viernes, 1 de octubre de 2010

SEGOVIA ES INVENCIBLE

Lo tenemos todo, absolutamente todo para ganar en esta competición, que lo es, aunque queramos disfrazarla con múltiples términos, adjetivos, epítetos y metáforas con el fin de minorar, suavizar y dulcificar esta lucha fratricida entre las seis ciudades que han quedado finalistas para representar a España como Capital Europea de la Cultura.
Burgos, Córdoba, Las Palmas, San Sebastián, Zaragoza y nuestra milenaria y hermosa ciudad, serán las que opten a esa distinción que situará a Segovia en el lugar que le corresponde en Europa y en el mundo como una joya a descubrir por millones de personas que quedarán extasiados ante la contemplación de una bellísima ciudad con una historia singular que se remonta a tres mil años de antigüedad, cuando, según la tradición, Hércules el Egipcio la fundó en el año 1.076 antes de Cristo.
Celtas, Visigodos, Romanos y Musulmanes, dejaron su huella indeleble en estos lares que legaron a la posteridad y que afortunadamente las generaciones que les sucedieron quisieron primero, y supieron después, conservar intactas hasta nuestros tiempos.
Recogemos el testigo ahora, en el siglo XXI, cuando la modernidad con sus medios tecnológicos nos permite abrir una ventana al mundo a través de la cual millones de Europeos pueden contemplar con gozo una ciudad pletórica de arte, cultura y belleza, y con una gastronomía insuperable, que nos ha hecha famosos allende las fronteras. No obstante, no debería bastarnos ni fiarlo todo a la utilización de estos medios para darnos a conocer donde aún no tengan noticias nuestras
Es nuestra obligación intercambiar información directa con ellos, hacerles venir, en definitiva, con el objeto de que recorran nuestras calles, se maravillen ante la contemplación de nuestro grandioso Acueducto, único en el mundo – incomparable, nada que ver con otros acueductos romanos que sin embargo son más conocidos - y del que no me canso de repetir que no se ha divulgado lo suficiente su impresionante imagen, nuestra hermosísima catedral, el espléndido y fastuoso Alcázar, lleno de historia, las bellísimas iglesias, conventos, monasterios, judería, museos, palacios.
Y su deliciosa gastronomía, envidia de quienes viven pensando más en el culto hacia el cuerpo que en el cuidado del alma, la cual, con semejantes manjares como aquí se disfrutan, degustan y paladean, logra el milagro de que su poseedor eleve los ojos al cielo dándole gracias por tan deliciosos y terrenales placeres. No tengo más remedio que, al igual que reivindico una mayor difusión del Acueducto, en esta sección tengo que hacerlo, y en la misma forma, en favor de un maravilloso, dulcísimo y genial postre, muy poco conocido en el resto de nuestro País y que no es otro que el insuperable Ponche Segoviano.
No puedo ni debo obviar las maravillas del resto de las ciudades que compiten con Segovia. Burgos, con su impresionante Catedral, el hermoso monasterio de las Huelgas, la Cartuja de Miraflores, iglesias, palacios y conventos. Córdoba y la Mezquita, todo es uno, maravilla de maravillas, Medina Azahara, la Judería. La Basílica del Zaragoza, La Seo, el palacio de la Aljafería. San Sebastián, Donosti, frente al mar, la bahía de la Concha, la catedral del Buen Pastor, el monte Igueldo y, cómo no, su poderosa gastronomía. El encanto de Las Palmas, donde el mar lo domina todo, con sus bellas playas y su casco antiguo.
Segovia es un cúmulo de todas las demás ciudades, lo resume todo, no le falta nada, salvo quizás, el mar y lo pongo en duda, porque tampoco carecemos de él a escala reducida, ya que tenemos la fortuna de ser regados por dos ríos, el Eresma y el Clamores. No podemos perder, Segovia puede y debe ganar en esta dura pero limpia, culta y reñida competición. Sería un honor y una agradable satisfacción representar a España compitiendo con el resto de las ciudades europeas. Esto ya sería importante, pero podemos llegar más lejos.
D. Antonio Machado, uno de los ilustres huéspedes que como profesor tuvimos el honor de albergar en nuestra ciudad, cantó en un verso que quedó grabado en una piedra de granito al pie del Alcázar:
En Segovia, una tarde, de paseo por la Alameda que el Eresma baña, para leer mi biblia eché mano al estuche de las gafas en busca de ese andamio de mis ojos, mi volado balcón de la mirada.

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