miércoles, 23 de julio de 2008

TODO FUE UNA GRAN MENTIRA

Si en una encuesta preguntásemos a la gente de la calle cuales cree que son los grandes sistemas socieoconómicos vigentes en el mundo actual, casi sin lugar a dudas nos encontraríamos con que la mayoría respondería que estos sistemas se reducen a dos: capitalismo y socialismo ó comunismo.
Por definición, el capitalismo es el sistema económico en el que los individuos privados y las empresas de negocios llevan a cabo la producción y el intercambio de bienes y servicios donde impera la ley de la oferta y la demanda y el libre mercado dicta sus normas. El estado social y de derecho, al menos de manera formal, garantiza a través de una constitución las libertades públicas.
El socialismo se define como una ideología política, basada en la filosofía marxista, que propugna una organización social en la que los medios de producción son propiedad común de todos los ciudadanos. Busca una sociedad sin clases y se caracteriza por la ausencia de libertades públicas que hacen del ciudadano un ente abstracto al servicio de aquel, al que de hecho, le pertenece.
Pero existe un país que parece seguir una tercera vía: China. ¿Dónde encuadrar a este gigante que asombra al mundo con un crecimiento mantenido desde hace años del 10%, con una capacidad tremenda de trabajo que en pocos años lo convertirá en una superpotencia y que en menos de un siglo ha sido capaz de pasar de la edad media a la modernidad, pese a sus indudables carencias sociales?.
Este país, con una población de mil trescientos millones de habitantes lleva a la práctica un sistema económico mixto, que parece darle excelentes resultados, a costa de sacrificar los derechos humanos y las libertades públicas, al seguir una política próxima al comunismo y una economía cercana al capitalismo.
Los resultados obtenidos por la economía China se han forjado sobre el esfuerzo y la miseria de la clase trabajadora, sometida por un régimen dictatorial que pisotea las libertades más individuales, propio de una país comunista, creando una nueva clase de nuevos ricos que están atesorando grandes fortunas a costa de los de siempre, como en un país capitalista.
Hoy en día, apenas quedan países que puedan calificarse de comunistas puros y duros, como lo son Corea del Norte, Cuba y Vietnam. No son sino un triste vestigio de un sueño que tuvo su tiempo y su época histórica. Sueño en el que tanta gente creyó y que concibió como el sistema ideal que igualaría a todos los seres humanos. Pero la dictadura del proletariado, al fin y al cabo, no era sino otra dictadura pero que no ejercía la clase proletaria.
La triste y oscura realidad se pudo contemplar cuando una vez descorrido el telón que todo lo ocultaba, dejó ver las miserias a todos los niveles, las mentiras y la gran farsa que supuso el sistema comunista extendido por la fuerza a todos los países que se encontraban tras el denominado telón de acero.
Recientemente, en un periódico de alcance nacional y bajo el gráfico título de “todo fue un gran chiste”, leí hace unos días un excelente y revelador artículo – que me animó a escribir estas líneas - sobre la situación de los países comunistas, fundamentalmente la antigua República Democrática Alemana y Rumania.
Asegura el autor que toda la historia del comunismo se podría contar a través de chistes. Chistes ingeniosos que los ciudadanos inventaban para mantener su dignidad ante la absurda situación que vivían y que revelaban la desoladora situación de estos países donde la realidad cotidiana chocaba brutal y frontalmente con la devastadora acción de la propaganda comunista que todo lo invadía.
Una muestra de esta situación es la siguiente: Jan Kalina, escritor eslovaco, se atrevió a publicar un libro titulado “1001 chistes”. Le detuvieron, y como en el juicio tuvo la osadía de preguntar quién había llenado su casa de micrófonos, el juez le contestó que habían sido los servicios secretos occidentales. Kalina respondió: que chiste más bueno, merece formar parte de mi libro. Fue condenado a dos años de prisión.

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