martes, 3 de abril de 2012

EL ESTADO ARROGANTE

Relación asocial, es aquella que se establece entre un individuo y su grupo social en el que el primero no se identifica de modo consciente con el segundo, no hace esfuerzo deliberado alguno para contribuir a su bienestar y es indiferente respecto a él, es decir, el individuo vive y deja vivir, pero no tiene interacción alguna con el grupo social al que pertenece.
Si en este razonamiento invertimos los términos que lo componen y ponemos en primer lugar al grupo social, en este caso al Estado, representado por su gobierno y en segundo lugar colocamos al individuo, al ciudadano de a pie, la conclusión resultante nos dejará a éste último inerme ante un Estado que se muestra insensible, indolente e indiferente ante él, sin interactuar ni mostrar interés alguno por sus problemas, mostrando siempre una pasividad, una apatía y un distanciamiento tales, que llega a sentir estos agravios como un ataque a su dignidad personal.
Y así es como nos sentimos muchos ciudadanos de este País, ante un gobierno que parece habernos abandonado, que está logrando que nos sintamos agredidos por una actitud excluyente que sólo espera de nosotros que le saquemos las castañas del fuego para no quemarse, y así nos exige continuamente esfuerzos y más esfuerzos, exprimiéndonos hasta lo indecible con una capacidad recaudatoria por un lado y por otro con una continua presión impositiva unida a una rebaja de nuestra capacidad adquisitiva tal, que va sumiendo poco a poco en la desesperación a demasiadas capas de una población que no sale de su asombro ante la que le está cayendo día sí y día también.
Y lo hacen con tal arrogancia que parece que no va con ellos, que no son ellos quienes ejercen una presión continua y constante, que su misión no es de este mundo, que están por encima del bien y del mal, en suma, que están exentos de responsabilidad – seguramente piensan en aquello de que sólo son responsables ante Dios y ante la historia – y, por lo tanto, no tienen que dar cuenta alguno a unos simples ciudadanos, a los que al fin y al cabo sólo consideran a la hora de depositar el voto.
Se hace realmente insoportable su altanería y su soberbia, siempre con su aspecto impecable y su sonrisa a mitad de camino entre presumida y despectiva, siempre con una autosuficiencia desbordante, cuando aparecen en los medios de comunicación con esa seguridad que les da su absoluta mayoría y su convencimiento de que es argumento más que suficiente para exigir y presionar sin necesidad apenas de justificar unas medidas que invariablemente suponen una vuelta más de tuerca.
Una vuelta más que siempre afecta a los mismos, a los que no les valen ni quejas, ni huelgas ni argumentos varios por lógicos y razonables que sean, ante un Estado todopoderoso en manos de un gobierno que mira siempre hacia el mismo lado y que tiene la desfachatez de afirmar que promulgará una ley que exonerará de responsabilidad a la vez que condonará una importante deuda a todos los defraudadores fiscales que declaren haber estafado al fisco, y por ende a todos los ciudadanos, yéndose por ello de rositas, como si de honrados y leales ciudadanos se trataran, cuando basta con que usted o yo intentemos colar unos míseros euros, para que nos caigan rayos y centellas sin compasión, ni amnistía fiscal alguna.
El gobierno, evidentemente, no es el Estado, pero éste en manos de gobiernos así, se constituye en un Estado Asocial y de dudoso Derecho. Juzguen ustedes.

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