martes, 2 de octubre de 2007

REALES OPINIONES

No es fácil, ni cómodo, es incluso hasta inoportuno, expresarse en este país sobre un tema, ahora de nuevo de actualidad, como es el de la Monarquía, sobre todo si el tono no es aquel al que nos tenían acostumbrados hasta no hace mucho los medios de comunicación más cortesanos, ausente de todo tipo de críticas o planteamientos que puedan suponer o albergar cualquier duda sobre la legitimidad de esta institución.
No se trata de echar leña al fuego o de hacer leña del árbol caído, porque ninguno de los dos casos se da, sino de tratar con seriedad un tema que cada día está más presente en la calle desde hace ya bastante tiempo y que los últimos acontecimientos han sacado a la luz de nuevo, que no se pueden obviar porque están en la mente del ciudadano de a pie que poco a poco va formándose una opinión sobre un asunto que nos compete a todos.
No es preciso, por una parte, recurrir al recurso de quemar efigies para mostrar repulsa. Estamos en el siglo XXI y las controversias deberían resolverse de otros modos más civilizados acordes con los tiempos en los que vivimos, sin que ello suponga dejación de su intención crítica, que por otra parte, está absolutamente legitimada en una democracia.
Tampoco es preciso, aunque imagino que política y diplomáticamente obligado sí lo es, que por la otra parte, léase el gobierno, se mantenga una defensa a ultranza contra viento y marea de una institución que quieran o no está siendo puesta en tela de juicio cada vez más en el ámbito de la calle.
Menos preciso es aún que la parte interesada, trate de maquillar sus actos en un afán de agradar, llegando hasta extremos que no logran sino perjudicar más aún una imagen ya de por sí bastante degradada.
Tan monárquico es este país como dicen que católico. Se nos atribuyen estos afectos como al soldado el valor, es decir, se le suponen. No necesitamos demostrarlo. Lo somos y basta.
No son tiempos para continuar con esos razonamientos que no conducen sino a situaciones como las que estamos viviendo y que casi con total seguridad irán in crescendo con el paso del tiempo y que no favorecen ni a esta Institución ni al Estado ni a la sociedad en general.
La gente quiere saber más sobre una Institución que como cualquier otra deber rendir cuentas en todos los aspectos y, tener la oportunidad de decidir democráticamente si debe perpetuarse indefinidamente en un siglo XXI que cada vez más contempla los anacronismos como lo que son: incongruencias que resultan de presentar algo como propio de una época a la que no corresponde.