jueves, 17 de septiembre de 2009

UNA HERMOSA PROFESIÓN

Me conmovió profundamente mi hija, estudiante de historia del arte en la universidad Autónoma de Madrid, cuando hace unos días, con la voz embargada por la emoción y la tristeza, nos trasladó su sincera pena por la inesperada y repentina muerte de un profesor al que todos sus alumnos estimaban sincera y profundamente y al que van a echar inmensamente de menos.
Tal ha sido la conmoción que ha causado este hecho, que todos los compañeros han utilizado - en este caso de una manera encomiable - las redes sociales de Internet para comunicar al mundo su pena por la desaparición de un profesor al que querían y valoraban por sus enormes cualidades, no solamente profesionales, sino humanas. Adiós a un gran profesor, titulan sus comentarios en Facebook.
Yo que he sido docente durante muchos años, y que he amado profundamente esta más que profesión, dedicación, me alegra inmensamente que una hija mía exprese y sienta esa devoción por una persona que ha dedicado su vida a enseñar y que lo hacía de una manera humilde, cercana, abierto siempre, tanto de espíritu como de mente, que era comprensivo con todos y que consiguió que sus alumnos amaran la belleza que el arte lleva consigo.
En estos momentos en los que la sociedad eleva su voz en defensa del profesor, me causa tanta vergüenza como indignación que sea necesario tomar medidas para defenderlo de sus propios alumnos – está claro que no de todos ellos – para quienes la figura del enseñante no es sino la del represor que les impone diariamente su autoridad y a quien con la ausencia absoluta del más elemental de los respetos, ofenden, agreden y desprecian en el aula y fuera de ella.
Prácticamente desde siempre se ha infravalorado la figura del profesor en este país, y han sido los padres los primeros que comenzaron a perderle el respeto de múltiples formas, comenzando por el hecho de darle la razón al niño antes que al maestro, reprobando su actitud si el niño era castigado, tuteándolo – ojalá volviera él "usted" como síntoma de respeto – de una manera absurda y en ocasiones despectiva. En definitiva despojándolo de su autoridad y del respeto debido delante del hijo.
Esa sociedad que hoy se asombra ante estos hechos, en gran medida es la culpable de estas actitudes absolutamente injustificables. La ejemplificación a todos los niveles es nula y en muchas ocasiones totalmente negativa. Las instituciones, los grupos sociales, los medios de comunicación y demasiadas veces la familia, han hecho dejación de sus obligaciones y ahí tenemos los resultados.
Es triste que haya que imponer el respeto mediante medidas legales con el objeto de defender a quienes dedican su vida a formar a las generaciones futuras. Ese respeto ha de ser voluntario, libre y ha de surgir del propio alumno agradecido a la persona que le transmite sus conocimientos preparándolo para la dura y competitiva vida que le espera allende las aulas.
Mantengo un cálido y afectuoso recuerdo de cuantos profesores he tenido. No me cabe duda de que es una de las profesiones más hermosas que existen. El maestro lo da todo por sus alumnos y cuando constatan su progreso, su alegría y satisfacción es enorme, tanta como profunda es su frustración cuando no logran sus objetivos.
Un país que no valora y respeta a sus enseñantes, es un país sin futuro.

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