lunes, 22 de diciembre de 2008

PESE A TODO, UN GRAN PAÍS

Existe desde siempre, aunque parece que cada día está más arraigada, la tendencia a no reconocer los méritos del contrario, a negarle lo que es suyo, a denostar sistemáticamente sus actitudes aunque sepamos en nuestro fuero interior que son correctas, racionales, ajustadas a la razón e incluso pertenecientes a nuestro bagaje cultural, que conecta con nuestra forma de ser y de ver y entender el mundo, y pese a ello, poniéndonos la venda en los ojos, nos negamos a reconocerlo así, negando las evidencias y contrarrestando las verdades que nos empeñamos en ocultar, llegando al mayor de los absurdos, que no es otro que el de tratar de engañarnos a nosotros mismos.
Es el caso más frecuente el de la predisposición para echar por tierra, criticar y negarle cualquier posibilidad al adversario político, que en el caso del profesional que se dedica a estos menesteres, entra dentro de sus funciones, y digo más, es su obligación, aunque sea con el simple argumento al que nos tienen acostumbrados del “y tú más”, en lugar de replicar al opositor con argumentaciones y razonamientos que anulen los del partido contrario.
Pero no es el caso que aquí deseo exponer. Me refiero al sujeto que opina desde su posición de ciudadano de a pie, que es incapaz, fanático él, de reconocer los méritos que puedan hallarse en el personaje que representa las ideas o la posición política o de otro signo cualquiera, opuestas a las suyas. Se pone una venda en los ojos, que le impide ver más allá de lo que su cerebro está dispuesto a aceptar y ahí acaba todo.
En realidad para este tipo de personas sobra el discurso del contrario, o la aceptación de una realidad o de una situación determinada, ya que con citar la fuente de donde procede el discurso o el hecho que nos ocupe, le basta para negarle el pan y el agua ya que están predispuestos de antemano y a la defensiva para contrarrestar de inmediato con una negación rotunda a hacerle la más mínima concesión que pudiera prestigiar al representante del bando contrario y a las ideas que representa.
Excesivo preámbulo el mío, para ilustrar e introducir al lector en el tema que realmente me ocupa y al que hace mención el título. No se trata de reconocer o no los méritos de un personaje político, sino los de una país, de una nación, que al fin y al cabo es la suma de todos sus ciudadanos y que en este caso se trata de todo un clásico expuesto a las críticas del resto del mundo. Se trata del Imperio, de la Superpotencia por excelencia: Estados Unidos.
Nunca en la historia de la humanidad un país ha sido tan repudiado, criticado, odiado, vilipendiado y maldecido como Los EE.UU. de América. Un país que con apenas doscientos años de historia se ha convertido por derecho propio en la única superpotencia existente hoy en día en el Planeta y que pese a todas las contradicciones propias de un gigantesco país en todos los órdenes, causa admiración en medio mundo a la par que soporta el desprecio y la repulsión, no siempre sólidamente justificados y argumentados por parte de la otra mitad del Planeta.
Un país moderno, dinámico, forjado con el esfuerzo, la ilusión y el trabajo de ciudadanos de todo el mundo que acudieron a la llamada de un territorio destinado a convertirse con el empuje de todos ellos en una gran nación, con unos enormes recursos naturales y una encomiable e ilusionada disposición a conseguir el sueño americano que tanto criticamos y tanto envidiamos por estos lares.
Un país, que a diferencia de la vieja Europa, ha sabido integrar sus numerosos Estados en un único Estado Federal con una sola lengua, un solo territorio y un formidable y solidario deseo de lograr una poderosa nación de la que se sienten plenamente orgullosos.
Un país con una joven y sólida democracia, con una portentosa capacidad de autocrítica, - impensable en esta Europa dividida y decadente - capaz de poner en evidencia sus tremendas contradicciones de una manera feroz y sangrante, a través de sus poderosos medios de difusión y comunicación.
Un país capaz de lo mejor y de lo peor, que ha derramado el dolor y el sufrimiento por todo el mundo con sus intervenciones Imperialistas a causa de unos denostados gobernantes que han llevado a su país al más profundo de los descréditos.
Un país que mantuvo durante muchos años la esclavitud de los ciudadanos de color y la segregación posterior después de su liberación, pero que ha sido capaz de elegir a uno de sus ciudadanos de raza negra como presidente de la nación más poderosa del mundo.
Un país que en la segunda guerra mundial intervino de forma decisiva en ayuda de los aliados para conseguir la derrota del nazismo y que se constituyó desde entonces, pese a errores cometidos en una baluarte de la libertad y la defensa de Europa.
Un país con una soberbia capacidad de innovar, investigando y desarrollando las tecnologías más avanzadas en aras de un progreso que repercute en el mundo entero.
Un país que, aunque nos pese, nos inunda con productos de consumo de todo tipo, que adoptamos en nuestra vida diaria y que utilizamos en el resto del mundo, desde la coca cola y los vaqueros, hasta las hamburguesas, la tecnología informática, el cine y tantos otros.
Una nación que ama a su país, que lo siente como algo propio, que lo manifiesta cada día con la mano en el corazón y que no siente reparo alguno a la hora de enarbolar la bandera que lo representa, sin vergüenza ni estúpidos escrúpulos como los que nos lo impiden en la vieja y decadente Europa.
No estamos los europeos exentos de haber cometido atrocidades a lo largo de la historia. Nuestro país tiene un oscuro pasado en la conquista de América, los franceses cometieron todo tipo de barbaridades en Argelia e Indochina, Inglaterra, país colonialista por excelencia cometió abusos sin cuento en medio mundo y todos enfrascados en las tenebrosas y cruentas guerras de religión que asolaron Europa durante siglos. No podemos olvidarnos del espantoso genocidio cometido por los nazis o más recientemente la cruel guerra de los Balcanes en pleno corazón de Europa.
Estados Unidos en su corta historia, ha conseguido liderar el mundo. Ha sido y sigue siendo el país de las oportunidades para todo aquel que tenga algo que aportar. Con todas sus contradicciones, sigue siendo, aunque muchos no lo quieran admitir, un gran País.

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