viernes, 5 de marzo de 2010

LA VUELTA AL RUEDO DE ESPERANZA

No lo puede evitar, y es que ella es así de impulsiva, exaltada, fogosa y siempre mediática, alguien a quien le gusta destacar, sobresalir y figurar, que se esté hablando de ella continuamente, aunque sea peyorativamente, con su sí pero no, con el por qué no o por qué sí, de vez en cuando con el depende, según o vaya usted a saber. Doña relativa parece según esto, pero doña absoluta cuando se trata de imponer sus criterios y de dejar clara y rotundamente quién manda en sus dominios..
Con su eterna sonrisa y su capacidad camaleónica para desenvolverse en cualquier ambiente, no deja títere con cabeza cuando la ocasión lo requiere, según ella, claro, improperios varios incluidos, para después, rematar la faena con quiebros y requiebros que descolocan al más pintado y todo ello sin inmutarse ni despeinarse lo más mínimo, aunque se trate de salir por la panza de un helicóptero que, en pleno vuelo, después de despegar precisamente de una plaza de toros, se desploma estrepitosamente en el suelo, permitiéndose incluso echar una manita a los compañeros del tremendo susto que ella parece llevar como si de una faena política más se tratara.
La penúltima faena tuvo lugar cuando calificó a – todos nos imaginamos a quién se refería, aunque ella no lo admita – un compañero de partido con uno de los peores calificativos con los que se puede obsequiar a un ciudadano español, cuando se acuerdan de su madre en los términos que ella lo hizo. Con su habitual sonrisa y su mano izquierda – con perdón - señaló al primero que se le pasó por la mente, sabiendo que, de todas formas, nadie la iba a creer.
Y la última, la más inesperada de sus imprevisibles salidas de tono que siempre parece tener controladas, tiene que ver con el mundo de los toros, con la tan traída y llevada y siempre mal llamada fiesta nacional, con una tradición que unos defienden – nunca peor dicho - a capa y espada, como un valor nacional, como un espectáculo con categoría de arte – con perdón por el improperio - .
Para otros, no es más que una demostración más de la barbarie, el mal, gusto, la ordinariez, y la vulgaridad de un sector de la ciudadanía española que sigue anclado en el pasado y con unos valores tales que adjudican el calificativo de arte al espectáculo de dolor y sangre vertida por un animal en una demostración de maltrato y tortura aplaudida por los espectadores que se encuentran en un recinto cerrado, al lado posiblemente de un museo, una hermosa catedral o una biblioteca, templos todos ellos de la belleza, la sensibilidad y la cultura, que contrastan con la demostración de la incultura más profunda que supone el mantenimiento de un espectáculo basado en la crueldad y la violencia.
En el último de sus imprevisibles y vertiginosos arranques, la inefable Esperanza ha declarado “Bien de Interés Cultural” – con mayúsculas – las corridas de toros, para que así queden al mismo nivel que los museos, los teatros, las bibliotecas, etc., argumentando su soberana decisión con los razonamientos siguientes: los toros son una tradición, refrendada además por los testimonios de Goya, Hemingway y otros conocidos personajes de las artes, como reflejaron la crueldad de las guerras, la barbarie de la violencia y el dolor de las miserias humanas en sus cuadros y en sus escritos, y no por ello la guerra, la violencia y la miseria son respetables hasta el punto de declararlas bien cultural.
En cuanto al respeto a la tradición, tradiciones mantenemos en este País, muchas de ellas basadas precisamente en los toros, que nos hacen retroceder en el tiempo a un estado de violencia y primitivismo que no corresponde a una sociedad del siglo XXI.
Menos tradiciones patrias y más cultura. En lugar de declarar bien cultural la denostada fiesta de los toros, propongo una ley de defensa de los animales en general, para que el maltrato sea constitutivo de delito y los proteja contra los energúmenos que no sienten el menor respeto por unos seres que sufren a causa de la violencia desatada contra ellos.
Dé la vuelta al ruedo, Sra. Aguirre, cuando haya solucionado los múltiples problemas que encuentran los ciudadanos a la hora de acceder a una vivienda, a la sanidad, a un trabajo digno, a la ley de dependencia, que miles de madrileños llevan años demandando.
Mientras tanto, recuerde que la tortura de un animal, nada tiene que ver con la cultura y sí con la crueldad.

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