lunes, 6 de julio de 2020

LA DIESTRA Y LA SINIESTRA

Los dos términos que dan carta de naturaleza a estas líneas, tienen un origen que procede del medievo, en concreto de la heráldica, cuando se utilizaban para señalar hacia donde se dirigían los elementos del escudo de armas de la casa en cuestión, bien hacia la derecha, bien hacia la izquierda, considerándose que el de la diestra, era el de mayor honor, mientras que el de la izquierda se consideraba de menor calidad, de menor honra, de menor crédito, y así nos encontramos con la posición que ocupa el invitado de mayor categoría, a la derecha del anfitrión, o la de la esposa, a la izquierda del marido, o la del jefe, a la derecha del subordinado, que quedaría a su izquierda, por lo que la diestra, según esta visión, poseería connotaciones de superioridad, de preeminencia, de privilegio, en definitiva, sobre la siniestra.
En otro orden de cosas, desde una visión y perspectiva diferentes, los términos diestro y siniestro, denotan significados muy diferentes a los términos anteriores, que no indican posición relativa sino cualidad de manejar la mano derecha, así como de la capacidad, habilidad y destreza en el caso de diestro, mientras que siniestro, se refiere a una persona o hecho, que posee características perversas o mal intencionadas, así como a un hecho o suceso accidental que puede causar daño a personas o cosas, con lo que términos con significante muy parecido, presentan significados muy diferentes, para terminar con “a diestro y siniestro”, que se utiliza cuando se actúa sin tino, discreción, ni miramiento.
Rizando el rizo, llegamos a donde pretendíamos, después de tan largo preámbulo, que no intenta, sino versar sobre los vocablos derecha e izquierda, dejando de lado el indeterminado, furtivo e indefinible centro, todos ellos, que se supone continúan en plena vigencia política, pese al desprestigio que vienen sufriendo los grupos que así de autodenominan, y que no suele corresponderse con una unidad o patrón, por otro lado inexistente, a partir del cual podríamos sustanciar tales definiciones, que bastante confundidas están hoy en día y que tanta confusión, permítaseme la redundancia, crean en una opinión pública, que ya no sabe a qué atenerse.
La izquierda, se suele identificar con el progresismo, la solidaridad entre los pueblos y ciudadanos, la sensibilidad acerca de los problemas sociales, las libertades individuales y colectivas, así como la igualdad entre los seres humanos, que le otorgaban la denominada supremacía moral de la izquierda, signifique lo que signifique una expresión tan machacada y manida durante tanto tiempo, que parece haber decaído en desuso en los últimos tiempos, de tal forma que la derecha, se ha asociado siempre con el orden y la autoridad, la disciplina, la tradición, el capital, los principios morales, la religiosidad y los valores morales del individuo y la familia, teniendo su origen, ambos conceptos en la revolución francesa, cuando a la  autoridad real , se opuso la asamblea popular.
Hoy en día, ambos términos se siguen utilizando, como manera de señalar a unos y a otros, dejando de lado a los que están en los extremo de cada uno de ellos, a su diestra y a su siniestra, denominándolos con el prefijo “extrema”, que de una u otra forma, han conseguido crear equívocos aún mayores acerca de una definición política, que no consigue otra cosa que lograr una confusión tal, que a ojos del ciudadano, no parecen sino una simple y vulgar etiqueta que ha conseguido desafiar las leyes de la gravedad política, consiguiendo con ello que el votante se desencante en unos casos, y en otros se pregunte cuál es la distancia real entre todo el conjunto de este enrevesado arsenal político.
Y aunque las diferencias existen, ya que no podía ser de otra manera, dados los intereses creados por ambas partes, la percepción que los ciudadanos tienen de ambos extremos, aparece cada vez más difuminado a ojos de unos votantes que contemplan con estupor cómo sus comportamientos ético morales, son cada día más parecidos, menos diferenciados, más ajustados a sus poltronas de dónde no piensan moverse, para evitar no salir en la foto, para eternizarse en su despacho oficial, de dónde no se moverán, salvo que los cese quién los nombró, ya que en este País, no dimite nadie, ni siquiera, como asegura ahora el vicepresidente segundo, que dícese de extrema izquierda, aunque le imputen en el caso en el que está siendo investigado, cuando él, en su momento, exigió a la inmediata dimisión a otros, que se encontraban en similares circunstancias a las suyas.
En el orden económico y social existen diferencias, que tampoco son fundamentales, que no son esenciales ni radicales, sobre todo en economía, dónde es Europa quién dicta las normas, de las que difícil evadirse, mientras que en el orden social, las diferencias suelen ser más amplias, dónde la izquierda suele conectar más y mejor con las clases medias bajas, que es dónde encuentra su filón más importante de votantes, mientras que las derechas, lo consiguen a base de defender el orden, la unidad nacional, la política de inmigración, y otros valores patrios.
En cualquier caso, el desencanto, la desconfianza y el cansancio más desesperante, se está instalando en una ciudanía harta de tanta soberbia, tanta mentira, tanta farsa y tanto estúpido y falaz populismo, que se está alejando cada vez más de la gente y de sus necesidades reales y vitales, que cada vez conectan menos con quienes recibieron en su día el encargo de gestionarles un estado del bienestar, que ni la diestra ni la siniestra, han demostrado ser capaces de llevar a cabo, salvo para sí mismos, algo en lo que tanto unos como otros, pese a sus aparentes diferencias, están siempre de absoluto y total acuerdo.

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