domingo, 2 de marzo de 2025

La falsa superioridad moral

 Definir algo tan abstracto como es el término moral, no es ni fácil, ni asequible para cualquiera sin recurrir a un medio de apoyo como puede ser un diccionario, una enciclopedia un texto especializado, un ensayo sobre el tema, o, más rápido y versátil en estos tiempos, el compendio de todo el saber, que lo es posiblemente, ese prodigio del conocimiento que conocemos por Internet, que lo define como “disciplina filosófica que estudia el comportamiento humano en cuanto al bien y el mal”, o aquella que se sustancia como “conjunto de costumbres y normas que se consideran buenas para dirigir o juzgar el comportamiento de las personas en una comunidad”.

Definiciones que, como todas, no son sino una declaración de intenciones elaboradas por determinadas personas, que a su vez se basan en otras, que previa la correspondiente consulta, elaboran el texto que consideran definitivo, y que no siempre satisface a todos, sobre todo, como en este caso, se trata de un término tan conceptual, tan inmaterial, tan inconcreto, susceptible de un cierto tratamiento subjetivo, que no favorece en absoluto su clara y absoluta percepción, sin posible lugar a duda alguna.

Leo un ensayo, que considero atrevido en extremo, excesivamente personal y radicalmente concebido, que asegura que “los de izquierdas son moralmente superiores a liberales, conservadores y democratacristianos porque sus ideas son la expresión más pura de la mejor forma de vida en sociedad, aquella donde no hay explotación ni dominación y los hombres y las mujeres son, como diría Rosa Luxemburgo, completamente iguales, humanamente diferentes, totalmente libres”.

Esto no deja indiferente a nadie, pues afirma categóricamente algo que no resiste un análisis profundo, no solamente sobre la acepción conceptual de la izquierda, sino sobre la ausencia de una objetividad desapasionada, que brilla por su ausencia en este texto, que no duda en calificar como “superior” la ideología de izquierdas, cuando semejante afirmación, deja serias dudas sobre la imparcialidad de semejante aserto, así como de su “moralidad”, que denota una soberbia personal, y una ausencia de sensibilidad, que desacredita a quién generaliza de semejante y altiva forma.

Nadie puede arrogarse la facultad de estar en posesión de la verdad, como meridianamente queda claro el intento mostrado en las rotundas afirmaciones que en dicho texto se vierten. Nadie está capacitado para apropiarse de una verdad que considera suya, única y excluyente, pues ello supone una concepción autoritaria y tiránica de una posición que por sí misma se desacredita por motivos obvios, porque no hay verdad suprema alguna, porque todo es relativo, y sobre todo, porque somos humanos, seres falibles y susceptibles de errar una y otra vez, por lo que arrogarse semejante, categórica y rotunda afirmación, debería ponernos en guardia, a la defensiva, porque nadie, en su sano y razonable juicio, está en situación de asegurar que la verdad es la suya, la única e incuestionable, que no admite discusión alguna.

Por supuesto, el razonamiento exhibido sería el mismo en caso de invertirse los términos, es decir, afirmar la superioridad moral de la derecha - barbaridades sin cuento han cometido unos y otros a lo largo de la historia - ni de ningún otro caso similar, salvo de declarar la bondad humana como cualidad superior, de la que necesariamente dimanan otras íntimamente relacionadas con ella, y que nadie le negaría su alto valor humano, tan alejado de la soberbia y la tiránica arrogancia de quienes se creen infalibles, en posesión de la única y absoluta verdad, porque tanto la izquierda como la derecha han dado amplios y números ejemplos de no estar en posesión de verdad alguna, sino más bien todo lo contrario, como podemos contemplar ahora con un gobierno de coalición integrado por una izquierda que se dice moderada y otra radical, que están dando incontables muestras de comportamientos caudillistas, con una deriva autoritaria que está sorprendiendo a propios y extraños.

Tal ha sido su deriva, que mintiendo, falseando e imponiendo actitudes impropias de su supuesta ideología, desmienten absolutamente la susodicha afirmación de la superioridad moral de las izquierdas, cometiendo los mismos errores y desmanes que criticaban y censuraban a las derechas, siempre con el objetivo de mantenerse en el poder a toda costa, integrándose en la casta que antes denunciaban, haciéndolo de una forma vergonzante y ruin, cayendo en las mismas miserias que decían rechazar, y donde ahora parecen haber encontrado su confortable lugar.

Carl Sagan, eminente científico estadounidense, afirmaba que en la ciencia, la única verdad sagrada es que no hay verdad sagrada, en un rotundo y radical aserto, que es válido en el ámbito dónde él se desenvolvió, en el que solamente la demostración y la experimentación de los hechos demostrables tienen valor científico, algo que es en parte trasladable al tema que nos ocupa, en el sentido de que nadie posee la verdad absoluta, que todo es relativo, que tratar de apropiarse de la única verdad, arrogándose su exclusivo patente de corso, es además de una soberana insensatez, propio de majaderos y mentecatos, de cuya soberbia altanería y estúpido alarde, se ríen y burlan quienes tienen dos dedos de frente.


La dama de las catedrales cumple 500 años.

 Nuestra hermosa, insigne y bellísima catedral, cumple quinientos años en este dos mil veinticinco, cuya construcción, según datos fidedignos, comenzó el ocho de junio de  mil quinientos veinticinco, en el lugar donde se encontraba el antiguo convento de Santa Clara la Nueva, prolongándose las obras durante ciento sesenta y tres años, finalizándose en mil seiscientos ochenta y seis,   fecha que da término y fin definitivo al estilo gótico en España.

Quinientos años después, esta joya que tenemos el honor y la fortuna de disfrutar, continúa gallardamente en pie y celebrando por todo lo alto su medio milenio de historia para el disfrute y contento de todos los ciudadanos de Segovia, de nuestro país y de todos los amantes del arte y la belleza  del mundo entero, dónde es conocida, junto con el colosal acueducto y el soberbio Alcázar, conformando estos tres prodigios, las obras de arte que hacen de esta monumental ciudad de Segovia una de las más admiradas y bellas de todo el mundo.

Conocida como la Dama de las catedrales, por sus dimensiones y su elegancia, se ciñe al estilo gótico, con rasgos renacentistas, que ya entonces era el estilo que se prodigaba en Europa. Su arquitecto fue Juan Gil de Hontañón, firmándose el contrato el siete de mayo de mil quinientos veinticuatro, colocándose la primera piedra el ocho de junio de mil quinientos veinticinco, reutilizando varios elementos de la antigua catedral, como el claustro al completo, el coro, rejas y otros elementos tanto decorativos como arquitectónicos, iniciándose su construcción por la fachada occidental, es decir, por los pies de la catedral, cuando solía empezarse por la cabecera.

En el interior se puede apreciar su estilo gótico tardío. Posee una estructura en tres altas naves, las cuales reciben el nombre de nave del Evangelio y nave de la Epístola; y girola, destacando sus hermosas ventanas de complicada y fina tracería calada así como la extraordinaria calidad de los numerosos vitrales. El interior muestra una notable unidad de estilo, excepto en la cúpula de mil seiscientos treinta, y presenta un aspecto imponente y sobrio. Sus bóvedas góticas se elevan a treinta metros de altura y mide de ancho cincuenta metros y ciento nueve de longitud. El crucero está cubierto con una cúpula finalizada por Pedro de Brizuela en el siglo diecisiete, alcanzando la imponente torre una altura de noventa metros.

Dicha torre, originalmente tenía un chapitel de madera de caoba americana, pero en el año 1614 se construyó el actual chapitel de piedra después de que un rayo causase un incendio en el chapitel original. En el año 1686 se comenzó la construcción de la capilla de los Ayala. La catedral fue consagrada el 16 de julio de 1789 por el obispo Don José Martínez Escalzo. 

Es importante señalar que la catedral tuvo tres etapas constructivas: la primera entre 1525 a 1557 con el arquitecto Juan Gil de Hontañón, su hijo Rodrigo y García de Cubillas. La segunda etapa transcurre entre 1578 a 1607 a cargo de Rodrigo de Solar, Juan Pescador, Diego de Sisniega y otros; la última campaña constructiva se realizó entre 1607 a 1685 con Pedro de Brizuela o Francisco de Viadero, debido a su construcción peculiar.

La cabecera no fue cerrada hasta el último año de esta etapa, a partir de la cual, Segovia y el mundo tuvo la feliz oportunidad de disfrutar de una de las catedrales más hermosas, gracias al genio y al amor y dedicación al arte de los maestros constructores y de cuantos seres humanos intervinieron en la creación de ésta portentosa maravilla, que generosamente donaron a la posteridad, para disfrute de cuántos valoran, disfrutan y aman la belleza, consustancial al arte, expresión máxima de la  capacidad humana para mostrar su rostro más amable.


Control absoluto.

 La política de este gobierno a la hora de colonizar y controlar las diversas instituciones públicas para convertir este ejecutivo en uno representativo de una república bananera, ha dado un salto significativo hacia adelante con el intento de controlar la educación a través de la elección a dedo de los inspectores, con el objeto de llevar cabo un adoctrinamiento perverso, que repugna a la más elemental de las esencias democráticas cada día más deficitarias a la hora de juzgar a este ejecutivo que parece enloquecido y desquiciado dispuesto a todo por conservar un poder que considera puede estar escapándosele de las manos.

Si alarmante es el caso citado, no se queda atrás el del intrigante ministro de exteriores que después de cesar al embajador en Corea del Sur por entrevistarse con la presidenta de la Comunidad de Madrid, ahora lo ha hecho extensivo al resto de embajadores al llevar a cabo una limpieza total, eligiendo a dedo a los partidarios afines a la “causa”, y cesando a los sospechosos de no serlo.

Si a lo citado, unimos la ley que han registrado en el Congreso para limitar la acción popular, con efectos retroactivos, y las “acciones judiciales abusivas”, la alarma es impactante, controlando al poder judicial, y tratando de paso de beneficiarse tanto a nivel particular, como a nivel de un partido roto por sospechas de corruptelas varias que lo están dejando irreconocible, controlado con puño de hierro por un jefe del ejecutivo que ejerce su acción con un control absoluto.

Inquieta la alarmante situación de cómo la crispación a flor de piel y la polarización permanente y visible en la calle y en los medios de comunicación, están sometiendo a esta sociedad a una dura prueba en la que cada vez el ciudadano toma menos partido, dejando las manos libres a una clase dominante, léase gobierno, que está colonizando las instituciones y los poderes del estado, sometiéndolos a su interés y capricho personal y de partido.

En unas recientes declaraciones, escucho con asombro, cómo la portavoz del gobierno, en un lenguaje cuasi vulgar y abiertamente chabacano, comenta  “ cómo se ataca al fiscal general, mientras apenas se habla de la pareja de la presidenta de la Comunidad de Madrid, al que a este paso va a tener que devolverle Hacienda”, comentando de paso en términos de “hasta ahí podríamos llegar, sólo faltaría eso”, en algo que no compete al gobierno, y que denota lo alterado, roto y desnortado que se encuentra un ejecutivo absolutamente sobrepasado, incapaz de salir del estado de desesperación y desgobierno en que se encuentra.

Es un hecho incontrovertible cómo este gobierno se aferra a su poltrona con una desmedida voluntad que más que  pretender con ello ejercer la representación de los ciudadanos a través de su acción de gobierno, prima en ellos el hecho de permanecer en su puesto a nivel personal, tal es la energía, la agresividad y la estrategia seguida, impropia de unos representantes elegidos por los ciudadanos de un país, que no contemplan, ni de lejos, la posibilidad de tener que abandonar un día su privilegiada posición.

Causa asombro, a la par que sonrojo, escuchar al presidente pronunciarse en contra de la oposición en unos términos ofensivos de una belicosidad sorprendente, no exenta de una ordinaria y rechazable vulgaridad, impropias de su cargo, y sobre todo fuera de lugar políticamente hablando, ya que se limita a expresiones despectivas e insultantes que no pretenden más que desacreditar al opositor y al partido que representa, en una inútil y desesperada intención que le descalifica personalmente, como político, y como orador que necesita recurrir a semejantes artimañas.

Alarma poderosamente el hecho de que el jefe del ejecutivo, y de paso el gobierno, han perdido los papeles de tal forma y manera, que parecen haberse olvidado que son los más altos representantes de un País democrático, cuyos ciudadanos los eligen libre y voluntariamente en las urnas, decisión que les corresponde a ellos en exclusiva exigiéndolos en el cargo, eficacia, responsabilidad, y algo fundamental, como es la honestidad, y permanecer al frente mientras sea absolutamente necesario para los intereses de los ciudadanos, y no para los propios como es el caso.

 Un gobierno  que recurre a artimañas de todo tipo, creando con ello un estado de alarma en la población, de la que no parecen ser conscientes, tal es el estado de obsesiva desesperación por continuar a toda costa, pero de la que los ciudadanos, afortunadamente cada día van percibiendo más claramente, algo que es siempre deseable en una democracia que se precie de serlo, con el objeto de que el ejecutivo se entere clara y taxativamente, que el poder no les pertenece, que es una delegación temporal que no admite apropiaciones indebidas, ni turbios manejos que no son fruto sino de la desmedida ambición que caracteriza  a este gobierno, cuyo presidente pretende ejercer un poder absoluto para que nada ni nadie, escape a su control.