martes, 2 de febrero de 2016

UN PAÍS INDESTRUCTIBLE

Se atribuye al Canciller de Hierro, Otto Von Bismarck, la célebre e inefable frase de que “España es el País más fuerte del mundo, porque lleva años tratando de destruirse a sí misma, y todavía no lo ha conseguido”, en un memorable ejercicio de una dudosa, arriesgada y siniestra capacidad para analizar y extraer conclusiones acerca del porvenir de toda una Nación.
Se permite utilizar el adverbio de tiempo “todavía”, según afirma dicha expresión, como una licencia, un margen de maniobra, una permanente duda, que sólo el tiempo determinará, pero que en cualquier caso, no deja imperturbable a nadie, pues las consecuencias que parece atisbar el Canciller, aunque nadando en la duda y la vacilación, más bien deberían quedar en el terreno del esperpento.
Claro que contemplando la situación actual de nuestro País, con una clara y problemática ingobernabilidad, tanto a nivel nacional – con altas probabilidades de convocatoria de nuevas elecciones – como a nivel de una región con ínfulas independentistas como la Catalana - que lleva tres meses de desgobierno – la deducción inmediata, es que no parecemos andar tan lejos de un fatal desenlace, que aunque de hecho es materialmente imposible en un País moderno y europeo, impone en cualquier caso al contemplar el desolador panorama actual.
Jamás este País se había encontrado en una situación similar a la actual, sumido en una incertidumbre política de proporciones inimaginables hace apenas dos años, cuando surgieron los hoy influyentes y poderosos partidos emergentes que han puesto el punto final al bipartidismo, y que han dividido profundamente a una ciudadanía que ha procurado con sus votos una fragmentación inusitada.
Algo que a nadie debería extrañar, pese a los agoreros que no quieren entender ni admitir una situación que es de todo punto de visto lógica dadas las circunstancias que vivimos. Y es que harta está una inmensa parte de una ciudadanía que no soporta tanta corrupción, tanto despilfarro y tanto político envilecido, que han arrasado este País a espaldas de una población que no quiere, ni puede, ni debe perdonar tanta estulticia, tanta rapiña y tanta maldad como ha soportado proveniente, fundamentalmente de los dos partidos que se han ido turnando en el poder desde el principio de los tiempos de esta incipiente democracia.
Por otro lado, la situación Catalana, cada día más enrevesada y enrocada en sus postulados independentistas, ha logrado en estos últimos dos años, algo que entonces era inimaginable, que no es otra cosa que el auge del separatismo en unas proporciones que multiplican casi por cuatro a los independentistas que se hacían valer hace poco más de dos años.
Con un Artur Mas empeñado en continuar en el poder, pese a quien pese, arrastrándose vilmente y haciendo todo tipo de concesiones ante una CUP, anti sistema, anticapitalista y anti europeo que, que nada tiene que ver con el ideario y el programa político que represente el partido de Mas. Todo con tal de seguir, de cubrirse, de protegerse, de vaya usted a saber qué oscuros e inconfesables intereses, que está llevando a Cataluña a un desgobierno que ya dura demasiado tiempo.
Es por todo esto, que este País, necesitado de una renovación urgente, no va hacia su autodestrucción, ni mucho menos, tal como aventuraba Bismarck, sino más bien hacia una regeneración política necesaria, urgente y que sin duda traerá aires nuevos a una sociedad que ya ha sufrido lo indecible.

No hay comentarios: