viernes, 12 de marzo de 2010

SEMBLANZA ÚLTIMA DE UN HOMBRE DE CASTILLA

Nos ha dejado Miguel Delibes y sin él han quedado desiertos y tristes sus campos de Castilla, su Valladolid natal, las llanuras de la Tierra de Campos, los Montes Torozos, la tierra de pinares, el Pisuerga, el Duero, sus gentes, sus libros, la escopetilla que de niño le pedía a su padre cuando iban de caza, una de sus grandes pasiones, su bicicleta, y aunque hace ya tiempo sin ella, su adorada esposa, sin la cual, dijo, tanto le costaba seguir adelante.
Un hombre bueno, un escritor para la eternidad, una persona querida y admirada por cuantos le conocen y han tenido el inestimable placer e inmenso honor de disfrutar de sus maravillosos relatos llenos de personajes de la tierra profundamente humanos, sensibles y auténticos como lo es su literatura, abierta a todo el mundo a todos los lectores y sensibilidades, directa, clara, amena y con una capacidad crítica y de denuncia siempre en defensa de los desheredados, que le hacen merecedor de los más sinceros y merecidos elogios.
Con él comenzamos una gran mayoría de españoles a amar la literatura, la pasión por la lectura, el amor por los libros y la cultura, nos descubrió con toda su crudeza el mundo rural de una Castilla donde nos encontrábamos y que nos sirvió de espejo ante el cual veíamos reflejados con sorpresa y asombro el mundo en el que vivíamos, la realidad cercana, y lo hizo en novelas tan celebradas como las ratas, los santos inocentes, el disputado voto del Sr. Cayo y otros que podríamos citar.
Trazó en sus obras de forma magistral las contradicciones de la sociedad en la que vivía, otras contienen un fondo filosófico y crítico, otras existencialista, siempre vital próximo, y así nos encontramos con la sombra del ciprés es alargada, cinco horas con Mario, la hoja roja, el camino, de sus grandes aficiones como diario de un cazador, históricas como el hereje y tantas otras que configuran una obra extensa, prolífica y siempre con el aliciente de su directa y entrañable lectura asequible a todos los lectores que tuvieron la suerte de encontrarse con Delibes.
Comenzó como periodista del Norte de Castilla del que con el tiempo sería director. Tuvo problemas con la omnipresente e intransigente censura de entonces y tuvo que dimitir. Posee múltiples premios y fue nominado en varias ocasiones para el premio Nobel de literatura. Viajó por Iberoamérica y Estados Unidos, donde fue profesor visitante en la universidad de Maryland.
Los defensores de la naturaleza tienen en él a una persona que siempre se erigió en defensor de la integridad del medio y del hombre que lo habita. Su pasión por la caza y la pesca de se integran perfecta y respetuosamente con el respeto por el medio natural y el equilibrio y armonía necesarios para la conservación de la naturaleza que amaba profundamente y que en tantas ocasiones retrata y tan presente está en su obra.
Siempre quise dedicarle unas líneas a Miguel Delibes. Le admiro profundamente, le estoy agradecido de corazón y le deseo lo mejor en éste su último, y estoy seguro, su desde hace ya tiempo ansiado viaje. He tenido la suerte de leer todos sus libros. Su lectura me ha proporcionado siempre alegría, paz, y una agradable sensación de proximidad que me ha hecho vivir más intensamente la hermosa sensación que proporciona el amor por la lectura.

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