Friedrich Nietzsche, filósofo
alemán nacido en el siglo XIX, escribió entro otros un libro que tituló el
Anticristo, que es una crítica del cristianismo en su conjunto, y de conceptos
modernos como el igualitarismo y la democracia, a los cuales ve como
consecuencia persistente de los ideales cristianos.
El Anticristo aparece en cuatro
escrituras del apóstol Juan, y es la teología cristiana, quien cumplirá con las
profecías bíblicas concernientes a un antagonista de Cristo. El uso de la
palabra anticristo sólo aparece en las cartas del apóstol Juan, donde por un
lado hace referencia a la manifestación, prevista para el fin de los tiempos,
de un adversario decisivo de Cristo.
A lo largo de la historia se
designó también el uso de esta palabra a las personas que estaban en contra del
cristianismo, por lo que el anticristo podría ser cualquier persona que
estuviese en contra del Mesías y lo que él representa. Según esto, cabe
entender, que a lo largo de la historia ha habido muchos Anticristos, que son
aquellos que no conjugan con la doctrina de Cristo.
Nostradamus ya predijo el advenimiento
de tres de ellos, describiéndolos como seres inhumanos desprovistos de todo
sentimiento noble, que traerían una destrucción sin precedentes, con muchas
muertes, mucha sangre, y mucho dolor y sufrimiento.
Uno de ellos es identificado
como Napoleón Bonaparte. Otro sería Adolfo Hitler, el mismo a quien los
fanáticos ultraconservadores de la Organización Nacional del Yunque en nuestros
tiempos aún adoran como su máximo ídolo.
El tercero, es un Anticristo
aún por venir, igualmente despiadado e inhumano como los dos que lo
precedieron. Lo describe como un hombre de Medio Oriente, presumiblemente un
musulmán, con un odio nato a las sociedades cristianas, el cual posee en sus
manos la capacidad para desatar una guerra nuclear en contra de los Estados
Unidos y Europa, y que llevará a cabo la destrucción de "la gran
ciudad", identificada por varios estudiosos de Nostradamus como Nueva York.
Dado el hecho de que
Nostradamus no siempre ha dado en el clavo, y que la interpretación de sus predicciones
se somete al subjetivo juicio de cada lector de las mismas, cabe suponer que el
tercer Anticristo, para cuya designación nos dejó las manos libres, es posible
que no sea de Medio Oriente ni musulmán.
Es por ello que podría proceder
de occidente, y así, cambiando los términos de esta última predicción, todo se
invierta, y nos encontremos con el presidente Donald Trump, que parece reunir
todas las características que se le deben exigir a un Anticristo, como dueño y
señor del mal llevado a sus últimos extremos, amenazas a las que nos tiene
acostumbrados desde antes de tomar posesión de su cargo.
Han sido tantos los improperios
en contra de todo avance social, ya fuera en su país, ya fuera en el resto del
mundo, tantas sus advertencias en contra de la distensión global, de la
política de acogimiento de los cientos de miles de refugiados que en el mundo son,
tantos sus desprecios hacia las minorías de todo orden, que una vez en el poder y comprobado cómo se
han visto materializadas todas ellas, no nos cabe la menor duda, de que este
energúmeno de toscos modales y agresivo discurso, podría tratarse de ese tercer
Anticristo.
El mismo que el inefable
Nostradamus predijo que habría de sacudir las conciencias de los seres humanos
de este mundo, aunque no proceda de dónde él avanzó, ni coincidan ninguna de
las características que él adelantó, lo cual no es obstáculo ni óbice para
desterrarlo de nuestras mentes como ese tercer y último espíritu del mal, azote
de una Humanidad que no gana para sustos en este apenas iniciado siglo XXI.
La figura del Anticristo no es
sino la personalización del mal. Nadie en su sano juicio, libre de oscuros
fanatismos, debería creer en la materialización de esta figura, de esta imagen
que contemplan las Escrituras y Nostradamus. Pero el mal existe, ya que es
inherente a la raza humana. Y Trump es humano.
No hay comentarios:
Publicar un comentario