Parece mentira, pero ha pasado ya más de un año del comienzo de esta
brutal y agotadora pandemia, que está próxima a dejar un rastro de casi cien
mil víctimas en nuestro País, y de tres millones en todo el mundo, con unas
consecuencias espantosas de todo orden en la sociedad y la economía, con una
población trastornada en gran medida por unos traumáticos cambios en su vida
diaria, con pérdidas del trabajo en un alto porcentaje, de negocios arruinados,
abocados al cierre, con mucha gente sufriendo anímicamente, por tanto dolor debido no solamente a las pérdidas familiares, sino
a las distancias creadas debido a los duros confinamientos, a las restricciones
y limitaciones impuestas, al constante y machacón impacto de las mismas
noticias cada hora de cada día de los casi quinientos transcurridos desde el
comienzo de esta pesadilla.
Después de tanta
crueldad cambiante en este interminable periodo de tiempo, contemplamos con
desolación y rabia pese a la llegada de las vacunas, que es nuestra única
esperanza, que los políticos, miserables ellos, durante todo este tiempo, entran
en una nueva espiral egoísta y despreciable, con una guerra violenta, desigual
y sin cuartel por captar los votos de unos ciudadanos que no dan crédito a lo
que captan sus cinco sentidos, maltratados por las imprecaciones, los gritos, los
odios y las malas formas de quienes dicen ser sus representantes y sus mejores
valedores, siempre, como no, hasta que depositan su voto en las maltratadas
urnas, para olvidarse después de ellos, y de cuanto les prometieron.
Nada nuevo, no
obstante, a que no nos tuvieran acostumbrados estos bellacos, en una nueva ceremonia
de la confusión, que vienen celebrando desde el principio de los tiempos, con el
agravante y la alevosía de encontrarnos en unos momentos inmensamente delicados,
que hacen aún más imperdonable la actuación de estos políticos ineptos, ambiciosos
y soberbios, que tenemos la desdicha de soportar en este desafortunado País, que
hace ya mucho tiempo no golpeaban de nuevo nuestros oídos y la sensibilidad de
una población, que no sale de su asombro, y que comenta con indignación, que no
hay parangón alguno entre estos malandrines que nos gobiernan, y los peores que
habíamos soportado hasta ahora.
De tal calaña son los
actuales, que no son capaces de aguantar una mínima comparación con los que
tuvimos en el pasado inmediato, que aunque no resisten una exigente capacitación,
quedan a mejor nivel que los actuales, incapaces de olvidarse de sus rencillas,
odios y faltas de respeto que llevan a efecto incluso en sede parlamentaria, con
intervenciones que no tienen más contenido que la ofensa, el insulto y la denigración
del enemigo, que no del oponente político, pues tal es el concepto que de esta
actividad tienen, siempre dirigida a su interés personal y de partido, olvidándose
de los ciudadanos que se sienten olvidados y ninguneados por estos individuos,
que no parecen sentirse vinculados ni responsables con el mandato recibido.
La absoluta
descoordinación entre el gobierno central y el de las Comunidades, incapaces de
ponerse de acuerdo en las restricciones a la movilidad, el estado de alerta, y
hasta en el plan de vacunación, queda en continua evidencia antes los
asombrados ciudadanos, ante los que no quieren tomar medidas radicales, aunque
sean necesarias, que pudieran restarles votos, ante el temor a la impopularidad
de dichas decisiones comprometidas, y menos ahora, con la lucha abierta y sin
cuartel por el gobierno de la Comunidad de Madrid, dónde todo vale con tal de
llegar al poder, con una disputada campaña, llena de insultos e improperios,
que denotan una absoluta falta de respeto por el rival, al que no lo consideran
como tal, sino como su enemigo.
Todo esto, desemboca en
un espectáculo, que ciertamente, y para desdicha nuestra, no nos lo merecemos, pero
a los que en definitiva, hemos elegido, erróneamente, como de todo esto se
deduce, por lo que, nota debiéramos tomar de cada uno de ellos, a la hora de
decidir un voto, que sin duda, no se merecen, como no nos merecemos esta
pandemia que tantas vidas está destrozando, que se manifiesta, sobre todo, con
absoluta y espantosa crueldad, en los países más atrasados de este proceloso
mundo, en algunos de los cuales, ni siquiera han comenzado la vacunación, o
apenas lo han hecho, cuando en el primer mundo llevamos varios meses llevándolo
a cabo. Ellos, el mundo pobre, siempre condenado a la miseria, por encima de
todo y de todos, no se merecen tanta desidia y tamaño abandono por parte del
resto de este Planeta.
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