miércoles, 4 de marzo de 2009

Patético Nacional-Victimismo (PNV)

Llevan tantos años en el poder que la poltrona se les ha pegado a la zaga de tal manera que ya no conciben su existencia sin ella. Durante estos treinta años han creado unas instituciones a su imagen y semejanza, es decir, radicalizadas unas como las políticas educativa y lingüística y ambiguas otras como la política antiterrorista, generándose un clientelismo por parte de elementos próximos de todo tipo que los apoyan y mantienen a toda costa y que ahora deberían hacer, como ellos, las maletas.
Tratan de justificarse de mil maneras con los clásicos pretextos de que sin ellos no es posible la construcción de Su País – más bien del corralito que han creado en estos treinta años - , que sólo ellos aman Su Patria – como si la otra mitad no existiera - , que es a ellos a quienes corresponde formar gobierno – pues bien, que lo formen -, que los socialistas han dado un golpe institucional – esto ya no tiene nombre - , en fin, que solo el PNV está legitimado para gobernar Euskadi por los siglos de los siglos.
Durante muchos años se cometió el error de afirmar continuamente y en todos los medios de comunicación que en el País Vasco nada sería posible sin el PNV, y a fe mía que se lo creyeron, pues no hay más que verlos ahora lamentándose como hiciera Boabdil ante la irremediable pérdida de Granada.
En su patetismo, no se limitan a derramar lágrimas nacionalistas, sino más bien están recurriendo al recurso del pataleo con argumentaciones tan peregrinas que dejan patente como tres decenios de insufrible omnipresencia nacional-victimista les ha marcado de tal forma que van a tener difícil adaptarse al rol que exige estar en la oposición y que jamás han interpretado en toda su historia.
Ellos, que se arrogaban como únicos representantes legítimos del Pueblo Vasco, han visto como la mitad de la población les ha dado la espalda pidiendo un cambio que haga entrar un poco de aire fresco y renovado en unas instituciones manejadas con puño de hierro por unos políticos que siguen inasequibles al desaliento a un dirigente de ideas fijas, como es Ibarretxe, el cual sigue aferrado al timón de un barco que deseamos ver surcar otros mares impulsado por la fuerza de unos vientos renovados que lleven la ilusión y la esperanza a esa bella y querida Euskadi.

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