lunes, 24 de mayo de 2010

ERASE UNA VEZ

Esta expresión, célebre como pocas, que nos trae a la memoria los añorados tiempos de la más tierna infancia, cuando los cuentos nos trasladaban a mundos de fantasía e ilusión, podría hoy servirnos para iniciar el relato de unos hechos, nunca mejor dicho, consumados, que nos van a suponer grandes esfuerzos a quienes formando parte de la historia a narrar, no somos protagonistas, sino simplemente actores de reparto que aparecen y desaparecen a criterio del autor, pero que al final son los llamados a sufrir las consecuencias fatales del desenlace.
Nos piden, corrijo, nos exigen que nos sacrifiquemos, alegando para ello multitud de excusas, pseudojustificaciones y verborreas varias, utilizando un tono a veces pausado y machacón, pero firme y con apariencia de la seguridad que les da su posición y a veces agresivo y altanero, levantando la voz y midiendo el gesto, con la desenvoltura propia del que ha recibido las oportunas clases de oratoria para dirigirse a la masa con el objeto de convencerla, arrollándola con su discurso tan pretendidamente enérgico y seguro en sus formas como, posiblemente, vacío en su contenido.
Y es que si se detienen a pensar un momento, nos tienen tan obnubilados, tan presionados, tan asustados con las medidas que van a tomar, que nos hemos olvidado de exigirles que nos expliquen con la misma firmeza, por qué son necesarias, quienes son los culpables de tanto derroche y tanta corrupción, a quienes hay que pedir responsabilidades, donde están las ayudas y subvenciones entregadas a tantas organizaciones, entidades e instituciones, cuando se van a devolver, cómo, dónde y en qué cuantía. Pero no nos han dicho nada al respecto. Ni nos lo dirán.
Y si es la oposición la que toma la palabra, más de lo mismo, pero al revés, siguiendo siempre al dictado de cuando peor mejor, o sea, maniobras de desgaste continuas con el objetivo de desprestigiar al adversario, pero sin aportar verdaderas y reales soluciones, sino de recordar lo mal que se está haciendo y lo que se debiera haber hecho, que, de acuerdo, es parte de su labor, pero siempre y cuando ejerza una crítica constructiva necesaria para controlar al gobierno. Qué tendrá el poder, además de corromper, que tanto les subyuga, seduce y atrae.
Pero estamos en España, donde gobierno y oposición son por definición, enemigos declarados que, fieles al carácter español, llegan al odio personal entre sus dirigentes, donde no predican las virtudes de su partido, sino las maldades de los otros y todo en una democracia aún en pañales, con apenas unos años de rodaje, a la que le queda mucho que aprender de otras con cientos de años a sus espaldas que nos dan mil vueltas en todos los sentidos.
Y eso se nota cada día que ejercen su oficio, mejor dicho su apaño, su chollo, porque eso parece que es para muchos políticos de este país su trabajo; el medio ideal para lucrarse y ascender en la escala social a golpes de talón, influencias y corruptelas varias, eso sí, todo ello disfrazado de amor a la patria, y de prestar un servicio a los ciudadanos con los que nada tienen en común, ni por supuesto, a los que tengan que rendir cuenta alguna.
Quizás dentro de cien años, esta bisoña democracia, de este a veces tan inculto y primitivo país, que lo es, pese a quién le pese, que sigue manteniendo anacrónicas tradiciones, donde un periódico deportivo es el medio más leído, donde la educación y las buenas formas siguen brillando por su ausencia, donde el nivel cultural y no digamos el académico, están por los suelos, entonces, quizás dé a luz a unos políticos serios, responsables y honestos que realmente se consideren servidores de los ciudadanos a quienes se deben y ante los que deben rendir cuentas, a la par que éstos descubren que son ellos los protagonistas y no aquellos, a los cuales deben exigirles integridad, dedicación y honradez por encima de todo.
Mientras tanto, los ciudadanos de este país, pese a sus carencias milenarias, en gran parte heredadas y transmitidas de generación en generación por una clase dirigente que ha soportado durante siglos, y salvo honrosas excepciones, no merecen esto. Mario Benedetti, reflejó en los versos que siguen todo un universo de situaciones. Nada comparable la nuestra con el sufrimiento indescriptible que más de medio mundo soporta. Pero la condena y la esperanza son las mismas.
Defender la alegría como una trinchera / defenderla del escándalo y la rutina / de la miseria y los miserables / de las ausencias transitorias / y las definitivas.

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