lunes, 15 de noviembre de 2010

POR LOS CERROS DE ÚBEDA Y BAEZA

Entre un mar de olivos dispuestos sobre cerros ondulantes que lo llenan todo, que lo cubren hasta donde la vista alcanza, donde el horizonte se encuentra con la Sierra de Cazorla, se alzan dos joyas del Renacimiento. Baeza, chiquita como un dedal, que dijera D. Antonio Machado que allá estuvo y que conserva su aula donde impartió Francés, tal como la encontró él, hace cien años. Y Úbeda, la Salamanca de Andalucía, más grande y más extensa que Baeza, las dos hermosas, cálidas y acogedoras plenas de arte e historia.
Asentadas sobre sendos cerros, rodeadas, sitiadas y protegidas por un ejército de centenarios olivos, se erigen majestuosas a la par que sencillas, escondiendo en su centro toda la belleza y la hermosura de un casco histórico que nos traslada al siglo XVI, en una demostración de continua exhibición de arte y encanto que sobrecoge al viajero mientras recorre sus preciosas y cuidadas callejuelas que nos obligan a detenernos a cada paso que damos.
El Renacentismo brilla por doquier, con frecuentes apuntes del Románico, Gótico, Plateresco, Barroco y Neoclásico, que abruman al neófito y maravillan al docto en Arte. No hay apenas pausa ni descanso posible. Catedral, Iglesias, conventos, Palacios, casas señoriales, arcos, fuentes, plazas, murallas árabes, todo se sucede vertiginosamente y todo hay que verlo, saborearlo, deleitarse con su visión, con todos los sentidos, con toda el alma.
Son dos preciosas islas en medio de una Andalucía a veces incomprendida, pero que atesora tanta historia, tanta belleza, tanto amor por el arte. Y así, el viajero puede llegar a perder la noción del tiempo y se detiene alguna vez a pensar dónde se encuentra, cómo ha llegado hasta ese oasis de esplendor rodeado de olivos.
Ambas ciudades, son Patrimonio de la Humanidad por méritos propios. Baeza, pequeña, e inmensamente acogedora, ordenada alrededor de la Plaza de España, porticada, luminosa, amplia, en torno a la cual se orquesta el casco histórico, presidido por su catedral, erigida sobre una antigua mezquita, con trazos románicos, góticos y profundos aires renacentistas.
Apenas nos giremos, y a pocos metros de allí, nos veremos inmersos en un mar de belleza, presidido por el Palacio de Jabalquinto, regalo de su propietario a su amada, con una increíblemente hermosa fachada, maravilla del Gótico Isabelino, que alberga un patio renacentista, luminoso, de proporciones perfectas alrededor del cual brilla con esplendor un espléndido claustro que conforma un conjunto de espléndido y radiante encanto.
Muy cerca se halla la antigua Universidad, donde ya en el siglo XVI se estudiaban humanidades. El patio de planta cuadrada está rodeado del claustro, a través del cual se accede a diversas salas, de las cuales el viajero debe visitar sin demora alguna dos de ellas: el aula donde Machado impartió gramática francesa desde 1912 hasta 1919 y el bellísimo Paraninfo maravillosamente conservado.
La emoción nos embarga cuando entramos en el aula donde D. Antonio impartió francés a los discípulos que tuvieron el honor de escucharle. Pequeñita, acogedora, preciosa en todos sus detalles, está presidida por la mesa que el viajero no puede evitar tocar con sus manos, como si con ello hubiera rozado las del Poeta. Dos filas de pupitres, donde parece que aún los alumnos escuchan con emocionado respeto al admirado profesor, parecen, como la mesa del Maestro, conservados como hace cien años. Diversos documentos de la época, recogen datos de entonces, como por ejemplo, la hoja de servicios del ilustre Profesor.
El Ayuntamiento, con una primorosa fachada, obra de arte del Plateresco, el Palacio del los Salcedo, la Plaza del Pópulo, la iglesia del Salvador, el convento de la Encarnación, la Puerta de Úbeda, el antiguo hospital de la Concepción, y tantos y tantos monumentos más que podríamos citar y que no cabrían en estas limitadas líneas.
Se desplaza el viajero a Úbeda, visible desde Baeza y es que ambas se miran y se contemplan erguidas en su cerro de olivares, escondiendo a simple vista y desde la lejanía los tesoros que esconden en su interior. La capilla del Salvador, obra, de Andrés de Vandelvira, autor de gran parte de los tesoros arquitectónicos de estas dos ciudades, impresiona por la belleza de su fachada principal. En su interior, un espléndido retablo, obra de Alonso de Berruguete y una impresionante reja de hierro forjado del siglo XVI, que separa el altar mayor de la nave principal de la iglesia.
La plaza donde se encuentra esta hermosa capilla, es una de las más impresionantes que puedan verse en este País. A Su lado, el parador, antiguo palacio renacentista de fachada e interior primorosos que deslumbran al viajero. Frente al parador, el palacio de las Cadenas con la estatua de Andrés de Vandelvira y a su lado, la Iglesia de Santa María de los Reales Alcázares y el Hospital de los Honrados Viejos del Salvador. Todo en esta plaza, denominada Vázquez de Molina, que deja al viajero exhausto de admiración.
Pero Úbeda es más, mucho más. Hay que recorrer sus numerosas calles y callejuelas, donde se alternan casas modernas con palacios, palacetes, iglesias, conventos y más mucho más: el hospital de Santiago, la iglesia de San Pablo, el antiguo Ayuntamiento, la Sinagoga del Agua, la Casa de las Torres, el palacio de Vela de los Cobos, y tantos otros, que invitan al viajero a prolongar su estancia para poder verlo todo, para no perderse nada, lo cual es tarea harto ardua, pero que merece la pena ya que se considerará un tiempo invertido en la continua contemplación de la belleza.
Abandonamos Úbeda y Baeza con la sensación de habernos trasladado al siglo XVI, que tantas maravillas legó a la humanidad. Agradecidos a estas dos ciudades y a la sin par Andalucía que las acoge, retornamos a nuestro lugar de origen. El viajero, recorre el camino de vuelta a través de los mismos cerros de olivos que contempló al llegar, embriagándose con la inconfundible fragancia que despiden las numerosas almazaras que salpican el camino. Volveremos, se compromete el viajero, a disfrutar de la magia y el encanto que desprenden estas dos hermosas ciudades.

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