viernes, 4 de mayo de 2012

DÓNDE ESTÁN LOS INTELECTUALES

En los tiempos terribles que vivimos, muy pocos intelectuales han levantado su voz asumiendo la responsabilidad que les corresponde por razón de su posición en una sociedad que está sufriendo las consecuencias de las medidas de los diferentes poderes a los que está sometido y ante los cuales poco puede hacer, ya que su respuesta está limitada por sus posibilidades no sólo económicas sino sociales y sobre todo laborales, que limitan sus capacidades de contestación y réplica ante una penosa situación a la que se ven arrastrados cada día más ciudadanos víctimas de los desmanes de aquellos que manejan los hilos de la política, la economía y las altas finanzas.
Dónde están, dónde se esconden, por qué no elevan su voz que tan lejos puede llegar, que puede ser escuchada y tomada en consideración a diferencia de las masas a las que únicamente les queda el recurso del grito desgarrador y desesperado llevado a lo sumo a las calles, donde se les permite su ocupación temporal o el recurso a la huelga, a sabiendas que más pronto que tarde se apagará su voz y volverán al trabajo, quienes lo tengan, mientras que al resto sólo le quedará el recurso a la angustia y a la incertidumbre desesperante de quién ve el presente comprometido y el futuro inexistente.
La responsabilidad y el compromiso de quienes tienen la capacidad y el privilegio de ser oídos es ineludible ante los acontecimientos que cada día se precipitan un poco más hacia el abismo y que afectan a millones de personas no sólo de este País, aunque a él nos refiramos a la hora de analizar estos hechos. Rafael Alberti, hablaba en su tiempo de los poetas andaluces: y cuando cantan, y cuando miran y cuando sienten, parecen que están solos.
Esa es la impresión que causan en la actualidad, salvo honrosas excepciones, algunas de ellas incluso procedentes de allende las fronteras, lo cual provoca más frustración al contemplar el panorama que nos deparan los privilegiados que pudiendo denunciar las ignominias e injusticias en general y los abusos de los diferentes poderes en particular, callan su voz y se esconden en su madriguera a la espera de tiempos mejores cuando puedan lucrarse vendiendo el producto de sus capacidades intelectuales que han reservado para su uso y disfrute.
Y qué hay del gremio de los actores, tan activos ellos en aquellos tiempos de la guerra de Irak, aunque no tanto cuando se trataba de condenar el terrorismo – salvo honrosísimas excepciones, que las hubo – o de los supercocineros, tan famosos ellos, tan endiosados y dicharacheros cuando de promocionarse se trata y, sin embargo, tan silenciosos a la hora de condenar la barbarie de los violentos, cuando precisamente era en su Comunidad dónde más se daba esa lacra, que llegó a acabar con la vida de un compañero de profesión, no tan conocido, no tan popular como ellos, al que asesinaron hace años y que ninguno fue capaz de condenar.
Tanto unos como otros, a los cuales cito aquí, pero que no constituyen por sí solos el colectivo con capacidad de influir en la opinión pública y en los poderes establecidos, ya que existen otros afortunados que por razón de su estatus social deberían tener la obligación moral de pronunciarse y elevar su voz que siempre es escuchada por razón de su posición social e intentar solidarizarse con los más desfavorecidos en los delicados momentos que vivimos, mediando e intercediendo ante quienes corresponda con el objeto de mejorar su situación.
Pero, viven confortablemente encerrados en su rico mundo interior y se olvidan de los desheredados. No hablo aquí de los afortunados poseedores de inmensos bienes terrenales, que acaparan las portadas de las revistas del corazón y otros desechos varios, de los cuales nada cabe esperar, sino de los más cercanos al sufrido ciudadano, a los trabajadores, a los que dicen encontrarse próximos por razón de su credo social y político.
Gabriel Celaya, escribía unos maravillosos, sentidos y profundos versos en su poema “la poesía es un arma cargada de futuro: maldigo la poesía concebida como un lujo / cultural por los neutrales / que lavándose las manos se desentienden y evaden / maldivo la poesía de quien no toma partido hasta mancharse.

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