La política de este gobierno a la hora de colonizar y controlar las diversas instituciones públicas para convertir este ejecutivo en uno representativo de una república bananera, ha dado un salto significativo hacia adelante con el intento de controlar la educación a través de la elección a dedo de los inspectores, con el objeto de llevar cabo un adoctrinamiento perverso, que repugna a la más elemental de las esencias democráticas cada día más deficitarias a la hora de juzgar a este ejecutivo que parece enloquecido y desquiciado dispuesto a todo por conservar un poder que considera puede estar escapándosele de las manos.
Si alarmante es el caso citado, no se queda atrás el del intrigante ministro de exteriores que después de cesar al embajador en Corea del Sur por entrevistarse con la presidenta de la Comunidad de Madrid, ahora lo ha hecho extensivo al resto de embajadores al llevar a cabo una limpieza total, eligiendo a dedo a los partidarios afines a la “causa”, y cesando a los sospechosos de no serlo.
Si a lo citado, unimos la ley que han registrado en el Congreso para limitar la acción popular, con efectos retroactivos, y las “acciones judiciales abusivas”, la alarma es impactante, controlando al poder judicial, y tratando de paso de beneficiarse tanto a nivel particular, como a nivel de un partido roto por sospechas de corruptelas varias que lo están dejando irreconocible, controlado con puño de hierro por un jefe del ejecutivo que ejerce su acción con un control absoluto.
Inquieta la alarmante situación de cómo la crispación a flor de piel y la polarización permanente y visible en la calle y en los medios de comunicación, están sometiendo a esta sociedad a una dura prueba en la que cada vez el ciudadano toma menos partido, dejando las manos libres a una clase dominante, léase gobierno, que está colonizando las instituciones y los poderes del estado, sometiéndolos a su interés y capricho personal y de partido.
En unas recientes declaraciones, escucho con asombro, cómo la portavoz del gobierno, en un lenguaje cuasi vulgar y abiertamente chabacano, comenta “ cómo se ataca al fiscal general, mientras apenas se habla de la pareja de la presidenta de la Comunidad de Madrid, al que a este paso va a tener que devolverle Hacienda”, comentando de paso en términos de “hasta ahí podríamos llegar, sólo faltaría eso”, en algo que no compete al gobierno, y que denota lo alterado, roto y desnortado que se encuentra un ejecutivo absolutamente sobrepasado, incapaz de salir del estado de desesperación y desgobierno en que se encuentra.
Es un hecho incontrovertible cómo este gobierno se aferra a su poltrona con una desmedida voluntad que más que pretender con ello ejercer la representación de los ciudadanos a través de su acción de gobierno, prima en ellos el hecho de permanecer en su puesto a nivel personal, tal es la energía, la agresividad y la estrategia seguida, impropia de unos representantes elegidos por los ciudadanos de un país, que no contemplan, ni de lejos, la posibilidad de tener que abandonar un día su privilegiada posición.
Causa asombro, a la par que sonrojo, escuchar al presidente pronunciarse en contra de la oposición en unos términos ofensivos de una belicosidad sorprendente, no exenta de una ordinaria y rechazable vulgaridad, impropias de su cargo, y sobre todo fuera de lugar políticamente hablando, ya que se limita a expresiones despectivas e insultantes que no pretenden más que desacreditar al opositor y al partido que representa, en una inútil y desesperada intención que le descalifica personalmente, como político, y como orador que necesita recurrir a semejantes artimañas.
Alarma poderosamente el hecho de que el jefe del ejecutivo, y de paso el gobierno, han perdido los papeles de tal forma y manera, que parecen haberse olvidado que son los más altos representantes de un País democrático, cuyos ciudadanos los eligen libre y voluntariamente en las urnas, decisión que les corresponde a ellos en exclusiva exigiéndolos en el cargo, eficacia, responsabilidad, y algo fundamental, como es la honestidad, y permanecer al frente mientras sea absolutamente necesario para los intereses de los ciudadanos, y no para los propios como es el caso.
Un gobierno que recurre a artimañas de todo tipo, creando con ello un estado de alarma en la población, de la que no parecen ser conscientes, tal es el estado de obsesiva desesperación por continuar a toda costa, pero de la que los ciudadanos, afortunadamente cada día van percibiendo más claramente, algo que es siempre deseable en una democracia que se precie de serlo, con el objeto de que el ejecutivo se entere clara y taxativamente, que el poder no les pertenece, que es una delegación temporal que no admite apropiaciones indebidas, ni turbios manejos que no son fruto sino de la desmedida ambición que caracteriza a este gobierno, cuyo presidente pretende ejercer un poder absoluto para que nada ni nadie, escape a su control.
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