Hubo un tiempo, no hace muchos años, que en este País, el término
“Pueblo”, llenaba la boca y oídos de una ingente cantidad de personas y grupos,
ya fueran cantautores, políticos, sindicalistas, y otros, que usaban y abusaban
de esta palabra con connotaciones románticas, entonces, y que hoy ha perdido,
si no todo su sentido, sí todo su encanto, todo su contenido poético y
aglutinador de masas, generalmente desfavorecidas en todos los órdenes, sociales
y económicos, que denotaban un conjunto de seres, privados de los más
elementales derechos ciudadanos, comenzando por el de la libertad de expresión,
y continuando con el resto de los que una dictadura prohibía tajantemente, como
medio de sobrevivir a la amenaza de esa temida mala costumbre de los seres
humanos que es la libertad, la democracia, en definitiva, el reinado de los
derechos humanos.
Los
partidos políticos que los reclamaban para sí mismos y para el “pueblo” al que
representaban y defendían, enarbolaban sus pancartas con el grito que emanaba
de las manifestaciones, casi siempre reprimidas, prohibidas y rotas a la
carrera entre las cargas policiales, y que no era otro que el del famoso y
repetido millones de veces “el pueblo unido, jamás será vencido”, que entonces
cobraba pleno sentido, y que hoy, en democracia, y con un nivel de vida
superior, ya no parece estar para nadie que esté en sus cabales, y que ha
quedado en los anales de la historia, como un singular, solidario y nostálgico
verso suelto.
Y aunque
ya nadie parece recurrir, pase lo que pase, ya se transgredan leyes justas, se
dicten normas bárbaras, o se lleven a cabo ofensas de todo tipo contra las
gentes gobernadas, por parte de quienes han recibido en las urnas el encargo de
gobernar a las masas, al pueblo, los ciudadanos, ya no suelen salir a las
calles, manifestándose, pese a todo, a gritar que ellos son los titulares del
poder, del Estado de Derecho, que sólo han delegado en ellos, temporalmente, para
que cumplan con sus obligaciones y deberes asumidos en tantas y tan dudosas
promesas, que los votantes les encomendaron, cuando depositaron su voto en las
urnas.
Con una
frase no se gana a un pueblo / ni con un disfrazarse de poeta / a un pueblo hay
que tratarlo con respeto / un pueblo es algo más que una maleta / son versos de
una conocida cantautora española de la transición, cuando la democracia, comenzaba
a dar sus primeros y titubeantes pasos, que ya antes, cuando la dictadura
campaba por sus respetos, dio lugar a multitud de cantautores, que lucharon
contra la represión con sus letras cargadas de denuncia, dónde el vocablo
pueblo, llenaba los versos que pedían libertad, derechos, democracia, en fin.
El
“Pueblo” estaba en omnipresente en boca de los políticos, en su machacona e
insoportable publicidad, en todos los medios de comunicación, en los carteles,
en la calle, y en la música, como los que siguen, y que pertenecen a un poema
de un importante poeta Español: quisiera cantar, ser flor de mi pueblo / que me
paciera una vaca de mi pueblo / que me mojaran los mares y ríos de mi pueblo /
que junto con otros muchos que podríamos citar, constituyen todo un canto, un
grito de libertad en defensa de los más necesitados, no sólo por cuestiones
políticas, sino de los pobres, de los olvidados, de los desheredados de la
Tierra, que ya no parecen existir, pese a que el tercer mundo cada día está más
alejado del primero, que ya no se reconoce como Pueblo, porque las diferencias
sociales y económicas han creado un abismo entre los ciudadanos, que ya no
creen en una solidaridad, ahora inexistente, inmersos en una democracia formal,
que ya no es preciso reivindicar.
Como la
que se logró en nuestro País, apenas hace poco más de cuarenta años, que no es
nada, y que sigue padeciendo vicios y defectos clamorosos, fruto, no sólo de la
poca experiencia en estas lides, tanto por parte de los gobernados, como de los
gobernantes, sobre todo por estos últimos, incapaces de mostrar respeto por
unos ciudadanos que los han elegido, en una España complicada desde los
orígenes de los tiempos, con muchos tópicos que nos siguen persiguiendo, que
son reales, verdaderos, asentados en un País de charanga y pandereta a todos
los niveles, que nos hemos ganado a pulso a lo largo de nuestra historia.
De todo
ello se aprovechan estos ineptos, falsarios y aborrecibles políticos como los
que soportamos ahora, que desprecian al pueblo, que no le respetan, que se
aborrecen entre ellos, discuten, se insultan y despreocupan de los problemas de
la gente, con un presidente sin escrúpulos, que se muestra como un zar,
soberbio, irresponsable y presuntuoso, con una ambición desmedida, que le ha
llevado a mentir continuamente a sus ciudadanos, con promesas continuamente
incumplidas, con pactos y acuerdos que dijo jamás llevaría a cabo, con acciones
de gobierno que aseguró jamás llevaría a
efecto, con una insaciable capacidad para engañar y desdecirse sin el menor
sonrojo, con una hemeroteca, que le coloca en una situación imposible para
cualquiera, y que él afronta sin inmutarse lo más mínimo, demostrando con todo
esto, que el Pueblo no merece su aprecio, su lealtad, y mucho menos aún, su
respeto.
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