domingo, 6 de diciembre de 2020

UN AÑO DEPLORABLE

Felices nos las prometíamos, cuando esperanzados, con tiempo, y a futuro, deseábamos la llegada de este peculiar año, más por la singularidad de sus repetitivas cifras, que por otros motivos que alegar pudiéramos de una forma lógica y razonable, que difícilmente podríamos justificar, ya que, en cualquier caso, respondería única y exclusivamente a manías, obsesiones y extravagancias varias, que como tales, están muy lejos de una realidad objetivable y pretendidamente razonable, pero que son perfectamente entendibles, cuando de analizar las reacciones humanas se trata.

Acostumbramos los humanos, a analizar y encasillar períodos y épocas de nuestra vida, y más allá, de nuestra historia, calificándola no sólo por sus acontecimientos reales y sobresalientes, sino por las peculiaridades que de una u otra forma suelen presentar, y que nos dan pie a definirlos con muy pocas palabras que resuman la esencia de dichos tiempos, que reduciéndola a nuestra existencia, siendo ésta limitada, y cíclica, dónde la gran mayoría de nuestras vivencias se repiten una y otra vez, tendemos a definirlos, resumirlos y darles nombre, como si de entes vivos se tratara, algo que seguro llevamos a cabo con lo que hoy nos ocupa, que es la disección y análisis de este último año, tan peculiar e inolvidable para toda una Humanidad, que está sufriendo los espantosos golpes de una devastadora pandemia que afecta a todo el Planeta.

Deplorable año, sin duda, este dos mil veinte del que tanto esperábamos, veinte años después de dejar atrás el siglo veinte, con dos veintes consecutivos en su curiosa y repetitiva cifra, que lamentamos, luctuoso, triste y definitivamente lamentable, que como el diccionario define este último y expresivo término, “es digno de ser lamentado, que está muy desmejorado y maltrecho”, y que aunque queramos, jamás podremos olvidar, que nos ha cambiado la vida presente, y que sin lugar a dudas, nos va dejar tales huellas, que condicionarán nuestros futuro, tales han sido, y son, las traumáticas experiencias vividas, que han dejado un terrible rastro de dolor y sufrimiento.

No es por lo tanto un año para olvidar, sino todo lo contrario, un año para mantener en el recuerdo como uno de los peores vividos en nuestra existencia, con una influencia universal, de la que nadie ha podido escapar, con un enemigo invisible que ha llegado a todos los rincones y ha afectado de una u otra forma a toda la población mundial, cuyos efectos aún perviven, sin que sepamos a estas alturas, después de casi un año de sufrimiento, cuando ni cómo acabará, después de una pavorosa actividad, que deja ya más de un millón y medio de muertos, y un desastre económico y social como el Planeta no conocía desde hace casi cien años.

Particularmente lamentable el caso de nuestros País, dónde al comienzo de la pandemia, y después de seguir la evolución de China e Italia, el gobierno tardó en tomar medidas, permitiendo concentraciones masivas de toda índole, como las manifestaciones del día ocho de marzo, mítines, partidos de fútbol y otros acontecimientos de todo tipo, cuando ya se habían presentado casos en España, en un ejercicio de irresponsabilidad que no tiene explicación alguna, cuando ya se habían confinado cuarenta personas en Haro, precisamente un día antes de la manifestación del 8 M, algo que deja perplejo a cualquiera que conozca estos acontecimientos, y traten de entender cómo se pudo permitir ese y otros eventos, en los que participaron multitudes.

Si a todo esto se suma el sufrimiento de decenas de miles de personas cuyos familiares perdieron la vida por esta pandemia – a estas alturas son ya más de sesenta mil las víctimas en nuestro País – y el de los ciudadanos que han perdido su empleo, su negocio, y su estabilidad emocional, a causa del duro y estricto confinamiento que tuvimos que soportar el País entero, el espantoso balance de este siniestro año, es sencillamente estremecedor, imposible de olvidar, y que sin duda marcará nuestras vidas para siempre.

Un año lamentable y apocalíptico, que pese a todo, y a sus espeluznantes cifras negativas, parece que hemos llegado incluso a soportar estoicamente, algo que en realidad no es así, ya que si en apariencia vivimos el día a día como si no fuésemos conscientes de lo que estaba sucediendo, como si no fuera verdad lo que cada día nos machacan los medios de comunicación, en realidad estábamos tratando de evadirnos de tanto sufrimiento, de tanto espanto, que en cualquier caso, interiorizábamos en nuestro subconsciente, como una forma de aislarnos de unos hechos que nos dejarán una indeleble huella para el resto de nuestros días.


No hay comentarios: