso a los poderes fácticos, económicos fundamentalmente, que han alcanzado unas elevadas e inquietantes cotas de poder de hecho, que están alterando el equilibrio social necesario en unas democracias que llevan demasiados años mirándose al ombligo con un alto nivel de autocomplacencia que ahora se ve contestada por los ciudadanos hartos de soportar los excesos, los abusos y las corruptelas de todo orden que están contaminando a una sociedad hasta ahora adormecida.
Pero está despertando, y el ejemplo más palpable partió del mundo Árabe, en países como Túnez, Egipto, Siria y otros de la misma zona, que aunque con una problemática muy diferente a la que vivimos en Europa, tienen una base común, que es el descontento, el hartazgo y la rebelión contra un poder establecido, tiránico allí, condescendiente y acomodaticio aquí, que ha obligado a la ciudadanía a salir a la calle a protestar, a decir no, a gritar su indignación.
Y ahí los tenemos, en la Puerta del Sol de Madrid, en la Plaza de Cataluña de Barcelona o a los pies del Acueducto de Segovia. Los protagonistas están siendo los jóvenes y no tan jóvenes, que se han echado a la calle convocados a través de las cada vez más influyentes Redes Sociales, bajo el paraguas de la denominada “democracia real ya”, que cada vez posee más adeptos y que mantienen una presión tal ante los poderes establecidos, que ya están empezando a considerar sus peticiones, reconociendo que muchas de ellas tienen fundamento y que no sólo son posibles, sino necesarias.
Desconocemos aún el alcance real de este movimiento. No sabemos si se desinflará con el tiempo o si conseguirá continuar con su presión hasta lograr cambios sustanciales que le dé carta de naturaleza y estabilidad, de tal forma que se transforme en un referente que contagie a toda la sociedad en su afán de lograr los cambios que con tanta justicia ansía y necesita, porque los tiempos están cambiando.

miércoles, 11 de mayo de 2011

FUNCIONARIOS

Es éste un gremio que siempre ha soportado las críticas más airadas, las iras más encendidas y, cómo no, las envidias más vehementes y casi siempre mal disimuladas, que, no obstante, no han logrado nunca, en ningún momento, ni por asomo, descolocarles, inquietarles, preocuparles o hacerles sentirse no ya violentos ni culpables – la verdad es que no tienen por qué – sino que muy al contrario, esta actitud hacia ellos les encrespa, les enerva, y en un arranque de arrogancia corporativa, surgen con la seguridad que les da su egregia posición, con la justificación por excelencia esgrimida siempre por ellos y que no es sino la consabida frase aquella de: pase usted por la oposición, oiga.
Así que ya sabemos la que nos espera. Todos a trabajar para el Estado, todos a chupar de la teta estatal que nunca se acaba, que siempre está llena, que no desfallece, que no te rechaza jamás y que sobre todo, es para siempre. Algo, esto último, que hoy en día, con la precariedad laboral existente, el paro galopante y los apuros económicos varios, no tiene precio ni parangón posible que se resista a una ocupación laboral siempre deseada y en estos momentos tan delicados, anhelada ambicionada y codiciada como ninguna otra lo ha sido jamás.
Siempre el funcionariado ha sido harto envidiado por su condición de trabajador privilegiado en cuanto a la temporalidad de su trabajo, a su perpetuidad, a su estabilidad que le permite afrontar la vida con total tranquilidad sin miedos ni sobresaltos que le puedan afectar, simple y llanamente es para siempre jamás, sin despidos que puedan afectarles – Habría que montar la del inefable Tejero, y aún así, les quedaría el sueldo - sin expedientes de regulación de empleo, sin sanciones por las ausencias continuadas ni controles exhaustivos de su trabajo. En fin, ni dentista ni notario. Funcionario.
Y ahí es dónde le duele, donde el agravio comparativo con el resto de los trabajadores es forzosamente arbitrario, injusto e inaceptable para el común de los mortales que no logra entender, como el resto de las miles de profesiones desarrolladas por millones de productores – distingámoslos así de los funcionarios – no ostentan esa inauditas condiciones laborales que en la empresa privada no se dan ni por asomo.
Perdone usted, le volverán a argüir, la respuesta es muy sencilla: apruebe usted la oposición por la que hemos tenido que pasar nosotros. No sé, no me convence del todo. Hay algo que falla en éste razonamiento tan radical, tan elemental, pero que, ciertamente, es difícil de refutar. Sin embargo, ¿Qué pasa con el albañil, el electricista, el minero, el barrendero, el oficinista, el ebanista o el chatarrero? ¿Acaso no están sometidos a una prueba diaria en sus trabajos constituyendo una auténtica oposición diaria, que solamente acaban cuando son despedidos o jubilados si es que logran éste último estado? Juzguen ustedes.
En el mundo laboral, hay gente para todo. Buena y mala, trabajadora y ociosa, responsable e insensata. El problema siempre latente en el funcionariado es que por su propia naturaleza, puede inclinar a los de siempre al pasotismo, es decir, de aquí no me mueve nadie, así que a vivir que son dos días. Esta gente, los menos, ciertamente, no merecen una situación laboral privilegiada que disfrutan sin merecerla, ya que en la empresa privada no aguantarían ni dos días. Pero han aprobado la oposición, así que a callar. Ya sabes, a opositar. Argumento rotundo donde los haya.
Es de justicia destacar el palo económico recibido con un importante recorte en su sueldo, y el hecho de que no todos los funcionarios son iguales. Tendemos a considerar como funcionarios, casi exclusivamente a los trabajadores de ayuntamientos y ministerios – son los más visibles cuando en masa se dirigen a desayunar – pero también lo son los trabajadores de los hospitales, la policía, los bomberos y tantos otros que no solemos tener en cuenta y que no despertarían en nosotros tantas suspicacias.
Debo por último citar, aunque me cause algún que otro problema si este escrito llega a sus manos, que mi gentil esposa es funcionaria, que desarrolla su labor con toda la sensatez y seriedad de un trabajador que como la mayoría, no trata de aprovecharse de su condición de funcionaria y que reconoce sin ambages que se considera una trabajadora privilegiada.
De vez en cuando se lo recuerdo, como hacían los esclavos con los generales romanos victoriosos, cuando al oído les decían: "recuerda que eres mortal". Tanto se lo debo machacar, tanto le harto de vez en cuando, que no puede evitar decirme, no susurrándome al oído como hacían en Roma, sino en voz bien alta y clara aquello de: si quieres ser funcionario haz la oposición.
La verdad, es que razón no le falta.