jueves, 9 de julio de 2009

EL ABUSO NACIONAL

Permítanme que les narre tres historias cortas de abusos varios entre las miles, que ustedes sin lugar a dudas podrían engrosar, hasta formar un conjunto de tales dimensiones que podríamos editar un libro-manual de gigantesco tamaño y de múltiples volúmenes con el cual podríamos ilustrar la chapuza-abuso nacional que sigue vigente, desde la típica chapucilla de bajo nivel, hasta la más sofisticada de guante blanco, pasando por la usura sin refinamiento alguno y de porte a veces chulesco y siempre descarado de la banca nacional.
Sábado por la mañana, alrededor de las doce horas de un soleado día de verano. Llegamos a casa y nos encontramos con la cerradura atascada. Llamamos al consabido cerrajero que acude al cabo de una hora con una imponente moto que aparca en la acera – por nuestra mente pasa el albañil de la película “esta casa es una ruina” – . El vecino, para animarnos, nos avisa: podéis prepararos. Tardó dos minutos en desatascar la cerradura y otro minuto en cobrarnos doscientos cincuenta euros. Cierto es que me dio una solución, por si tenía problemas con el seguro, y que aquí, me van a permitir, no voy a desvelar.
Un día cualquiera de un mes cualquiera en un local sin energía eléctrica debido a una avería de un interruptor general. Aviso a mantenimiento y me envían al ínclito electricista, que de un vistazo diagnostica el origen del problema: hay que cambiar el conmutador principal. Voy a por la pieza y en un momento se la repongo. Tarda tres horas en volver y cinco minutos en colocar el dichoso repuesto. Me factura cuatro horas y, claro está, le pido explicaciones. Las tres horas por el tiempo que tardó en conseguir la pieza – ese debería ser su problema, no el mío – y la otra hora porque es hora o fracción. Le muestro mi desacuerdo. Su respuesta literal: pues se la quito y me la llevo. Sin comentarios.
En plena crisis, solicito un aval a una entidad bancaria que preferiría no citar, o sea, Caja Madrid, donde llevo veinte años de esforzado cliente tanto a nivel privado como al de empresa. Después de pedirme una documentación que podría rivalizar con los presupuestos generales del estado, se dignan aprobar la operación, eso sí, con un interés del 5,5% anual, que en el caso de un aval es de una usura insoportable – normalmente están entre el 1 y el 1,5% anual - . No tuve alternativa. Hace unos días les solicité otra operación. Al final no la llevé a cabo. Me piden explicaciones y me dicen que de todas formas me van a cobrar una comisión de estudio. Es decir van a cobrar por nada. Nada nuevo bajo el sol.
Tres sencillos y mínimos ejemplos del día a día del panorama chapucero nacional. No incluyo a los políticos corruptos, porque esa es una empresa de volumen tal, que supera con mucho el propósito de estas líneas.

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