jueves, 4 de marzo de 2010

PARA LA LIBERTAD

Cien años tendría hoy Miguel Hernández, poeta, nacido en Orihuela, cuyos versos siguen hoy, y para siempre, recordándonos al escritor del compromiso social y político de su tiempo, dotado de una exquisita y profunda sensibilidad, entregado al pueblo y a su causa, a la denuncia de los oprimidos y desheredados de la tierra: “no vayas a ser esclava con todos tus olivares”, le recordaba a la tierra andaluza, como lloraba a su amigo Ramón Sijé en una de las más hondas y sentidas odas que se han escrito jamás, como cantaba a su hijo recién nacido en la bellísima “nanas de la cebolla” o como en “para la libertad”, convertía en un delirante y hermoso himno el más anhelante y elemental de los deseos y aspiraciones del ser humano.
Autodidacta, pronto destacó pos sus aficiones literarias. Sus primeras composiciones estuvieron profundamente influidas por algunos clásicos, con un estilo muy recargado, que fue evolunionando poco a poco, sobre todo con motivo de su traslado a Madrid, donde conoció a los poetas más importantes de su época como Machado, Lorca, Aleixandre, Rubén Darío y Neruda.
En esos momentos y con el triunfo del Frente Popular, sus versos adquieren un destacado signo social, que le hace afrontar un compromiso beligerante de defensa de los más débiles y denuncia de las injusticias que asolaban a un país que se encontraba en una trágica encrucijada que desembocaría en unas tremendas consecuencias para el futuro de España y de Miguel Hernández, que, encarcelado, murió a los treinta y dos años en plena producción literaria.
Dotado de una generosa vitalidad, una vez iniciada la guerra civil, se alista en el ejército republicano y ofrece recitales a los compañeros del frente, y colabora con otros escritores de la época en varias revistas. Su poesía, vital, auténtica y dotada de una profunda sensibilidad, no está exenta de la energía suficiente como para denunciar a quienes dan la espalda a sus compañeros en el frente, y así, en “los cobardes”, grita a los cuatro vientos con una indignación que asombra y conmueve al mismo tiempo: “hombres veo que de hombres / sólo tienen, sólo gastan / el parecer y el cigarro / el pantalón y la barba”.
Escribe fundamentalmente poesía, aunque entre su obra figura también el teatro, como “el labrador de más aire”, “quién te ha visto y quién te ve”, “el torero más valiente”, por citar algunas de ellas, pero es en la poesía donde alcanza su más alto nivel literario hasta el extremo del desconocimiento por gran parte de sus lectores de la obra dramática, menos divulgada y conocida.
Al terminar la guerra civil comienza una penosa y dramática peregrinación por diversas cárceles del país. Consigue primero llegar a Portugal, pero la policía del dictador Salazar lo entrega a España donde lo encarcelan. Consigue ser liberado gracias a la intervención de Pablo Neruda para después, al ser delatado en su Orihuela natal, es detenido para a continuación comenzar un rosario de traslados de una a otra cárcel, hasta llegar a Alicante donde compartió celda con Buero Vallejo que le haría uno de los retratos más conocidos del poeta.
Enfermo, no le quisieron trasladar al hospital. Murió Miguel Hernández, el veintiocho de marzo de mil novecientos cuarenta y dos, a los treinta y dos años, con la mirada vuelta hacia la ventana, hacia la libertad que tanto amaba, con los ojos inmensamente abiertos. No se los pudieron cerrar.
Poseo un ejemplar de sus obras completas que me trajeron de Argentina y que guardo como oro en paño. Aquí las tenían prohibidas los herederos de aquellos que acabaron con su vida porque odiaban y temían la libertad, la cultura y la sensibilidad que a raudales poseía Miguel.
Para la libertad, sangro, lucho, pervivo.

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