viernes, 7 de agosto de 2020

EL CAMAROTE DE LOS PICAPIEDRA

Inolvidable para los amantes del cine en general, para los cinéfilos en particular, y para todos los que disfrutan con la creatividad, el ingenio y el mejor y sin duda, el más espontáneo, desinhibido, y anarco humor que desarrollaron los hermanos Marx, auténticos gamberros de la comedia más hilarante y divertida, que llevaron a cabo durante sus mejores años, en los que fueron capaces de divertir en grado extremo a toda una generación que llenaba las salas para disfrutar con sus jocosas y joviales películas, que aún hoy son disfrutadas por quienes valoran un cine, que dada la falta de creatividad actual, ha subido enteros para quienes valoran el talento y la imaginación más desbordante.
Entre las muchas películas que grabaron, destaca una de ellas que ha logrado permanecer con más intensa y fiel constancia en la mente de los aficionados a estos portentos del cine de humor, debido a sus absurdamente geniales escenas y diálogos, como la que se desarrolla en un pequeño camarote de un barco, dónde todo el mundo cabe, de todo origen y condición, de profesiones diversas e inesperadas, que a menudo que van llegando, sin que a nadie se le niegue la entrada, mientras se van a acomodando dónde buenamente pueden.
Amontonados unos encima de otros, continúa la inacabable llegada de nuevos visitantes, hasta completar un numeroso y variopinto grupo de hombres y mujeres, que desbordan un aforo minúsculo con una muchedumbre inimaginable para tan pequeño y reducido espacio, en el que nadie parece quejarse de la inevitable incomodidad, sino que más bien parece que aceptan con tranquila y serena resignación una inusitada situación, que acabará cuando se desborde la multitud allí acumulada y abandonen el camarote por la vía del desplome que acabará con todos ellos en el pasillo del barco, a modo de derrumbe de una castillo de naipes.
En otro orden de preferencias del cine de humor, en este caso de los dibujos animados, se encuentran los inefables Picapiedra, Pedro y Pablo, y sus esposas Vilma Y Betty, protagonistas de una serie de éxito arrollador, que se mantuvo en las pantallas durante años, y que recientemente ha vuelto a la televisión, actualizando unas situaciones, que aunque siguen desarrollándose en la edad de piedra, han sabido ponerse al día para contemporizar un mínimo con los tiempos actuales.
Después de tantos años de ausencia, continúan en esencia las mismas situaciones y los elementos más destacables de la serie original, que se sigue programando en algunos países, como el inefable troncomóvil, los gigantescos filetes de brontosaurio, los dinosaurios ejerciendo de grúas en la cantera dónde trabajan, las equipadas casas con todos los electrodomésticos posibles, que son desempeñados por los más diversos animales de aquella época, las partidas en la bolera, el club de los búfalos mojados, las barbacoas y todo tipo de situaciones que hacen la delicia de los cinéfilos.
Nosotros, en este País, tenemos la suerte, o más bien la desdicha, de disfrutar del espectáculo diario que emula a la perfección ambos espectáculos, tanto el camarote de los Hermanos Marx, tal y como el ex presidente González, certeramente sugirió, como el de los Picapiedra, con su dos protagonistas, Pedro y Pablo, a la sazón presidente y vice presidente segundo del gobierno de coalición, que tan hilarantes momentos nos regalan con sus dimes y diretes, sus abundantes contradicciones, peleas y bufonadas varias.
Algo que completan con una magnífica recreación de sus dos primitivos compañeros de viaje, que parecen en ocasiones más inteligentes y perspicaces en su edad de piedra, que estos dos representantes del siglo XXI, empeñados en sobrevivir a toda costa, sumidos en una imposible y anárquica convivencia, basada en la ambición, la mentira, la farsa y la desfachatez, con el objetivo de continuar en una poltrona, que les queda demasiado pequeña para ambos, dónde seguro que tanto los hermanos Marx, como los Picapiedra, cabrían sin ningún problema, pues sabrían administrar debidamente los tiempos, haciéndonos disfrutar al mismo tiempo, algo que estos dos soberbios patanes son incapaces, por aburridos, pedantes e ineptos incompetentes.

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