Las últimas declaraciones del presidente del gobierno, en línea con su absoluta y total falta de respeto con quien ose oponerse a sus totalitarios designios y autoritarias formas de ejercer el poder, hablan de una oposición que juega con las cartas marcadas, con unos jueces que practican la politización de la justicia, que se encargan de pasar información a sus oponentes, cuando él es el principal impulsor de ese siniestro juego, que utiliza desde la posición privilegiada que ostenta.
Declaraciones que suponen una demostración cínica e hipócrita, de quien se ve acorralado por imputaciones y corruptelas varias en su entorno más próximo, tanto personal como político, que resulta insoportable para un personaje soberbio ambicioso y altivo, con una absoluta falta de escrúpulos, que lo convierten en un político indeseable para una democracia que exige dirigentes con unas características radicalmente opuestas a las que presenta el jefe de un ejecutivo que ha perdido decididamente los papeles al verse envuelto en una maraña de conflictos judiciales y políticos, a los que se enfrenta, como siempre ha hecho, con insultos, improperios y una batería completa de descalificaciones, que no hace si no confirmar su extrema debilidad.
Un presidente del gobierno que utiliza las instituciones, como es el caso de la fiscalía, con un fiscal general, imputado por el tribunal supremo, por revelar información confidencial de la pareja de su mayor contrincante político, la presidenta de la Comunidad de Madrid, un fiscal siniestro, enigmático y fiel esclavo de su amo, siempre dispuesto a satisfacer los deseos de su amo, en una demostración vergonzante que causa sonrojo e ira a cualquier amante de una democracia en la que cuesta trabajo creer a la vista de lo que es capaz de pergeñar este gobierno.
Un ejecutivo que se sirve de cuantos medios oficiales e institucionales dispone para conseguir información privada de cualquier tipo de sus opositores, para arrojarla contra ellos, en una ceremonia de la confusión vil y demoledora, de una práctica antidemocrática que ofende y asusta al mismo tiempo, y que creíamos jamás íbamos a contemplar en un país europeo del siglo veintiuno, que contempla con sorpresa y decepción cómo se utilizan prácticas de un autoritarismo exacerbado, impropias de un país como el nuestro, que no se merece estas arbitrariedades, estás mezquindades y este juego sucio al que nos somete este gobierno.
Porque no hay nada más perverso, nada más ruin, nada más malvado que utilizar las riendas del poder para conseguir sus oscuros e indignos fines, que no son otros que retener el poder a toda costa, llevando a cabo la ignominiosa compra de votos a cambio de amnistías, concesiones y cesiones de todo tipo a los de siempre, cuando tan elevada y responsable facultad de ejercer el poder nos corresponde a nosotros, a los ciudadanos, que hemos delegado en ellos para ejercerlo, con el expreso mandato de llevarlo a cabo bajo el imperio de la ley, del derecho y del respeto al más estricto sentido democrático que lo ha de regir en todo momento, sin discriminación entre las Comunidades y por ende entre sus ciudadanos, procurando la igualdad y el bienestar entre ellos, sin agravios comparativos que los separen, algo que ofende al más elemental sentido democrático.
Y es ahí dónde cobra pleno sentido el hecho de que para respetarse a sí mismos, y por ende a la democracia, han de acatar y considerar profundamente las leyes, al poder judicial, y a sus representantes, los jueces, algo que incumple con demasiada frecuencia este gobierno, acostumbrado a ningunearlos y a faltarles el respeto de tal manera que Europa les ha llamado la atención en varias ocasiones, sin que hayan dado muestras de corregir tales desmanes, permitiéndose el lujo y la osadía de utilizar la abogacía del estado en los conflictos judiciales que afectan a su familia.
Es por ello que un ejecutivo que se permite el lujo de incumplir el irrenunciable respeto debido a los poderes del estado, como es el caso de este gobierno, no supone garantía alguna a la hora de ejercitar y defender una democracia en la que no parece creer, que tiene secuestrada, a la vista de tantos abusos y tantas ofensas como contra ella comete y que utiliza para su principal y único objetivo que es el de retener el poder a toda costa.