Los dos términos que dan carta de naturaleza a estas líneas,
tienen un origen que procede del medievo, en concreto de la heráldica, cuando
se utilizaban para señalar hacia donde se dirigían los elementos del escudo de
armas de la casa en cuestión, bien hacia la derecha, bien hacia la izquierda,
considerándose que el de la diestra, era el de mayor honor, mientras que el de
la izquierda se consideraba de menor calidad, de menor honra, de menor crédito,
y así nos encontramos con la posición que ocupa el invitado de mayor categoría,
a la derecha del anfitrión, o la de la esposa, a la izquierda del marido, o la del
jefe, a la derecha del subordinado, que quedaría a su izquierda, por lo que la
diestra, según esta visión, poseería connotaciones de superioridad, de
preeminencia, de privilegio, en definitiva, sobre la siniestra.
En otro orden de cosas, desde una visión y perspectiva diferentes,
los términos diestro y siniestro, denotan significados muy diferentes a los
términos anteriores, que no indican posición relativa sino cualidad de manejar
la mano derecha, así como de la capacidad, habilidad y destreza en el caso de
diestro, mientras que siniestro, se refiere a una persona o hecho, que posee
características perversas o mal intencionadas, así como a un hecho o suceso
accidental que puede causar daño a personas o cosas, con lo que términos con
significante muy parecido, presentan significados muy diferentes, para terminar
con “a diestro y siniestro”, que se utiliza cuando se actúa sin tino,
discreción, ni miramiento.
Rizando el rizo, llegamos a donde pretendíamos, después de
tan largo preámbulo, que no intenta, sino versar sobre los vocablos derecha e
izquierda, dejando de lado el indeterminado, furtivo e indefinible centro,
todos ellos, que se supone continúan en plena vigencia política, pese al
desprestigio que vienen sufriendo los grupos que así de autodenominan, y que no
suele corresponderse con una unidad o patrón, por otro lado inexistente, a
partir del cual podríamos sustanciar tales definiciones, que bastante
confundidas están hoy en día y que tanta confusión, permítaseme la redundancia,
crean en una opinión pública, que ya no sabe a qué atenerse.
La izquierda, se suele identificar con el progresismo, la
solidaridad entre los pueblos y ciudadanos, la sensibilidad acerca de los
problemas sociales, las libertades individuales y colectivas, así como la
igualdad entre los seres humanos, que le otorgaban la denominada supremacía
moral de la izquierda, signifique lo que signifique una expresión tan machacada
y manida durante tanto tiempo, que parece haber decaído en desuso en los
últimos tiempos, de tal forma que la derecha, se ha asociado siempre con el orden
y la autoridad, la disciplina, la tradición, el capital, los principios
morales, la religiosidad y los valores morales del individuo y la familia,
teniendo su origen, ambos conceptos en la revolución francesa, cuando a la autoridad real , se opuso la asamblea popular.
Hoy en día, ambos términos se siguen utilizando, como manera
de señalar a unos y a otros, dejando de lado a los que están en los extremo de
cada uno de ellos, a su diestra y a su siniestra, denominándolos con el prefijo
“extrema”, que de una u otra forma, han conseguido crear equívocos aún mayores
acerca de una definición política, que no consigue otra cosa que lograr una
confusión tal, que a ojos del ciudadano, no parecen sino una simple y vulgar
etiqueta que ha conseguido desafiar las leyes de la gravedad política,
consiguiendo con ello que el votante se desencante en unos casos, y en otros se
pregunte cuál es la distancia real entre todo el conjunto de este enrevesado arsenal
político.
Y aunque las diferencias existen, ya que no podía ser de otra
manera, dados los intereses creados por ambas partes, la percepción que los
ciudadanos tienen de ambos extremos, aparece cada vez más difuminado a ojos de
unos votantes que contemplan con estupor cómo sus comportamientos ético
morales, son cada día más parecidos, menos diferenciados, más ajustados a sus
poltronas de dónde no piensan moverse, para evitar no salir en la foto, para
eternizarse en su despacho oficial, de dónde no se moverán, salvo que los cese
quién los nombró, ya que en este País, no dimite nadie, ni siquiera, como
asegura ahora el vicepresidente segundo, que dícese de extrema izquierda,
aunque le imputen en el caso en el que está siendo investigado, cuando él, en
su momento, exigió a la inmediata dimisión a otros, que se encontraban en similares
circunstancias a las suyas.
En el orden económico y social existen diferencias, que
tampoco son fundamentales, que no son esenciales ni radicales, sobre todo en
economía, dónde es Europa quién dicta las normas, de las que difícil evadirse,
mientras que en el orden social, las diferencias suelen ser más amplias, dónde
la izquierda suele conectar más y mejor con las clases medias bajas, que es
dónde encuentra su filón más importante de votantes, mientras que las derechas,
lo consiguen a base de defender el orden, la unidad nacional, la política de
inmigración, y otros valores patrios.
En cualquier caso, el desencanto, la desconfianza y el
cansancio más desesperante, se está instalando en una ciudanía harta de tanta
soberbia, tanta mentira, tanta farsa y tanto estúpido y falaz populismo, que se
está alejando cada vez más de la gente y de sus necesidades reales y vitales, que
cada vez conectan menos con quienes recibieron en su día el encargo de gestionarles
un estado del bienestar, que ni la diestra ni la siniestra, han demostrado ser
capaces de llevar a cabo, salvo para sí mismos, algo en lo que tanto unos como
otros, pese a sus aparentes diferencias, están siempre de absoluto y total
acuerdo.
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