viernes, 4 de julio de 2008

Elogio de las Lenguas

Leo, primero con sorpresa y oigo después con incredulidad, como el presidente de un club de fútbol – que dicen que es algo más que un club -derrama sonoras lágrimas de cocodrilo en la campaña por la presidencia de dicho equipo, pidiendo perdón por sus errores y arengando al final a sus enfervorizados fieles con un ¡viva Cataluña libre!. Todo en catalán, por supuesto.
Este grito de guerra utilizado con fines partidistas y pleno de connotaciones más políticas que deportivas me recuerda aquel alegre, sano y espontáneo ¡viva Cuéllar libre, queremos puerto de mar!, que, antaño, en las fiestas de este precioso pueblo segoviano, las peñas más ácratas de aquel entonces, difundían por doquier, enarbolando dicho lema en sus pancartas. Sin duda, tenemos más sentido del humor y de la realidad.
Leo también, como el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña ha ordenado al Departamento de Educación de la Generalitat que a partir de septiembre las escuelas apliquen la tercera hora de castellano en la Educación Primaria. Pues bien, a pesar de esta resolución, la Generalitat ya ha adelantado que no la aplicará, porque entiende que lo que dice el tribunal "en ningún caso tumba la norma vigente”. Incalificable e inadmisible, pero me temo que, como casi siempre, se saldrán con la suya.
Sorprende el hecho de que un instrumento como el lenguaje, surgido como necesidad para la comunicación y el entendimiento entre los seres humanos consiga a veces separarlos hasta el extremo de impedir su entendimiento provocando en ocasiones el recelo, el rechazo y la incomprensión.
Algunos grupos sociales tratan de justificar su entidad exclusiva y excluyente, utilizando para ello el idioma como símbolo sagrado que exhiben para afirmar su “elemento diferencial”, llegando incluso hasta extremos inadmisibles para defenderla como es el uso de la violencia.
En otros casos blindan su espacio laboral imponiendo barreras idiomáticas, que en muchas ocasiones resultan obstáculos insuperables para los trabajadores que desean desarrollar su función en esos espacios acotados en los que sin el dominio de su lengua las expectativas de encontrar un trabajo se ven altamente mermadas.
Según la Unesco, el número de lenguas que se hablan en el mundo es de unas seis mil. Me pregunto con frecuencia si esta riqueza idiomática mundial constituye realmente un valor en sí mismo. Solamente aquellos que conozcan nuestra lengua, nuestro código, podrán comprendernos. Descorazonador.
Surge este comentario al contemplar la absurda intolerancia lingüística que está creando tensiones innecesarias. Resulta un tanto patético, el hecho de necesitar traductores para entender el mensaje de los representantes de las naciones/nacionalidades/realidades nacionales, que se empeñan en defender a ultranza su lengua.
Nadie en su sano juicio puede tratar de anular o menospreciar un valor cultural como lo es una lengua. Otro caso es el mal uso que se haga de ella. En Cataluña se obliga a los comerciantes, bajo pena de multa a rotular en Catalán. La última e innecesaria salida de tono se ha dado en el País Vasco, donde a los comerciantes se les ha dado un plazo de cuatro años para dominar el Euskera y atender en esa lengua a los clientes que lo soliciten.
Ninguna bandera, ningún himno, ninguna lengua, pueden tener la consideración de sagrados. La solidaridad, el entendimiento y la buena voluntad entre los seres humanos, están muy por encima de todos esos signos que fanatizan y nublan la mente de quienes los defienden a capa y espada como valores eternos e inmutables.
Es un sueño, una utopía, pero daría lo que fuera por utilizar una única lengua a nivel universal que permitiera el entendimiento de todos los pueblos y culturas sin que ello supusiese renunciar a mi idioma. Esas seis mil lenguas constituyen una torre de babel, que, pese a su indudable valor cultural, siempre ha creado y continúa creando una barrera idiomática que más que unir ha separado y separa a los seres humanos. Me plantea serias dudas considerar como un logro de la humanidad haber creado esas seis mil lenguas que cita la Unesco. Pese a su indudable valor social y sobre todo cultural, insisto: más que unir, lo que han conseguido ha sido separar a los seres humanos. Ojalá este planeta llegue un día a hablar una única lengua. Quizás entonces muchos de los problemas existentes ahora desaparezcan para siempre.

No hay comentarios: