viernes, 9 de abril de 2010

LA DESMEMORIA HISTÓRICA

He seguido en estos días a eminentes jueces de diferentes países opinando sobre el procesamiento del juez español que se atrevió a iniciar un proceso sobre los crímenes del fascismo en España, acaecidos después de la Guerra Civil Española.
Todos ellos se lamentaban de que por ese motivo, dicho juez se encuentre hoy a punto de ser separado de la carrera judicial por remover lo que en su momento – léase transición – no se hizo y que debió llevarse a cabo o al menos inmediatamente después de darse por acabada la susodicha fase que dio por terminado ese período y dio paso al comienzo de la afirmación de la democracia.
Nadie se atrevió entonces a dar un solo paso, a mover un dedo, a remover en el pasado, alegando el miedo, y los fantasmas del pasado que, según los oscuros intereses de los de siempre, alterarían la paz y el sosiego y la tranquilidad reinante en la sociedad española, por lo que mejor sería dejar estar, olvidar, mirar hacia otro lado como si nada hubiera pasado, como si la barbarie que se cometió con los vencidos no hubiera existido.
Pero tuvo lugar y fue cruel, ultrajante e injusta con quienes se limitaron a defender el Estado de Derecho libremente elegido en las urnas por los ciudadanos españoles, y, precisamente por eso, por oponerse a quienes alteraron dicho orden faltando a su juramento de lealtad a la Constitución y al gobierno democrático, fueron objeto de la venganza más ignominiosa y brutal una vez acabada la guerra, con unas represalias atroces y humillantes que acabaron con la vida de decenas de miles de ciudadanos por el simple hecho de pertenecer al bando contrario, cuando las hostilidades militares ya habían terminado y se encontraban desarmados e indefensos.
No valen excusas ni cabe el olvido. Los crímenes de Lesa Humanidad como los que tuvieron lugar y cometieron durante muchos años después del cese de las hostilidades, no pueden caducar jamás, no pueden obviarse nunca ni puede correrse un tupido velo con la excusa de no remover el pasado.
Los miles de refugiados que tuvieron que abandonar su país, los miles de represaliados que fueron apartados de sus puestos de trabajo y condenados a ser ciudadanos de segunda y, sobre todo, las decenas de miles de ajusticiados sumariamente, tienen y tendrán siempre derecho a ser rehabilitados los unos y a ser localizados los otros, cuyos familiares jamás deberían cejar en el justo empeño de conocer donde yacen sus seres queridos.
Eso, simplemente, es lo que piden sus familiares y lo busca el Juez que ha tratado de desempolvar y sacar a la luz aquellos espantosos sucesos y no la venganza como tratan de, ignominiosamente justificar, los que se oponen al proceso iniciado y que muchos juristas y jueces de diversos países que se han destacado por la defensa de la justicia y la libertad en sus países y por la aplicación de la jurisdicción universal, apoyan incondicionalmente.
Antonio Machado, poeta universal, tuvo que huir de su país acompañado de su anciana madre. Andando de noche y durmiendo de día, dejaron atrás la ingrata patria que los perversos habrían de dejar irreconocible durante cuarenta años, destrozando las libertades y todos los avances sociales conseguidos por la democracia contra la que se levantaron los infames.
García Lorca, Miguel Hernández, Alberti, y tantos ilustres representantes de la cultura española, miles de maestros, profesores de institutos y universidades, médicos, albañiles, fontaneros, amas de casa, hombres y mujeres de a pie, ciudadanos anónimos de los pueblos y las ciudades de España, fueron represaliados, vejados y aniquilados por la feroz dictadura que se estableció en este país y que perduró por el tiempo suficiente para dejarlo irreconocible.
Mi esposa se pregunta muchas veces con una indignación contenida, por qué mataron a su abuelo, un hombre bueno que no se merecía su cruel destino, que vivía en su pueblecito manchego viviendo del trabajo de la tierra para dar de comer a su familia. Lo mataron un día, no se sabe cómo, cuándo ni dónde ni mucho menos por qué.
Jamás renunciará a saber dónde está, como tantas miles de familias que lo piden a gritos que otros quieres silenciar. Tienen todo el derecho, les asiste la razón y la justicia. Un derecho y una justicia que los de siempre quieren cercenar y a la que nunca jamás se debe renunciar.

No hay comentarios: