jueves, 1 de junio de 2023

La izquierda cuqui

Con frecuencia pienso que vivimos tiempos melifluos, suaves flojos, delicados, tiernos, cuquis, en definitiva, que nos hacen comportarnos en demasiadas ocasiones con una excesiva y sutil delicadeza temperamental, que nos confiere un aspecto ñoño, quejica, desmadejado hasta extremos de una intolerable e insípida compostura blandengue, que nos lleva a quejarnos de todos y de todo, si hace frío porque lo hace, y si no es así, porque el calor nos aprieta demasiado, y no lo podemos soportar, en una ceremonia de la confusión, que avergonzaría a nuestros ancestros.

A ellos, que acostumbrados a todo, jamás se les escucharía a una queja de este jaez, que nos sitúa en el extremo inferior de una medida de la capacidad de aguante, que no poseemos, a fuerza de mostrarnos y manifestarnos con una suavidad sedosa, dulzona y frágil, que nos convierte en seres sutilmente etéreos, a punto de cambiar de estado físico, a poco que un pequeño cambio de temperatura nos azote y nos disuelva en sus transparentes matraces de laboratorio.

Disculpen la introducción, que apenas viene a cuento, ya que el título, que ya es bastante expresivo, no tiene por qué aplicarse a nadie de una forma ligera y gratuita como acabo de llevar a cabo, por lo que pido disculpas a quién ofendido pueda sentirse, y a otra cosa, que, en definitiva, es a lo que iba, ya que la expresión que da título a este texto, la he tomado de una frase, que más que expresada sin más, diríase lanzada cual arma arrojadiza por parte de una fracción de la izquierda política a otra parte de la misma izquierda, en el curso de la soporífera e interminable campaña electoral que está teniendo lugar en nuestro país.

Ignoro con qué intención, una misma orientación ideológica puede utilizar el término “cuqui” para designar a otra que sigue sus mismos principios políticos, salvo que haya por medio un deseo de ofender, molestar, o en el más que posible seguro de los casos, ridiculizar sin más, con una expresión que mueve a la sorpresa en primer lugar, a la perplejidad después, y a la más tenue de las sonrisas en último lugar, que casi con toda seguridad, finalizará con una amplia y sonora risa, que culminará con una carcajada abierta y radiante, ante tamaña y original idea, que ya nos gustaría saber de quién procede, para felicitar a tan singular y destacado/a protagonista, que bien merece un aplauso a cargo de quienes nos aburrimos profundamente de los insoportables y soporíferos discursos electorales.

Mentimos cuando decimos ignorar el motivo, como argumento para justificar nuestra inicial sorpresa, que ha venido a poner un punto de jovial humor a tanta charlatanería como padecemos, ya que estamos convencidos de su cristalina intención de ridiculizar a la “otra parte”, con un lenguaje fácil, rápido y directo, que viene a darnos la razón cuando al principio hablábamos de ñoñeces y melifluidades varias, utilizando el sarcasmo que suele hacer más daño que la afrenta directa, el insulto o la descalificación, ya que descoloca al contrario y lo sitúa en los ámbitos de una débil y desmadejada situación, que suele llevar al ridículo, algo que no está al alcance de todos a la hora de llevar dignamente semejante deshonra, que suele aparejar estas delicadas situaciones, sobre todo sin son públicas, que no necesariamente notorias, pues en ese pantanoso y complicado espacio conceptual, preferimos no entrar.

Ningún ánimo de molestar, criticar o cuestionar a nadie, ni a los autores de esta “cuqui” expresión, ni a los destinatarios a quién iba destinada, y mucho menos, sembrar la discordia y el ridículo entre quienes protagonistas son de estos hechos, más bien resaltar una situación en gran medida hilarante, que ha puesto de manifiesto el excelente sentido del humor de unos y de otros, que al menos, ha denotado la existencia de un singular lenguaje empleado en unas broncas elecciones, que ha puesto una nota de humor entre tantas caras largas como a diario contemplamos.

Agradecemos por lo tanto, que entre tanto lenguaje sinuoso, redundante y soporíferamente cuqui, como últimamente padecemos, surja una agradecida, simpática y directa expresión, que al margen de su mayor o menor acierto y de su intencionalidad, haya alegrado los ojos y los oídos de tantos amantes de uno de los mayores tesoros que poseemos, al margen de cualquier consideración humana, como es el lenguaje.

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