martes, 26 de mayo de 2009

UN MUNDO COMPLICADO

No quedan tan lejos aquellos tiempos en los que la vida se reducía a vivir el día a día sin las complejidades que hoy implica el ajetreo diario, sin las prisas que nos atosigan, presionan y hunden en un continuo deambular de un lado a otro que la mayoría de las veces no nos conducen a ninguna parte.
No es ésta una reflexión puramente nostálgica fruto de un estado de ánimo puntual, sino consecuencia de una análisis detenido del tipo de vida al que nos vemos abocados en mayor o menor medida cuantos vivimos en el ámbito urbano y tanto más cuanto mayor es la ciudad donde vivimos y desarrollamos nuestra actividad.
No hablo por la tanto del ámbito rural, donde la vida transcurre a otra velocidad, a otro nivel, en un espacio y tiempo que parecen no pertenecer a este mundo, donde la tranquilidad y el sosiego humanizan la vida que se desenvuelve en contacto directo con la naturaleza, a años luz del alocado ritmo que imprimimos a nuestras vidas en las grandes ciudades.
Este complejo mundo, nos ata día tras día a una vertiginosa, compleja y variopinta rutina cargada de obligaciones contraídas que nos obligan a estar al día y que no podemos obviar por las consecuencias negativas que de ello se derivarían y que nos acuciarían sin piedad.
Las incontables facturas, la implacable hipoteca, los trámites, renovaciones y permisos de todo tipo, las escrituras, las tarjetas de crédito, la declaración de la renta, del patrimonio, las obligaciones fiscales, las tributarias, las de la seguridad social, el trabajo en precario, las revisiones del coche, del carné de identidad, del carné de conducir, la compra, las vacaciones, el colegio de los niños si los hubiere y si son adultos, doble ración, con la consola, el ordenata, y como no, el omnipresente e inefable móvil.
Mención aparte merece este dichoso aparato que nos ha esclavizado con su poder de comunicación permanente, anulando en gran parte nuestra intimidad y robándonos parte del precioso y mínimo tiempo del que antes disponíamos.
Ha logrado trastocar nuestras vidas y las de nuestros hijos, logrando cambiar el ritmo de las mismas acelerándolas un poco más y consiguiendo un distanciamiento con ellos cada vez mayor al encerrarse en su mundo, anulando parte de su voluntad y convirtiéndolos en prisioneros adictos de un mundo permanentemente comunicado, virtual, e irreal fruto de la dependencia que han contraído y que se muestra tan dictatorial y tiránica que muchos de ellos necesitan ó necesitarán con el tiempo asistencia psicológica para superar su adicción.
No se trata de aquello de que cualquier tiempo pasado fue mejor, ni de volver al trueque o a los tiempos del seiscientos. Se trata, simple y llanamente de humanizar nuestra existencia.
Siempre queda la alternativa de recluirnos en un recóndito y alejado monasterio o ese soñado y bucólico pueblecito junto al mar o en la falda de la montaña donde la paz, el sosiego y la tranquilidad relajen nuestra existencia.
Discúlpenme si les digo que en todo caso me llevaría el móvil, que no me faltaría Internet y que tendría el coche en el garaje. Las facturas y todas las demás ataduras, las dejaría en la ciudad.
Acabo de despertar y creo haber soñado. Como en la mayoría de los sueños, no logro hilar por completo la historia soñada, pero me ha dejado un agradable y tenue recuerdo.

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