viernes, 4 de septiembre de 2020

UN GRAN PAÍS

Hay lemas que parecen estar dedicados a contradecir, despistar o incluso a desviar la atención sobre el motivo principal al que hace referencia, en un auténtico alarde de desinformación involuntariamente diseñada, ya que su propósito es otro,  que causa, como mínimo, y antes de la perplejidad más acuciante, la hilaridad entre quienes tienen la capacidad, la voluntad, y la inteligencia necesaria y suficiente, para discernir, discriminar y poner en cuarentena y en cuestión, las verdades oficiales que de esos ámbitos proceden, ya que esa suele ser su procedencia, aunque en boca de otros se ponga, en una ceremonia de la confusión tal, que no obstante no consigue tan desalmados propósitos.
De esta manera se da lugar a una interpretación, que en nada se parece a la de quienes se encargan de propagar las que se originan en las alturas mediáticas, que no son otras que las de la clase gobernante, que son quienes mueven los hilos de los guiñoles que responden con sus sometidos y respetuosos gestos, movimientos y mensajes, a los dictados de sus interesados amos, que los dirigen y gobiernan, a menudo con oscuros e inconfesables propósitos, que no suelen quedar al descubierto para quienes no quieren mirar hacia otros lares, y cargan con la oficialidad reinante, haciendo oídos sordos a los pocos que se atreven a denunciar los atropellos habidos.
Con nuestro País convertido en una auténtico y penoso espacio humano devastado ante tanta inquietud por un futuro incierto, sorprende a muchos, que no a todos, que nos vengan con lemas como el que da título a estas líneas, que parece pretender insuflar ánimos a una población que contempla con estupor cómo una España destrozada económica social, sanitaria y laboralmente, ocupa el último lugar de Europa en cuanto a la  pandemia se refiere, y a todas las consecuencias que de ella se derivan, con un aumento galopante de los brotes, una economía destrozada, un paro disparado, y un futuro penosamente inquietante para los más jóvenes, que representan el porvenir de ese denominado “Gran País', que no es sino un auto bombo, una autopromoción poco creíble, para quienes nos atrevemos a cuestionar dichos lemas tan grandilocuentes como falsos de rigor.
¿Pero qué es un “gran País?¿quizás uno de grandes dimensiones? ¿uno muy poblado? ¿de grandes riquezas naturales? ¿con un alto nivel vida? ¿con un alto nivel cultural? ¿con un considerable bienestar social? Pienso que ninguno responde a la pregunta planteada, ya que aunque reuniese alguna de las circunstancias citadas, seguiría siendo, simplemente, un País grande en superficie, y/o, rico, culto, cómodo, acogedor, y cuántos calificativos pudieran acuñarse, pero nada más, y aunque pudiera hacerse acreedor de todas las contingencias detalladas, continuaría siendo un País digno de vivir en él, pero no por ello sería destinatario del título de la grandeza citada, pues un ente tan abstracto y complejo, no puede apropiarse de semejante distinción reservada a las seres animados, a los que dicho honor, con demasiada frecuencia, suele quedarles demasiado grande.
Cuando se habla de grandes países, de civilizaciones grandiosas, de personajes de una distinguida grandeza, suele cometerse el error de no investigar acerca de los orígenes, de su fundación y progresión en el tiempo, en el caso de los dos primeros, y en el caso del tercero, de no dar un completo y exhaustivo repaso a toda su vida y sus circunstancias, que a veces, los empequeñecen de una manera fulgurante, quedando tan notable título de grandeza, para los más pequeños en apariencia, para los más humildes, para los más menesterosos, que nunca se distinguieron más que por sus obras.
Sin alharacas ni demasiado ruido, pues no lo deseaban ni maldita falta que les hace en su sencillo y silencioso paso por este mundo de tantos y tan falsos grandilocuentes venidos a menos, a fuerza de pretender, ambicionar y mentir como bellacos, porque cabe hablar de un país grande, pero no de un gran país, así como de un país pobre, que nada tiene que ver con un pobre país, ya que no nos encontramos en aquella acepción, pero sí en esta última, en la que parece encontrarse el nuestro desde hace ya demasiado tiempo, casi desde el principio de los tiempos, y todo ello, debido en gran parte a unos pésimos gobernantes y a una omnipresente, retrógrada y cavernícola iglesia católica, que soportamos los pacientes y sufridos ciudadanos de este País, a lo largo de nuestra dilatada historia.

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