jueves, 10 de septiembre de 2020

CRÓNICA DEL DESASTRE

Ha pasado ya más de medio año de este desdichado año de grafía tan adictiva para los más adeptos a las combinaciones de letras y/o números, que presumían de haber dado con la cifra ideal – veinte veinte– de un año mágico y prometedor, que nos traería alegrías y bienestar sin cuento, que dejaría su huella para el comienzo de un futuro esperanzador, que dejaría su impronta marcada de una forma indeleble, como punto de partida para el inicio de una recuperación a todos los niveles, de una humanidad necesitada de un impulso vital que parecía haber comenzado con los mejores augurios al intentar sumar esfuerzos el conjunto de la comunidad internacional para reducir los efectos de la peligrosa contaminación ambiental, al paso que se intentaban reducir las abismales diferencias sociales y económicas entre los dos mundos, tan distintos y distantes en tantos aspectos, que conviven en este planeta.
Comenzó el año, con las preocupantes noticias procedentes de China, con los hospitales colapsados, los ciudadanos confinados en sus casas, las espantosas imágenes de personas abandonadas en la calle, la construcción de hospitales levantados en unos días, las puertas de las viviendas tapiadas para evitar la salida de sus ocupantes, y, sobre todo, la espeluznante visión de las inmensas avenidas de Wuhan,  desiertas, sin gentes, sin automóviles, sin vida, en un espectáculo de auténtica ciencia ficción, que en aquellos momentos, ni por asomo, llegamos a pensar que poco más adelante, llegaríamos a vivir en nuestro País una situación similar, en una increíble e inaceptable falta de previsión, por parte de unas ineptas e irresponsables autoridades, que tendrían que haber puesto los medios oportunos, en defensa de la población, para tratar de evitar el desastre que se avecinaba.
Sobre todo después de contemplar como el drama de China, se trasladaba aquí al lado, a Italia, con los mismos efectos devastadores que en el país asiático, sin que nadie moviera un dedo, esperando a ver qué pasaba, sin ninguna medida de ningún tipo, sin preparar una sanidad, con la que siempre se nos ha llenado la boca de ser la mejor del mundo, cuando en realidad, nos habíamos dormido en los laureles, sin siquiera acaparar material sanitario de todo tipo para los hospitales, para su personal, que luego se vería desprotegido y sobrepasado – los sanitarios tuvieron que procurarse protección con el plástico de las bolsas de la basura - cuando ya la OMS nos advirtió de ello en vistas de la que se estaba preparando, sin que los responsables moviesen un dedo para prevenir la tragedia que se acercaba.
Y así, esperando a ver qué pasa, como siempre, que inventen ellos, a ver quien le pone el cascabel al gato,  nadie movió una sola ficha, una veces por una simple y acostumbrada desidia o por una indolencia culpable e injustificable, otras, las más, por oportunidad política, porque tomar medidas de inmediato, como debería haberse hecho, era impopular, lo que se traduciría en pérdida de apoyo, de votos, mientras los primeros casos se daban en nuestro País, con todas las actividades de todo tipo abiertas, las manifestaciones de masas se celebrándose por todo el país hasta llegar al punto culminante del 8 de marzo, con ciento veinte mil manifestantes gritando en la calle, pegados unos a otros, sin ninguna precaución de ningún tipo, cuando el día anterior,se había confinado a cuarenta persona en Haro, lo que resulta inconcebible, y que a día de hoy, continúan sin reconocer su incalificable inmovilidad, y a entonar mea culpa alguno, cuando se calcula que de allí salieron alrededor de doce mil contagiados.
Para hacerse una idea de los continuos errores cometidos entonces, basta saber, que aunque parezca increíble, estaban considerando si las fallas de llevarían a cabo, si la feria de abril se llevaría a efecto, se discutía acerca de la semana santa, así como otras celebraciones y festejos, en una ceremonia de la confusión y el desastre, que afortunadamente no se materializó,  porque la tragedia ya la teníamos encima, y cuando en otros países ya estaban prohibidas las masificaciones y se habían tomado medidas sanitarias como el acopio de material sanitario en los hospitales, nada se hizo en este sufrido país, nada se llevó a cabo para prevenir el desastre, lo que motivó una auténtica catástrofe sanitaria de dimensiones bíblicas, que nos ha convertido en el país del mundo con más sanitarios fallecidos y con un número de víctimas que nos coloca en los primeros lugares del planeta, pese a que las cifras oficiales hablan de veintinueve mil, se sabe, según estudios reputados e informes varios de instituciones reconocidas, que la cifra real se acerca a los cuarenta y cinco mil.
Cuando la hecatombe se echó definitivamente encima, después de esperar hasta el límite de una forma absolutamente negligente y de una imprudencia manifiesta, el gobierno decretó el estado de excepción, que denominaron de alarma, de una manera radical y total, que dejó al país confinado en sus hogares, al tiempo que paralizó toda actividad no esencial, de una forma tajante, de tal manera que dejó exhaustos a los ciudadanos y a una economía que quedó devastada, con una cifras sobrecogedoras en cuanto al PIB, el paro y el déficit, que hoy, arrojan las peores cifras de toda Europa.
Tres meses de férreo encierro, dejó a los ciudadanos españoles, con un sentimiento de frustración que a día de hoy, varios meses después, ha dejado una huella indeleble en toda la población, que resulta difícil de medir, pues las consecuencias anímicas y psicológicas son innegables, y nadie se ha preocupado por considerar, tal ha sido la brutalidad de las medidas tomadas durante el confinamiento, que no tienen parangón en toda Europa.
Medidas que no han servido para minimizar los temidos repuntes, que cómo no, son los mayores de toda Europa, tal vez porque la desescalada se hizo mal y precipitadamente, debido quizás al miedo por no dañar más aún una economía destrozada, que al final se ha visto inoperante e incapaz de corregir el tremendo error cometido al no reaccionar antes al principio de la pandemia, algo que ha traído tan lamentables consecuencias, y que no obstante el gobierno es incapaz de reconocer, hasta el punto de que el presidente del gobierno, en voz alta y clara, para que se oyera bien, según dijo en sede parlamentaria, “viva el 8 m”, con una actitud soberbia e irresponsable, que no necesita comentario alguno, pues todos sobran, ante tamaña barbaridad dialéctica.
Instalados en la mal denominada nueva normalidad, nos encontramos con continuas torpezas y ambigüedades de unos gobernantes, más preocupados por obviar sus fallos, que nunca han reconocido, han dado preferencia a la apertura de bares, terrazas y lugares de ocio, antes que a una cultura marginada hasta extremos difíciles de creer en un gobierno de coalición que pomposa y arteramente se auto denomina de progreso, imponiendo el uso de mascarillas en cualquier circunstancia, después de dar multitud de bandazos a tal efecto, lo que ha dado lugar a un gigantesco mercado de estos enseres y de otros relacionados con la higiene, que ha copado el mercado mundial, y que puede prolongarse en el tiempo mucho más de lo que desearíamos, sin que sepamos cómo ni cuando se encontrará una vacuna que ponga remedio a esta pandemia.
Mientras tanto, la delicada vuelta a las aulas de millones de alumnos, se dejó a la improvisación, de tal manera que apenas unos días antes del comienzo de curso, nadie sabía cómo se iba a llevar a cabo, dado que el gobierno en pleno se fue de vacaciones, dejando bien claro, que un gobierno progresista, para ser consecuente, necesita primero un buen bronceado antes de tomar de nuevo las riendas del despacho oficial y de la correspondiente poltrona, que para arreglar el desastre causado, ya habrá tiempo más adelante, que las prisas no son buenas consejeras, cuando de reparar y responder por el mal causado al País y a sus sufridos e inermes ciudadanos se trata.
Debido a los pésimos datos de España, que nos sitúa en el pelotón de cabeza en Europa y en el mundo, varias instituciones y personalidades del ambiente sanitario, entre otros, han solicitado una auditoría independiente, para que investigue y explique cómo es posible que nos encontremos en ese penoso lugar, que ahora mismo arroja el mayor número de brotes en Europa, y cómo se ha llegado a tan penosa y triste situación, a lo largo de toda la gestión de la pandemia, algo que no gusta en el gobierno, que lo ha recibido sin interés alguno, algo que se explica, porque fueron ellos quienes cometieron los errores que nos han traído hasta el frustrante momento que vivimos, con un país devastado en todos los órdenes, que teme por un inseguro e incierto futuro.

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