jueves, 18 de octubre de 2012

UN PAÍS DE FORTUNA

En estos difíciles y oscuros tiempos que atravesamos, resulta harto complicado sustraerse al panorama general que se nos presenta y que afecta a una gran mayoría de la población, que no a toda, ya que una parte minoritaria, pero importante, ha encontrado en estas aguas turbulentas un auténtico filón, adjudicando pleno sentido a aquello de a río revuelto ganancia de pescadores – que no de pecadores, puesto que estos son, desde hace tiempo, una raza a extinguir – con lo cual, la omnipresente crisis, les ha convenido en grado sumo, y es que están tan satisfechos, que no pueden dejar de exhibir una ligera sonrisa de cumplida, honda y mal disimulada satisfacción, que se materializa cuando uno lee las estadísticas de ventas de bienes de consumo de lujo, claro está, bien sean coches, casas, propiedades y objetos de valor varios que consiguen en un mercado que a fuerza de adaptarse a las actuales circunstancias, les ha brindado una ventaja adicional a su condición de afortunados, que pese a la pertinaz crisis, se mantienen al margen de sus consecuencias.
Siendo éste un País de envidias, mala leche y otras lindeces que solemos dedicar a quienes tienen éxito, poder o deseos de exhibir sus signos externos de riqueza, sorprende que no se levante voz alguna, que nadie se queje, que ni siquiera a nadie se le deslice un ligero y sutil improperio hacia éstos venturosos del destino, que en tiempos como los que vivimos, se permiten disfrutar de todo aquello que al más común de los mortales, por desdicha los más numerosos, se nos niega en estos tiempos de estrecheces sin cuento.
Y es que el personal está tan deprimido, tan decaído, desmoralizado, tan bajo de moral, y con razón, que no tiene ni ganas ni fuerza para dedicarse a la crítica más o menos insana, a una de las aficiones más populares por estos lares, como es la de poner a caldo a los más afortunados. No hablamos de los sinvergüenzas, caraduras, corruptos, políticos, banqueros y otras malas gentes que asolan este País, a los cuales les dedicamos nuestros peores pensamientos y para los que reservamos los mejores y más sonados vituperios, insultos e invectivas varias, que bien merecidas las tienen.
Con este planteamiento de hecho y con las perspectivas que se vislumbran a medio y largo plazo, este puñetero País se nos va al carajo, llevándonos por delante a la inmensa mayoría que se ve arrastrada sin remisión, no sé bien si a un oscuro túnel del que, aunque maltrecho, logre salir hecho unos zorros, o si nos conducirá directamente al más profundo y siniestro de los precipicios en un caída sin fin, cual si a un agujero negro nos hubiéramos visto impelidos, para no regresar jamás, acabar siendo destrozados a fuerza de ser infinitamente estirados por las poderosas fuerzas que ahí habitan o lo que quizás más nos conviniese, que supondría aparecer en otro universo, en otra dimensión espacial, en otro mundo, lejos de este tan mísero, cruel e ingrato.
Es por ello, que dado el hecho de que aquí no parece existir el futuro, que las perspectivas son francamente negras, que emigrar a otro país en busca de trabajo sin dominar un montón de idiomas, que es lo que piden ahora, no está al alcance de cualquiera, lo mejor es trasladarse a otro universo, dedicando todos los esfuerzos a encontrar la puerta de entrada a esa otro dimensión que nos permita cambiar de mundo.
Ahí queda el reto.

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