jueves, 16 de febrero de 2012

SÁLVESE QUIÉN PUEDA

Desolador el panorama que se nos presenta en general, tanto a los ciudadanos a título particular, como a pequeñas y medias empresas en general, que contemplan un futuro incierto, oscuro, y descorazonador a la vista de la que se nos está viniendo encima desde hace ya demasiados años, con una crisis inacabable, persistente y omnipresente que no nos da ni un respiro, que nos asfixia cada día, que nos acompaña siempre, sin que podamos aislarnos o alejarla de nuestras vidas.
Está presente en los comentarios diarios, en las conversaciones de pasillo, en los trabajos, en casa y no digamos en los medios de comunicación que nos despiertan cada mañana con la misma canción desesperada y desesperante con cifras y más cifras mareantes, con calificaciones de la deuda, con impagos de las Autonomías, con nuevas corruptelas, con nuevos sacrificios que se le piden, como no, siempre a los mismos, y ahora, para rematar la faena, con una durísima reforma laboral que viene a colmar un vaso lleno de angustia y desesperación para tanta gente que, es necesario insistir en ello, no tiene ni ha tenido culpa alguno en este desastre.
Admira la capacidad de la gente para sobrellevar tanta carga, tan dura, injusta y desigual como lleva soportando estos duros y crueles años que van dejando una huella de un dolor y una amargura tales, que tardará, primero en remitir, después en desaparecer y por último y sobre todo en cicatrizar y en olvidar y reconstruir cuanto se ha destruido en estos años de sufrimiento para tanta gente que ha visto cómo todas sus ilusiones, anhelos y esperanzas se han ido abajo, como se ha visto oscurecido su presente, y, sobre todo, cuán incierto se presenta su futuro.
Sorprende, enoja y exaspera, la persistencia de los gobiernos, sean cuales fueren, en continuar con las durísimas medidas que parecen no acabar nunca y que jamás afectan a los que propiciaron el actual estado de cosas, comenzando, sobre todo por la banca, y terminando por las grandes corporaciones financieras, nacionales y multinacionales, así como por las corruptelas y derroches a todos los niveles y escalas imaginables que han asolado una sociedad de ciudadanos cada día más indefensos.
Asusta comparar las cifras del paro en España, comparadas con las del resto de los países europeos a quienes duplicamos como mínimo dichos valores, lo cual es incompatible con un estado de derecho que se precie de serlo, que de ninguna forma puede permitir que uno de cada cuatro ciudadanos se encuentre sin trabajo y que más de un millón de familias vean con desesperación creciente como todos sus componentes se encuentran desempleados.
Sobrecoge contemplar cómo diariamente muchas de esas familias con hipotecas, facturas y pagos diversos a los que no pueden hacer frente, ven con una estremecedora desesperación como pierden la propiedad de su casa, que para más inri tendrán que seguir pagando durante años, lo cual da una idea más de la exasperante e insoportable injusticia de esta sociedad que muestra toda su fría crueldad en hechos como éste y tantos otros a los que los poderes públicos deberían hacer frente de inmediato.
Salgamos a la calle. Nos dejarán, sin duda. Es un país libre. Grita cuan alto puedas. Ya callarás.

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