sábado, 30 de noviembre de 2024

El perverso clan de la rosa

 Pensábamos que  habían agotado toda su capacidad de gestionar la vileza y las infames maneras para retener el poder, y nos han sorprendido con unas nuevas y detestables formas de provocar espanto y desconcierto a unos ciudadanos que no dan crédito a las infames y malas artes de un gobierno cuyas prácticas son totalmente impropias de un órgano serio y trascendente como este, y más próximas a una organización con fines incalificables que preferimos no citar, porque ofenden a la dignidad y al buen nombre de una institución tan importante en un estado democrático, social y de derecho como el nuestro.

Desde que este ejecutivo gobierna hemos contemplado con indignado asombro cómo han utilizado las instituciones a su antojo y conveniencia para afianzarse en sus poltronas sin reparar en su justa y equitativa legalidad, y así, han tratado de desprestigiar a la justicia con ofensas e improperios constantes, a la par que han utilizado a la abogacía del estado en asuntos de índole personal, como ha llevado a cabo el jefe del ejecutivo en los asuntos jurídicos personales de su pareja, cuando se trata de una ciudadana con los mismos derechos y deberes que el resto de los ciudadanos.

Más incalificable es el caso del fiscal general, personaje siniestro e intrigante dónde los haya, fiel esclavo de su señor, el presidente, siempre a sus órdenes y dictados, imputado a la sazón por el tribunal supremo, acusado de filtrar documentación secreta, con oscuras intenciones, sobre la pareja de la principal rival de su jefe, la presidenta de la Comunidad de Madrid, en un acto que repulsa la sensibilidad, la honradez y la honorabilidad exigible a un funcionario de semejante nivel, vital en la organización judicial de un país, a la par que resulta inadmisible que no haya sido cesado – la dimisión se nos antoja imposible – por quién tiene la potestad de llevarlo a cabo, que sin duda dependerá del jefe del ejecutivo, por lo que es de esperar que no lo hará, ya que los servicios prestados son de su total satisfacción, algo que ya ha manifestado en alguna ocasión.

Un gobierno incapaz de mostrar un rostro amable, un elemental y necesario talante democrático, que no reconoce error alguno, que no practica la autocrítica, como en el caso de la catástrofe de Valencia, dónde ha evadido toda responsabilidad, que se obstina en retener el poder de una manera obsesiva, que le ha llevado a cometer esperpentos como el del retiro monacal de cinco días de su soberbio presidente, en una ceremonia de la confusión de tal magnitud, que en Europa lo calificaron de showman y aquí ni nos inmutamos, ya que sabíamos que era una farsa más de las que suele montar, que  lo descalifica para un cargo, que dice piensa ocupar por muchos años más.

Y ello con el apoyo incondicional e interesado de sus palmeros, léase ministros y ministras, siempre dispuestos a halagar y alabar a su jefe, hasta extremos de un histrionismo tal que causa sonrojo a propios y extraños, como la hoolligan del grupo, la vicepresidenta primera, tan exagerada ella en sus manifestaciones hacia su admirado presidente y tan brusca y arisca con sus oponentes, lo que no es obstáculo para que interrumpa su declaración en una comisión acerca de los conflictos que tienen acorralado a su partido, abandonando el Senado sin más explicaciones, en una demostración más de la soberbia que caracteriza a este gobierno.

Pero la acción más infame de las muchas atribuibles a este gobierno sin escrúpulos, es la que han llevado a cabo con el presidente regional de su partido en la Comunidad de Madrid, al que han defenestrado obligándolo a dimitir por no querer admitir una intrigante trampa que partiendo de Moncloa pretendía que utilizase los informes secretos que presumiblemente filtró el fiscal general, para que los utilizase contra la presidenta de dicha Comunidad.

Todo ello en una insidiosa y vergonzosa maniobra tan incalificable como absolutamente rechazable, que define plenamente a un gobierno  perverso y ruin, así como  a un partido político inexistente, ambos anulados por un presidente que los maneja a su antojo, fruto de su ambición, de su soberbia y de una absoluta y total falta de escrúpulos, de los que viene haciendo gala desde que tomó las riendas de un poder absoluto que maneja  a su entero y  completo antojo. Sin duda, la rosa roja centenaria de este partido, ha de mudar de color y palidecer de vergüenza ante tan miseria, tanta perversidad y tanta vileza como soporta.


martes, 26 de noviembre de 2024

La arrogancia de los ineptos

Admiro profundamente la capacidad de análisis de la gente, que observando la realidad que nos rodea, llegan a conclusiones plenas de una inteligente objetividad que  me parece sumamente respetable, describiendo la situación política y social, de una manera brillante y absolutamente ejemplar y razonable, a la par que magníficamente resumida, y siempre con una absoluta convicción, fruto de una seguridad propia que surge de una bienintencionada necesidad de expresar una realidad que considera no debe ni puede callar, sino airearlo a los cuatro vientos.

Y es que una vez leí una descripción de la situación política actual, entre las innumerables que ocupan los medios de comunicación cada día, con la que comulgo plenamente, y que rezaba más o menos como sigue:  “Tenemos una clase política cínica, irresponsable y envenenada por el poder, que no trabaja para unirnos, sino para separarnos, que considera el engaño un instrumento legítimo, y pueril la mínima exigencia ética. Hemos tocado fondo”.

Verdad absoluta y demencialmente real como la que estamos viviendo, con un gobierno que no destaca por gobernar para todos, sino para mantenerse en el poder a toda costa, no importa lo que haya que ceder ante quienes los mantienen en la poltrona a costa de un chantaje permanente ante el que saben van a conseguir lo que pidan, ya que a ello los tienen acostumbrados, tal es la increíble, deleznable y desmedida ambición de un presidente del ejecutivo, cuya soberbia y ausencia total de escrúpulos lo mantiene aferrado al poder de una manera que jamás habíamos contemplado en la historia democrática de esta país.

Con una absoluta incapacidad para mostrar un talante democrático, se obstina en afianzarse el poder de una manera obsesiva, que le ha llevado a cometer esperpentos como el del retiro monacal de cinco días, en una ceremonia de la confusión de tal magnitud, que en Europa lo calificaron de showman y aquí ni nos inmutamos, ya que sabíamos que era una farsa más de las que suele montar, que  lo descalifica para un cargo, que dice, échense a temblar, piensa ocupar por muchos años más, con el apoyo incondicional e interesado de sus palmeros, léase ministros, ministras y ministres, si los hubiere. 

Entre las que se encuentra la inolvidable sobreactuación de su viceministra primera, alias la hooligan del grupo, pidiéndole a gritos que no se fuera, que se quedara, que no dimitiera, cuando todos sabíamos que no iba a irse, que no era sino una patética demostración mas de su apego al poder, de su incalificable ambición que nos arrastra a todos, junto con su ineptitud y su arrogancia absoluta para mostrarse como un presidente digno y honorable, algo que no parece formar parte de su ética personal.

Incapaces de reconocer errores, de rectificar abusos como los que han cometido con el poder judicial, con una falta de respeto hacia sus representantes que les ha supuesto serias advertencias de Europa, con una desastrosa actuación en la catástrofe de Valencia, dónde debieron declarar de inmediato el estado de emergencia nacional, ante la magnitud de la tragedia humana y natural, enviando sin esperar, sin demora alguna, todos los recursos de todo tipo con los que cuenta el Estado.

Con todo esto y otros desvaríos e ineptitudes varias que podríamos citar, la humildad, la honestidad, y el reconocimiento de los errores cometidos debería ser la norma y no la excepción, ya que la huída de la responsabilidad y la descarga de la misma sobre los demás, suele ser su forma de afrontar unos hechos que le comprometen, evadiéndolos y cargándolos sobre otros, mientras los palmeros hacen encaje de bolillos para proteger y blindar a su jefe con el fin de que nada le salpique y comprometa cubriéndolo y encerrándolo en una burbuja inexpugnable, que su vez, los proteja a ellos, confirmando con ello la arrogante ineptitud de quiénes gobiernan este sufrido país.


miércoles, 20 de noviembre de 2024

Los palmeros de la Moncloa

Este sugestivo título, que bien podría ilustrar el nombre de un grupo folklórico al uso, como tantos campean por la geografía de nuestro país, da nombre y  carácter al grupo de aduladores zalameros y lisonjeros varios, que dedican su tiempo a mantener en su puesto, y de paso a ellos mismos, al florero en el que se ha convertido el ínclito presidente de un gobierno, para quien la única, indispensable y suprema consigna, es mantenerse en el poder a toda costa, caiga quien caiga, salvo él, atendiendo los pagos que haga falta, que sea menester observar, que exijan los proveedores de votos, ya sea sobre la marcha, ya comprometidos en el pasado inmediato, que le permitan así disfrutar de una temporada más en un cargo que tanto anhela y disfruta.

Y así, con la inestimable ayuda de sus palmeros, a la sazón ministros y ministras, se enfrenta a un día a día cada vez más complicado, con problemas de todo orden y naturaleza, que los susodichos halagadores se encargan de edulcorar, desviar, minorar, tergiversar, manipular o suavizar a conveniencia y discreción, con la manita de pintura oportuna, que disimule los efectos perniciosos que pueda causar en la cuidada y sacrosanta imagen de su jefe de filas, con la elevada misión de mantener impoluta una apariencia formal que en tan alta estima tienen, y que es santo y seña de este gobierno y de su presidente, convertida en obsesión fundamental  de su incalificable  gestión.

Un gobierno diseñado al milímetro para lograr los objetivos que se ha propuesto lograr, como es el caso de una vicepresidenta hooligan, extasiada ante la sola presencia de su presidente, al que se somete hasta extremos que ruborizan al más estoico, capaz de, a voz en grito pedir a su jefe que no se vaya, que no dimita, que se quede, como hizo durante la comedia del falso retiro monacal, hasta cubrirlo en el Congreso, exhibiendo uñas y garras para, en una defensa a ultranza, mostrarse como fiel y radical seguidora de su jefe de filas, al que de ninguna manera piensa defraudar, con una agresividad tal, que sorprende a propios y extraños.

El caso del ministro con tres carteras, algo inaudito en un gobierno, un chico para todo en ministerios clave desde dónde controla Justicia, Relaciones con las Cortes y Presidencia del gobierno. Intrigante y resolutivo, es una fuente continua de una valiosa información al servicio del Presidente.

Dispone además de un auténtico bulldog que no duda en ejercer como tal, a nada que se le presente ocasión propicia, que suelen ser muchas y variadas, una vez actuando de aguijón contra la oposición y otras de escudo defensivo, siempre tensando la situación, según convenga, como la bochornosa y vergonzante intervención en la moción de censura que presentó la oposición contra el presidente, sustituyéndolo por expreso deseo de éste, en una maniobra de absoluto desprecio y de una total falta de respeto hacia el oponente, que no tiene justificación alguna.

Aunque podríamos citar algún caso más de palmeros ineptos e ineficaces, pero fieles servidores de su señor, no puede olvidarse la incalificable defensa que el conjunto de palmeros ministeriales llevan a cabo, unidos como una piña, incluyendo a la Abogacía del Estado, en defensa de la esposa del presidente, como si la misma formase parte del gobierno, como si se tratase de una figura institucional que de ninguna manera ostenta, pero que llevan a cabo de una forma intolerable, cuando ante la justicia no es ni más ni menos que  una ciudadana más, con derecho a defenderse en privado, y con los mismos derechos que el resto de las personas, sin discriminación de ningún tipo, pero sin ningún privilegio por ser la esposa del presidente del país.

Muy callados están, sin embargo, ante la espantosa catástrofe humana y material que ha sufrido la Comunidad Valenciana, salvo para cubrir y proteger a su jefe de una responsabilidad que intenta eludir, pero que de ninguna forma puede rehuir cuando de un desastre nacional de tales dimensiones se trata, constituyendo esta acción una evasiva más de sus responsabilidades, que los ciudadanos víctimas del desastre le recordaron en directo cuando  en justa y airada ira, le obligaron a huir en una patética escapada que demuestra sobre la marcha lo lejos que este gobierno está de sus ciudadanos.


La moral de los mezquinos.

 La espantosa catástrofe humana y material que ha devastado amplias zonas de Valencia y Albacete, que ha supuesto un inmenso dolor y sufrimiento para las gentes de estas poblaciones arrasadas por la imparable fuerza destructiva de los elementos desatados de la naturaleza, ha puesto de manifiesto, una vez más, la bajeza humana y moral de un gobierno desprovisto por completo de una mínima capacidad para asumir con dignidad unos hechos de los que intenta por todos los medios evadirse, cuando su responsabilidad es absolutamente ineludible, dada la magnitud de un gigantesco desastre natural que se ha cobrado cientos de vidas y unos inmensos daños materiales.

Una tragedia humana a nivel nacional, que una Comunidad Autónoma no puede gestionar ni afrontar por sí sola, y que el Estado, a través del gobierno que lo representa, no puede de ninguna manera tratar de rehuir, esquivando, eludiendo y sorteando todo tipo de obligaciones responsables, descargando todas las culpas, carencias y errores habidos, en los gobernantes autonómicos de los territorios afectados por la catástrofe, en una mezquina maniobra que los deshonra y los convierte en una mísera y cobarde legión de gobernantes sin pudor,  sin vergüenza, y sobre todo, sin escrúpulos de ningún tipo, algo que no nos sorprende a estas alturas de un ejecutivo que no conoce más empatía que la de eternizarse en el poder al precio que sea necesario, tal como nos viene demostrando desde sus orígenes, con un presidente cuya soberbia y desmedida ambición, no conoce límites.

Al margen de las consideraciones que pudiéramos llevar a cabo sobre los fallos, errores y estudio de las competencias que pudieran entrar en colisión entre las administraciones central y autonómica, la colosal magnitud del desastre, debería haber movido al gobierno a actuar de inmediato,  sin esperar a la estúpida y absurda alegación de petición de ayuda, que aducen, deberían haber solicitado, algo que no se sostiene, ya que el Estado no puede cruzarse de brazos ante una espantosa tragedia de nivel nacional, y no puede utilizar esos subterfugios evasivos de una responsabilidad que le atañe poderosa y directamente, sin posibilidad alguna de sustraerse a unas ineludibles obligaciones como garante de la seguridad de todos los ciudadanos del país.

No debemos olvidarnos de que en todas las Comunidades Autonómicas existe un delegado del gobierno que tiene la potestad y la facilidad de poner en contacto ambas administraciones, por lo que aunque hubiera habido déficit de contactos entre ellas, el delegado puede solventarlo con la inmediatez precisa, declarando de inmediato el estado de emergencia nacional y actuando en consecuencia con la rapidez necesaria.

El retraso en el envío del ejército, es algo que no tiene justificación alguna. Tiene todos los medios materiales, técnicos y humanos para luchar contra estos desastres, como ha demostrado en multitud de ocasiones, y sólo el gobierno central puede movilizarlo, sin necesidad alguna de que sea solicitada su intervención, algo absurdo ante la magnitud de la tragedia, que debería haber motivado y bastado para su envío e intervención inmediata.

Y sin embargo, se pospuso demasiado tiempo, lo que no tiene explicación alguna, y que motiva que tantos ciudadanos de este país se pregunten por la inexplicable tardanza de una decisión inexcusable, que no se llevó a cabo hasta pasado demasiado tiempo, y que estuvo en la mente de muchos ciudadanos que se preguntaban por qué no se enviaba a un ejército absolutamente necesario ante lo que contemplaban sus atónitos ojos a través de los medios de comunicación, que en directo nos mostraban las espantosas imágenes de la tragedia material y humana que estaban sufriendo las gentes de las poblaciones afectadas por la catástrofe.

Ciudadanos, que indignados, recibieron con una hostilidad comprensible a los gobernantes que se dignaron aparecer por allí, una vez consumada la catástrofe, y que como el presidente del gobierno, responsable primero, tuvo que huir ante la ira de las sufridas gentes que le reprochaban su inacción y su falta de empatía ante tanto dolor y tanto abandono por parte de un gobierno inepto, incapaz y profundamente mezquino, mostrándole abiertamente, que quien siembra vientos recoge tempestades.