martes, 26 de septiembre de 2023

La masificación del turismo

 

La insigne y emblemática ciudad de Venecia, recibe al año treinta millones de turistas, alrededor de ochenta mil visitantes al día, una auténtica barbaridad, que supone una catástrofe, que deterior el patrimonio artístico y cultural, colapsa servicios, provoca desorbitadas aglomeraciones, colas interminables, precios astronómicos y huidas de la población local, harta de una masificación salvaje que no les permite vivir como solían, antes de este desastre humano y social, que les ha supuesto este desenfrenado y  brutal turismo, que ha convertido la bella ciudad de Venecia, en un espacio dedicado única y exclusivamente a una invasión descontrolada que llena calles, plazas y canales, dónde la vida se ha vuelto insoportable, hasta el punto que sus gobernantes han decidido cobrar un impuesto a todos los turistas que no pernocten en la ciudad, como medida disuasiva.

Los artesanos, se quejan con inmenso pesar asegurando que antes los turistas entraban en sus talleres para admirar sus obras y trabajos artísticos, siempre en reducido número, y con un gusto especial por el arte, mientras que ahora, entran en tropel, en grupos, como elefante por cacharrería, con cámaras y móviles dedicándose oor completo a fotografiar todo, sin mirar, ni admirar nada de lo expuesto, con el único objeto de registrar cuanto ven, para certificar que estuvieron en Venecia, ante sí mismos y ante quienes después tendrán que soportar el inmenso torrente de fotos, cuya visión tendrán que aguantar estoicamente los que tengan la desafortunada suerte de coincidir con los pedantes turistas venecianos.

En España, numerosas ciudades tanto las bañadas por el mar, como con un considerable patrimonio monumental, están sufriendo en éstos últimos años un considerable aumento del turismo que desborda todos los cálculos más optimistas para una buena atención siempre deseable con el objeto de conciliar la vida de los ciudadanos residentes, con la de los visitantes, algo que cada vez resulta más complicado de llevar a cabo, de tal forma que lo que es positivo para las infraestructuras turísticas, lo sea también para las gentes que viven desde siempre en una ciudad asaltada por los turistas que lo invaden  de una forma a veces traumática para la ciudadanía, sobre todo en las ciudades más pequeñas, más acostumbradas a una tranquilidad que ahora se les niega.

Entre los motivos conocidos de esta masificación, cabe señalar el hecho conocido  en el sentido de la bajada en los precios, que determina un turismo más al alcance de una mayoría que antes no podía viajar, los vuelos de bajo coste, con aviones y cruceros de mayor capacidad, salarios más bajos en las empresas turísticas, nuevos mercados emisores como China e India, dónde han surgido nuevas clases sociales que ahora pueden viajar, nuevos hábitos de consumo, con una población cada día más numerosa que desea disfrutar de los viajes, así como de la gastronomía, los hoteles y las compras, son alguno de los motivos que están ocasionando este auge del turismo masivo.

La imponente imagen de un gigantesco crucero expulsando por sus rampas a miles de enfervorizados turistas deseosos de llenar las calles de la ciudad, de aeropuertos llenos a rebosar, de estaciones de trenes y autobuses con sus vagones y asientos completos, nos obliga a intentar contrarrestar las motivaciones antes relacionadas, así como las siempre difíciles decisiones a tomar para evitar el colapso turístico, en un mundo cada día más globalizado, donde los ciudadanos del mundo pueden conocerlo y disfrutar de los múltiples alicientes que presentan las diversas culturas y civilizaciones que se ofrecen ante sus ojos a través de los medios tecnológicos que los presentan con todos sus atractivos, al tiempo que ofertan y gestionan la posibilidad de visitarlos, sin moverse de su casa, facilitando todos los trámites necesarios, así como si financiación si lo consideran oportuno.

Nada que objetar al respecto, ya que la libertad de decisión de los ciudadanos del planeta, determina y dirige estas circunstancias, que nadie puede impedir ni limitar, salvo las medidas ocasionales que las ciudades que sufren esta masificación decidan tomar para relajar los inconvenientes, que en cualquier caso, siempre entrarían en conflicto  con la economía local, debido a los lógicos intereses de los diferentes sectores que se benefician y se lucran del incremento del turismo, por lo que el problema es complejo, y sólo el tiempo, y las posibles ideas y soluciones que se puedan aportar para conciliar ambas circunstancias, contribuirían a aliviar las tensiones que este turismo masivo está creando desde hace ya tiempo, y que se recrudece con el paso del mismo, a la espera de una posible solución que se antoja harto complicada y difícil de resolver.

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