viernes, 11 de enero de 2008

A VUELTAS CON EL HIMNO

Es como si a los arcos de nuestro soberbio y colosal acueducto de Segovia nos empeñásemos en ponerles ventanas con cristales después de dos mil años campando por sus respetos con sus impertérritos sillares de granito desafiando el paso del tiempo o como si pintásemos los hermosos muros de nuestra bellísima catedral, la dama blanca, la dama de las catedrales. Sería una aberración incalificable, una herejía donde las haya.
Lo mismo pienso de la obsesiva empresa en la que se han embarcado, - vaya a usted a saber de quién partió tan desdichada idea que no es de hace unos días– quienes querían ponerle y de hecho han conseguido, letra al himno nacional después de tanto tiempo huérfano de semejante ropaje. Éramos pocos y parió la abuela. Lo que faltaba para el duro. A buenas horas mangas verdes. Cualquiera de estos dichos populares, puede reflejar este hecho que no deja de sorprender a propios y extraños.
Sin entrar en detenidas consideraciones en cuanto a la letra – a simple vista me parece vulgar, ramplona y decadente sobre todo cuando cita aquello de gloria a los hijos y grandeza a la patria – la oportunidad me parece de todo punto inapropiada. No era necesario arropar una melodía que antes identificamos de inmediato y que ahora nos va a sonar a una extraña mezcolanza que nada tiene que ver con el himno que había tomado desde hace tiempo y por derecho propio carta de naturaleza en los oídos de los españoles.
Un político catalán, digamos moderado, preguntado sobre este tema, respondía que nada tenía que decir, pues al fin y al cabo él no era español, no representaba por lo tanto a su nación – todo en un perfecto e impecable castellano - y se trataba por lo tanto de un asunto que no le competía. Imagino que el ínclito Carod, más radical él, claro está, se tapará los oídos cuando suene el himno, aunque quizás le pique la curiosidad por escuchar como suena con letra incluida, esa letra que el representante de la izquierda más recalcitrante del panorama nacional describe como rancia, calificativo que a su partido le sienta como un guante.
Seguro que su opinión sobre, pongamos por ejemplo la Marsellesa – ojo con la letra de este himno, cuasi violenta ó la del inglés, empalagosa y melosa oda a la reina – hubiera sido otra, sobre todo porque seguro que hubieran dado su positiva opinión tratándose de dos grandes países como seguro dirían ellos.
No cito a los políticos de los principales partidos, porque considero que no merece la pena. Ya saben, unos lo políticamente correcto y otros, simplemente lo correcto. Al fin y al cabo, es un tema delicado. Se trata de uno de los símbolos de la nación que representan al País y ellos más que nadie han de ser respetuosos. Nada nuevo bajo el sol.
Pero y el ciudadano de a pie, usted y yo, vamos. Pues como decía aquel, que se vendimie. Tenemos otros problemas que de verdad nos preocupan y que sí merecían ocupar a los políticos y a las primeras páginas de los medios de difusión como ya lo ocupan en la vida diaria de las gentes.
Con los símbolos de mi equipo ya tengo suficiente, y de vez en cuando hasta me dan satisfacciones, cosa que ustedes me niegan día sí y otro también. Puestos a elegir, me quedo con el Asturias patria querida. No soy asturiano, pero a quién no le ha alegrado memorables momentos y hasta le ha emocionado en determinadas ocasiones. Su letra es sencilla, tierna y alegre, habla de su tierra y de sus gentes sin ánimo de ridículas grandezas, glorias pasadas o vanos amores patrios.