viernes, 31 de octubre de 2008

EL LIBRO DE ESTILO DE LA MONARQUÍA

A esta época convulsa en la que vivimos, jalonada por la galopante crisis que padecemos y el fantasma de la recesión económica, ha venido a sumarse un representante de la institución monárquica, para más señas, la reina, con unas declaraciones vertidas en una biografía suya, que han dejado perplejo a más de un ciudadano de este país, tanto si son partidarios como si son críticos con la monarquía, tan protegida por los medios cortesanos que tanto parecen abundar y que tan flaco favor le hacen con su trato meloso y servil.
Al margen de la oportunidad y si le compete o no la expresión de dichas opiniones, la reina, generalmente tan comedida y prudente, se ha destapado con unas declaraciones que van a traer cola por mucho tiempo. Sus opiniones sobre el aborto, la religión y los homosexuales, entre otros, no dejan indiferente a nadie por su rotundo conservadurismo que le va a suponer una indisposición con determinados colectivos en particular y con una gran masa de la población en general.
Si consideramos su oportunidad, entonces llegaremos a la conclusión de que no lo son en absoluto. Al igual que mantienen una rigurosa neutralidad en cuando a sus predilecciones políticas – los reyes no votan -, deberían hacer lo mismo en cuanto a temas tan delicados como los aquí citados y por los que jamás debería haber tomado partido, respetando leyes como la del aborto, o principios constitucionales como la de la aconfesionalidad del Estado.
En cuanto a lo vertido en dicho libro sobre los matrimonios gay, la reina ha demostrado que no sabe hacer amigos entre determinados colectivos como el homosexual, con cierto peso específico en la sociedad actual, logrando con ello, no sólo ganarse una considerable animadversión por parte de ellos, sino que además ha cometido el error de no respetar una decisión política y jurídica aprobada por una importante mayoría del Congreso de los Diputados.
Se equivoca esta institución con estas salidas de tono, que parecen tener lugar en determinados y estratégicos momentos en los que se ve, si no acosada, si al menos criticada por ciertos actitudes y comportamientos que se ven agravados aún más en unos momentos de penuria económica que azota al país y que contempla a una familia real incapaz de recortar sus gastos de los que por cierto, poco o nada sabemos quienes los sufragamos, pues a diferencia de la familia real inglesa y otras, no dan cuenta detenida del jugoso presupuesto que tiene asignado una familia, por otra parte, cada vez más numerosa.
Sin ánimo de ejercer una crítica fácil y destructiva, considero necesario recordar que hablamos de una institución hereditaria, no elegida por sufragio universal y que pese a los dulzones medios cortesanos de siempre, tiene a un importante sector de la población que no está de acuerdo con su existencia. Precisamente porque están ahí “per se”, deberían observar un comportamiento más discreto y una exquisita y absoluta neutralidad a la hora de manifestar sus opiniones.

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