jueves, 6 de febrero de 2025

La patética arrogancia del ingenuo presidente

 Contemplar al presidente del gobierno intentando destacar en una esfera internacional dónde este país apenas tiene relevancia, causa como mínimo, incredulidad y sorpresa, no exenta de un cierto patetismo ante una situación que lo descoloca por completo y de la que no parece ser consciente un jefe del ejecutivo, que con sus aires autoritarios no deja indiferente a nadie, tratando por todos los medios de destacar , bien a través de una solapada crítica, de una buscada y furtiva foto, o de un paseíllo fugaz junto a algún líder internacional que le ofrezca una cierta relevancia que le suponga un rédito político que es más virtual que real, más lamentable que efectivo,  más negativo que positivo, ya que la carga de intencionalidad de mejorar una deteriorada imagen, queda manifiestamente patente.

Y así, comete un error tras otro, intentando erigirse en un líder con pies de barro, en un referente de occidente, mientras se enfrenta al nuevo presidente de Estados Unidos, permitiéndose el absurdo lujo de increparle, llamándole la atención, en una incalificable y ridícula demostración de una soberbia muy propia de él, como siempre poco inteligente  y manifiesta afinidades con países como China y otros cómo los llamados emergentes, englobados en América del Sur, África y Asia, en un absurdo intento de convertirse en el líder del sur global, en una ceremonia de la confusión que parece más una huída hacia adelante dada su complicada situación  política, como siempre en la búsqueda de la necesaria imagen perdida, que una exigible y exigida acción política a nivel internacional que nadie le demanda.

Cada día nos sorprende un poco mas, un jefe del ejecutivo incapaz de gobernar su país, dado el difícil equilibrio de fuerzas existente, y al que pese a todo se aferra, a sabiendas de que unas posibles elecciones posiblemente las perdería, algo que con la soberbia que lo domina y su insólito apego al cargo, le resulta insoportable de aceptar, por lo que se lanza a la esfera internacional, dónde intenta destacar de una manera ridícula, intentando sobresalir, cuando ni tiene altura de miras ni entidad suficiente para desarrollarlas.

Patético e histriónico al mismo tiempo, no es capaz de recoger velas y dedicar su tiempo  a su gobierno que lo tiene hecho unos zorros, y por ende a su país, que no se merece a un narcisista con una desmedida ambición de poder, incapaz de reconocer error alguno, tratando de llevar a cabo un control absoluto de instituciones y personas, como el incalificable acoso y control a los jueces, o la inaudita defensa de un fiscal general que indigna profundamente a toda la institución.

Cada vez más encerrado en sí mismo, más acorralado por los problemas judiciales que afectan a su entorno político y a su familia, se empeña en continuar, a costa de gobernar por decreto, con leyes trampa como la ómnibus, auténtico chantaje político, que ve cómo se la rechazan, para aprobarla después, a gusto de quienes siempre consiguen un rédito político, al mando del titiritero jefe, que es el que ordena y manda, y ante el que este patético presidente rinde cumplida y permanente pleitesía.


Todas las líneas rojas superadas

 La hipocresía y el cinismo de este gobierno no tiene límite alguno, habiendo llegado hasta el extremo de permitirse hablar de una oposición que juega con las cartas marcadas, con unos jueces que practican la politización de la justicia que se encargan de pasar información a sus oponentes, cuando es dicho ejecutivo el principal impulsor de ese siniestro juego que utiliza desde la posición privilegiada que ostenta, sin respeto alguno hacia el poder judicial, al que le falta continuamente el respeto debido, denunciado en varios ocasiones por la Unión Europea, sin el cual la democracia pierde todo su sentido.

 Sin escrúpulo alguno, con una soberbia inaudita, y siguiendo las directrices de un presidente dotado de una ambición sin límites, han ido saltándose cuantas líneas rojas existen en este sentido, el judicial, y en tantos otros, que sitúan a este ejecutivo al borde de un  totalitarismo siempre profundamente rechazable, que a estas alturas debe tomarse en seria consideración, ante el giro autoritario que las últimas y controvertidas decisiones está tomando un gobierno que pretende mantenerse en el poder a toda costa.

Un presidente del gobierno que se siente acorralado por varias imputaciones y corruptelas en su entorno más próximo, tanto personal como político, insoportable para un personaje soberbio y altivo, con una absoluta falta de escrúpulos, que lo convierten en un político indeseable para una democracia que exige dirigentes con unas características radicalmente opuestas a las que presenta el jefe de un ejecutivo que ha perdido decididamente los papeles al verse envuelto en una maraña de conflictos judiciales y políticos, a los que se enfrenta, como siempre ha hecho, con insultos, improperios y una batería completa de descalificaciones, que no hace sino confirmar una extrema debilidad que pretende contrarrestar con una política agresiva que compense su temor a perder un poder al que no está dispuesto a renunciar.

Un jefe del ejecutivo que utiliza las instituciones, como es el caso de la fiscalía, con un fiscal general, imputado por el tribunal supremo, por revelar información secreta de la pareja de su mayor contrincante político, la presidenta de la Comunidad de Madrid, un personaje siniestro, fiel esclavo de su amo, siempre dispuesto a satisfacer los deseos de su amo, en una demostración vergonzante que causa sonrojo e ira a cualquier amante de una democracia en la que cuesta trabajo creer a la vista de lo que es capaz este gobierno, y que denigra y deshonra a toda una institución judicial, que pide por unanimidad el cese de dicho fiscal general, ante la inaudita defensa del presidente del gobierno.

Pero no satisfechos con todo esto, la última muestra del absolutismo gubernamental ha llegado a través de su partido político que ha registrado en el Congreso una iniciativa frente al acoso derivado de “acciones judiciales abusivas”, con el que pretende limitar la iniciativa de la acción popular ante los jueces, reconocida en la Constitución, con el oscuro fin de sortear los conflictos judiciales, tanto personales como de partido, lo que resulta de una desfachatez, que decididamente no conoce límites, al tiempo que corresponden más a un país totalitario, que a una democracia como la que afortunadamente disfrutamos, pese a hechos como los aquí citados, impropios de un país moderno, demócrata y avanzado como el nuestro.


Una situación alarmante

 Inquieta la alarmante y al mismo tiempo aparente tranquilidad de la ciudadanía de este país, que parece no ser consciente de una situación creada en éstos últimos tiempos, en el que la crispación a flor de piel y la polarización in crescendo permanente y visible en la calle y en los medios de comunicación, están sometiendo a esta sociedad a una dura prueba en la que cada vez toma menos partido, dejando las manos libres a una clase dominante, léase gobierno, que está colonizando las instituciones y los poderes del estado, sometiéndolos a su interés y capricho personal y de partido.

 Algo que de ninguna forma deberíamos permitir, pero que nadie, incluyendo una oposición política demasiado permisiva y extremadamente débil en su obligada acción de contrapoder, se muestran incapaces de controlar a un ejecutivo que campa a sus anchas, devastando cuanto encuentra a su paso, apropiándose de cuánto puede serle de utilidad para mantenerse en el poder, ya fueren instituciones, personas u organismos varios, que continuamente y sin escrúpulo alguno, va incorporando a la tupida red que va urdiendo inexorablemente sin aparente oposición alguna.

Ejerciendo un férreo control sobre la estructura estatal, mantiene un rígido control perfecta y estrictamente sistematizado desde Moncloa, centro neurálgico desde dónde se originan, planean y dirigen las acciones a llevar a cabo con el objeto de que nada ni nadie pueda obstaculizar la decidida y taxativa intención de continuar al mando por tiempo indefinido, y caiga quien caiga, en su frenético y ambicioso plan de retener el ejecutivo al precio que sea necesario.

No es una cuestión baladí, es un hecho constatable cómo este gobierno se aferra a su poltrona con una desmedida voluntad que más que  pretender con ello ejercer la representación de los ciudadanos a través de su acción de gobierno, prima en ellos el hecho de permanecer en su puesto a nivel personal, tal es la energía, la agresividad y la estrategia seguida, impropia de unos representantes elegidos por los ciudadanos de un país, que no contemplan, ni de lejos, la posibilidad de tener que abandonar un día su privilegiada posición.

Causa asombro, a la par que sonrojo, escuchar al presidente pronunciarse en contra de la oposición en unos términos ofensivos de una belicosidad sorprendente, no exenta de una ordinaria y rechazable vulgaridad, impropias de su cargo, y sobre todo fuera de lugar políticamente hablando, ya que se limita a expresiones despectivas e insultantes que no pretenden más que desacreditar al opositor y al partido que representa, en una inútil y desesperada intención que le descalifica personalmente, como político, y como orador que necesita recurrir a semejantes artimañas.

Alarma poderosamente el hecho de que el jefe del ejecutivo, y de paso el gobierno, han perdido los papeles de tal forma y manera, que parecen haberse olvidado que son los más altos representantes de un País democrático, cuyos ciudadanos los eligen libre y voluntariamente en las urnas, decisión que les corresponde a ellos en exclusiva exigiéndolos en el cargo, eficacia, responsabilidad, y algo fundamental, como es la honestidad, y permanecer al frente mientras sea absolutamente necesario para los intereses de los ciudadanos, y no para los propios como es el caso.

 Un gobierno en estado de desguace, recurriendo a artimañas de todo tipo, y creando con ello un estado de alarma en la población, de la que no parecen ser conscientes, tal es el estado de obsesiva desesperación por continuar a toda costa, pero de la que los ciudadanos, afortunadamente cada día van percibiendo más claramente, algo que es siempre deseable en una democracia que se precie de serlo, con el objeto de que el ejecutivo se entere clara y taxativamente, que el poder no les pertenece, que es una delegación temporal que no admite apropiaciones indebidas, ni turbios manejos que no son fruto sino de la desmedida ambición que caracteriza  a este gobierno.


Acoso al poder judicial

 La indiferencia es quizás el mayor error que se puede cometer ante determinadas actitudes políticas que consideramos nefastas para la ciudadanía de un país, como las que estamos presenciando en el nuestro, dónde presenciamos los continuados desprecios que este gobierno muestra ante el poder judicial, uno de los pilares de la democracia, sometiéndolo a una persecución y un enconado hostigamiento inadmisible en un país democrático, acorralándolo, cuestionándolo y faltándole el respeto de tantas formas y en tantas ocasiones, que la Unión Europea ha llamado la atención en varias ocasiones a un ejecutivo que no obstante no ha tomado nota en absoluto, continuando con el injustificable asedio hacia uno de los poderes más representativos y esenciales del Estado Social y de Derecho.

Sin una absoluta independencia del poder judicial, no cabe hablar de un estado democrático, sin una libertad completa a la hora de ejercer sus funciones, y de una total ausencia de dependencia del ejecutivo, no cabe pensar, ni por un momento, en un país libre que se precie de serlo, sino de una farsa democrática, ante la que una postura de indiferencia o de una incalificable transigencia ante semejante desacato, constituiría un error imperdonable de fatales y negativas consecuencias para el país, sus ciudadanos y su sufrida y castigada sociedad a todos los niveles, que ahora contempla con estupor, cómo uno de sus socios en el gobierno con representantes en el mismo, presenta una reforma legal llena de acusaciones a la carrera judicial con el propósito de controlar a los jueces, lo que resulta demoledor, a la par que rechazable y absolutamente preocupante, como la vergonzante ley que preparan para limitar la acción popular, que no es sino una oscura maniobra para utilizarla en beneficio propio ante las imputaciones que persiguen al presidente tanto a nivel familiar como político.

Está sucediendo aquí, en este país que no parece ser consciente de una carencia democrática como es el desprecio y la desconsideración hacia la justicia y sus representantes los jueces, a los que desde el gobierno se ningunea, cuando deberían ser sus principales valedores y defensores a ultranza, acusándolos de politizar la justicia, de imparcialidad manifiesta, y de una inexistente persecución judicial hacia un ejecutivo, cuyo partido está acorralado por una corrupción galopante, así como de familiares del presidente que están siendo sometidos a investigación judicial. 

El ninguneo y el indignante control al que someten al poder judicial es tal, que utilizan incluso a la abogacía del estado para defender intereses particulares y de partido como es el caso del presidente del gobierno, que mantiene en su puesto a un impresentable fiscal general imputado por el tribunal supremo, acusado de revelación de información secreta, repudiado por toda la carrera judicial a la que indigna, deshonra y avergüenza, sin que por ello consigan que dimita y mucho menos que lo cese quién lo nombró, y a cuyas órdenes se mantiene como fiel y servicial esclavo, que en lugar de actuar como fiscal general del estado, lo hace como fiscal general del presidente del gobierno, a cuyo incondicional servicio parece dedicar su tiempo.

No contento con tratar de acorralar al poder judicial, este ejecutivo manipula sin sonrojo el poder legislativo, utilizando los decretos ley ante su debilidad a la hora de disponer de los apoyos necesarios para sacar adelante sus leyes, y utilizando las leyes ómnibus, auténticas trampas legislativas, incluyendo varias leyes en una, que constituyen todo un chantaje para una oposición que en algunas ocasiones se ve obligado a votarla sin que responda a su criterio,  y en otras debe negarse a ello pese a que no coincida con su línea ideológica, como ha sucedido con la última ley de este tipo, dónde incluían dentro de la misma ley  una relativa a las pensiones, a la que no podían negarse, y  otras de exclusivo interés del gobierno, a las que debían oponerse.

Si a estas auténticas encerronas gubernamentales, que afectan al poder judicial por un lado y al legislativo por otro, sumamos los desmanes habidos desde que están en el poder, utilizando a sus anchas el poder ejecutivo, la perfecta tormenta democrática de asalto a los tres poderes estatales está servida, y ante ello, la indiferencia, sin duda, no es la respuesta.