lunes, 9 de marzo de 2009

Un insulto al Arte

Leo con asombro, que dos toreros han devuelto la medalla de las bellas artes que en su momento les entregó el gobierno de turno. Lo hacen como muestra de protesta ante la concesión de dicha medalla a un compañero de la denominada fiesta nacional, al que no consideran con los méritos suficientes para recibir el honor al que ellos se creen justos acreedores.
No tenía la menor idea de que unos representantes de esta costumbre nacional de tan mal gusto, hubieran recibido una medalla de las bellas artes, y por lo visto son bastantes los toreros que la tienen en su poder, cuando se supone que se les entrega por destacar en una de las artes conocidas, contribuyendo por lo tanto al cultivo y la expresión de la belleza en sus diversas variantes como la pintura, la escultura, la literatura, etc.
No es precisamente el desarrollo de la estética, la armonía, la sensibilidad y la delicadeza lo que se lleva a cabo en los festejos que denominan corridas de toros, sino la expresión de una orgía de sangre, dolor y muerte, con la anuencia de un público que aplaude, vitorea y aclama al personaje que se encarga de martirizar al animal.
Denominar arte a este espectáculo es un insulto que no cabe en la mente de una sensibilidad mínimamente educada. El arte es, fundamentalmente, la expresión de la belleza y en el ruedo donde se enfrentan el animal y el hombre, ésta brilla por su ausencia. Solo hay violencia y sangre en la que a veces aparecen ambos envueltos conformando un tétrico cuadro que ofende y agrede a todos los sentidos.
La emoción que se experimenta ante la contemplación de la formidable belleza de una catedral, el impacto que nos causa la audición de una sinfonía, el deleite espiritual de la lectura de un bello poema, la arrebatadora contemplación de un primoroso cuadro o de una exquisita escultura, la sublime experiencia de la vivencia experimentada ante la representación de una impactante obra de teatro, de una emotiva obra cinematográfica, de una delicada representación de ballet, de danza, responden al concepto de arte.
Todas esas experiencias son estéticamente gratificantes. Llegan al corazón e iluminan y sacian el espíritu de sensibilidad y belleza. Nada que pueda verse ni experimentarse en una corrida de toros, donde el dolor, la crueldad y la muerte, mezcladas con la algarabía y el jolgorio de los espectadores, conforman un denigrante espectáculo a años luz del concepto de arte.

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